V Í S P E R A S
Como oración específica de la Iglesia, tiene su arranque decisivo en el ejemplo y el
mandato de Cristo. Las vísperas están íntimamente unidas a la tarde, que es al mismo tiempo conclusión del día y comienzo de la noche. En la división antigua, en uso entre los romanos, la vigilia vespertina (es
decir, la tarde) era la primera de
las cuatro partes de la noche: tarde,
medianoche, canto del gallo, mañana.
Llamaban Véspero también al astro luminoso de la
tarde (Venus), que empieza a hacerse
visible cuando caen las sombras.
"Se celebran las vísperas por la tarde, cuando ya declina el día, en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto" (OGLH 39).
La iglesia, al final de una jornada, pide también perdón a Dios por las manchas que
pueden haber quitado blancura a su vestido inmaculado a causa de los pecados de sus hijos (cf oraciones vespertinas del lunes y jueves de la
tercera semana).
La oración de las vísperas conmemora el misterio de la cena del Señor (celebrado por la tarde) y recuerda la muerte de Cristo, con la que cerró su jornada terrena (OGLH 39). Las vísperas expresan la espera de la bienaventurada
esperanza y de la llegada definitiva del reino
de Dios, que se producirá al final
del día cósmico. Tienen, por tanto,
un sentido escatológico referido a la
última venida de Cristo, que nos
traerá la gracia de la luz eterna (OGLH 39).
Las vísperas son el
símbolo de los obreros de la viña eclesial, los cuales al final de su jornada se encuentran con el Amo divino para recibir el don liberal de su
amor, más que la recompensa debida al
trabajo (Mt 20,1-16). La iglesia, que
ha sido acompañada por Cristo en su
camino de la jornada, llegada a la
última hora, le dice: "Quédate con nosotros porque es tarde" (Lc 24,29; cf oración de vísperas del lunes de la cuarta semana).
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