DEL MENSAJE DOMINICAL DE NUESTRO SR. OBISPO.










Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo catorce de diciembre de dos mil catorce, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos ya en el tercer domingo de este tiempo de adviento, que nos prepara para la gran celebración del nacimiento de Jesús el Señor; como había mencionado desde el primer domingo, la iglesia nos propone meditar al profeta Isaías, de quien hemos estado leyendo sus textos que anuncian un profundo cambio, pero un cambio bueno, en la esperanza de la salvación, cambio que debe de iniciar desde la conversión porque la voz del profeta resuena también ahora en este tiempo, la conversión con el fin de conocer y vivir las virtudes que nosotros tenemos, porque no tenemos únicamente tendencia al mal, tenemos tantas virtudes, bendiciones y dones de Dios que hay que conocerlos y que hay que explotarlos. Conocer las virtudes contemplando a aquellos que han sido personas de Dios, como el profeta Isaías, este gran profeta, tenía grandes virtudes que siempre las ponía al servicio del pueblo, es muy interesante cómo el profeta Isaías, en el texto que hemos escuchado, estamos hablando nos dicen los estudiosos alrededor de setecientos años antes de la llegada del Mesías; él recibe un mensaje, de parte de Dios, y lo recibe porque el profeta, gran enseñanza para nosotros, escucha la voz de Dios, y nos transmite, comparte este mensaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros, y a pregonar el año de gracia del Señor.” En este mensaje se encuentran las características de la misión que realizaría el Mesías, el Salvador y estas mismas palabras el mismo Jesús en el nuevo testamento, pueden ver en los evangelios, retoma estas palabras y las hace suyas, diciendo al final: “Hoy se cumple esta escritura.” Regresando al texto donde el profeta Isaías al leerlo, en griego encontramos un verbo muy interesante, porque hay que recordar que esta parte de la sagrada escritura, tiene su fundamento en la lengua hebrea y también en griego, y entonces aquí aparece un verbo muy importante, el verbo kerussó,  kerussó qué significa; se debe traducir literalmente como el que llega a anunciar las cosas de Dios, entonces el anuncio no era un anuncio únicamente general, era un anuncio con un verbo específico para anunciar las cosas de Dios: “Kerussó” entonces el Mesías que es el enviado de Dios viene para anunciar las verdades de Dios, la llegada del Mesías es anunciada como sabemos por Juan el Bautista, y en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar tomando como base al evangelista San Juan sobre el papel de Juan el Bautista, como testigo del Mesías y aprender de él a nuestra vida diaria; nos dice el evangelista que Juan Bautista viene como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él y reafirma que él no era la luz sino únicamente testigo de la luz. Juan Bautista, sin ninguna razón en contra había impactado tremendamente a sus contemporáneos, quienes se preguntaban quién era él, por ser un hombre con una vida muy especial; la pregunta se la hacían tanto sus seguidores como aquellos que lo miraban con sospecha, entre ellos sacerdotes, los levitas, porque se sentían ellos incómodos ante la predicación de testimonio de Juan Bautista; por eso le preguntan ¿Quién eres tú?, y el responde sencillamente sin titubeos: “yo no soy el Mesías” Es muy interesante analizar cómo se va definiendo la identidad de Juan Bautista, es decir, cómo manifiesta su ser y su misión, a través del diálogo que sostiene con aquellos que lo interrogan, a pesar de que los que lo interrogan le dieron opciones: ¿eres el profeta?, ¿quién eres?, ¿eres Isaías?, ¿quién eres?, Juan Bautista no quiso tomar para él una misión que no le correspondía; simplemente retomó las palabras del mismo profeta Isaías: “Yo soy la voz que grita en el desierto, enderecen el camino del Señor”. Estas palabras hermanas y hermanos que tienen mucho sentido, también hoy en nuestro tiempo nos llegan a dar la misión del Bautista. Estas palabras son un testimonio y nacen de su misma persona como una persona de Dios, un hombre de Dios, que conoce, que escucha y ama a Dios, que tiene claro que él es únicamente un instrumento de Dios. Hermanas y hermanos, aquí radica la grandeza de la persona de Juan Bautista, que nunca buscó ser más de los que debía de ser, él tenía claro que su vida estaba en función de preparar la llegada del Mesías, de preparar los caminos del Señor y para esto no se reservó nada para él, todo lo entregó, incluso la vida, para poder dar cumplimiento a su misión; esta actitud humilde y generosa de Juan Bautista debe de ser un ejemplo para nosotros en nuestra vida, por ejemplo,  cada uno como creyente estamos llamados a preparar el camino del Señor; por eso en cierto sentido cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va también delante en el camino de Dios, realizando su propia función, pero, me pregunto, hasta qué punto valoramos la función que Dios nos encomienda, tomando en cuenta que esta misión es un don para nuestra vida y para los demás, un don que debe ayudarnos, entonces tanto personal como comunitariamente, para ayudar a otros para que encuentren y vivan a Cristo, es fundamental como discípulos misioneros tener clara la misión que se nos encomienda y que se debe de realizar en la familia, en el trabajo, con los vecinos, con los amigos, entre aquellos con quienes convivimos; el don que Cristo viene a traer lo trae a través de personas, a través de precursores; yo valoro, hay que preguntarse, el don de Cristo, el don que yo puede dar a mis hermanos, cuántos hombres y mujeres hermanos y hermanas, ahora en este tiempo son atacados, denigrados, humillados, hundidos, manipulados y sin embargo la misericordia de Dios, tiene que llegar a sus vidas, pero cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclama, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo, a este pueblo que sufre la salvación. No hay que buscar muchas veces hermanas y hermanos a los humillados, hundidos o manipulados fuera de nuestro ámbito, hay que empezar por nuestros hermanos cercanos, cuántas veces en la propia casa vivimos y hacemos a la gente que se humille, que se manipula y manipulamos, cuántas vece; fíjense bien, el día de ayer yo tuve una experiencia que a mí me ha hecho pensar, meditar; me encontraba en una parroquia confirmando, al final de la Celebración Eucarística, les dije que ojalá nos dejáramos amor, que realmente viéramos que necesitamos quitar de actitudes en nuestra vida para ser mejores, menos irresponsables, hasta con tu trabajo, en nuestra propia misión, padres de familia que tienen un compromiso, educar a los hijos, hijos que tienen el compromiso de escuchar y de educar también a aquellos más pequeños, inclusive nosotros sacerdotes tenemos también este compromiso, y se me ocurrió decir a un grupo de personas jovencitos, y un grupo de jovencitas que estaban frente a mí, porque estaban sentados, una banca de quienes se confirmaron y atrás en otra banca estaban los padrinos, luego había un espacio y allí estaban, luego les digo a los jóvenes, por ejemplo, ustedes por qué no le regalan responsabilidad a sus papás, regálenles para esta navidad, aunque sea para el año entrante una buena calificación, regálenles un nueve en sus calificaciones, y se oyó la voz de una niña que yo identifique inmediatamente, que gritó: “¡No se lo merece!” A mí esto me llamó mucho la atención, imagínense una niña de catorce años gritando, “¡No se lo merece!”, claro yo no podía decir lo que tener un diálogo con ella, porque así luego así le iba a ir con sus papás, pero, que indica la actitud de esta persona, indica que en la familia no maduramos muchas veces y no hemos enseñado a los hijos a valorar el don de Dios, por qué, porque muchas veces la familia, qué es lo que los hijos con los padres, problemas de pleitos, inmadureces, pleitos a veces por tonterías, no hay tiempo para poder estar juntos, convivir juntos un momento y entonces claro, los hijos se sienten heridos y sienten que hay una distancia entre los padres y ellos; esa expresión a mí me dolió mucho, por qué, porque… “¿No se lo merece!”, evidentemente la primera que pierde es la persona que está en la escuela, no llega a dimensionar el futuro pero, es una verdad rápida de la situación de alguna familia; fíjense que en este sentido el Papa Francisco afirma: “Ser cristiano, significa dar testimonio de Jesucristo, ser una persona que piensa como cristiano, siente como cristiano, y actúa como cristiano, y esta es la coherencia de vida de un cristiano. Una persona, – nos dice el Papa Francisco – puede decir que tiene fe, pero si caree de una de estas cosas no existe en él lo cristiano”; o sea una persona que no piensa como Cristo, no siente como Cristo ni actúa como Cristo, aunque se diga cristiano, afirma el Papa, pues no existe en él lo cristiano; hay algo, dice el Papa, que no funciona, hay una cierta incoherencia y los cristianos que viven en la incoherencia, hacen mucho daño. Unas frases muy profundas que vienen en este domingo de veras a iluminar las situaciones que nosotros vivimos, porque nosotros estamos todos llamados a qué, a proclamar donde nos encontremos al Señor, y como vamos a decirle a otro: Quita tus actitudes que no te dejan ser cristiano para poder enderezar tu camino, tu sendero y poder encontrarte con Jesús, cuando nosotros damos mal testimonio de Cristo. Hermanas y hermanos en estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa, para celebrar un aniversario más del nacimiento de Jesús, no podemos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás, nuestro corazón puede pensar tanto en sí mismo como para olvidarse del don que tiene para dárselo a los demás. Si Juan Bautista se hubiera encerrado en sí mismo, nunca hubiéramos dado que atrás de él viene el que es la salvación, es una misión que tenemos que hacer, pero no la podemos hacer si no valoramos primero el don que podemos tener en nuestras manos, si no somos nosotros los que apliquemos, los que recibimos primeramente el don de Dios. Pidámosle al Señor nos regale la gracia de saber acompañar a los demás en la misión que se nos ha encomendado, para que siempre en todas partes podamos dar testimonio de ello, y así preparemos como Juan Bautista, su llegada. Que así sea.








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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 7 de diciembre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, sede de la Diócesis de Ecatepec.

Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos hoy en el segundo domingo de adviento, este tiempo de preparación para la celebración del nacimiento del Señor. Como recordarán el domingo pasado, comentaba que durante este tiempo de adviento, la iglesia nos invita a prepararnos contemplando la vida de aquellos que prepararon y fueron testigos del nacimiento del Señor; entre ellos encontramos a quien preparó desde el antiguo testamento, el profeta Isaías, pero también a quien preparó en el nuevo testamento, a Juan el Bautista, el profeta Isaías, como hemos escuchado, da a conocer al pueblo de Israel, siglos antes de este acontecimiento cuál sería el papel del profeta más cercano a la llegada del Mesías, y ha afirmado: “Una voz grita en el desierto, preparad el camino del Señor. Mirad, que el Señor llega con poder y su brazo manda. Mirad viene con el su salario, y su recompensa lo precede”. Es muy claro entonces hermanas y hermanos, la misión de Juan Bautista, el preparar el camino del desierto, así lo ha anunciado el profeta Isaías y así lo relató el mismo evangelista Marcos, desde el inicio de su evangelio, tal como hoy lo hemos escuchado; pero, yo me pregunto: ¿en qué consiste esta preparación para recibir al Señor?, y ¿cómo la debemos definir ahora en esta época, en este tiempo que nos ha tocado vivir? Para responder a esta pregunta, analicemos primero lo que San Marcos nos dice en el texto evangélico, ya que este mensaje de Juan Bautista sin duda alguna sigue resonando hoy en este momento histórico y nos ayuda a discernir las crisis que estamos viviendo en este tiempo, y a reorientar la dirección de nuestra vida, de nuestra conversión, orientar la dirección del camino hacia Dios. En la   persona de Juan Bautista encontramos una forma muy especial y por lo tanto distinta de anunciar el mensaje de Dios, y esa forma o estilo, es un ejemplo de cómo debemos cada uno de nosotros comprometernos a vivir el seguimiento de Cristo en nuestra vida diaria, Juan Bautista vive en el desierto, predicando un bautismo de conversión, en la penitencia para el perdón de los pecados. Ahora  Benedicto XVI de feliz memoria, al hablar hace apenas unos años acerca de la conversión afirmó: “Convertirse significa en primer lugar, creer que Jesús se ha dado a sí mismo, muriendo en la cruz y resucitando; vive conmigo y en mí, confiándome a la fuerza de su perdón dejándome tomar de la mano puedo salir, – dice Benedicto XVI – de las arenas movedizas del orgullo y del pecado, de la mentira y de la tristeza, del egoísmo y de toda falsa seguridad, para conocer y vivir la riqueza del amor de Dios, y eso es la conversión”. Entonces hermanas y hermanos cada quien sabe que arenas tiene que dejar para poder vivir la conversión, entonces la verdadera conversión cristiana es un proceso gradual de crecimiento y superación, de cambio y de desarrollo en Jesús, y esto es real, ya que no se puede vivir una verdadera conversión si no se tiene como fundamento la fe, o sea creer, y creer primero en aquel que invita a la conversión, y esto es lo que significa creer sin límites en Jesús; así como Juan Bautista preparó el camino para que sus contemporáneos se abrieran a la salvación que estaba presente en medio de ellos, también nosotros ahora debemos preparar el camino para llegar a la salvación; la misión que se nos ha confiado, es descubrir la presencia de Dios en todos los momentos de nuestra vida, el centro del anuncio, no cabe duda debe ser la persona de Jesús, así lo comprendió Juan Bautista y así  lo viene haciendo la acción evangelizadora de la Iglesia a lo largo de muchos siglos, veamos la historia; pero así también lo debemos hacer cada uno de nosotros, buscando la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida, es decir, en cada actuación que nosotros estamos viviendo, pero ante esto florece una nueva pregunta: ¿y cómo hacerlo? Primero conociendo a Jesús, acercándose a Él, sin Él nos alejamos y vivimos sin comunicación con Dios; sin la oración nosotros estamos desorientados; la desorientación invade nuestra vida, de la misma manera nosotros tenemos que tener una orientación para poder ver y vivir la relación con Dios, a Jesús le interesa que vayamos a buscarlo, a Jesús le interesa que dejemos el ruido del mundo y las distracciones de la vida, para también estar con Él. Segundo, viviendo en la caridad, con ella nos convertimos y acercamos más a Jesús, sin ella nuestra fe se puede transformar en una gran mentira, en la caridad se concentra toda la vida de Jesús, en este sentido, nuestro querido Papa Francisco al hablar de la conversión hace unos días, hacía referencia a la caridad y afirmaba: “La conversión cristiana exige revisar especialmente, todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”. Hermanas y hermanos hoy Dios nos sigue pidiendo que cuidemos de nuestro prójimo, que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado vecino, por la atención al bien, pero no al bien personal sino al bien del otro; en este camino, en este proceso, encontramos un tercer paso, practicar el ayuno, que significa también un sacrificio, una abstinencia, es el signo externo de una realidad interior de nuestro compromiso con la ayuda de Dios, pero no únicamente el ayuno de comida, sino también abstenernos del mal y vivir el evangelio, recordemos aquí el mismo catecismo de la iglesia que nos enseña: el ayuno en la tradición cristiana está ligado estrechamente también a caridad, a la limosna; en este sentido San Agustín nos enseña que tato el ayuno como la limosna son las dos alas para la oración, para poder conocer a Dios, y es el ayuno y la oración lo que nos permite y nos da impulso para llegar a Dios; afirmaba San Agustín. El cuarto paso diríamos, sería esforzarnos en practicar también el encuentro con Dios o sea, el silencio, practicar el silencio físico que lleva y conduce como decía Santa Teresita, al silencio espiritual, y el silencio espiritual eleva a la persona a escuchar la voz de Dios, pero no únicamente la voz de Dios, sino que eleva a la persona para escuchar la voz de los pobres de los necesitados y excluidos, ahora por tanto ruido no escuchamos más que solamente la voz del egoísmo, para esto veamos a nuestro alrededor, cómo hay gente que está sufriendo, qué difícil ha sido nuestra historia como mexicanos en estos últimos meses, porque ha existido gente que no escucha la voz de Dios, sino que solamente la voz del egoísmo. El quinto paso sería encontrarnos con Cristo, pero también en la Eucaristía, la Eucaristía que Él instituyó, que ha confiado a la iglesia, no el recuerdo, sino el memorial de su muerte y resurrección, la Eucaristía que es signo de caridad, de unidad, que es banquete donde nosotros recibimos al mismo Cristo; de ahí que en la Eucaristía, toda la vida cristiana y la acción evangelizadora de la iglesia, como nos dice el Concilio Vaticano: “Tiene su fuente y tiene su culmen, la iglesia vive y crese por la Eucaristía con ella el camino se hace más fácil y más lleno de vitalidad”, evidentemente en la Eucaristía escuchamos la voz de Dios y nos alimentamos del cuerpo de Cristo. El sexto punto sería, en este tiempo de conversión, como afirma el Papa Francisco: “Vivir la intensidad del amor, en toda dimensión”, este amor que no podemos vivir para nosotros mismos o para aquellos únicamente que nos rodean, este amor que tiene que ser ilimitado, este amor que tiene que darse aunque duela, este amor que debe de llevarnos a dejar posturas equivocadas, oscuridades y orgullos personales que no nos dejan vivir como cristianos, que no nos dejan vivir la conversión, para esto hay que cuidar tantas actitudes de nuestra vida, para poder vivir el evangelio y prepararnos con autenticidad para vivir la navidad, y claro en este proceso no podemos ir solos, tomémonos de la mano de María, en este tiempo ella nos prepara, nos acoge en el misterio de su hijo, ella que está presente con nosotros siempre, de manera silenciosa, oculta, sin hacerse notar pero ella ha sido modelo de actitud de amor, modelo de actitud de perdón, modelo de actitud de oración, ella que es nuestra madre; Jesús mismo nos señala a su madre y la propone como modelo perfecto, María entonces es la mujer dichosa, María la que ha cumplido la voluntad del Señor. Hermanas y hermanos, pidámosle al Señor que nos conceda su gracia para enderezar nuestra vida, pero enderezarla siempre hacia Él; Juan Bautista nos invita en este adviento a la conversión integral, no desperdiciemos esta oportunidad que Dios nos da, escuchemos también ahora la voz de Juan el Bautista pidiendo la conversión y enderezando nuestro camino hacia el Señor. Que así sea. 


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Homilía de nuestro Sr, Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 2 de noviembre de 2012, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas en este domingo conmemoramos a nuestros fieles difuntos, el objetivo de esta conmemoración es además de recordarlos, hacer oración por ellos encomendándolos a Dios para que con nuestra plegaria sean perdonadas sus culpas, es recordar también el momento al que cada uno de nosotros algún día tendremos que enfrentarnos. El día de ayer la iglesia celebraba a todos los santos es decir a todos aquellos que han llegado a la presencia de Dios, con seguridad, nosotros en nuestra vida, en nuestra familia, con nuestros amigos, hemos conocido a tantas personas que han llevado una vida santa, que han dejado este mundo con la esperanza de resucitar y ante todo con una profunda fe; así hermanas y hermanos estas celebraciones nos unen con nuestros hermanos y hermanas que nos ha precedido en el sueño de la paz, superando los límites que nos separan en el tiempo y espacio; pero además esta celebración, como les decía nos invita a reflexionar sobre el sentido cristiano de la muerte, que no es el fin último sino el paso a la vida en Dios. Que gran esperanza nos presenta el libro de la Sabiduría, primera lectura que acabamos de escuchar, cuando afirma: “Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento”, el ser justo es una virtud, incluso es la virtud más importante de las virtudes cardinales, que conduce a la persona a dar a cada uno lo que le pertenece, es decir, es una virtud que tiene referencia a los demás, mientras otras virtudes como pueden ser la fortaleza o la templanza, son virtudes que se refieren a la misma persona. Hermanas y hermanos, esta virtud de la justicia hay que distinguirla, aunque no podemos hablar sin ella en la caridad, que nos lleva a ayudar al prójimo, evidentemente que estas virtudes no se pueden dar solas siempre hacen referencia a otras virtudes, y el vivir estas virtudes conduce a los justos a la paz, ya que son los justos quienes confían en el Señor, son fieles al Señor y por eso permanecen en el amor que es la paz, la vida en Dios; así hermanas y hermanos que el autor de este libro de la Sabiduría, hace conciencia en el pueblo de la alegría y la paz que trae la vida en Dios, pero la condición para tener esa vida en Dios es ser justo, quienes no vivan la justicia verán la muerte como el fin último de su existencia, como la pérdida irreparable. Esta misma lectura nos conduce a encontrar el sentido verdadero del sufrimiento humano cuando el autor sagrado afirma: “La gene pensaba que los sufrimientos eran un castigo”, cuánta gente todavía ahora eh, estamos hablando de siglos antes de la llegada de Jesús, cuánta gente todavía ahora en este tiempo afirma lo mismo, que los sufrimientos son un castigo de Dios, que gran mentira, dice el texto, repito el texto: “La gente pensaba que los sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí.” Estas palabras las tienen allí en sus hojas en la primera lectura; así que no veamos los sufrimientos y las penas como una desgracia o como un castigo de Dios, los sufrimientos y las penas a la luz de la fe son una prueba que purifica a la persona. Que profundo texto evangélico también acabamos de escuchar de San Mateo, en el que Jesús nos recuerda una vez más, que es la práctica de la justicia, la práctica de la caridad lo fundamental para el ser cristiano, eso no quiere decir que dejemos de lado nuestras oraciones y la práctica de los sacramentos, no, ya que todo en su conjunto: oración, vivencia y práctica de los sacramentos, justicia y caridad, todo nos ayuda para vivir verdaderamente la fe en Jesucristo y al estilo del Señor; hemos escuchado estas palabras de Jesús acerca del juicio final: “Cuando venga el hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda; y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”. Yo me pregunto, ¿cuál es la razón de esta afirmación de Jesús?, la respuesta hermanas y hermanos es muy clara, todo lo que hacemos al prójimo dice el Señor, a mí me los hacen, por eso en nuestros actos de vida la caridad es fundamental para alcanzar la vida eterna, pero es tan difícil vivirla, que necesitamos de la gracia de Dios, para hacer el bien a los demás, promoviendo siempre lo que es justo, lo que es bueno, lo que es amable. Cuando pensamos en el juicio final, el bien que cada uno habrá realizado o habrá omitido realizar durante su vida terrena será fundamental ante la presencia de Dios; así es que tenemos esta invitación. No quisiera terminar esta reflexión en este día que dedicamos a nuestros seres difuntos, como cristianos; sin expresar la necesidad urgente que tenemos de rescatar esta importante celebración, que desgraciadamente las nuevas generaciones están cambiando por el Halloween, también conocido como noche de brujas o día de brujas, dejando de lado el sentido cristiano de esta celebración. Como hemos escuchado hermanas y hermanos, la palabra de Dios nos invita a recordar a nuestros difuntos, con mucho amor, con mucho cariño, pero también si tenemos un mal recuerdo de un familiar, la misma palabra de Dios en esta celebración nos invita para que hagamos oración, para saber perdonar, para curar las heridas, pues no vale la pena vivir toda la vida cargando  heridas fuertes, hay que saber perdonar, a todos, también a los que se han ido al más allá, es importante que las nuevas generaciones no se queden únicamente con la fiesta del Halloween, no, es importante que las nuevas generaciones oigan hablar de sus familiares difuntos, es importante que conozcan sus raíces y se sientan parte de una historia familiar, si nosotros no conocemos nuestra historia, nuestra familia, nuestras canciones, nuestros valores; cada vez entenderemos menos nuestra vida, cada vez entenderemos menos de dónde venimos y a dónde vamos y entonces si, perderemos el  sentido cristiano de la muerte, perderemos y no tendremos sentido de la existencia. Por eso hoy oremos para agradecer a Dios todas las bondades que hemos recibido de nuestros difuntos, oremos para que el Señor les conceda gozar de su amor, les conceda su paz, y no tengamos miedo de reflexionar también acerca de nuestro fin último, Dios está con nosotros y por eso cada domingo al rezar el credo afirmamos; “Creo en la vida eterna” porque nuestra fe se apoya en la resurrección de Jesús, quien ha triunfado de la muerte, por eso sin duda San Pablo afirmó: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”. La resurrección de Cristo hermanas y hermanos entonces es la garantía de nuestra propia resurrección, vivamos nuestra fe y pidámosle al Señor nos ayude a comprender este gran misterio, al cual tarde o temprano, un día u otro, todos nosotros llegaremos a enfrentar. Que así sea.  



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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 26 de octubre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, la liturgia de la palabra de este domingo parece que está escrita para nosotros, para este tiempo; a pesar de que las lecturas, como la lectura del libro del Éxodo es una lectura escrita siglos antes de la llegada de Jesucristo; ante la realidad que estamos viviendo parece una lectura actual, estamos viviendo una violencia presente desgraciadamente en muchos ámbitos de nuestra propia sociedad; tenemos la violencia presente aquí en México, aquí en nuestro estado, y la palabra del Señor hoy nos habla. La primera lectura de este domingo nos lleva a reflexionar acerca de actitudes que el mismo Jesús va a condenar en el evangelio, actitudes que han tenido y siguen teniendo algunas personas que se aprovechan de los pobres y oprimidos; de la viudas y de los huérfanos; de los extranjeros. Nos dice el libro del Éxodo: “No hagas sufrir ni oprimas al extranjero… No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te mataré a espada,” dice el Señor, evidentemente hermanas y hermanos que este libro cuando está hablando del extranjero, de la viuda y el huérfano, está poniendo a aquellos que son excluidos dentro de la sociedad. Esta primera lectura nos da una importante lección sobre la justicia, como elemento central de las relaciones entre las personas, y con estas fuertes palabras comunica Dios su mensaje; Dios defensor del pobre, Dios defensor del oprimido, pero quiere también que el pobre y el oprimido se comprometan a obedecerlo y que no únicamente proclame y diga que es pobre y oprimido sino que también obedezca al Señor. La situación de explotación descrita por este libro del Éxodo parece actual, pues conocemos el drama de tantas personas que tienen que vivir situaciones muy difíciles en su vida, hasta dejar su tierra para poder salvar su existencia, no tememos que ir a otros lados, analicemos, analicemos nuestra sociedad, el mensaje de Dios es claro y hay que evitar entonces las injusticias y atropellos que son frutos de comportamientos frecuentes por el exceso siempre de la ambición, es la ambición de algunas personas como podemos ver, lo que lleva a este comportamiento que no es un comportamiento cristiano, que no es un comportamiento que Dios quiere, no cabe duda, Dios nos está llamando la atención, para que construyamos relaciones basadas en el respeto a la persona, a su vida, a su dignidad; relaciones que generen confianza y permitan establecer vínculos de paz. Desde este texto del libro del Éxodo podemos descubrir que es lo que Dios quiere, pero también podemos distinguir: qué es la vivencia cristiana, la vivencia hacia Dios; otros grupos religiosos tienen evidentemente otras religiones quieren a Dios, reconocen a Dios, exigen también obediencia, respeto y sumisión a su Dios, pero los cristianos debemos estar convencidos que además de tener también como otros grupos: obediencia, respeto y sumisión a Dios; nosotros tenemos al Dios de la vida, al Dios del amor, al Dios de la paz; por eso hermanas y hermanos, en nombre de Dios no se puede asesinar, en nombre de Dios no se puede coartar la libertad, en nombre de Dios únicamente tenemos que caminar hacia el amor y la paz.
Pasando al evangelio que acabamos de escuchar, este trozo forma parte del capítulo 22 en el que San Mateo, quien nos narra los acontecimientos en este capítulo de la última semana de la vida de Jesús, cuando Él ya se encuentra en Jerusalén remarca actitudes muy profundas; el evangelio inicia diciendo: “habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos,  que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?” Hay que recordar hermanas y hermanos que los escribas o doctores de la ley, quienes han estudiado un poco la sagrada escritura y espero que muchos de ustedes lo hayan hecho,   eran expertos en ella y ellos se habían atrevido a catalogar 613 preceptos, entre mandamientos y prohibiciones, evidentemente deducidos de la ley de Moisés, esta gran cantidad de normas hacían imposible su cumplimiento y ellos discutían sobre una posible jerarquización de estas normas; al hacer esta pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más grande de la ley? El doctor de la ley quería evidentemente poner a prueba a Jesús, pero Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Ese es el más grande y el primero de los mandamientos.” Y continua Jesús afirmando: “el segundo es semejante a este amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Hermanas y hermanos en la respuesta Jesús usa la misma metodología que los maestros de la ley para la argumentación su respuesta es a partir también de textos bíblicos, el primer texto tomado del libro del Deuteronomio, del capítulo VI, donde se establece que el primer mandamiento es el Amor a Dios, dice el texto: “Ama al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”; el segundo texto pertenece al libro del Levítico en el capítulo XIX, donde se establece que: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús une estos dos textos de la escritura, que en su origen estaban separados; ambos son mandamientos, ambos textos son semejantes, pero ambos textos constituyen el fundamento del ser humano, de la vida y de la persona; al unir estos dos textos Jesús nos está diciendo entonces, que el amor es la clave de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo, aunque ambas versiones del amor son diferentes, éstas están indisolublemente unidas, porque el amor es uno. Al pronunciar las palabras el Señor “como a ti mismo”, Jesús pone delante de nosotros el respeto al prójimo en todo sentido, fíjense muy bien, Jesús no dice: amarás a tu prójimo si es que te ama, te respeta, si es generoso contigo, nada de eso, Jesús establece un criterio muy especial que no permite doblez de interpretación, haz a los demás lo que tú quieras que ellos hagan contigo, entonces, ¿quieres que los demás sean sinceros contigo? Se sincero con ellos; ¿quieres que los demás valoren y reconozcan tu persona? Entonces valora y reconoce primero tu propia persona, si esto lo viviéramos qué distinta sería nuestra vida, pero debemos preguntarnos entonces sinceramente hasta dónde llega el amor al prójimo; Jesús no nos podría haber enseñado tanto en tan pequeña frase: “como a ti mismo” esta frase entonces hermanas y hermanos es el fundamento de la vida cristiana, los problemas que estamos viviendo, aquí en nuestra sociedad es porque hemos hecho una división, hemos hecho un divorcio entre lo que es nuestra vida de fe y nuestra vida cristiana, pero Jesús no quiere esa división, Jesús no quiere ese divorcio, estas fuertes expresiones de la violencia que es lacerante ya para nosotros en nuestra sociedad, tenemos que hacerlas a un lado, pero empecemos por nosotros mismos, pues el amor hacia el prójimo que nos enseña Jesús, tiene, la gran medida del amor que nosotros debemos de vivir; el amor, fíjense, hacia nosotros mismos es un amor instintivo, buscamos lo mejor para nosotros, nos defendemos, nos protegemos, esas son las actitudes que Jesús también nos pide que tengamos para el prójimo, el Señor quiere que protejamos a los demás, que protejamos al débil, al pobre, al excluido; eso es lo que Dios nos pide, si queremos ser buenos cristianos, ser buen cristiano por eso, es muy difícil, pero hay que pedírselo al Señor. El amor hermanas y hermanos inspira entonces actitudes de respeto, actitudes de tolerancia, actitudes de perdón; si permitimos que el amor habite en nuestra persona, que el amor habite en nuestra sociedad, que el amor habite aquí entre nosotros mismos, en nuestra tierra de Ecatepec, entonces el amor habitará en nuestro corazón, entonces van a desaparecer los odios, van a desaparecer las injusticias, las envidias que tanto daño nos hacen y nos alejan de la vida en Dios. Ante las difíciles situaciones que estamos viviendo en nuestra nación y aquí en nuestra comunidad, todos deseamos hermanas y hermanos vivir en armonía y en paz, empecemos entonces por nosotros mismos, hoy tenemos esta gran oportunidad de reflexionar lo que es la violencia ante la palabra de Dios que hemos escuchado. Pidamos al Señor nos conceda su Espíritu Santo para poder vivir su evangelio, en compromiso que nos invita a descubrir lo esencial de nuestra fe, en estos dos mandamientos que hoy nos ha recordado y que son inseparables, el amor a Dios y al prójimo. Que así sea.


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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 5 de octubre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, la palabra con la que Dios nos ha alimentado, en este día, en esta mañana, nos presenta una escena muy interesante. El viñador que con gran cautela cuida de su viñedo, hace lo posible para que los frutos que pueda producir sean buenos, nos muestra la mano trabajadora y el esfuerzo que implica lograr su objetivo, razón de gozar lo que él mismo ha sembrado. La vida se encuentra enmarcada por esa escena;  el viñador es Dios, Dios mismo quien cuida de su viñedo, es decir, de su pueblo, cada persona, cada uno de nosotros formamos parte del viñedo de Dios, es parte de la siembra realizada, Dios le provee de lo necesario para que los frutos sean buenos, el fragmento de la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías, describe el plan de Dios sobre el pueblo de Israel, denunciando el comportamiento negativo del pueblo elegido, que no estuvo a la altura de los dones recibidos de Dios, utilizando imágenes del mundo de la agricultura, hace ver el profeta que Dios escogió la mejor tierra, la mejor semilla, la plantó, la cercó, la abonó y le dio todos los cuidados, por eso esperaba una buena cosecha, pero, la misma lectura nos dice, no fue así pues cosechó frutos amargos, por no guardar una conducta conforme el pueblo a la voluntad de Dios, es injusto hermanas y hermanos esta actitud, esta comparación es magnífica de sembrador que cuida esta siembra y el pueblo comparado con la siembra que no cuida ella misma la semilla; por lo tanto hermanas y hermanos, este viñedo que es el pueblo de Dios, se encuentra encaminado a no perder de vista que su misión es dar buenos frutos, obrar rectamente, eso es lo que Dios espera de su pueblo, es lo que le quiere decir por parte del profeta; pero también ahora en este tiempo, es lo que Dios espera de cada uno de nosotros que formamos el pueblo del Señor; todos y cada uno somos parte fundamental entonces de este pueblo, por lo que debemos nosotros también tomando este ejemplo, renovar, el ejemplo nos dice renovar la tierra, tenemos que renovar nuestro espíritu, la parábola nos dice quitar las piedras, nosotros tenemos que quitar todo aquello que nos impide vivir como hijos e hijas de Dios, debemos alejar las malas intenciones y tener una recta y verdadera conciencia entonces de conversión, una conversión no únicamente esporádica sino una conversión constante, de modo que el dueño de la viña pueda contemplar con agrado que lo que él ha proporcionado no es en vano, sino que ha producido los frutos necesarios; así Dios, cuando vea nuestra vida, verá que la vida no ha sido en vano, por qué, porque hemos nosotros producido frutos. En este sentido hermanas y hermanos, este mensaje es una invitación de parte de Dios para que nosotros quitemos todo aquello de nuestra vida que no nos deja caminar como sus discípulos como sus misioneros, y cada uno de nosotros sabe qué es los que debe de evitar, qué actitudes tiene que no deja que germine la bondad de Dios en su persona. Esta llamada por parte del Señor, es reiterada en la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses, cuando les pide apreciar todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y honroso; las cuales hermanas y hermanos son virtudes que deben de vivirse, pero el Señor nunca pide vivir virtudes por imposición sino por convicción, porque estas son un don de Dios que nos da la oportunidad en ellas de crecer en la fe, de crecer como personas que buscan no únicamente el bien propio, sino también el bien de los demás; al presentarnos delante de Dios, nuestras actitudes entonces deben de corresponder al gran amor que Él nos tiene, y al respecto un gran Santo, San Agustín de Hipona decía: “Ama y haz lo que quieras”, pero esta frase hay que entenderla correctamente, porque evidentemente al presentarnos delante de Dios nuestras actitudes si corresponden al amor de Dios, estas actitudes nos permiten hacer lo que nosotros queramos, pero ese amor con el que correspondemos a Dios se debe demostrar en el bien, en las obras, para darle gloria a Dios y servir al prójimo, especialmente en estas obras que tanto trabajo nos cuestan y que se encuentran siempre en miras al servicio del prójimo; aquí habría que revisar muchas actitudes de nuestra propia vida, muchas actitudes de los propios matrimonios, muchas actitudes ante nuestro trabajo; este mensaje, dando un paso más, confluye sin duda en la fidelidad de nuestra vida en la vocación que cada quien ha recibido, esta vocación que es el encargo de parte de Dios para caminar en esta vida, ¡qué gran irresponsabilidad cometemos cuando actuamos de modo que no estamos haciendo las cosas con esta palabra de Dios!; ¡qué gran irresponsabilidad comentemos cuando vivimos entonces el egoísmo, pensando en nuestros propios intereses, cayendo en la situación que presenta el evangelio de hoy con los viñadores infieles que finalmente ellos buscaban su interés y ellos vivieron en el egoísmo. Hermanos y hermanas no podemos apropiarnos de algo que no es nuestro, no podemos pretender tomar el lugar de Dios, todos y cada uno somos administradores de los bienes concedidos por la gracia de Dios, el deber de nosotros entonces, ¿cuál es?, es que como viñadores nosotros cuidemos, no superficialmente lo que Dios nos da, sino lo cuidemos con cautela, se procure entonces cuidar con gran esmero y en esto pienso en sus familias, el cuidado que dan a sus familias, qué cuidado dan ustedes a su propio cuerpo, que cuidado dan ustedes a la propia comunidad: ¿ustedes riegan?, ¿ustedes cosechan?, ¿ustedes abonan su propia tierra? Por lo tanto la solicitud que Dios tiene hacia nosotros, acaso, me pregunto, ¿no es amor?, y si es amor, ¿cuál es entonces nuestra respuesta a tan gran don?, estas dos preguntas deben de situarse en lo más íntimo de nuestra persona, de modo que verdaderamente seamos capases de comprometernos en nuestro seguimiento cristiano, en un seguimiento responsable que se viva intensamente en la fe como discípulos, claro, pero también en un sentimiento intensamente responsable en las obras, en los actos que se viven como misioneros del Señor. En estos tiempos hermanas y hermanos, en los que el Espíritu Santo nos mueve hacia otros rumbos, al rumbo de la conversión; tenemos que hacernos dóciles para ser regados por su bendición, es decir para que el viñedo de nuestra vida no se seque y no vaya a dejar de producir frutos, el Espíritu Santo nos mueve hacia estos rumbos, desconocidos, pero a veces por el miedo, no queremos nosotros movernos y pensamos que viviendo como hemos vivido encontramos la seguridad, pero no es así, Dios que nos ama, nos desestabiliza espiritualmente, ¿para qué? Para que cuestionándonos en nuestra vida podamos ver en que debemos de mejorar; cuando somos contrarios hermanas y hermanos a esa docilidad, actuamos contra la voluntad de Dios, criticamos a sus enviados, y ¿quiénes pueden ser sus enviados? Quizás mi esposo, mi esposa, mis hijos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo, cuántos enviados del Señor nosotros criticamos, y a veces hasta somos capaces en un sentido figurado de arrancarles la vida, con el afán de poseer algo que no nos pertenece, pero donde nosotros aparentemente nos sentimos bien, hoy somos llamados a producir verdaderos frutos, que consisten en ser hermanos, que consisten en perdonar, en amar, que consisten en acercarnos a Dios por medio de la oración, que consisten en ser promotores de justicia y de paz. Que Santa María de Guadalupe nos ayude a cumplir con renovado entusiasmo nuestra labor de cuidar el viñedo, siendo siempre cada uno de nosotros sus fieles discípulos misioneros. Que el Señor nos otorgue esta gracia, que así sea.  





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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 14 de septiembre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús. 
Queridos hermanos y hermanas, el domingo pasado hemos reflexionado acerca del tema de la corrección fraterna; hoy el evangelio nos convoca a reflexionar acerca del tema del perdón, que es una de las experiencias más duras y difíciles de vivir para cualquier ser humano, ya que perdonar no es un acto humano, es acto divino, por esta razón, cómo nos cuesta perdona, quien perdona, debe de perdonar desde el corazón, ya que en el corazón de la persona se encuentran los sentimientos, los resentimientos. Cómo se gasta la vida tanta gente pensando si puede perdonar, no olvidemos que en el acto de perdón, el orgullo de la persona es el principal obstáculo, una persona orgullosa muestra soberbia, superioridad, arrogancia, e incluso puede mostrar un desprecio hacia otras personas, por eso hermanas y hermanos el orgullo es lo contrario a la humildad, y aquí no debemos de confundir lo que es el perdón a lo que es la pena por una falta  cometida, las manifestaciones; regresando al tema del orgullo para aquella persona que es orgullosa son la rebeldía, el autoritarismo, la envidia, la crítica, el mal humo, el enojo y muchas otras, por eso el tema del perdón en este domingo es uno de los más difíciles de comprender, porque la palabra de Dios va en contra de nuestros sentimientos y criterios humanos. La primera lectura que hemos escuchado tomada del libro del Eclesiástico o Sirácides, pertenece hermanas y hermanos al grupo de libros sagrados que se denominan de la sabiduría; bíblicamente, el sabio no es el que todo lo sabe, el sabio bíblicamente no es el inteligente, en la sagrada escritura, sabio es el que conoce a las personas, que conoce las cosas, que conoce la vida, que conoce los problemas, pero desde el punto de vista de Dios, porque conoce a Dios, por lo tanto hermanas y hermanos, bíblicamente el sabio no es el ilustrado, sino el que está cerca de Dios, el que vive con Dios, por eso aquellos que son humildes y pobres, que están cerca de Dios son sabios, son los que conocen, porque ellos son los que están con la sabiduría. Esta primera lectura nos ha hablado del rencor y la cólera, que pueden estar y están de hecho en el corazón de la persona, en sus relaciones con los demás y revelan que quien tiene buena relación con Dios tiene buena relación con el prójimo; por eso afirman: “Cosas abominables son el rencor y la cólera;” qué gran consejo encontramos en esta lectura, solamente puede pedir y recibir el perdón de Dios quien está convencido de la existencia de la debilidad en su persona y sabe perdonar, por eso afirma: “El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo puede pedir perdón a Dios de sus pecados?” si fuéramos capaces hermanas y hermanos de perdonar de verdad, seríamos más felices, viviríamos en paz, la realidad de no querer perdonar, no solamente afecta nuestra persona sino también la vida de la comunidad, entiéndase por comunidad las relaciones en la familia, las relaciones en el trabajo, con los vecinos, con aquellos que nos rodean, por eso el perdón hermanas y hermanos se encuentra en el centro de nuestra existencia, en el centro de nuestras relaciones. El texto del evangelio que hemos escuchado continúa inmediatamente después del texto del domingo pasado, donde les decía yo, el Señor nos pide vivir la corrección fraterna, ahora nos invita a dar un paso más, un paso más adelante, a tener la actitud no sólo de la corrección fraterna, porque no basta, sino del perdón que tanto cuesta; qué interesante la pregunta que le hace Pedro al Señor: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”, y la respuesta de Jesús: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”; es decir no sólo muchas veces, sino siempre, pues Jesús hace referencia al número siete que bíblicamente significa perfección, significa constancia, significa el siempre; no podemos hermanas y hermanos, que Jesús sabía perfectamente que cuesta mucho trabajo perdonar, pero también aceptar el perdón, por eso nos ha explicado en parábolas lo que significa el perdón, en esta dinámica, perdonar y aceptar e perdón; notemos en la parábola el comportamiento del rey y el comportamiento del empleado que debía al rey una gran cantidad de dinero, pero también el comportamiento del compañero que debía al empleado una cantidad menor; el rey solamente da órdenes, no llega a tocar al empleado, analicen el texto, el empleado en cambio si toca a su compañero, lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, el empleado, nos dice el evangelio, se arroja a los pies del rey y le suplica: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”, el compañero también, se arroja a los pies del empleado y le dice lo mismo; ¡Que distintas actitudes!, el rey tiene compasión de aquel empleado y lo deja ir, perdonándole la deuda, en cambio el empleado se niega a escuchar a su compañero, lo metió en la cárcel hasta que pagara todo lo que debía; aquí debemos analizar nuestra vida, ¿si el rey hace el papel de Dios, nosotros hacemos el papel del empleado con el prójimo?, cada quien tiene que analizar su existencia y su comportamiento; es claro que Jesús hermanas y hermanos, quiere poner de manifiesto cómo Dios tiene lástima de nosotros, nos perdona, nos ayuda mientras que muchas veces nosotros endurecemos el corazón y nos oponemos a perdonar al prójimo, pero a veces vamos más allá, nosotros nos oponemos a ser perdonados; estamos nosotros hermanas y hermanos en deuda con Dios, nos ha dado mucho, tantos bienes: la vida, la libertad, la voluntad, la inteligencia, la salud, la tierra, la luz, el agua, pero sobre todo, lo hemos conocido a Él, somos sus hijos, estamos creados a su imagen y semejanza y eso nos lleva a vivir todo un compromiso, así estamos llamados a pagar esa deuda con Dios, aceptando al prójimo en el perdón, cuando Jesús nos enseña a perdonar es porque sabe que esta actitud es muy difícil para vivir en este mundo. Su Santidad el Papa Francisco hace unos días afirmaba: “No tengan miedo amigos, Él perdona siempre, el don del temor de Dios no significa tener miedo a Dios”, no, no es eso, sabemos bien que Dios es Padre y que ama y quiere nuestra salvación, y siempre perdona, siempre, así que no hay razón para tener miedo de Él, el temor de Dios dice el Papa en cambio es el don del Espíritu que nos recuerda lo pequeño que somos delante de Dios y de su amor y que nuestro bien consiste en abandonarnos con humildad, respeto y confianza en sus manos, esto es el Temor de Dios, este abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere tanto. Hermanas y hermanos, dentro de su plan de salvación, Dios no quiere que el perdón se quede en la persona individual, Él quiere que el perdón se comparta, se irradie hacia todos, hacia los demás, cuando rezamos el Padre Nuestro se expresa profundamente esta dinámica del perdón, que será capaz de transformar todas nuestras relaciones humanas y todos nuestros procesos sociales: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” no nos queda hermanas y hermanos más que decirle al Señor: Señor enséñame a perdonar, pero también enséñame Señor en la humildad a ser perdonado. Que así sea.

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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 24 de agosto de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Hermanos y hermanas, en este domingo hemos escuchado en el evangelio escrito por Mateo, el diálogo que Jesús sostiene con sus discípulos, donde les plantea preguntas fundamentales: ¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” Jesús los interroga y lo hace, porque quiere conocer el corazón de la gente, Él ya ha pasado un tiempo con el pueblo por eso quiere saber qué piensa la gente ante su vida, cuando realiza milagros, cuando Él va enseñando su doctrina; fíjense que la personalidad o identidad de una persona se conoce por el conjunto de actitudes propias de ella y que llegan a diferenciarla de otras personas, que la constituyen como un ser individual. Jesús tiene su propia personalidad, de Él, de Jesús no tenemos fotografías, no tenemos retratos ni grabaciones, pero contamos con gran cantidad de datos de su persona, como son, sus palabras, como son testimonios, testimonios de aquellos que caminaron y estuvieron a su lado, en las buenas y en las malas, y juntando todo esto podemos conocer un poco acerca de quién es Jesús. Tomemos en cuenta la respuesta que dan los discípulos a su pregunta: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” la respuesta: “Unos dicen que Juan el Bautista; otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas”. Hermanas y hermanos, el pueblo veía a Jesús como uno de los grandes personajes excepcionales que habían surgido a lo largo de la historia de Israel, no cabe duda que desde aquellos tiempos nunca se ha negado que Jesús ha sido un hombre extraordinario, un hombre que ha marcado la historia de la humanidad; pero no nos podemos quedar únicamente diciendo que Jesús es un hombre, Jesús, el Hijo de Dios, tiene una personalidad capaz de alcanzar para sí a mucha gente, no sólo de su tiempo, no sólo de su cultura, sino de todo tiempo y cultura; y sino preguntemos a la historia para que la propia historia de la humanidad nos dé respuesta, pero de que todos saben es que el Señor ha estado presente en el mundo, pero lo que no todos son capaces de constatar, y de saber es la razón profunda por la que Jesús atrae a las personas hacia sí, y entonces tendríamos que preguntar bueno por qué Jesús atrae a mucha gente hacia sí; esto nos lo dice el mismo Pedro; porque, quien cree en el Dios vivo, quien cree en el Dios verdadero tiene que voltear hacia la persona de Jesús, y entonces quien voltea y contempla la persona de Jesús es capaz de identificar quien es Jesús, para responder esta pregunta, segunda que hace el Señor, es una pregunta difícil, no se queda el Señor diciendo a los discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo? Sino ¿Quién dices tú que soy yo?, y no  basta con repetir lo que otros dicen, Jesús pide una respuesta personal, Jesús pide una respuesta comprometida, pensemos que un buen día Jesús se encontrara con nosotros y nos preguntara: ¿Quién dices tú que soy yo?, cuál sería nuestra respuesta, quizás para muchas personas de hoy incluso bautizados, pero que no lo conocen en realidad, dirían que Jesús se parece a uno de estos grandes maestros filósofos, pensadores, que proponen teorías sobre la felicidad, sobre la trascendencia, sobre la realización plena de la vida, sobre lo que es la eternidad de acuerdo a sus puntos de vista; pero, él no es así; otros dirían que Jesús, otros dirían que Jesús es un líder de la justicia social y tomó partido por los desheredados de su tiempo y se reveló contra la dominación romana y contra los poderes e incluso implicado en la lucha de clases, pero esta concepción de Jesús, como político, revolucionario, como una persona únicamente con esta personalidad no compagina con lo que la iglesia nos enseña desde los propios evangelios; quizás otros dirían que Jesús es un gran maestro  porque sabe interpretar el misterio de cada persona. Hermanas y hermanos, los evangelios cuando los conocemos muestran claramente quien es Jesús y cómo para Jesús era una tentación lo que al llegada su misión, cuál era la misión de Jesús, ser servidor de Dios, ser el salvador, por eso se muestra Jesús como la palabra del padre que se hizo como uno de nosotros, Jesús es el verdadero Dios y hombre en esta eternidad la felicidad plena, la vida, la paz y aquel que ha venido a rescatar a la humanidad, por haberse alejado y negado seguir el plan de Dios. Jesús, la segunda persona de la divinidad, el verbo, sin dejar de ser Dios se hace hombre, toma nuestra naturaleza, para podernos rescatar de la muerte eterna. La iglesia hermanas y hermanos, nace de la respuesta de fe que nosotros damos a Jesús, por la aceptación de su persona, que evidentemente incluye su doctrina, por esa razón los creyentes como personas de fe, en el nombre de Jesús nos reunimos para buscar juntos al Señor, para escucharlo, nos reunimos para orar, nos reunimos para vivirlo y para construir el mundo que el Señor quiere. Fíjense que hace unos años el concilio vaticano segundo decía, que la iglesia, la iglesia no son los muros, la iglesia es congregación de quienes creyendo ven en Jesús al autor de la salvación y principio de la unidad y la paz; qué hermosa afirmación nos enseña la iglesia, pero además nosotros hermanas y hermanos los que tenemos conciencia de nuestro discipulado, sabemos que nosotros nacemos de la iglesia, ella nos comunica la riqueza de viada y de gracia que es depositaria, nos engendra por el bautismo, nos alimenta con los sacramentos y la palabra, nos prepara como discípulos para la misión, nos conduce al designio de Dios razón de nuestra existencia como cristianos, como discípulos del Señor; somos sus hijos, la llamamos nuestra madre y por eso hay que amarla, respetarla, servirla, porque como afirmó un gran santo, san Cipriano: “no puede tener a Dios por padre quien no tiene a la iglesia por madre” y entonces ante esto aparece una pregunta: ¿cómo va a ser posible amar a Jesús sin amar a la propia iglesia?, el amor a Jesús hermanas y hermanos, tiene que estar cimentado en la fidelidad y confianza y ese el mismo amor cimentado en fidelidad y confianza debe estar también en la iglesia que somos nosotros; no sólo para lograr la comunión en Jesús, sino para alabarlo, porque nosotros creemos en Él, esperamos en Él y también para poder contribuir con nuestra persona en la construcción de un mundo justo, de un mundo de paz. Hermanas y hermanos, la fidelidad, que es virtud, da cumplimiento en lo que se cree y vive, es la capacidad espiritual que lleva a la acción que exige decidir siempre lo que se hace de palabra y obra; el que es fiel, cumple, a pesar de los cambios en las ideas, las convicciones, las circunstancias y los sentimientos que pudiera provocar el tiempo, el que cumple fielmente lo prometido lo hace consiente y voluntariamente, por eso se puede decir que quien es fiel, tiene la gran capacidad de no engañar; revisemos todos nuestra vida en la fidelidad; de ahí la enorme importancia que tiene la afirmación de Pedro a Jesús: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro no estaba engañando, esta afirmación no reproducía una creencia compartida por el pueblo desde antiguo, sino que era el resultado de una auténtica fidelidad, el resultad de un auténtico conocimiento, el resultado de una auténtica confianza. Pero hay otra imagen usada por Jesús en este evangelio, son las llaves, las cuales significan delegación; significan delegación también de autoridad, le dice: “Te daré las llaves del Reino de los cielos”, es la autoridad delegada por Jesús a Pedro, a los apóstoles y a sus sucesores para que orienten a la comunidad de los fieles. Hermanas y hermanos, tomemos muy en serio la pregunta que Jesús dirige a sus discípulos, y que hoy nos la dirige sin duda a cada uno de nosotros: “¿Quién dices tú que soy yo?”, que esta pregunta sea ocasión para hacer una reflexión honesta sobre el lugar que ocupa Dios en nuestra vida, no puede ser que ocupe únicamente un lugar de pensamiento y que sigamos nosotros en un divorcio entre lo que es nuestra fe y los actos de nuestra vida, esta pregunta tan importante nos debe de llevar a realizar una revisión de valores espirituales, valores que vivimos con nuestra familia, valores que nos llevan a construir como creyentes el mundo que Dios quiere; respondamos esta pregunta en estos días: ¿quién es Jesús para mí?, ¿quién es Jesús? Ojalá que los padrinos, los padres de familia que hoy traen a estos jóvenes a la confirmación, realmente crean en Jesús, vivan sus sacramentos, cambien, transformen su vida, se acerquen a Jesús por medio de escuchar su palabra, no para conocerla sino para vivirla esforzándose por transformarse y ser verdaderos discípulos misioneros; hermanas y hermanos, saber sobre la existencia de Jesús no nos salva, hay que vivirlo por medio de nuestras obras. Que así sea.



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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de domingo 17 de agosto de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas en este domingo hemos escuchado el relato evangélico de la mujer cananea una pagana ante la grave necesidad que tiene solicita a Jesús su ayuda, aparentemente Él la trata con desprecio sin embargo ella no se desanima y en tres ocasiones expresa su petición al Señor: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Y el Señor impresionado ante la insistencia de la mujer le responde: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Ante diversas circunstancias que enfrentamos en la vida, que no pocas ocasiones hacemos esta súplica también al Señor. Señor ten compasión de mí, ve mi situación personal y familiar, no me entiendo con mi esposo, no me entiendo con mi esposa, no entiendo a mis hijos; ten compasión no tengo trabajo, estoy enfermo, me entrego a los vicios, han secuestrado a un ser querido, me han robado, no vivo en paz a causa de mi pecado; Señor ten compasión de mí. Después de nuestra súplica parece que Dios no nos responde y sentimos que nos encontramos solos este sentimiento de impotencia es el que vivió esta mujer cananea que no pertenecía al pueblo judío, pero recordemos, al final su súplica fue escuchada. Es importante recordar que los cananeos habían sido condenados por Dios a causa de su impiedad como nos dice el libro del Deuteronomio, por eso llama la atención que una mujer no judía, llame también a Jesús con el título “Hijo de David” al llamarlo así lo está reconociendo como el Mesías, es decir como el salvador por eso no tiene duda y le pide: Señor ten compasión, al analizar este texto evangélico encontramos enseñanzas para nuestra vida, enseñanzas muy profundas: la primera es ver como la mujer cananea reconoce que Jesús es capaz de sanar su hija que se encuentra atormentada por el mal, por el demonio; en la actualidad un gran número de cristianos no son conscientes de esta realidad, el demonio existe, el demonio atormenta, no deja vivir en paz, presenta tentaciones y en ellas las personas viven una felicidad que en realidad, no existe, y que trae como consecuencia el desorden, la tristeza, la intranquilidad, vale entonces la pena preguntarse: ¿yo como creyente, reconozco que Jesús tiene todo poder para sanarme?, ¿para sanarme de mi tormento, de mi pecado y darme la sanación que es la salvación, que es a libertad?. Una segunda enseñanza que nos da el evangelio, es la perseverancia de la mujer; ella es insistente ante Jesús, a pesar de  ser consciente de su condición de extranjera y de la aparente indiferencia del Señor ante su petición, al pedir busca establecer una comunicación con Jesús, hasta el grado que por sus gritos los discípulos se acercan el Señor y le ruegan: “Atiéndela porque viene gritando detrás de nosotros”. A ella lo que le interesa es la sanación completa de su hija; “¡Señor ayúdame!” esa actitud de insistencia es la que muchas veces perdemos, la perdemos los creyentes, no insistimos al Señor, pero esta mujer por su insistencia, logra que su petición sea escuchada; pero, cómo nos escucha el Señor, bien lo sabemos, el Señor nos escucha por medio de la oración, desgraciadamente para algunas personas en la actualidad, orar es signo de debilidad y de falta de confianza en uno mismo, y no debe ser así hermanas y hermanos; quien pide orando reconoce la necesidad de Dios en su vida, de ahí las palabras también del mismo Señor: “Pidan y se les dará, busquen y hallaran”; hay que ser humildes y reconocer que necesitamos de Dios en la vida, y si le pedimos Él interviene en nuestra existencia y necesidades y todo lo que se pide a Dios en la oración, Él si es para nuestro bien tengamos la seguridad plena y la confianza de que lo concederá. La tercera enseñanza del evangelio la encontramos en la fe de la mujer: “¡Señor, ayúdame!” Jesús le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos” pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. La respuesta de Jesús es sorprendente: “Mujer: ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Jesús puso a prueba la fe de esta mujer, con el fin de fortalecerla y Mateo nos dice que: “en aquel mismo instante quedó curada su hija”. Así que hermanas y hermanos la fe de esta mujer alcanza su recompensa, obtiene de Jesús la sanación de su hija. Este hecho de la vida de Jesús nos demuestra que la salvación es para todos: judíos y no judíos; Él es el hijo eterno del Padre que se hace hombre, por obra del Espíritu Santo en María, es la realización de la promesa de salvación, para lo cual se había preparado el pueblo de Israel durante siglos, su encarnación tiene un sentido universal: no conoce fronteras, no conoce culturas y ya resucitado confirma esa universalidad cuando les dice a sus discípulos: “Vayan pues, enseñando a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”; pero además añade: “enseñándoles a observar todo cuanto yo les he mandado”. Hermanas y hermanos veamos también dentro de esta perspectiva lo que nos dice el Señor en la primera lectura del profeta Isaías, en ella Dios asegura que cualquier persona que crea en Él, cualquier persona; israelitas, no israelitas, quien sea, pero además que lo sirva y lo ame, que le rinda culto y que cumpla su alianza, será conducida al monte santo, y allí la llenará de alegría, en su casa, porque su casa, es casa de oración, es casa para todos los pueblos, por estas palabras el mismo Dios anuncia la apertura de su revelación a toda persona, hombre y mujer de cualquier tiempo, de cualquier cultura, de cualquier condición social; y el mismo Pablo en la segunda lectura ha hablado de la salvación universal, lamentándose de aquellos que rechazan a Jesús; ahora preguntémonos entonces nosotros: ¿rechazamos a Jesús o somos capaces de ser sus discípulos, sus testigos, sus misioneros; pero, no únicamente aquí en el templo, sino allá afuera, en la vida diaria también. No olvidemos que la liturgia de la palabra de hoy tiene como tema central la universalidad de la salvación, se trata entonces de una invitación y no de una imposición, vayamos a  nuestras labores a anunciar la buena noticia de Jesús, a los jóvenes cuyos gustos y lenguajes están muy lejos de nosotros; a los adultos, anunciemos su presencia, también a los ancianos, a los enfermos a los alejados y compartamos los valores del reino con quienes no aman ni perdonan; renovemos nuestra vida en Dios que ha sido revelado por Jesús, quien no rechaza ni discrimina, y pidámosle que en el Espíritu Santo nos conceda ser humildes y clamar a Dios en cada momento de nuestra vida, y que Santa María, la madre del verdadero Dios por quien se vive, nos bendiga y guarde en nuestro caminar. Que así sea.







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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 3 de agosto de 2014 en la Celebración Eucarística que presidio en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas los saludo como lo decía yo al principio de la eucaristía a cada uno de ustedes, muy especialmente a nuestra autoridad que también viene a misa, es un ejemplo de venir a pedirle a Dios la bendición. Después de presentarnos Jesús por medio de parábolas el reino de Dios, su significado y desarrollo, el día de hoy el evangelio nos conduce a contemplarlo en sus sentimientos profundos, en cuanto hombre, ante las necesidades del ser humano, varias veces el evangelio nos muestra momentos en los que Jesús tiene estos sentimientos por ejemplo, ante la muerte de su amigo Lázaro; pero también el mismo evangelio nos presenta momentos en los que Jesús se aleja de la multitud para estar a solas y poder meditar, orar, pero también descansar. Hoy hemos escuchado uno de esos pasajes, pues al ser informado de la injusta muerte de su primo Juan Bautista, condenado por el rey Herodes, nos dice Mateo que Jesús busca estar solo para entrar en una profunda oración, en una profunda comunicación con su padre celestial, porque desde luego la muerte de un ser querido, de su primo Juan Bautista en el contexto de la injustica, con todo derecho a Jesús en cuanto hombre le dolió. Esta es una enseñanza importante para nosotros que nos da el Señor, pues ante las dificultades que tenemos y las noticias que recibimos, a veces no nos gustan, necesitamos tener esta actitud de buscar el silencio interior, silencio interior del alma, para encontrarnos con Dios, porque a Dios se le escucha en el silencio, en la meditación y la oración; solamente así podremos enfrentarnos hermanos y hermanas a los acontecimientos de la vida, con los ojos de la fe, que nos conduce a la esperanza que se encuentra en Dios, solamente así hermanas y hermanos cuando estemos viviendo momentos difíciles podemos acordarnos que solamente en Dios, encontramos nuestra paz. En este mismo trozo evangélico San Mateo nos habla cómo el Señor no pudo estar solo por mucho tiempo, las multitudes lo buscaban, pues tenía compasión de los enfermos, los pobres, los despreciados, los excluidos de la comunidad, y Él tenía siempre esa actitud de buenos sentimientos hacia los demás; de ahí si queremos ser sus discípulos debemos disponernos entonces a mostrar en nuestra vida esa misma actitud, una actitud de compasión, una actitud de sentimiento, como lo tuvo el Señor, a su ejemplo, siendo solidarios, interesándonos siempre por el bien de los demás. Otra actitud de Jesús se muestra en el milagro que hemos escuchado, que realizó en la multiplicación de los panes y pescados, al mostrarnos solamente su cercanía con quienes no tenían nada que comer sino satisfaciendo una necesidad fundamental de la persona, como es el tener hambre; en este contexto que interesante escuchar la lectura del profeta Isaías en esta liturgia, pues como sabemos en el antiguo testamento se asocia la llegada del Mesías con tiempos de abundancia, dice el profeta y ustedes lo pueden ver: “Todos ustedes los que tienen sed, vengan por agua; vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar.” Hermanas y hermanos en Jesús se hacen realidad las promesas sobre el Mesías, en Él se cumplen los anuncios proclamados por los profetas con siglos de anticipación; vale la pena tomar en cuenta que entre los cuatro evangelios podemos encontrar seis relatos sobre este mismo tema, el tema que estamos hablando del Señor que da de comer, este hecho es importante en la primera comunidad, la razón seguramente es hacer ver la importancia que las primeras comunidades daban a este acontecimiento, no únicamente el acontecimiento del milagro, ¡no!, el acontecimiento de compartir, al ser el pueblo alimentado por el Señor; la multiplicación de los panes, la multiplicación de los panes y pescados es una acción del compartir, pero una acción de compartir en la comunidad, Jesús no los da directamente a todos sino que los entrega a los discípulos para que los repartan entre la gente, esto significa que la tarea de contribuir a la alimentación, significa que la tarea de contribuir a la paz no le corresponde solamente a Jesús, es una tarea comunitaria, es decir: una tarea de iglesia,  una tarea del pueblo; muchas veces pensamos que estas tareas corresponden únicamente a los sacerdotes o a las autoridades, ¡no!, esto es una tarea de todos nosotros, todos tenemos que contribuir, esa es la iglesia, donde se deja esta enseñanza de este milagro que podría resumirse así: si existe una sincera voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra; pero si no existe esa voluntad, la voluntad de compartir aunque haya mucho, unos pocos acabarán todo y las mayorías entonces padecen hambre, no tienen que comer; esto último es lo que sucede cuando las estructuras injustas, de pecado, hacen que unos cuantos se enriquezcan cada  vez más a costa de muchos, cuyo número crece y que se empobrecen cada vez más por eso debemos llevar a la práctica lo que vivimos en la eucaristía, lo que el Señor nos enseña: compartir, pero para esto, dispongámonos a ser alimentados constantemente con este pan de vida que es el mismo Jesús resucitado y que se ofrece en cada eucaristía, para que como escribe el apóstol Pablo en la segunda lectura que acabamos de escuchar: Nada nos aparte de su amor, a pesar de las dificultades que tengamos que afrontar en nuestra vida diaria con tantos problemas, tribulaciones y aflicciones; hermanas y hermanos este milagro es un anuncio de la institución de la eucaristía en la última cena del Señor, esta eucaristía donde Jesús se ha hecho para nosotros, que solamente Él sostiene y nutre nuestra vida, la eucaristía por lo tanto es comunión, la eucaristía es compartir, la eucaristía es unión, mediante ella nos unimos al Señor por su presencia aquí en medio de nosotros, solamente esta íntima unión con el Señor es la que vence el mal y puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo, o sea nuestra sociedad; todos los demás cambios son superficiales y no salvan, por esto hablamos de redención, Jesús puede distribuir su cuerpo porque se entrega realmente a sí mismo por la salvación, por la redención de cada uno de nosotros y nos alimenta para que tengamos fuerza para poder nosotros vivir en la unidad, compartir y trabajar siempre por una justicia y paz. Hermanas y hermanos pan y vino en la eucaristía se convierten en el cuerpo y sangre del Señor, llegamos a este punto, la transformación no puede detenerse antes bien es aquí donde debe comenzar plenamente, el cuerpo y la sangre de Cristo se nos da, para que a su vez nosotros mismos seamos transformados y podamos darnos a los demás, por eso el que trata de servir únicamente por amor a la persona no llega lejos, se cansa, las estructuras lo terminan, pero el obrar con fe en nombre del Señor continua caminando, todos comemos el mismo pan y esto significa que entre nosotros llegamos a ser una sola familia, una sola comunidad, la eucaristía entonces llega a ser de ese modo unión, Dios no solamente está frente a nosotros, está dentro de nosotros, está con nosotros y nosotros estamos en Él y Él es quien nos une en comunidad y nos conduce a ver a los demás como Él vio a la multitud que lo seguía, lo acabamos de escuchar, Jesús se conmueve con las necesidades de quienes lo seguían, nosotros sus discípulos misioneros seguidores de Él, no podemos permanecer indiferentes, cruzados de brazos ante el hambre y las necesidades de quienes nos rodean, no podemos permanecer con los brazos cruzados ante la pobreza en todas sus manifestaciones, estamos llamados a ejemplo de Jesús a actuar cada uno en la medida de nuestras propias posibilidades y responsabilidades, no podemos negar nuestra realidad, en nuestro entorno hay hambre y pobreza, pero no solamente material, hay hambre y pobreza ante la necesidad de Dios, hay hambre y pobreza ante la necesidad de valores cristianos, hay hambre y pobreza ante la necesidad de que la persona viva con dignidad, hay hambre y pobreza para que seamos solidarios, hay hambre y pobreza para vivir en el respeto, el amor y la paz. Hermanas y hermanos sigamos el ejemplo del Señor, reunámonos para alimentar a quienes tienen hambre de Dios, para hacer frente a la pobreza y el pecado alimentándonos de Jesús eucaristía y que Santa María nuestra madre, nos ayude a comprender más y a vivir más ese misterio de fe. Que así sea.

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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 27 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Hermanos y hermanas en la lectura del evangelio que se acaba de proclamar, Jesús continúa explicándonos en Parábolas lo que es el reino de Dios para darnos a comprender lo que es esta misteriosa realidad, les recuerdo que bíblicamente hay que entender el significado del término misterio que no es como comúnmente lo comprendemos, como algo inexplicable, sino que se debe de entender como una verdad tan grande y profunda que nuestro entendimiento y palabras se quedan cortas ante tan gran realidad, por eso el reino de Dios es un misterio, una gran realidad y el Señor quiere explicarnos con parábolas esta realidad. En el evangelio de hoy encontramos tres parábolas que explican ese reino: una, la del tesoro escondido en el campo; otra, la de la perla valiosa; y la tercera, la de los  pescadores quienes escogen los pescados guardando los buenos y tirando los malos; así el Señor explica que el reino de Dios es una realidad tan grande que abarca todo valor pero que hay que esforzarse para poder alcanzarlo. Estas parábolas contienen elementos muy importantes para poner en práctica en nuestra vida y así poder alcanzar, conquistar el reino de Dios; es claro que el reino no se manifiesta como un reino que basta con contemplarlo y admirarlo, es decir, basta con saber de su existencia; no, este reino se presenta vivo, dinámico que exige de nosotros, como discípulos misioneros de Jesús, que trabajemos por su edificación, por su creación,  por eso hermanas y hermanos no se entiende que un cristiano, no se entiende que un cristiano no acepte vivir de acuerdo con la dinámica de este reino, desterrando de su persona actitudes no evangélicas, no buscado conocer cada día mejor a Jesús, encontrarlo en la recepción de los sacramentos y trabajando por compartir con los pobres y oprimidos: la solidaridad, la justicia y la paz. Cuanta gente hay que se dice cristiano y pues desgraciadamente no hay un compromiso verdadero. Lo que acabo de decir tiene mucho que ver con nuestra propia familia, cuando nosotros nos guardamos para nosotros mismos, cuando no nos damos a los demás, cuando únicamente decimos en la familia: ve a misa, vayan a misa hijos, ve a misa le dice el esposa a la esposa, pero el esposo no bien, o la esposa no viene; o cuando buscan ustedes compadres o comadres, pues que no llevan una vida una buena vida cristiana, cuidado, eso no es ser cristianos, el reino de Dios implica un compromiso verdadero para poderlo vivir. Notemos como en las parábolas del tesoro escondido en el campo y la perla valiosa, Jesús habla del reino que se debe de descubrir, cómo se descubre un gran tesoro. Todo descubrimiento es el resultado de un trabajo paciente que implica dedicación, implica entrega, implica entusiasmo, implica esperanza, implica fe; pero evidentemente debe de tener una actitud fundamentada, y es que la persona esté interesada por alcanzar y obtener ese tesoro, y ¿quiénes son los que logran obtener el tesoro? Quienes perseveran en la búsqueda para poderlo encontrar, por eso nuestra vida cristiana esta llamada a ser una vida perseverante en Dios, desgraciadamente muchas personas se desaniman en la búsqueda por múltiples razones, pero en definitiva por no desear el tesoro del reino de Dios, quizás por no conocerlo en realidad; no perdamos de vista hermanas y hermanos que este descubrimiento de desear obtener el reino de Dios exige a cada persona un cambio radical en su vida; en este sentido la iglesia nos propone vivir un proceso, un proceso de conversión que nos conduce a buscar para poder encontrar el reino de Dios. Este proceso inicia con el encuentro con Jesucristo, evidentemente quienes desean ser discípulos del Señor tienen que buscarlo, sienten interés por el Señor, es el Señor quien los llama y se manifiesta de múltiples formas, este encuentro debe de renovarse constantemente con el testimonio de vida, con la búsqueda del Señor, y tomemos en cuenta sin el encuentro no se puede dar inicio al conocimiento, no se puede dar inicio a la conversión y por lo tanto a la formación del discípulo, y es lo mismo aquí en el mundo, vamos a poner un ejemplo muy breve, por ejemplo cuando ustedes viven su noviazgo, alguien que desea formar una familia, ¿qué es lo que hace?, ¿No hablarle el muchacho a la muchacha?, ¿no tener un encuentro de plática? Claro que lo buscan, porque le interesa, porque le interesa para formar una familia; es lo mismo con Jesús, exactamente lo mismo, si nosotros no buscamos el encuentro con Cristo pues evidentemente no podemos nosotros conocer a Cristo. Segundo punto de este proceso, la conversión, la conversión es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu Santo evidentemente, por eso que hermoso que ustedes van a recibir hoy este sacramento que los va a confirmar en el Espíritu, se decide la persona a ir tras del Señor, pero esto implica en la conversión cambiar su forma de pensar, su forma de vivir, aceptar a Cristo conscientemente e ir tras Él; si volvemos al mismo ejemplo de estos jóvenes enamorados que desean tener ese encuentro y que se encuentran para poderse conocer, viene también una conversión en ellos; por ejemplo si el muchacho deseaba en domingo iba a jugar futbol en la mañana y por la tarde se iba con los amigos a celebrar la victoria o a veces también la derrota con mayor tristeza, pues ahora tiene que tener una conversión por qué, porque irá a jugar futbol pero en la tarde va a salir con la Señorita, entonces hay un cambio de actitud, así es Jesús; quieres seguir a Jesús, convierte tu vida, deja la mentira y vuelve a la verdad, deja el egoísmo y date a los demás, vive con los demás el encuentro. Tercer punto, el discipulado, ¿Qué significa en este proceso después del encuentro con Jesús, después de la conversión vivir el discipulado? Significa hermanas y hermanos que tenemos que aprender, ¿aprender de quién?, aprender del maestro, ¿y quién es el Maestro? Es Jesús; la persona madura constantemente cuando está con el Maestro, cuando escucha al Maestro, cuando profundiza en el conocimiento que le da el maestro con su doctrina, con su ejemplo de vida; por eso es fundamental hermanos y hermanas que conozcamos al maestro también por medio de la catequesis, cuánta gente pues vive a Cristo, pero a un Cristo de pensamiento, a un Cristo de ideología, pero no a un Cristo vivo ¿por qué?, porque no lo conocen, porque no ha aprendido de Cristo, quien no aprende de Cristo que es el maestro, no puede vivir en el camino de Jesús, por ejemplo la lógica humana qué dice; que perdonemos, no, la lógica humana no nos lleva al perdón, la lógica humana nos lleva a la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente; en cambio la dinámica del evangelio, la dinámica de Jesús es otra: perdona, ama, ayuda y lo peor de todo que dice el Señor, no esperes recompensa, se dan cuenta, para poder conocer a Jesús, para poder ser cristiano no es fácil, el discipulado es el que nos lleva a este conocimiento. Cuarto punto, la comunión, no puede haber vida cristiana si no es en comunión, comunión qué significa: en común unión, yo me pongo a pensar y digo bueno a ver, a veces  platico con los jóvenes aquí de los grupos, a veces en otro lado platican conmigo cuando ando visitando una parroquia y me doy cuenta de cómo viven muchas familias, no las de ustedes, ustedes se ven gente muy buena, otras familias, de otro mundo, de otro estado; viven en el pleito, viven en la discordia, papá no le habla a mamá para qué, mamá no le habla a papá para qué; tener tiempo para los hijos, no, yo llego muy cansado del trabajo, tres horas del transporte, evidentemente pobres, tres horas de transporte, pero no vivimos la comunión, no hay tiempo para una familia, pues es lo mismo que en la iglesia, no se puede ser cristiano en la soledad, no se puede ser cristiano en el anonimato; cuánta gente ahora dice: yo para que voy a ir misa el domingo, yo rezo aquí, desde mi casa, desde mi cuarto, no, no se puede ser cristiano así; tenemos que ser cristianos en comunidad, tenemos que vivir en comunidad, en unión y en comunión; por eso hermanas y hermanos la vida cristiana exige esta comunión; la vida cristiana exige a nosotros que nos alimentemos de esta comunión y que demos ejemplo de testimonio de la comunión. Quinto paso de este proceso, la misión, aquel que es cristiano, aquel que se ha encontrado con Jesús, que ha vivido la conversión, que ha aprendido como discípulo del maestro, que quiere vivir en la comunión, ¿qué es lo que hace? Sale a predicar a Jesús, y todos ustedes, como yo también recibimos el bautismo y el bautismo a qué nos lleva: a ser nosotros testigos de Cristo; el bautismo nos lleva a nosotros a proclamar ese Cristo,  no únicamente aquí en esta asamblea eucarística, no; a proclamarlo en el trabajo, a proclamarlo donde quiera que nos encontremos, a proclamarlo con una vida honesta, no deshonesta, con una vida de verdad, con una vida de responsabilidad. Por eso hermanas y hermanos ser cristiano no es sencillo, ser cristianos implica todo un compromiso, porque ser cristianos es todo un tesoro, yo los invito a cada uno de ustedes a que sigan descubriendo este tesoro del reino de Dios; en sí mismo el tesoro no es suficiente, no basta con saber que Jesús es un tesoro, el descubrirlo exige actuar, tomar decisiones que muchas veces no son fáciles, no podemos contentarnos con saber que es necesario actuar, sino es necesario que actuemos. Hoy ustedes que recibirán en sacramento de la confirmación tienen la gran oportunidad de buscar y encontrar este tesoro del reino de los cielos, el Señor no los deja solos, por eso reciben su fuerza, por eso el Señor los alienta; ¡Transformen su vida!, ¡abran su corazón, sean justos, buenos, bondadosos! y construyan este mundo de Dios aquí en la tierra siendo cada uno de nosotros forjadores de paz. Que así sea.

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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 20 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Estimados hermanos y hermanas en el evangelio de este domingo San Mateo continúa exponiéndonos otras parábolas que escuchó de Jesús, el domingo pasado el mismo Señor explica a sus discípulos la razón por la que él habla en parábolas: “a ustedes – les dijo – se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos”, esa es la razón por la que el Señor habla en parábolas. La primera lectura del libro de la Sabiduría nos explica el sentido de la parábola del trigo y la cizaña, he aquí lo que nos dice esta lectura del libro de la sabiduría: “Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el Señor de todos, eres misericordioso con todos… Siendo tú el dueño de la fuerza, juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza… al pecador le das tiempo para que se arrepienta… tu castigas a los que conociendo tu poder soberano lo desafían.” Ahora San Mateo nos narra esta parábola del trigo y la cizaña, en esta parábola aparecen los trabajadores que trabajan en el campo, que han sembrado buena semilla pero que se dan cuenta que aparece la cizaña y que proponen una solución radical como es arrancarla para que no estorbe el crecimiento del trigo, aunque eso puede significar también arrancar el trigo; también en la misma parábola se habla del amo quien rechaza esa propuesta y opta por una prudente espera, hasta el momento de la siega; quizás muchas son las ocasiones en que hemos escuchado esta parábola que aparentemente es fácil de comprender, sin embargo Jesús por medio de ella nos está planteando como en la vida hay personas buenas y malas, así muestra cómo es paciente, pero además que comportamiento debemos nosotros de adoptar como sus discípulos misioneros ante esta realidad; el mal, es verdad que existe en el mundo, no lo podemos negar, se presenta de muy variadas formas entre nosotros, por ejemplo: en el materialismo, que para muchas personas las cosas son el valor supremo pero que atentan contra la comunión y la participación, impidiendo la solidaridad y por lo tanto la comunión; el consumismo, que conduce a la persona a una ambición descontrolada de tener más y más, que la va ahogando y la aleja de vivir las verdades del evangelio como son: el respeto, la solidaridad, la fraternidad; evidentemente que estoy ahora haciendo una distinción de estos problemas que estorban el crecimiento del Señor en nuestra vida, pero todos se dan a una, quien busca el consumismo regularmente también es la persona materialista, la persona que no tiene tiempo para los demás, no tiene tiempo para los hijos, no tiene tiempo para la familia; el deterioro de los valores familiares, que desintegran la comunión familiar eliminando la participación corresponsable de los miembros de la misma familia y convirtiéndolos en fácil presa, ahora del divorcio y del abandono familiar; el deterioro también es cizaña y la encontramos por ejemplo en la honradez, no únicamente pública sino también privada, las frustraciones, el hedonismo que impulsa a los vicios como el juego y la droga, el alcoholismo, el desenfreno sexual. El mal, o sea la cizaño no podemos negarlo está presente entre nosotros, por eso encontramos personas que no tienen temor de Dios, que son destructoras de toda relación, que todo lo ven mal y que viven sin esperanza. Como podemos ver hermanas y hermanos la cizaña crece entre nosotros, en nuestro mundo y es muy probable que veamos como culpables de esta situación a los demás, pensando que nosotros no somos culpables de esta realidad que lleva a engendrar el pecado, ¿cuál es la razón por la que Jesús propuso esta parábola? Y la relectura que podemos hacer entonces en este momento, para encontrar la razón hay que buscarla en la misma parábola, tomemos en cuenta cómo los trabajadores le preguntan al amo ¿quieres que vayamos a arrancar la cizaña, y la respuesta del dueño es contundente, no, no sea que al arranar la cizaña arranquen también el trigo, dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha; esto nos enseña que el amo rechaza las acciones inmediatas y prefiere esperar, pero esperar hasta un punto, así es Dios siempre, prefiere esperar hasta el momento de la cosecha o sea hasta el final. Por esta parábola Jesús nos está enseñando que no podemos precipitarnos para juzgar a los demás, no debemos formular juicios definitivos sobre las personas, pues nos podemos nosotros equivocar, ya que estamos interpretando hechos y las personas siempre tienen una oportunidad de mejorar; una oportunidad de cambio; o como diría el Señor, una oportunidad de conversión. Esta parábola del trigo y la cizaña nos enseña que la línea divisoria entre el bien y el mal, no separa a las personas, aquí estamos: los buenos y los malos, quien quiere separar, vive fuera del evangelio, porque no podemos condenar; la frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno de nosotros, dentro de cada uno existe la posibilidad de ser personas generadores de bien, o sea de vida, pero también, generadores de mal, o sea de muerte. Nuestro corazón es capaz de producir trigo y cizaña, o sea: ternura y violencia, generosidad y egoísmo, paciencia pero también prisa; el amo nos está indicando que hay tiempo para la conversión, hay tiempo para la misericordia. Este ejemplo del amo de la parábola hay que tomarlo en cuenta, pero muy en cuenta en nuestra vida, siempre las cosas pueden mejorar y no hay que olvidarlo, pueden mejorar en nuestra persona, pueden mejorar en la familia, pueden mejorar por los vecinos, en el trabajo, y cuando estamos viviendo situaciones difíciles; pero hay que tener paciencia, ahí está el valor, ahí está el secreto, en la paciencia y esperar el momento de Dios. Hermanas y hermanos esperar el momento de Dios no quiere decir que no debemos de hacer nada, que podemos estar con los brazos cruzados, no, se trata de esperar el momento de Dios pero activamente, buscando la conversión, quitando las actitudes personales que no nos dejan a nosotros que el trigo florezca, pero también tratando de desterrar las actitudes comunitarias de la sociedad que no deja crecer lo bueno, sino que hacen crecer lo malo; ahora es tiempo de acogernos a la misericordia que Dios nos brinda y la oración es indispensable para acogernos a ella para poder mantenernos siendo trigo y no cizaña; por esa razón hoy la iglesia nos invita a ver la fuerza de la oración,  en la segunda lectura que escuchamos, lleven la hoja a su casa y reléanla allá con calma, una oración, nos invita la iglesia en la que el orante se abandona totalmente al Espíritu Santo, no para pedirle siempre cosas, no para parar de sufrir, no para solicitarle éxito, dinero, prosperidad, no para pedirle que siempre se logren nuestros planes, sean buenos o sean malos; sino para pedirle y dejar que sea el Espíritu Santo quien pida y ore por nosotros ante el Padre Amoroso por todo lo que necesitamos, no sabiendo pedir lo que nos conviene el Espíritu Santo mismo intercede por nosotros, esta es la forma de orar, dejar que Espíritu Santo ser quien ore por nosotros, orar no es decirle a Dios esto es lo que quiero, lo debes de hacer; orara es decirle a Dios: no sé qué quieres darme tu, no sé qué quieres de mí, no sé qué debo pedirte pero sé que sólo tú sabes lo que me conviene, dame lo que tú quieras, dame lo que tú sabes que en este momento necesito. Hermanos y hermanas orando así no sólo recibiremos lo que realmente nos conviene, sino que estaremos libres del mundo de la cizaña, del mundo en el que el enemigo de Dios, el mal, puede engañarnos y quiere engañarnos; al final entonces no seremos cizaña que se quemara en el fuego, que es el infierno, sino seremos trigo que Dios colocará en su granero que es el reino de los cielos, es la vida, es la eternidad. Pidamos al Señor en esta eucaristía y a Santa María nuestra madre nos ayude a nosotros a desterrar la cizaña de nuestro corazón, que nos ayude a que el trigo crezca para que podamos ser nosotros trigo de Dios. Que así sea. 




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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 13 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, el texto evangélico que acabamos de escuchar forma parte del capítulo trece del evangelio de San Mateo, en este capítulo Jesús habla y enseña en parábolas. Antes de iniciar nuestra reflexión, permítanme, porque creo que conviene, recordar lo que significan las parábolas; las parábolas no son solamente historias que conto Jesús, sino que van mucho más allá, las parábolas además de narrar hechos de la vida en el pueblo de Israel, son ante todo ejemplos y comparaciones que utiliza Jesús para explicar el  misterio del reino de los cielos. Hace unos domingos comentaba yo aquí al celebrar la fiesta de la santísima trinidad, que el misterio no es que no comprendamos, el misterio es que nuestro entendimiento, nuestra lógica se queda corta para poder comprender la totalidad del misterio de Dios; por esta razón cuando los discípulos le preguntan al Señor: ¿Por qué hablas en parábolas?, el Señor les responde con toda verdad: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos”.  Así que habrá unas personas que no comprenden estos misterios del Reino de los cielos; a ustedes si, les dice el Señor. Así que además de discursos es por medio de parábolas como comunica Jesús a sus discípulos y al pueblo que le escucha sus enseñanzas, de esta forma, los que querían aprender de Él abrían su corazón, su mente por eso también el Señor les decía: “dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen”. Hermanas y hermanos en definitiva las parábolas constituyen una llamada de atención para caer en la cuenta de realidades muy serias que exigen de nuestra conversión, esta actitud que tenían los discípulos de Jesús en su tiempo, es una actitud que debemos tener los cristianos que somos discípulos, también, del Señor por nuestro bautismo. Para estar abiertos a las enseñanzas del maestro y que no se cumpla en nosotros la profecía de Isaías; una profecía fuerte: “Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.” ¡Que fuertes palabras del profeta Isaías! Las situaciones que estamos viviendo como la violencia en todas sus manifestaciones de pobreza, ignorancia, pérdida de valores; de respeto, de educación; nacen en el corazón de la persona y como nos enseña la iglesia: en el profundo del corazón está la conciencia, es la conciencia la que juzga las acciones, es la conciencia la que aprueba o denuncia las acciones cuando son buenas o malas; pero la conciencia y mucho de eso se nos ha olvidado, también se educa, la conciencia se forma y se debe de formar correctamente por qué, porque la conciencia también se enferma y la conciencia entonces llega a perder su capacidad de poder externar su juicio, sea bueno o sea malo. Jesús en palabras sencillas pero profundas lo afirmó cuando manifestó que el mal no está en lo que nos rodea, sino en el corazón de la persona de donde salen las malas intenciones y evidentemente del mismo corazón de la persona: nace lo bueno, nace el perdón, el amor y la paz; por eso Jesús es muy claro cuando describe como condición para ver, escuchar y vivir la palabra de Dios: el no tener un corazón duro; tener un corazón de carne, es decir: tener un corazón bueno. Hermanas y hermanos esta parábola de Jesús que hemos escuchado, de la semilla y del sembrador contiene una gran enseñanza, ya que al comparar el terreno pedregoso con la tierra, buena donde un sembrador siembra la semilla y comparar con el corazón de la persona, cuánta razón tiene el señor, porque es mucho más sencillo lograr comprender lo que Jesús desea enseñar: que el Reino de Dios es una realidad que nace, crece y produce en el interior de la persona desde su conciencia; pero que también es una realidad que nace, crece y produce desde el interior de la comunidad cristiana que la formamos nosotros que somos iglesia; pero esta semilla del Reino puede encontrar distintos tipos de tierra como hemos escuchado y estos representan en la parábola diversos tipos de corazón de la persona donde es sembrada la palabra de Dios. Jesús habla de los granos que cayeron a lo largo del camino, esos se comparan con las personas que oyen, dice la escritura, pero que no entienden la palabra de Dios, esta palabra no penetra ya que no tienen el mayor interés en profundizar en ella; cuánta gente vive distraída en el mundo, seducidos por el materialismo, poco interesados en lo que oyen acerca de Dios, su compromiso cristiano es frio o tibio y cuando cumplen con ese compromiso lo hacen con lo mínimo, con lo mínimo indispensable. Si reflexionamos en lo sembrado sobre el terreno pedregoso, como nos dice la escritura, son las personas que oyen la palabra y la aceptan, les impresiona, desean comprometerse pero por muy poco tiempo, como dice el Señor, ya que no lo hace desde su corazón y con sus actos de vida por ser inconstantes, no se enfrenta a los problemas de la vida, diríamos con fe cristiana y con gran esperanza en el Señor. Lo sembrado entre los espinos representa sin duda a las personas que tienen una conducta mejor, evidentemente que las anteriores; escuchan la palabra, dejan que inicie un cambio en su vida, pero, no hay raíces, éstas son muy pobres, por eso no hay frutos; los espinos que hay en la vida, o sea los problemas, ahogan la palabra y no la dejan crecer, aquí, vale la pena preguntarnos: ¿y cuáles son esos espinos de los que habla el Señor? Fundamentalmente yo diría que son tres espinos que nos alejan de Dios: primero, las preocupaciones, cuando nosotros nos educamos en las mismas preocupaciones, o sea cuando nosotros no vemos más allá de este mundo, cuando la vida nos ahoga, cuando la sociedad también nos consume; segundo, los placeres, los placeres de la vida, cuánta gene tiene espinos, porque entregan el corazón a otros dioses, al dios del egoísmo, del placer, de la violencia, pero no lo entregan al Señor; y tercero, los espinos de las riquezas, y no me refiero únicamente del dinero, sino ante todo de la riqueza que muchas veces no queremos nosotros negociar: la riqueza del poder, cuánta gente vive con poder en su familia, con poder en su propia vida, con poder en la escuela, con poder donde quiera que se encuentra. Regresado al texto, finalmente nos dice: lo sembrado en tierra buena, es el resultado del encuentro de una buena tierra con una buena semilla, en nuestro contexto es el resultado diríamos del encuentro de Dios con la persona que oye y entiende la palabra y da fruto, como la misma palabra dice: el ciento por uno, el sesenta, o el treinta; este es el terreno productivo, pero no significa que en ese terreno productivo, que en esa persona que desea vivir la palabra no vallan a existir problemas como hay exhortos también en un terreno, pero todo queda superado por la fuerza de la vida, por la fuerza de Dios que es vida. El discípulo, hermanas y hermanos que da fruto de la palabra es aquel que permanece fuerte, incluso entre las dificultades de la vida; teniendo fe, a pesar de los problemas, viviendo la esperanza, pero puesta solamente en Dios. Del evangelio entonces que acabamos de escuchar, hay una gran esperanza para todo aquel que desea verdaderamente comprenderlo y vivirlo, pero en este mismo evangelio acabamos también de oír una frase de Jesús que es desconcertante, cuando afirma: “Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará.” Hermanas y hermanos estas palabras tienen que ver con la libertad de la persona con respecto a la palabra de Dios y evidentemente a su actitud, cada persona es libre de aceptarla o rechazarla, cuando una persona acepta la palabra y la hace germinar, o sea producir en su vida, entonces esta persona comienza a dar frutos una y otra vez porque en la vida hermanas y hermanos mientras más caminamos tenemos más cosechas. Cuando una persona olvida la palabra de Dios, la semilla de la palabra entonces queda  estéril y muere, es lo que nos sucede cuando no escuchamos y ponemos en práctica la palabra de Dios; escucha y práctica, es el binomio, si no ponemos nosotros nuestra fe, y no nos ponemos a profundizar en la palabra evidentemente es imposible conocer a Jesús, es imposible orar desde la palabra, es imposible tener un buen compromiso, es imposible entender al Señor, imposible abandonarnos en la Providencia Divina del Señor y entonces caeremos en una fuerte pobreza, en ella hasta donde no entendemos a Dios, porque Dios sentimos que no está con nosotros. En este domingo la iglesia nos ha invitado a reflexionar en esta palabra, donde aparentemente el fracaso de la siembra del reino de Dios, que es la cosecha final sería mala, pero no es así; la cosecha final, como la palabra lo dice es excelente, pues el reino de Dios se encuentra ya presente en medio de la humanidad, ahora cada uno de nosotros tiene que reflexionar: ¿Qué ha hecho la palabra de Dios en mi vida?, ¿cómo la tengo yo en mi corazón, en mi persona?, ¿he dado fruto? y ¿cuáles son esos frutos? Pidámosle a Jesús hermanas y hermanos, nos conceda ese don, el don de producir frutos para que nuestro compromiso cristiano sea verdadero, para que nuestro actuar sea real y busquemos con nuestra vida siempre la justicia, la reconciliación, el amor y la paz que son los frutos del Señor. Que así sea. 



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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística que presidió el día 29 de junio de 2014 en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas hoy celebramos la fiesta de dos grandes Apóstoles que hasta nuestros días continúan inspirando la acción evangelizadora: San Pedro y San Pablo. – por cierto muchas felicidades a todos los Pedros y Pablos, que Dios los bendiga – Que los Pedros y Pablos actuales juntamente con nosotros, seamos como San Pedro y San Pablo, dos grandes pilares de quienes tenemos mucho que aprender por su entrega sin condiciones para seguir al Señor y comprometerse decididamente a proclamar el Evangelio. Es interesante recordar la personalidad de cada uno de ellos; empecemos por la de San Pedro, un judío sencillo, llevaba un estilo de vida ordinaria, sostenía a su familia siendo pescador, en muchos momentos de su vida mostró su fuerte temperamento; por ejemplo, cuando Jesús lo encuentra y le llama para que lo siga: no dudó en dejar las redes para ir con Él, ni tampoco dudó en sacar la espada y cortar la oreja de uno de los soldados del sumo sacerdote cuando aprendieron a Jesús en el huerto de los olivos. Él fue un discípulo muy amado por el Señor y lo puso como cabeza de los Apóstoles y sus sucesores son los Papas, ahora es el Papa Francisco y es la cabeza de nosotros los obispos.

 San Pablo se presenta él mismo como un como un completo israelita, él no era como Pedro, San Pablo era de la estirpe de la tribu de Benjamín, fariseo que decía que tenía una vida intachable. No consta que haya conocido personalmente a Jesús, pero cuando se le manifiesta en el camino a Damasco, donde se dirigía persiguiendo a los cristianos, ya quería acabar con todos ellos, tuvo una experiencia con Jesús resucitado, que cambia radicalmente su vida: deja ser perseguidor de la iglesia se convierte en un gran evangelizador. Hermanas y hermanos San Pedro y San Pablo tenían su personalidad cada uno muy diferente, pero los dos tenían algo en común: eran hombres llenos de fe abiertos al Espíritu Santo, hombres de gran confianza y caridad, convencidos de lo que vivían y que compartieron el proclamar el evangelio anunciando a Jesús resucitado, a quien con frecuencia celebraban y se alimentaban de Él en la Eucaristía. Sus enseñanzas ante el pueblo eran creíbles, ciertas, ya que con su vida y no únicamente con su palabra daban testimonio de lo que creían y predicaban. Por este testimonio y el estilo de vida de los dos, la Iglesia crea la primera comunidad, los dos tuvieron una muerte muy cruel, mueren martirizados, siguiendo a Jesús hasta dar testimonio con su propia vida. Hermanas y hermanos, conocer por conocer la vida de San Pedro y San Pablo no nos compromete a nada, la Iglesia ha querido traer esos ejemplos que recordamos, porque de ellos podemos aprender mucho; ante esto, vale la pena hacernos una pregunta: ¿qué me dice a mí quien por el bautismo soy discípulo misionero de Jesús, el ejemplo de vida de San Pedro y San Pablo, en este momento de la historia que me ha tocado vivir? Estos ejemplos de vida nos convocan a revisar nuestro compromiso como cristianos, en esa revisión podemos iniciar con ver cómo vivimos la fe, ya que no podemos vivir la fe como una ideología, como un conjunto de ideas, son innumerables ahora en este tiempo, los pensamientos que se han difundido sobre Jesús, sacrificando la verdad de su persona como se muestra en los evangelios, como lo vivieron San Pedro y San Pablo y se encuentra presente en la doctrina de la iglesia; que palabras tan fuertes usa el Papa Francisco cuando refiriendo a la ideología dice, cito al Papa: “Cuando un cristiano se convierte en discípulo de la ideología, ha perdido la fe, y ya no es discípulo de Jesús, el único antídoto contra tal peligro,  - o sea contra el peligro de vivir a Jesús como idea y como ideología,- es la oración”, nos dice el Papa; porque la oración va a rescatar a la verdadera fe. Hermanos y hermanas este es el compromiso, encontrarnos con la persona de Jesús que está presente en su iglesia, en los sacramentos, en la oración y que se expresa en la vida, pero en la vida cuando vivimos la caridad, cuando trabajamos por la justicia y cuando queremos ser constructores de paz; la fe en Jesús entonces significa un compromiso, compromiso como lo vivió San Pedro y San Pablo, compromiso que trae consigo un cambio, una reorientación de la vida, forjando una auténtica vida que se aprende del maestro, del maestro que es el Señor, que es Jesús, que conduce a tener en Él un compromiso, que diríamos tiene tres adjetivos: un compromiso serio, un compromiso claro y un compromiso exigente en la vida cristiana, por eso aquel que se dice cristiano, pero que no vive este compromiso desde lo más profundo de su persona, no puede llamarse verdaderamente cristiano; San Pedro y San Pablo como reconocieron en vida este compromiso y lo vivieron seria, clara y exigentemente fueron capaces de entregar todo por Jesús y ese es ahora el llamado para nosotros, vivir la fe en Jesús; de una forma clara, de una forma seria, de una forma exigente; solamente así hermanas y hermanos podemos dar testimonio de Él a los demás, no perdamos de vista como lo atestigua San pedro y San Pablo, que la fe engendra el amor y el amor vivido al estilo de Jesús se vive en el compromiso, por eso el compromiso de estos dos grandes apóstoles fue fundamental y tan grande para la iglesia que hasta nuestros días nos inspira para hacer vida el evangelio con nosotros mismos y con los demás hermanas y hermanos, esta celebración de San Pedro y San Pablo es también un llamado para revisar y renovar nuestro sentido de pertenencia a la tradición apostólica de la iglesia ya que debemos ser fieles herederos del mensaje de Jesús, de este mensaje que nos ha comunicado de parte del Padre Celestial; mensaje que conocemos por la escritura y que la iglesia ha vivido, que la iglesia vive y que la iglesia vivirá transmitiéndolo cueste lo que cueste, con fidelidad. La transmisión de este mensaje de Jesús no hubiera sido posible si San Pedro y San Pablo se hubieran cerrado a la acción del Espíritu Santo; hoy algunos de ustedes recibirán ese mismo Espíritu por medio del Sacramento de la Confirmación, por el cual una persona que ha sido bautizada recibe la Tercera Persona de la Trinidad de Dios, que es la fuerza del Espíritu Santo, aunque en todos los sacramentos, en ellos se recibe el Espíritu Santo, por el Sacramento de la Confirmación se recibe en plenitud, se recibe con sus siete dones estos dones fortalecen a quien lo recibe en tres virtudes: la fe, la esperanza y la caridad; y ayuda para cumplir responsablemente la vida como discípulos misioneros del Señor, como lo hizo San Pedro y San Pablo. Hermanas y hermanos, en este día hagamos oración, pidamos al Señor en primer lugar por que siga concediendo siempre su Espíritu, su Espíritu Santo como Él lo prometió a la iglesia, al Papa, a los obispos, a los sacerdotes, a los diáconos, a ustedes fieles cristianos, a las personas de vida comprometida y consagrada a la iglesia; pidan también y oren por sus ahijados que hoy recibirán el Espíritu Santo para que ustedes padres de familia, padrinos y madrinas prediquen a Jesús, no únicamente de palabra como ideología sino con su ejemplo de vida y que Jesús los bendiga por este testimonio que den a sus ahijados y a la iglesia viviendo siempre los valores del evangelio. Que así sea, en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amen. 






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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 22 de junio de 2014 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas la palabra de Dios en este domingo nos convoca como decía yo al principio de la eucaristía a revisar dos actitudes que como cristianos estamos llamados a desarrollar y poder vivírlas y la práctica de ellas nos compromete a trabajar por el reino de Dios, y en el encontrar el camino hacia la santidad; una de estas actitudes es no tener miedo y la otra es vivir siempre en la verdad ya desde la primera lectura que acabamos de escuchar hoy en este domingo encontramos la situación del profeta como el Señor le pide no tener miedo; y en el evangelio acabamos de escuchar como Jesús transmite un claro mensaje, nos invita a todos nosotros sus discípulos a no tener miedo y esta es la actitud, dice el Señor: “No teman a los hombres… No tengan miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma… Por lo tanto no tengan miedo porque ustedes valen mucho”. Hermanas y hermanos, Jesús preparando a sus discípulos les hace esta insistencia; porque yo comparto juntamente con la historia y soy testigo de la historia de la iglesia que no es fácil ni sencillo proclamar con la vida de la fe y las obras el reino de Dios; esta lectura que hemos escuchado del capítulo décimo de San Mateo que comienza con el envío de los apóstoles a predicar, en ese capítulo que también se conoce como el discurso apostólico, contiene instrucciones muy precisas dadas por parte de Jesús a sus discípulos, cuando les advierte que si van a ir a predicar el reino de los cielos, si van a ir a predicar el perdón, el amor y la justicia; ellos van a ser perseguidos, van a ser encarcelados y hasta la muerte pueden encontrar por el evangelio; por diversas formas nos damos cuenta como en el mundo, en la sociedad no se acepta el reino de Dios, somos testigos cómo se vive en situaciones muy difíciles que excluyen a aquellos que buscan vivir los valores evangélicos en su vida diaria; y estos que buscan vivir los valores evangélicos son señalados; quizás ahora el Señor no nos lleva a nosotros y no nos pide que demos un testimonio con nuestra propia sangre, pero si un testimonio difícil ante el cual tenemos miedo, cuando por ejemplo tenemos miedo que nos señalen los amigos porque no compartimos con ellos un momento de alegría por ejemplo, o supuesta alegría; tenemos miedo que nos señalen por nuestras ideas, que deben de ser ideas como cristianos que busquen la justicia y la paz; tenemos miedo cuando tenemos que expresar la opinión, por ejemplo: miedo de gente cristiana, voy a poner un ejemplo muy sencillo; ante el aborto, hay gente que dice: yo soy cristiano pero estoy a favor del aborto; tenemos miedo cuando hay que expresar opiniones acerca de los problemas que ahora se están dando de la legalización de las drogas, tengo miedo de decir la droga llega a hacer al adicto un esclavo y deja el adicto poco a poco la salud, la pérdida de la neurona, para qué, para convertirse únicamente en una persona automática autómata, es muy difícil pero muchas veces tenemos miedo; cuántos jóvenes tienen miedo en la escuela de no practicar el Bullyng, por qué, porque que van a decir, que van a decir mis compañeros mis compañeras de escuela, mejor practico el Bullyng; mido de decir esto está en contra de la caridad. Hermanas y hermanos vivir los valores evangélicos no significa dejar a un lado los valores naturales o humanos, Jesús le da a estos valores una profunda orientación; como el valor de la vida, desde su concepción hasta la muerte, el valor de la misericordia, el valor de la pureza de corazón, el valor de la búsqueda de la paz, de la búsqueda de la justicia, el valor de la paciencia, de frente a tantos problemas y a la enfermedad; el valor ante las dificultades, el valor ante la persecución; defender estos valores en este mundo que nos ha tocado vivir no es fácil, por eso el Señor pide: no tener miedo y para esto enseña a sus discípulos a tener primero actitudes de fe, porque quien no tiene un encuentro verdadero con Jesús persona, esa persona que no tiene este encuentro con el Señor y vive únicamente y participa del cristianismo como una filosofía o un pensamiento, esa persona naturalmente tiene miedo, por qué, porque no está convencida de la persona del Señor. El  Señor le pide y le enseña a sus discípulos a que tengan una confianza absoluta, en quién, en Él, a que vivan en la unidad, en la sencillez en la capacidad de poder tomar sus dificultades para que éstas sean una oportunidad para poder salir triunfantes ante ellas y que la providencia también acompañe. El Señor nos dice no tengas miedo de perdonar, de perdonar a sus enemigos, cuánto trabajo cuesta perdonar; no tengas miedo de vivir el amor, que es la característica de todo aquel que desea seguirme ser mi discípulo, ser misionero. Esta invitación de Jesús a no tener miedo es muy válida en este momento de la historia que vivimos, en él somos protagonistas ya que la fuerza de su palabra todo lo cambia. No tengamos miedo de ser cristianos, de seguir a Jesús a pesar de que nos discriminen, nos rechacen o persigan, no dejemos que el temor y la desesperación se apoderen de nosotros, seamos como dice el Papa Francisco: “Personas sin miedo, personas humildes, alegres, porque somos testigos del evangelio”. La segunda actitud es vivir siempre en la verdad; cuando el Señor le dice a sus discípulos: “No hay nada oculto que no se llegué a descubrir; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas”. Hermanas y hermanos esta manifestación que siempre triunfará: la verdad, es una manifestación del Señor, pero el Señor no propone tiempo, puede ser temprano o tarde, pues la verdad es un valor que da sentido a la vida de toda persona, siendo la verdad la base fundamental de la conciencia, evidentemente hay conciencias enfermas, porque la conciencia de la persona como el cuerpo también se enferma, cuando tenemos una conciencia enferma hay que atender a esa conciencia como también nosotros atendemos el cuerpo cuando está enfermo; el cristianismo entonces no puede ser un discípulo que busque la santidad para él mismo, como si la fe fuera un privilegio y no un don de Dios, y la fe es un don de Dios, no es un privilegio y es un don que Dios nos da para qué, para ponerlo al servicio del otro; el discípulo que conoce los misterios del reino de Dios y no se apoya en Dios sino que quiere apoyarse en sí mismo, podrá dar testimonio de muchas cosas pero no de la verdadera vida de Dios. El evangelio que acabamos de escuchar entonces, es una invitación a examinarnos sobre la transparencia de nuestros pensamientos y acciones; Hermanas y hermanos pidámosle a Dios que nos de valor para asumir nuestra responsabilidad y para actuar siempre sin miedo, proclamando siempre la verdad de Dios. Que así sea.



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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Óscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Misa Crismal del Jueves Santo, 17 de abril de 2014, que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, hermanas y hermanos todos en el Señor. Nos encontramos reunidos, para celebrar como comunidad diocesana la Eucaristía, dándole inmensas gracias a Jesús por haber instituido el sacerdocio ministerial. Sacramento que algunos de nosotros hemos recibido y agradeciéndole además el haber instituido los sacramentos, que como han afirmado algunos santos, son signos sensibles de la gracia de Dios.
En esta Celebración bendeciré el  óleo de los catecúmenos; el óleo de los enfermos y consagraré el Santo Crisma, mismos que utilizamos en algunos de los sacramentos y “cuya unción es signo sacramental del sello del Espíritu Santo”.
Felicito y saludo a todos con cariño, especialmente a mis queridos hermanos sacerdotes, quienes renovarán en esta Eucaristía las promesas que realizaron el hermoso día en que recibieron la Ordenación Sacerdotal.
Hoy es un día muy especial – hermanos sacerdotes -, para meditar sobre este don que recibimos sin merito personal, el día de nuestra ordenación y recordar cuáles son los compromisos que adquirimos.
No podemos hablar del sacerdocio sin hacer referencia a la persona del Maestro, de Jesús el Buen Pastor, para hablar de Él tenemos que ser sensibles a su presencia y acrecentar esta presencia de Él en nosotros, cuánta razón han tenido nuestros obispos de América Latina al reconocer que: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, y esa persona es Jesús.
Así nuestra vida sacerdotal es fundamentalmente actuar. Actuar “In Persona Christi” - hacer presente la persona de Jesús - y no es posible realizarlo, sino procuramos acrecentar nuestro encuentro con Él, ya que el Señor se hace presente en la medida en que nos entregamos cada día a Él.
Esto hermanos sacerdotes es un gran valor que debemos cuidar y acrecentar, la entrega de cada día a Él. Quien se entrega a Él y lo acepta en su persona contrarresta el escepticismo actual, que nos lleva muchas veces a la monotonía sacerdotal, cuantas veces escuchamos afirmaciones como esta: “el sacerdocio siempre es lo mismo; no se puede cambiar nada, y por lo tanto no vale la pena sacrificarse”.
Estoy convencido que como sacerdotes tenemos en nuestro Ministerio un tesoro que ofrecer y ante nuestros problemas, tareas y sentimientos de derrota, hace falta el encuentro con el Maestro; la intimidad con Él, la oración y saber descansar en Él, y además desarrollar un sentido de esperanza ante las dificultades que nos presenta el ser discípulos misioneros del Señor.
Él no falla cuando nosotros sus elegidos somos dóciles, fieles y nos entregamos con confianza a proclamar su Reino de amor, justicia y paz.
Gracias a Dios la Iglesia nos ha puesto medios que nos ayudan para vivir incondicionalmente nuestro Ministerio, además de la oración se encuentran nuestras reuniones donde podemos compartir las dificultades que vivimos, las tareas, los cansancios, las esperanzas, y ayudarnos entre nosotros a discernir cuál es el camino para vivir más adecuadamente el Ministerio.
Un medio que no podemos dejar de lado como Iglesia diocesana, es la revisión de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, que nos llevará a concretizar las estrategias de acción pastoral que necesitan nuestras comunidades en este tiempo que nos ha tocado vivir.  
Todo lo anterior es fundamental, ya que por medio de estas estrategias nos capacitamos mejor, para vivir el Ministerio Sacerdotal que ejercemos en la liturgia, la proclamación, la pastoral, la administración parroquial, esto nos lleva a tomar conciencia que debemos de invertir tiempo en la Formación Permanente, tan indispensable en nuestros días.
Quizás más de alguno se podrá preguntar: ¿Por qué lo que ha mencionado es fundamental? Porque sin capacitación, sin actualización, sin una adecuada Formación Permanente en el sacerdote crece la inseguridad, el sentimiento de culpa o frustración ante los grandes problemas que vive con la comunidad, y se termina cayendo en la monotonía, huyendo del compromiso que nos ha enseñado Jesús, el Buen Pastor, dando la vida por las ovejas.
Para que el sacerdote, - discípulo misionero - pueda asumirse como hombre de Dios, y aceptar desde lo más íntimo de su persona esta identidad, es necesario alimentar la búsqueda de la gloria de Dios, tanto personal como comunitariamente.
Esto implica el amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo – como Jesús nos ha mandado -, y el rechazo de todas aquellas convicciones y comportamientos que nos alejan de este mandamiento divino.
En esta línea es indispensable evitar una confusión frecuente, no es darle a Dios un poco de nuestra persona, sino toda nuestra persona y entregarle todo se demuestra en el compromiso comunitario y social, sirviendo a la comunidad al estilo de Jesús.
Pero esto supone vivir un camino de espiritualidad que sostenga y desarrolle el gusto por las cosas de Dios, de manera que el sacerdocio marque completamente la propia identidad, para ello el sacerdote debe tener consciencia que está llamado a la santidad, y por eso debe de evitar un dualismo en su existencia.
Una espiritualidad que no nos lleve a obtener una santidad individualista, sino con los demás – como el Maestro nos ha enseñado -, y es aquí donde juega un papel fundamental la Espiritualidad de Comunión, que para nosotros los sacerdotes es indispensable en el Ministerio.
Solamente así podemos conectar la espiritualidad sacerdotal con la Misión, que el Señor nos ha encomendado por medio de nuestro Ministerio Sacerdotal, pero en este punto hay que ser realistas y reconocer que una vida sacerdotal con este estilo no se vive sólo con un retiro donde uno se encuentre con Dios, es necesario un proceso que ayude a unir al sacerdote más íntimamente con el Señor y con sus hermanos, para el servicio de la comunidad, para ello habría que procurar siempre que los espacios de espiritualidad partan de la misión y se ordenen a ella, desarrollando una mística de la acción y de la disponibilidad. Esto no se logra sólo, sino con permanente oración, motivación y compromiso.
Nunca olvidemos que “Si la Eucaristía es centro y cumbre de la vida de la Iglesia, también lo es del ministerio sacerdotal, por eso, con ánimo agradecido a Jesucristo, nuestro Señor, reitero – afirmó el beato Juan Pablo II - que la Eucaristía «es la principal y central razón de ser del sacramento del sacerdocio, nacido efectivamente en el momento de la institución de la Eucaristía y a la vez que ella».
Hagamos de nuestra vida una extensión de la Eucaristía que celebramos cada día, ya que ella en sí misma es el acto misionero más eficaz, porque contiene al mismo Jesús; desde la Eucaristía, la Iglesia parte con gozo a la Misión, a anunciar el Evangelio, la presencia de Emmanuel, Dios con nosotros.
No quisiera terminar esta reflexión sobre nuestro sacerdocio, sin contemplar a nuestra Madre María y encomendarle a ella nuestro ministerio, ya que ella es el modelo perfecto para nuestra vida sacerdotal, ella es la puerta a través de la cual Dios ha podido entrar en el mundo, hacerse hombre y entrar también en nuestra historia personal. Que ella la Madre del Verdadero Dios por quien se vive, nos acompañe, proteja e ilumine. ¡María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros!"
Así sea.

+ Oscar Roberto Domínguez Couttolenc. M.G.
Obispo de Ecatepec.






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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del Domingo de Ramos, 13 de abril de 2014, en la Celebración que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. En San Cristóbal Ecatepec.

Queridos hermanos y hermanas, este domingo que iniciamos las celebraciones de semana santa hemos escuchado la pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo, la iglesia nos invita a contemplar el estilo de la realeza de Jesús nuestro Rey y Señor. Hermanas y hermanos, hoy hemos proclamado que Jesús es Rey, si Él es Rey, su reino es el reino de la verdad  la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, del amor, de la paz; el reino de Dios que se siembra en esta tierra y que va a llegar a su plenitud en el reino de los cielos. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesús, a quien reconocemos como hijo de Dios encarnado, salvador y redentor. Estoy seguro que en cada uno que es verdadero discípulos del Señor, quiere proclamarlo con su vida, a todos, a hombres y mujeres, hijos, esposa, esposo, vecino, compañero de trabajo; especialmente aquellos que están heridos por los problemas, que están heridos por las necesidades; y estoy seguro que aquellos que proclamamos a Cristo deseamos que la alegría del reino de Dios, vencedor del pecado y de la muerte, llegue a estos hermanos nuestros que muchas veces se encuentran al borde del camino, y están aquí en la esquina pidiendo limosna, limpiando los parabrisas; están aquí en la esquina, pidiendo compasión. Cuanto trabajo cuesta ahora con los problemas que enfrenta nuestro mundo, nuestra sociedad, imaginar que exista un reino con las características del Señor, reino de justicia, de amor y de paz; pero, claro que existe, es el reino de Jesús, recordemos siempre que el reino del Señor no se impone, el reino de Dios se ofrece y su realeza está llena no de espíritu de obligación ni de reglas, está llena de espíritu de perdón, está llena la realeza de este reino de amor, está llena la realeza de este reino de paz. Hermanas y hermanos, el reino de Jesús nos da la salvación, y otorgarnos y recibir la salvación, que nos quede claro, no consiste solamente en vernos libres de problemas y aflicciones, sino de llegar a encontrar la paz de Dios en nuestra persona. Cuantas veces yo me he encontrado con personas que tienen graves problemas, con padres de familia que no tienen trabajo y por lo tanto no tienen que llevar a la casa, cuantas veces me he encontrado con hijos desamparados, con personas que viven el flagelo de los vicios, con personas que viven el flagelo del secuestro a alguno de sus familiares y sin embargo a pesar de estos graves problemas y dificultades no dejan de vivir en la paz de Dios. Hermanas y hermanos, Jesús nació y vivió pobre en medio de su pueblo Israel, Jesús se compadeció de las multitudes e hizo el bien a todos los de su pueblo, especialmente a los pecadores, a los excluidos, a los pobres, a los que vivían con dolor; quienes esperaban la liberación, Jesús les promete la salvación, por eso Jesús cuando andaba predicando llegó a decir: “Se ha cumplido el tiempo, el reino de Dios está cerca” pero puso una gran condición: “Conviértanse y crean en el evangelio”,  esa es la condición que hoy nos pone también el Señor, conviértete de tu vida, conviértete de tus pecados y cree en mi palabra; cree en el evangelio. Hermanas y hermanos, Jesús, el ungido por el Espíritu Santo para anunciar el evangelio a los pobres, para proclamar la libertad a los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos, quien libera a los oprimidos; nos ha entregado el evangelio, la gran proclamación de la nueva que es la nueva de Dios: la felicidad, el amor; la misión a la que se dedicó Jesús era para alabar al Señor, para que Dios ocupara el centro y ocupe el centro de nuestros pensamientos y preocupaciones, es decir: el centro de nuestra existencia. Hoy muchos de nosotros hemos caminado proclamando al Señor, recordando el día en que Jesús entro en Jerusalén, pero, vale la pena preguntarnos: Él es nuestro Rey, es nuestro Señor, por lo menos así lo hemos proclamado, pero Él es también el Rey de nuestros pensamientos, Él es el Rey de nuestras preocupaciones, Él es el Señor de nuestra existencia. El Señor con su palabra, quiere reinar en nuestro corazón, en nuestra persona, pero primero tenemos que hacerle hueco, tenemos que sacar todo lo que no nos deja lugar para Él, como es el egoísmo, la avaricia, la injusticia, el vicio, la dureza que muchas veces tenemos den el corazón. Para hacer presente su reino Jesús renunció a la fuerza y a la violencia; sabía que la fuerza y la violencia no es posible vivir, porque con la fuerza y la violencia bien sabía el Señor que no se puede proclamar el amor, Él sabía que sólo el amor puede cambiar nuestra vida, nuestro mundo; que solamente el amor nos puede llevar a vivir en la bondad, que solamente el amor nos puede dar el testimonio sincero y sencillo si estamos convencidos de su amor, porque el Señor nos espera, porque Él es bueno, es amor, Él es misericordia; por eso Jesús durante su vida pública nunca impuso nada simplemente proponía, Él acogía a los pobres, acogía a los débiles a los pecadores a los enfermos, a lo que no valía en la sociedad, es decir: a toda aquella persona que sentía necesidad de Él, que no se nos olvide hermanas y hermanos, ahora el Señor continua acogiendo a todo aquel que tiene necesidad de Él, para qué, para entrar en su reino para proclamar este reino de paz. Quien ama al estilo de Jesús sabe que vivir es entregarse, y que la primera lección del amor es que hay cosas más importantes que el propio provecho personal, que la propia ventaja o realización personal; lo importante quien vive el amor al estilo de Jesús, es servir al otro, a aquel que está conmigo, para Jesús la fidelidad a Dios y a su misión fue lo más importante, por eso a Él no le importó entregar su vida, por eso no dejó de pronunciar palabras que a otras gentes las incomodaba como aquellos que pidieron su muerte, porque el Señor sabía que Él tenía que proclamar este reino y Él siempre fue fiel al reino; por eso hermanas y hermanos cuando contemplamos y leemos la vida del Señor, nos damos cuenta que es una vida redentora porque nos ha abierto el camino del amor, nos indica que hay cosas más importantes que nosotros mismos, que la propia persona, y nos lleva a dar todo, a dar toda aunque cueste, como es el perdón. Hermanas y hermanos en cada semana santa, los cristianos proclamamos cada año que no es el poder el que podrá cambiar nuestra sociedad y el mundo y sus relaciones injustas que conducen al pecado, no es el amor al poder sino el poder del amor de Jesús que se manifiesta en la presencia de su reino, solamente este poder del amor de Jesús es el que es capaz de crear un mundo nuevo, un cielo nuevo, una tierra nueva, como dice el evangelio de Marcos: “El plazo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en el evangelio”, la voz del Señor nos sigue llamando como discípulos, como sus discípulos, como sus testigos, como sus misioneros y nos interpela para que orientemos nuestra vida a Él, para que dejemos de lado todas las actitudes que no nos dejan que Él sea nuestro Rey y Señor. Pidámosle a este Jesús, Rey de nuestra vida y de la historia, que nos acompañe en nuestra existencia y que Él siempre sea nuestro Rey y Señor. Que así sea.








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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística que presidió el cuarto domingo de cuaresma,  30 de marzo de 2014, en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, les recuerdo que si alguien desea acercarse a la confesión, Monseñor Blas está en el confesionario de mi lado derecho, le pedí que hoy no concelebrara, que confesara, y el Padre Jonathan está en el confesionario del lado izquierdo. Nos encontramos ya en el cuarto domingo de cuaresma, espero que todos estemos preparándonos para celebrar en la semana santa, los misterios de la muerte y resurrección del Señor, reconociendo aquellos comportamientos que nos alejan de vivir de acuerdo al evangelio; precisamente esta frase hoy en la mañana la mande por twitter a toda la gente que me sigue, por qué, porque si vivimos una cuaresma igual que las demás, no reconocemos lo que tenemos que cambiar de acuerdo al evangelio; de qué nos sirve. Hemos escuchado que San Juan en su evangelio pone a nuestra consideración este acontecimiento de la vida de Jesús, cuando se encuentra con este hombre ciego de nacimiento, en la sagrada escritura el tema de la luz es de gran importancia; vayamos al libro de Génesis: El primer acto, nos dice el Génesis, que Dios hace del acto creador es la separación de la luz de las tinieblas; si nos vamos también a la sagrada escritura encontraremos que el acto final que realizará Dios de acuerdo al Apocalipsis en el capítulo XXI: Vendrá  Dios como luz, y durante todos los escritos si los analizamos continuamente encontramos el tema de la luz; recordemos las palabras de la promesa de salvación del Profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en las tinieblas verá una gran luz”, nos dice Isaías en el capítulo IX, y esa es la luz se manifiesta, Cristo es la luz del mundo anunciada por todos los profetas. Hermanas y hermanos, cuando leemos los evangelios, podemos notar que está presente la lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado; por esta razón encontramos afirmaciones del mismo Jesús como es: “El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, nos lo recuerda Juan en el capítulo II; ante este evangelio es importante recordar que los milagros que realiza Jesús, no los realiza para ganar popularidad, no los realiza para ser famoso; realiza los milagros para hacer presente en el corazón de la persona el amor misericordioso de Dios, para mostrar que ese amor, amor misericordioso se manifiesta en su mensaje de salvación que proclama con su misma vida, entre paréntesis es muy interesante ver ahora como el Papa Francisco ha tomado desde el principio de su ministerio este tema de Dios misericordia, notemos que el contenido de la pregunta que le presentan los discípulos al Señor: “Maestro, ¿Quién pecó para que este naciera ciego, él o sus padres?”, y la respuesta de Jesús: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios”, esta pregunta hermanas y hermanos de los discípulos al maestro, refleja una creencia muy generalizada incluso hoy en nuestros días, según la cual, algunas personas piensan que las enfermedades son castigo de Dios por los pecados cometidos, esta forma de pensar es equivocada, es el resultado de una fe mal entendida, y por lo tanto mal vivida, que ve en Dios a un Dios Castigador, con sentimientos de venganza, de cólera; que se hacen presentes y que se manifiestan en la enfermedad, pobrecita gente que piensa así, cuando las enfermedades son un hecho  biológico, físico y no un castigo de Dios. Al iniciar esta misa un pequeño a quien estimo mucho se acercó y me dice: rece por una amiga mía, trece años de edad, un cáncer; bueno esa niña no tiene un castigo de Dios, ni ella ni sus padres. Sin embargo, las enfermedades, nos ayudan para reflexionar sobre nuestro ser, sobre nuestro comportamiento y nos motiva para modificar aquellas conductas que tenemos que no están de acuerdo al plan de Dios, y que por ellas, en realidad, cuando somos adultos muchas veces renegamos y negamos a Dios, esto nos pasa a todos. Hace unos años yo también tuve un tiempo una enfermedad difícil, gracias a Dios la superé, pero también estas enfermedades nos llegan a cernir en la fe. Hermanas y hermanos este texto nos permite también aprender con el comportamiento de los fariseos que tienen ante esta situación muchas cosas; por los evangelios sabemos que ese grupo, vale la pena recordar, no comprendía el mensaje, no comprendía el actuar de Jesús, los fariseos vivían apegados a sus ideas, a su poder político, social y religioso; entonces para ellos Jesús actuando así y hablando así era una amenaza, por qué, porque cuestionaba su forma de vida y entonces había que acabar con Él. La curación de ese hombre ciego de nacimiento a quien mucho conocían fue tan extraordinaria que la noticia llegó a ser conocida hasta por estos hombres, por los fariseos quienes de inmediato buscaron a ese hombre, para certificar lo que habían escuchado acerca de su curación, que había realizado Jesús el día sábado; entre ellos, nos dice el evangelista unos opinaban que quien había realizado esta curación no podía obrar en nombre de Dios, porque no había respetado el sábado; desde su punto de vista, Jesús había violado la ley al curar en sábado, día de descanso en que estaba prohibido realizar cualquier actividad, es claro que para los fariseos entonces las necesidades humanas no contaban, y quizás en nuestras familia, quizás entre nosotros mismos algunos tenemos estas actitudes farisaicas, las necesidades humanas de la otra persona no cuentan. Pero ahora es momento de preguntarnos cada uno de nosotros, ¿para mí las actividades de los demás tienen algún valor, o solamente tienen valor las actividades que yo hago? Regresando al texto, nos dice el evangelio que otros argumentaba diciendo ¿Cómo puede un pecador hacer semejante prodigios?, porque a Jesús lo tenían como a un pecador; amigo de publicanos y pecadores, en medio de estas opiniones le preguntaban a este hombre que había sido curado: ¿y tú qué piensas del que te abrió los ojos? Y este hombre con seguridad les contestó: es un profeta. Esta pregunta también hermanas y hermanos se presenta hoy a nosotros: ustedes ¿qué piensan de aquel que muchas veces les abre los ojos de la conciencia?. Este hombre que ha sido curado, llega a descubrir en el proceso de su curación que Jesús es más que un simple hombre, es un profeta, de aquellas palabras que pronuncia: “Creo Señor” y lo dice el evangelio, postrándose lo adoró. Hermanas y hermanos estas palabras debiéramos de hacerlas nuestras, pronunciarlas constantemente, cada uno de nosotros decirle al Señor: Si señor, creo, creo en Ti, y decir cada día: Si Señor creo a pesar de mi pobreza, si Señor creo a pesar de mi debilidad, si Señor creo a pesar de mis fracasos, si Señor creo a pesar de mis miedos, si Señor creo a pesar de las humillaciones, si Señor creo a pesar de la soledad, si Señor creo a pesar de mis dudad, si Señor creo a pesar de mis sufrimientos. Hermanas y hermanos, cree, quien acepta ser curado y está iluminado por la luz del Señor; por eso el Papa Francisco en su primera encíclica titulada “La luz de la fe” afirma que por lo tanto es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, por qué, porque mucha gente ha apagado la luz de la fe, mucha gente ha extinguido en su corazón la luz de la fe y al extinguir esta luz mucha gente ya no puede ver, y es que la característica propia de la luz de la fe, es la capacidad de iluminar nuestra existencia, porque una luz tan grande, una luz tan potente que alumbra la existencia de la persona y le permite ver, no es una luz cualquiera, es una luz que viene de Dios, y continúa el Papa diciendo: “la fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede, en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor – dice el Papa – recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y entonces se nos abre la mirada al futuro. La fe que recibimos de Dios como don sobrenatural se presenta como luz en el sendero que orienta nuestro camino”. Hermanas y hermanos ante este mensaje que hemos recibido de la palabra de Dios, también podemos preguntarnos: ¿actualmente en mi vida, qué me está cegando? Quizá nos dejan ciegos los intereses personales, nos dejan ciegos los perjuicios, nos dejan ciegos los fanatismos, nos dejan ciegos las pasiones, nos dejan ciegos los actos de vivir una fe vacía, yo creo que por eso mucha gente no va misa el domingo, porque no tienen una fe viva y ante una fe vacía, ¿qué les dice la Eucaristía? Y entonces habría también que preguntarnos: ¿qué debemos de hacer para curar nuestras cegueras? Todos en mayor o menor medida todos nosotros atravesamos situaciones desde guerra, de falta de luz, de dudas, de búsqueda; la respuesta hermanas y hermanos es Dios, es Jesús; solamente Él, Jesús, nos conduce a la luz verdadera a la luz de la salvación; entonces la fe cristiana no consiste en creer en algo, sino en creer en alguien, que es Jesús, que es alguien, no pretendamos hermanas y hermanos llegar a encontrarnos con el Señor mediante revelaciones extraordinarias, el mismo Señor determinó los caminos para encontrarnos con Él, y recordemos cuáles son: conocer su palabra, acercarnos a los sacramentos, practicar la verdadera caridad. La vida cristiana es una oportunidad entonces para encontrarse con el Señor, que es luz, para brillar como sus discípulos siendo luz, reflejando la luz del que nos ha salvado y nos ha destinado a participar de su luz maravillosa. Como ha afirmado también el mismo Papa Francisco precisamente por su conexión con el amor: “La luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, al servicio concreto del derecho, al servicio concreto de la paz”. Hermanas y hermanos, pidámosle a Dios que en esta cuaresma cure nuestras cegueras que nos hable y nos permita ver la verdadera luz, la luz de la fe. Que así sea.








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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Celebración Eucarística que presidió, el domingo 23 de marzo de 2014; en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.


Queridos hermanos y hermanas les doy la bienvenida a cada uno de ustedes a esta celebración eucarística, también le doy la bienvenida a nuestras autoridades que nos
acompañan también, por quienes también oramos y rezamos. Nos encontramos en el tercer domingo de cuaresma, de este tiempo de gracia que el Señor nos convoca a vivir para buscar la conversión de nuestra vida, reconociendo actitudes y formas que tenemos en nuestra persona que no están de acuerdo a lo que Jesús proclama en el evangelio, cada uno de nosotros tenemos que hacer un alto en la vida y preguntarnos: ¿en mi forma de ser, qué tengo yo que no esté de acuerdo al evangelio?, ¿en qué soy infiel al evangelio? Este texto evangélico que hemos escuchado del encuentro de Jesús con la Samaritana constituye un ejemplo del gran amor que Dios tiene para con aquel que ha fallado, pues nos muestra a un Jesús cercano, a un Jesús que comprende, que conduce al pecador para que acoja la plenitud de la salvación. Para comprender mejor este texto evangélico vale la pena recordar que los judíos y los samaritanos pertenecían a grupos de convicciones muy distintas: tanto políticas, como religiosamente, como culturalmente; tenían tal división que ni siquiera se hablaban, para el judío los samaritanos aparecían como malos israelitas, rehusaban adorar a Dios en el templo de Jerusalén, prefiriendo el monte Garizim; y por su lado los samaritanos odiaban todo lo que fuera de Jerusalén, de ahí la sorpresa de la mujer que Jesús siendo judío, se dirigiera a ella, una mujer siendo samaritana, Jesús inicia todo el diálogo desde una necesidad física y fácilmente verificable, Jesús tiene sed, a partir de esa necesidad va descubriendo a la mujer samaritana, el misterio de su persona y de su misión. El evangelio presenta a Jesús cansado, naturalmente por el esfuerzo que ha realizado en el camino y por el fuerte calor del sol tiene sed y pide a esa mujer: “Dame de beber” por eso se sienta en el brocal del pozo, notemos hermanas y hermanos que Jesús no razona a partir de las divisiones tenidas por válidas en su cultura, es por eso que no le responde a la mujer cuando le pregunta: ¿cómo tu siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana? La mujer representa a la región de Samaria donde se rendía culto a los dioses de cinco pueblos paganos representados por estos cinco maridos que ella había tenido; en este encuentro junto al pozo Jesús le va revelando la verdad, en la sagrada escritura que acabamos de escuchar, en la primera lectura el agua es signo de vida y de gracia y Jesús usa este signo para afirmar que hay aguas que no calman la sed, y hay otra que si la satisface, por eso le dice: “Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le pediría a él, y él te daría agua viva”. Jesús hace referencia al agua viva que es el don de Dios capaz de satisfacer la sed de todo ser humano; el ser humano que busca muchas veces la realización, que busca muchas veces el placer, que piensa que en el dinero y en los vicios está la alegría pero se da cuenta que esas realidades no calman su sed y se da cuenta la persona, que únicamente el don de Dios que es verdad, amor y paz, que nacen de la misma persona de Dios, esos dones son capaces de poder saciar la sed que muchas veces nosotros tenemos; el trato que Jesús da a la mujer parte de la generosidad de Dios, “Si conocieras el don de Dios” la base de todo diálogo sincero está en reconocer en la otra persona a un ser amado y querido por Dios, no negando la buena voluntad, un diálogo no puede avanzar cuando condenamos al otro, cuando lo reducimos; si Jesús conociendo la vida de esta mujer la hubiera condenado desde el principio no hubiera logrado su conversión. Yo los invito a que ustedes se pregunten ¿cuántas veces yo reduzco a mi esposo, o a mi esposa, o a mis hijos, o a mis padres, o a mis vecinos, o a los compañeros de trabajo y no quiero establecer una relación, de entrada condeno, esa no es una actitud cristiana; la posición de Jesús debió seguramente escandalizar a muchos porque rompió paradigmas que se consideraban intocables: “Créeme, mujer, se acerca la hora de que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre, …los que quieran dar culto verdadero adorarán al padre en espíritu y en verdad”. Esa respuesta hermanas y hermanos, de Jesús, es una denuncia para aquellas personas que viven su fe alimentándose únicamente de comportamientos y ritos vacíos, muchas veces cargados de hipocresía, lo que verdaderamente importa es la actitud de la persona para adorar a Dios; yo me pregunto, permítanme que comparta con ustedes esa reflexión, a mí me llamó la atención el pasado once de diciembre, la cantidad de gente que iba a la Basílica de Guadalupe a ver a nuestra madre, yo me preguntaba ¿todas esas familias, todos esos niños, jóvenes, que van hacia la Basílica caminando tienen un comportamiento cristiano?, ¿se han preparado para poder vivir a Cristo?, ¿o únicamente van caminando por costumbre y su vida y ese acto se convierten en un rito vacío? Hermanas y hermanos en este acontecimiento se hace palpable la misericordia de Jesús, que le permite conocer a esta mujer lo difícil que ha sido su vida; cuando se aborda el tema del matrimonio: “tienes razón en decir, - le dice ella al Señor-, no tengo marido”, el Señor le dice has tenido cinco y el de ahora, que sería el sexto, no es tu marido; a partir de esta realidad en la vida de la mujer y ante su admiración de las respuestas de Jesús, Él le manifiesta con claridad cuál es su identidad, yo soy el mesías, el que habla contigo, es decir el Salvador. Ante este texto evangélico proclamado en este tiempo de cuaresma, reconozcamos que muchas veces hemos querido calmar la sed de nuestra persona, tomando actitudes que no son las actitudes de Jesús, y que nuestro espíritu siempre estará inquieto, siempre estará insatisfecho hasta que pueda descubrir y beber del agua de la vida que únicamente la encontramos en el Señor. Pidámosle que nos permita conocerlo mejor, que descubramos su verdadera identidad como hijo de Dios, Mesías mi Salvador, pidámosle que crezcamos como sus discípulos forjando en nuestra persona una espiritualidad, un compromiso cristiano verdadero, que permita descubrir a Dios en los otros, y no tomar a los otros como objetos, que nos permia descubrir la presencia de Dios en situaciones y que nos dé a beber siempre el agua de la vida y recuerden: bebemos el agua de la vida cuando  nosotros nos encontramos y sabemos escuchar y meditar la palabra de Dios en la escritura;  bebemos el agua de la vida cuando somos personas de oración; bebemos el agua de la vida cuando reconocemos a Cristo en la Eucaristía y queremos seguirlo; bebemos el agua de la vida cuando trabajamos por la justicia y le decimos no, a todo aquello que se antepone a la verdad al amor y a la paz; bebemos el agua de la vida cuando somos creativos y tratamos de construir una civilización justa reconociendo que muchos hermanos y hermanas son excluidos. Hoy, ustedes, que recibirán el Sacramento de la Confirmación tienen la gran oportunidad de beber de esa agua viva, ya que este Sacramento produce lo que muchas veces se nos olvida a los cristianos: la gracia santificante, gracia que todos estamos llamados a vivir, unida a esta gracia van unidos los siete dones del Espíritu Santo, así ustedes se comprometen a ser santos, a actuar en la vida de acuerdo a la forma como actuó Jesús; a pensar en la vida como pensó Jesús, siendo justos y buenos, construyendo un mundo que viva verdaderamente de la paz de Dios. Que el Señor en esta cuaresma nos regale el don de saber quién es cada uno de nosotros y que debe de reconocer como aquello que le impide vivir como discípulo misionero de Él. Que así sea. 







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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del 2º domingo de cuaresma, 16 de marzo de 2014 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, en este segundo domingo de cuaresma la iglesia nos invita a fijar nuestra atención en el acontecimiento de la transfiguración del Señor, es importante reflexionar en ella por el profundo significado que tiene para nosotros sus discípulos: por un lado Jesús se da a conocer como el hijo de Dios; por otro lado, este acontecimiento tiene para nosotros un significado muy importante porque viene a recordar lo que somos cada uno de nosotros, a lo que estamos llamados, como es el predicar el evangelio como discípulos misioneros del Señor. Fíjense ustedes que tanto San Mateo, San Lucas como San Marcos, narran este acontecimiento en sus evangelios, de la transfiguración, pero claro, cada uno tiene distintas variantes, sin embargo este común denominador significa que este hecho formaba parte de la primera predicación de los discípulos, siendo así entonces un acontecimiento histórico en la vida del Señor. Para poder comprender mejor el significado de este acontecimiento es importante ubicarlo dentro del tiempo del evangelio, y los icónicos Mateo, Marcos y Lucas es importante conocer en qué momento lo ubican. En el evangelio de San Mateo hemos escuchado este domingo esta escena es precedida por el primer anuncio que Jesús hace a sus discípulos sobre su pasión muerte y resurrección; cuando el Señor les manifiesta que Él debía de ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día; ante tal anuncio hermanas y hermanos, los discípulos entran en una profunda desilusión ya que ellos pensaban en un triunfo espectacular de parte de Jesús sobre la situación sociopolítica y religiosa que vivían, y que vivía el pueblo, pero Dios en este acontecimiento les permite ver su gloria, ver la gloria del Hijo y escuchar su mensaje. Hermanas y hermanos este estado de ánimo de sus discípulos nos permite reflexionar sobre el acontecimiento de la transfiguración e interpretarlo como un hecho que les fortalecerá a ellos, quienes tendrán que afrontar con fe y esperanza la pasión, la muerte de Jesucristo, pero además es una confirmación de la identidad, de la misión del propio Jesús. Este acontecimiento que hemos oído de parte de Dios con estas palabras: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias…” en el encontramos un término muy importante y ahora para nuestros días: “escúchenlo”, estas palabras presentan para nosotros un gran reto, pues qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de los ruidos de nuestra existencia y sociedad; qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de las falsas búsquedas de felicidad, qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de tanta confusión, ahora también respecto a lo más íntimo de la persona, a lo que es el hombre y la mujer como Dios los creó; qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de una sociedad que busca el placer, que se sirve del mal y que ha cambiado los valores del Dios porque estos valores no les convienen a la sociedad; han quitado, la sociedad, los valores que Dios marcó desde el principio de la creación. Esta voz de Dios hermanas y hermanos, es un llamado a la fe, a la esperanza y a la caridad, es un llamado a la verdad, ya que la transfiguración es un anticipo de la gloria de Jesús y por lo tanto un anuncio de la realidad que nos espera, por eso aprendamos nosotros a escuchar la voz de Dios, que no nos quede duda, Dios se comunica por medio de su palabra, en su mensaje, se comunica también de otras formas pero por medio de su mensaje se dirige, en este mensaje no se dirigió sólo a sus apóstoles, se dirige también a nosotros así que debemos escucharlo y en silencio, el silencio es fundamental para crear el clima que favorezca el proceso de escuchar al Señor; que nos ayude a definir la actitud interior en la cual la persona se abre a la experiencia de escuchar la voz de Dios. Así hermanas y hermanos, la razón del silencio es la escucha de la voz de Dios; la búsqueda de encuentro con Dios, Dios se comunica en silencio, la comunicación de Dios exige silencio como condición; la comunicación de Dios produce silencio, como un efecto, pero si nosotros no tenemos silencio en nuestra persona, no tenemos silencio aquí en el corazón, no podemos escuchar la voz de Dios. La madre Teresa de Calcuta decía: “El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”; y el Señor ha dicho que hay una recompensa para quienes buscan la paz, seremos llamados hijos de Dios, yo personalmente pienso que no podemos nosotros tener como fruto el amor si no tenemos evidentemente en la base la oración y como resultado el servicio; por eso encontramos tantos problemas ahora en medio de nuestro mundo, por eso encontramos tantos problemas en medio de nuestra familia; cuando escuchamos este mensaje evangélico llama la atención en él estas palabras de San Pedro: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres haremos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Podemos pensar hermanas y hermanos que esta propuesta de San Pedro es una propuesta estupenda, magnífica, generosa; sin embargo encierra un problema, encierra una falsa concepción del seguimiento de Jesús, un discípulo evidentemente cuando ha terminado su carrera, su trabajo, desea estar con su maestro; pero primero tiene que terminar aquello que le ha encomendado el mismo maestro; ni los tres discípulos testigos de la transfiguración, ni nosotros como discípulos podemos cruzarnos de brazos queriendo vivir en una situación especial, por el contrario, tenemos que trabajar, tenemos que bajar del monte a la realidad y eso lo ha dicho el Papa Francisco en esta mañana; por dura que sea esta realidad, para asumir nuestras responsabilidades y construir el reino de Dios en medio de esta historia que nos ha tocado vivir, en la que somos protagonistas, en la que hay luces y sombras. La fe en Dios no puede vivirse como medio para escaparnos de la realidad, la fe en Dios debe ser una poderosa invitación para comprometernos con la transformación de las realidades terrenas que vivimos y proclamar la presencia del reino de Dios que denuncia todo aquello que no es bueno y que busca aniquilar el amor y la paz de Dios, que están presentes entre nosotros; las personas por tendencia natural buscamos instalarnos cuando hemos alcanzado un cierto nivel de satisfacción, así perdemos el impulso para emprender nuevas acciones, evitamos realizar estos concretos de solidaridad que nos causen una cierta incomodidad, buscamos la instalación, ésta hermanos es una tentación, y esta misma tentación de instalarnos la vivimos nosotros en la experiencia de nuestra vida, en la experiencia religiosa, como le sucedió a Pedro; construir chozas en lo alto de la montaña, consiste en sentirnos instalados, satisfechos con lo que estamos haciendo, creer que somos buenos, demasiado buenos, creen algunos que somos perfectos y que por lo tanto no necesitamos convertirnos, por lo tanto podemos vivir también esta cuaresma en calma, en paz, porque no hay nada de que tengamos que arrepentirnos. Hermanas y hermanos, los discípulos en este acontecimiento de la transfiguración vivieron una experiencia espiritual muy intensa que les ayudó a salir del desánimo en que se encontraban después de que Jesús les anunció su pasión. Si nosotros analizamos nuestra propia historia de vida, nuestra historia personal, en ella podremos identificar algunos momentos profundos en los cuales nos hemos sentido también y que bueno particularmente cerca de Dios, frente a Dios, y también hemos vivido esas transfiguraciones; quizás hemos sentido y vivido a Dios cerca y muy cerca de nosotros, quizás aquellos que tienen esposa, esposo e hijos han vivido su transfiguración en el encuentro con el esposo, con la esposa, con los hijos con los padres; quizás hemos vivido también este momento de la transfiguración en la oración, en el trabajo, en el encuentro con otros como con los vecinos, en nuestros grupos de vida de oración, quizás hemos tenido este encuentro con el Señor cuando salimos al campo y contemplamos la naturaleza; por estos momentos como Pedro, Santiago y Juan nosotros hemos sido fortalecidos, entonces procuremos contemplar con mayor fe estos momentos, para bajar del monte e ir a predicar a Cristo Jesús, para predicarlo donde quiera que nos encontremos, teniendo mucha fe en la resurrección, no solamente recordarla en esta cuaresma como el fin de este tiempo, sino actualizándola también en nuestra vida diaria, creando dentro de nosotros espacios de silencio y de compromiso con el otro para que podamos así escuchar y hacer viva la voz de Dios; recordemos que el amor de Dios en la transfiguración no sólo se dirigió a los apóstoles, la dirige también a nosotros, “escúchenlo”, hermanas y hermanos escuchemos entonces a Jesús cuando nos dice: ámense unos a otros, perdonen, cuando nos dice, arrepiéntanse, conviértanse, para que sus pecados sean perdonados, porque sólo así como el Señor mismo dice podremos vivir tiempos de paz, tiempos de consuelo, rechacemos la tentación hermanas y hermanos de aislarnos de la realidad, no evadamos nuestras responsabilidades; la construcción del reino de Dios pide nuestro compromiso aquí y ahora para ser discípulos misioneros ante un mundo que busca la paz, y que esta cuaresma nos sirva en nuestra vida para convertir nuestro corazón al Señor, siendo dóciles a su palabra y en la vivencia de Él y en los sacramentos. Que así sea. 




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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día 9 de marzo de 2014, primer domingo de cuaresma, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, el miércoles pasado hemos iniciado este tiempo de cuaresma, tiempo de gracia que el Señor nos permite vivir, para que arrepintiéndonos de nuestras faltas y buscando un cambio en nuestra conducta nos preparemos para celebrar el gran acontecimiento de la salvación: la muerte y la resurrección de Jesucristo el Señor. Al hablar de la cuaresma se hace necesariamente referencia al número cuarenta; este tiempo, cuarenta, este número tiene gran significado dentro de la Sagrada Escritura, si nosotros recordamos: fueron cuarenta años durante los cuales el pueblo de Israel caminó y peregrinó en el desierto, tiempo en que Yahvé formó a su pueblo para que se convirtieran en el pueblo de Dios; cuarenta fueron también los días de camino del Profeta Elías, para llegar al Monte Sinaí o Monte Horeb,  lugar donde Dios entregó a Moisés los diez mandamientos; como también son cuarenta los días que Jesús pasó en el desierto, antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el demonio y se preparó finalmente para su misión, de proclamar la presencia de Dios entre nosotros. Las lecturas de hoy, tienen un común denominador: el hacernos consientes de la presencia en este mundo de la tentación, experiencia hermanas y hermanos profundamente humana, y experiencia también vivida por Jesucristo el Señor. El relato del libro del Génesis que hemos escuchado es muy interesante, Dios es presentado como el creador, que después de crear todo lo necesario crea al hombre, para entregarle el paraíso terrenal; y el ser humano, el hombre, pierde este paraíso al caer precisamente en la tentación; eso es lo que nos quiere decir este libro del Génesis, no cabe duda que la gran tentación del ser humano, a lo largo de todos los tiempos ha sido el querer ser como Dios; ante la tentación de considerarse dueño, el ser humano, del mundo, dueño de la verdad, ante la tentación de sentirse superior ante la tentación de creer que no se necesita de nada ni de nadie, ni siquiera, algunos hermanos piensan que necesitan de Dios, no cabe duda que es el orgullo de la persona lo que nos conduce a romper los límites de lo que somos en realidad y es por eso que se presenta la tentación. El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que se retira a la soledad del desierto para prepararse para la gran misión de anunciar el reino de su Padre, y es en el desierto, lugar de soledad, lugar de profundo silencio, donde Jesús vive la experiencia humana de la tentación. El texto del evangelio de hoy nos permite hermanas y hermanos, vernos reflejados en Jesús; en este Jesús pobre, en este Jesús humilde que vive en cuanto hombre la experiencia humana de la tentación y se ve acorralado por los llamados insistentes del mal, del demonio que lo empuja precisamente a abandonar la fidelidad que vive al mandato de su padre celestial. Meditar sobre las tentaciones que vivió Jesús, es meditar sobre nuestra propia vida, y reconocer qué es para nosotros, verdaderamente importante, en nuestra existencia; analicemos las tentaciones: la primera tentación del diablo, propone a Jesús convertir la piedra en pan para saciar su hambre; esta tentación es el llamado a satisfacer todas las demandas del cuerpo humano, si nosotros vemos el mundo actual en que vivimos, es impresionante el culto al cuerpo, es impresionante el culto al placer; el cuerpo humano se ha convertido en un valor absoluto, al que hay que complacer si límites, eso es lo que nos dice nuestra sociedad, eso es lo que nos dicen muchos medios de comunicación; pero recordemos la respuesta de Jesús a esta tentación: “No sólo de pan vive el hombre sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”,  que palabras tan profundas que no pierden actualidad, incluso en esta sociedad consumista en la que vivimos, que nos presiona a explorar nuevas sensaciones y a disfrutar la vida sin medida; la persona si tiene hambre, claro que tiene hambre, pero tiene hambre de la verdad; la persona si tiene hambre pero tiene hambre de Dios; la persona actual si tiene hambre, pero tiene hambre de justicia; la persona tiene hambre, pero tiene hambre de paz. Esta respuesta de Jesús deja claro que la persona no se puede salvar por ella misma: No sólo de pan vive, sino también de la palabra que sale de Dios. La segunda tentación es muy importante, es el llamado para arrojarse de lo más alto del templo de Jerusalén, que le hace el mal a Jesús, esa invitación para que Jesús haga un milagro espectacular, es la tentación de querer manipular a Dios y poner la fe y la religión al servicio de intereses mundanos, pero, no es ese el camino de Dios, Jesús tiene muy claro que no es el poder del mundo el que salva al mundo, sino el poder de la cruz, el poder de la humildad, el poder del amor, el poder del perdón, el poder de Dios, lo que salva al mundo hermanas y hermanos, es la acción de Dios que es discreta, que no es espectacular; Jesús actúa en lo profundo de los corazones y rechaza el protagonismo, Jesús actúa así, en el silencio, invita a la persona al encuentro, al amor; por eso hay que tener mucha desconfianza de estas gentes que curan en público y convierten en público, por qué, porque ese no es trabajo espectacular que el Señor quiere; el Señor quiere que lo vivamos en extenso, que lo vivamos en la comunidad, que tengamos un encuentro verdaderamente con Él. La tercera tentación es desde mi punto de vista la más fuerte: el espíritu del mal invita a Jesús a abandonar el servicio exclusivo del Padre, en pocas palabras, a abandonar su misión, a abandonar su fidelidad al plan de Dios para adorarlo a él, y qué recibirá Jesús en recompensa le dice el mal, recibirá riqueza y recibirá poder; cuántos hombre y mujeres han caído hermanos y hermanas en esta tentación, cuántos hombre y mujeres han vendido sus conciencias y han traicionado los valores más sagrados que han conocido, pero no han amado. Si nosotros vemos el centro de las tres tentaciones que sufrió Jesús, es la propuesta de usar a Dios como un instrumento o medio para alanzar los propios intereses, pero no los intereses de Dios; es la propuesta para usar a Dios para la propia gloria y el propio éxito humano, por lo tanto de ponerse la persona en lugar de Dios, hacer un lado a Dios; yo pienso que ante estas reflexiones e iniciado este tiempo de cuaresma, cada uno debiéramos preguntarnos: ¿Qué lugar tiene Dios en mi vida?, ¿cuál es lugar que guarda en mi existencia? Hermanas y hermanos, los textos sobre la tentación que hemos escuchado, tanto en libro del Génesis como en el evangelio de Mateo nos muestran como hemos dicho que la tentación pertenece y no cabe duda a la condición humana y debemos de reconocer que no hay día en que no escuchemos la voz del mal, la voz de la tentación y que nuestra voluntad es débil, si reconocemos eso estamos dando el primer paso; Adán y Eva cayeron en la tentación, se dejaron seducir en su ilusión de querer y desear ser como Dios, Jesús permaneció fiel al designio de Dios, a su misión; San Pablo en los versículos de la carta a los romanos que hemos escuchado hace unos momentos, recuerda lo que sucedió con el primer Adán, que por su  delito, vino la muerte, y lo que sucedió con Jesucristo que por su entrega fiel y generosa al plan de su padre, gracias a esa entrega se nos ha dado la gracia, se nos ha dado la vida, se nos ha dado la salvación, se nos ha dado la paz; así es que hermanas y hermanos, convertirse, dejar un lado las tentaciones es una invitación que escucharemos muchas veces en cuaresma, significa seguir a Jesús, de forma que su palabra, su evangelio sean la guía concreta de nuestra vida, significa dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos constructores de nuestra existencia, significa reconocer que somos creaturas, que dependemos de Dios, de su amor y eso exige hermanas y hermanos trabajar nuestra elección de vida por la verdad, nuestra elección de vida por la palabra de Dios, por su reino, no se puede ser cristiano como simple consecuencia del hecho de haber nacido en una familia cristiana y de haber sido educado religiosamente en esa familia; un cristiano debe cada día renovar la elección de ser cristiano, es decir: dar a Dios el primer lugar frente a las tentaciones de una sociedad y de una cultura que busca negar continuamente a Dios. En la oración del Padre Nuestro, que espero la recemos todos los días, hacemos una petición: “No nos dejes caer en la tentación”; dice San Agustín, que nuestros pecados son los frutos del consentimiento de la tentación, pedimos a nuestro Padre que no nos deje caer en ella, le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues nos hallamos siempre en el combate, siempre ente el combate de la carne que pide placer, que pide realización propia y el combate del espíritu; esta petición cuando rezamos el Padre Nuestro hermanas y hermanos imploramos en ella la existencia en nuestra vida del Espíritu de Dios, del Espíritu de Dios del discernimiento, le pedimos a Dios: “No nos dejes caer en la tentación” para qué, para que podamos conocer  qué es lo bueno y qué es lo malo, el Espíritu nos hace discernir en la prueba necesaria para el crecimiento de nuestro interior y el Espíritu cuando le decimos ayúdame a conocer no me dejes caer en la tentación, el Espíritu nos hace ver que el pecado es la muerte. Yo nada más les quiero poner un ejemplo: cuántos matrimonios muchas veces llegan al fracaso completo por un momento de tentación y por un momento en esa tentación, de realización, desde la infidelidad, luego acaba el matrimonio, por un momento de tentación momento de placer, se acaba una vida de felicidad, una vida de amor. Pidámosle a Dios que no nos equivoquemos en nuestra vida, que al meditar en la experiencia vivida por Jesús en el desierto tengamos unos principios morales lo suficientemente sólidos para resistir a los falsos argumentos que nos incitan a mal y que nos empujan en la tentación; que al reflexionar sobre los textos que nos ha propuesto la iglesia en este primer domingo de cuaresma nosotros aprendamos hermanas y hermanos a superar las tentaciones; que encontremos en esta cuaresma el camino de la vida, de manera que salgamos en esta cuaresma fortalecidos en nuestras convicciones, fortalecidos en nuestra vida, en nuestras acciones y que toda nuestra vida y nuestra acción siempre esté iluminada por la palabra del buen Padre Dios. Que así sea.


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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 23 de febrero de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. 


Queridos hermanos y hermanas, saludo a cada uno de ustedes que se encuentran presentes celebrando el día del Señor; muy especialmente a aquellos que recibirán el Sacramento de la Confirmación, y a los miembros del Movimiento de la Renovación Carismática del Espíritu Santo, al festejar el cuadragésimo séptimo aniversario de su fundación. “Yo en cambio les digo, - dice el Señor - amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian”, la liturgia de la palabra de Dios que hemos escuchado; en particular la primera lectura y el evangelio nos invitan a los discípulos de Jesús a que busquemos la santidad en nuestra vida; pero una santidad que hay que buscarla no únicamente de pensamiento, sino además por medio de nuestro comportamiento, por medio de nuestras obras. Ya desde el antiguo testamento nos decía el libro del Levítico: “Sean santos porque Yo el Señor soy santo”, que inmenso desafío ahora para nuestros tiempos; y el evangelio que hemos escuchado nos dice: “han oído ustedes que se dice: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo, yo en cambio les digo, ama a tus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que les persiguen y  calumnian”. Hermanas y hermanos el reto que nos plantea la palabra de Dios es marcar la diferencia que nos exige el discipulado, o sea el seguimiento de Jesús, marcarla muy claramente de los que es la tendencia de  nuestra naturaleza humana, esta tendencia que desea vivir de acuerdo a la ley del talión: ojo por ojo, diente por diente; Jesús abre una nueva perspectiva, es cierto que el ojo por ojo y diente por diente era un modo de disminuir en la antigüedad la venganza personal o la represalia, pues no había leyes claras cada quien podía hacerse justicia por su propia mano. Por esta ley se intentaba que quien se tomara la justicia personalmente no se excediera llevado por su indignación ante el daño sufrido y causara un mal desproporcionado a aquella persona que lo había dañado, sin embargo Jesús considera que hay que desechar todo deseo de venganza o de justa compensación por el daño sufrido, de acuerdo a su enseñanza no hay que enfrentarse a quien nos perjudique, no hay que devolver mal por mal, aunque eso sea lo normal e incluso pudiéramos decir lo natural en nuestro mundo, en nuestra sociedad; Jesucristo por el contrario desea que actuemos no como hijos e hijas de este mundo, sino como hijos del Altísimo, es decir quiere que nos parezcamos más a nuestro buen Padre Dios. Los discípulos seguidores de Jesús, los que tratamos de escuchar y vivir su enseñanza no debemos entonces contentarnos con cumplir el mínimo que establecen las leyes y las normas, debemos de ir más allá, de manera que mostremos una diferencia en cuanto a nuestro modo de actuar, como parte de una familia, como ciudadanos distintos, y como miembros de esta iglesia; pero esto hermanas y hermanos, no es posible si nosotros no vivimos la dimensión de la fe; si nosotros no vivimos con nuestro corazón abierto a la acción del Espíritu Santo y esto no es posible si nosotros siempre tenemos como norma suprema, la norma de este mundo: ojo por ojo y diente por diente; el Señor ha dicho: han oído ustedes que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian”. Hermanas y hermanos, estas palabras de Jesús no nos gustan; estas palabras de Jesús nos ponen de malas; estas palabras de Jesús nos ponen nerviosos, pues toca sensibilidades más íntimas de nuestro propio ser; tenemos que reconocer que en nuestro interior, en el corazón es de donde nacen innumerables resentimientos; quisiera poner un ejemplo: cuántas parejas que se separaron y que se causaron heridas, y tienen que perdonar; cuántos hermanos que se distanciaron por una herencia y que llegan a romper la paz de la familia y tienen que perdonar; cuántas veces amigos de muchos años, terminan odiándose y tienen que perdonar; cuántas veces personas que han dañado por el robo, por haber negociado con la propia vida ante el secuestro, por haber intoxicado a los hijos y el Señor nos dice: hay que perdonar; qué difícil, porque el Señor nos pide perdonar hasta que nos duela, por eso hermanas y hermanos quien perdona no se está dejando guiar por los principios de este mundo; quien perdona se está dejando guiar por los principios del evangelio, por los principios del Señor y perdonar entonces no es algo humano, perdonar, es algo divino; y cómo cuesta, estas heridas no se curan automáticamente como resultado de un acto de voluntad, debemos de buscar el perdón y la reconciliación que no provienen como les decía yo, del sentimiento humano, sino del sentimiento de Dios; el perdón y la reconciliación son frutos de la presencia de la gracia de Dios en nuestra vida y entonces una persona que no conoce a Dios; una persona que no vive de acuerdo a los principios de Dios; una persona que únicamente es cristiana o católica de pensamiento, no puede perdonar; por qué, porque no conoce el camino de la gracia del Señor; el perdón y la reconciliación son prioritarios en nuestra vida cristiana; son prioritarios ahora en nuestra sociedad que está viviendo tiempos de mucha violencia y tenemos que comprometernos con el perdón y la paz, con la reconciliación para poder reconstruir el tejido social en el amor; nuestra esperanza tiene que estar puesta en el futuro, una cosa es la legitima aspiración a que se haga justicia y otra cosa muy diferente es el deseo de venganza; son dos campos completamente distintos. Como nos enseña la iglesia el creyente, mediante el bautismo es un ser sagrado, queda constituido en hijo de Dios y como tal ha de comportarse, lo dice expresamente Jesús y hoy lo hemos escuchado: “Sean perfectos, sean santos, como mi Padre Celestial”, si nosotros buscamos en el evangelio de San Lucas el texto que hemos leído hoy, San Lucas presenta algo más, presenta la misericordia, y dice que el Señor ha dicho: “Ser misericordiosos como su Padre Celestial es misericordioso”. Esa es una aclaración muy provechosa ya que es hermanas y hermanos la misericordia donde está el aspecto divino que podemos imitar, pero para eso hay que quitar de nosotros hay que extirpar de nuestra persona, de nuestro corazón, de nuestro sentimiento cualquier tendencia que nos incline al odio al rencor, a la venganza, y hay que fomentar el deseo del perdón, hay que fomentar el deseo de la paz, hay que fomentar el deseo de la ayuda al prójimo; en cuanto podamos, no sólo en el plan moral sino llevarlo al plano material, hay que aprender a ponerse en el lugar del prójimo, de ese que está junto a nosotros, hay que amar al otro como uno mismo se ama, hay que amar hermanas y hermanos hasta que duela. Creo que aquellos matrimonios que tienen problemas, que han vivido experiencias muy duras comprenden, comprenden estas palabras; aquella madre de familia que los hijos se han olvidado de ella y que vive en la ancianidad comprende estas palabras, aquel hermano que ha sido privado de su libertad y que tiene que perdonar a aquellos que le han hecho daño comprende estas palabras, que difícil es, pero es lo que el Señor nos pide. Hermanas y hermanos esa llamada a la santidad contrasta con el estar sometidos a nuestra condición de seres humanos, imperfetos, y limitados; cuando comenzamos la Eucaristía, la Santa Misa, lo hacemos reconociéndonos necesitados de Dios por ser pecadores, pero Dios sabe bien de nuestra fragilidad, de nuestra naturaleza porque se ha encarnado, ha sido uno de nosotros y nos sigue llamando, y convocando a la santidad a ser perfectos, a vivir el perdón, a vivir el amor como Él lo vivió; porque sólo el amor vivido así, al estilo de Jesús hará posible nuestra santidad. Nunca olvidemos que Dios nos ama tanto que siempre está con nosotros; nunca olvidemos que el Espíritu Santo fuente del amor entre el Padre y el Hijo nos infunde la fuerza necesaria, por medio de sus dones para poder perdonar, para poder amar; nunca olvidemos que el Señor quiere caminar con nosotros, quiere cicatrizar nuestras heridas, quiere el Señor, que seamos santos. Hoy que ustedes van a recibir el sacramento de la confirmación y van a ser confirmados en el Espíritu de Dios pídanle al Señor, que nunca se dejen guiar por la venganza, que sean ustedes constructores de este mundo de reconciliación, de este mundo de amor, de

este mundo de paz, como el Señor quiere. Que así sea. 







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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc,  en la Celebración Eucarística que presidió del domingo 8 de diciembre de 2013 en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Doy en esta mañana la bienvenida y agradezco la presencia de mi hermano el Señor Obispo Salvador, obispo de aquí de Huejutla quien está pasando unos días con nosotros, que el Señor le bendiga y le conserve siempre su salud.
Estimados Hermanos y hermanas, nos encontramos en el segundo domingo del tiempo de Adviento, este tiempo que vive la iglesia de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Jesús, nosotros los cristianos consideramos el adviento como un tiempo de oración y de reflexión caracterizado por la espera vigilante de arrepentimiento, de perdón, pero también tiempo de alegría, como cada año durante este tiempo de adviento se ha colocado la corona que está aquí a mi derecha, con cuatro velas que nos recuerdan la preparación que debe de realizar cada cristiano como discípulo de Jesús, preparación en cada una de las semanas para estar listos a la fiesta de navidad. La liturgia de la palabra de este segundo domingo de adviento, destaca dos personajes: el profeta Isaías y Juan Bautista, cada uno de ellos nos proporcionan procesos o sea ejemplos de vida, para prepararnos a la venida del Señor; por su lado el profeta Isaías describe al Mesías, descendiente de la casa de David con estas palabras que hemos escuchado: “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, Espíritu de Sabiduría e Inteligencia, Espíritu de Consejo y Fortaleza, Espíritu de Piedad y de Temor de Dios”. Así hermanas y hermanos el profeta anunció al salvador de Israel y los rasgos constitutivos del reino que venía a instaurar: reino de justicia, reino de amor, reino de paz; quizás a muchas personas estas palabras del profeta ahora no les dice nada, pero con ellas, quien conoce la palabra de Dios se da cuenta que el profeta traza el perfil del Mesías, quien vendrá de Dios, siendo sabio, justo, bueno, santo, siempre dispuesto a acoger al pobre y al necesitado, pero, ¿qué nos quiere decir el profeta Isaías?, me pregunto, a los hombres y mujeres de este tiempo, de este siglo XXI, al releer este mensaje no cabe duda que es un llamado a profundizar la vida cristiana, superando el poco compromiso y muchas veces la ignorancia que tenemos de ella, desgraciadamente pensamos que terminando ya, y recibiendo el Sacramento de la Confirmación y la Comunión, ya no tenemos nada que hacer, cuando apenas hermanas y hermanos sabemos, voy a poner el ejemplo, el abecedario para empezar a leer para empezare a caminar en la ciencia del Señor, debemos de vivir una fe comprometida para construir una verdadera comunidad, una comunidad incluyente, donde todos podamos vivir, trabajar y pasar después dejando este mundo en paz, de ahí la importancia de no desanimarse por los obstáculos que a veces encontramos en el difícil camino de vivir una fe comprometida, obstáculos a veces muy duros, enfermedades, a veces infidelidades, a veces desesperación; pero no podemos nosotros dejar que el desánimo nos lleve por estos obstáculos. Estoy convencido que vivir con una fe comprometida es la única forma para que se hagan realidad en un futuro, no muy lejano, las hermosas metáforas del profeta Isaías: “habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pasearán juntos”, que difícil ahora ante la realidad de nuestra sociedad poder vivir en paz, nosotros los seres humanos esforcémonos entonces por desterrar toda injusticia, todo pecado y toda forma de revancha dando oportunidad en la vida a vivir la paz en el Señor. Por otro lado, hermanas y hermanos en el evangelio, San Mateo transmite el llamado de Juan Bautista y con una sola palabra sintetiza el mensaje de su predicación, la palabra “conversión”, que no es más que favorecer un camino interno pero también externo en la vida, un cambio de mentalidad, un cambio de actitudes, un cambio de nuestra forma de ser, un redireccionar la existencia hacia el servicio de Dios y del prójimo, de los hermanos y hermanas, pero, la condición esencial para este cambio es reconciliarse ante Dios y ante los demás como personas pecadoras, reconocerse y llenarse y personas al ser pecadoras llenas de limitaciones. La conversión hermanas y hermanos es un proceso que abarca toda la existencia de la persona, nunca estaremos suficientemente convertidos, porque ante la conversión no se puede decir: hasta aquí llegué, o bien decir: ya  hice todo lo que tenía que hacer ya no tengo nada por qué convertirme, gran error quien piensa así, es una persona que quizás sabe de la existencia de Jesús, pero es una persona que no se ha encontrado en su corazón con Jesús. Comprender el mensaje de Juan Bautista es comprender el proceso de conversión, él exhortaba a sus oyentes a que cambiaran la manera de vida, de juzgar y de actuar para que se abrieran a aceptar el reino de Dios, que estaba cerca y que muy pronto conocerían. Pero por qué era creíble, me pregunto, el mensaje de Juan Bautista, hermanas y hermanos, este mensaje era creíble porque quienes lo escuchaban percibían la total coherencia entre lo que decía y la forma como vivía; y aquí tenemos una gran pregunta para nosotros: ¿nosotros creyentes discípulos de Jesús, personas de fe, somos coherentes con nuestra fe y como vivimos o hay un divorcio  y una división?, esta coherencia de Juan Bautista debería ser imitada por todo cristiano, de nada servirán nuestras enseñanzas a nuestros hijos sobre los valores, la vida, la moral, la libertad, el trabajo; si no refrendamos lo que decimos con la forma como vivimos, los no creyentes, los alejados tienen una mirada fija e inmediatamente captan quien es auténticamente cristiano y quien dice cosas por decir pero que no vive su fe y que no actúa en consecuencia. Juan bautizaba a quienes aceptaban su llamado a la conversión, y recibir el bautismo de Juan, era la expresión pública del compromiso adquirido, es decir: era una forma de hacer visible a los ojos de la comunidad el deseo de cambiar de vida, Juan Bautista así nos da una lección, una lección de superación, una lección de compromiso, una lección de conversión al Señor. Hermanas y hermanos, dejemos atrás la mediocridad, ya que siempre es posible mejorar; Juan Bautista nos da una lección de autenticidad, al dar testimonio en su vida diaria de vivir lo que predicaba a los demás; Juan Bautista nos da una lección de austeridad, a quienes vivimos en medio de esta sociedad de consumo; Juan Bautista nos da una lección de discreción, al rechazar todo posible protagonismo en su misión, en su vida. Ahora su Santidad Francisco nos comparte acerca de la relación de fe y conversión, y nos dice: “La fe en cuanto asociada a la conversión es lo apuesto a la idolatría – muchos de nosotros hablamos del dios del dinero, del dios de la violencia, del dios de la mentira, el dios del vicio. – Continúa el papa: es separación de los ídolos para volver al Dios vivo mediante un encuentro personal, creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia, la fe, - dice el papa -  consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una  otra vez por la llamada de Dios, he aquí la paradoja, del continuo volverse al Señor el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos” termina la cita del Santo Padre. Hermanas y hermanos, pidámosle al Señor y a Santa María nuestra Madre nos ayuden a acoger la gracia que lleva a la conversión, para así prepararnos convenientemente a celebrar un aniversario más del nacimiento de nuestro Salvador, el nacimiento de Jesús. Que así sea.


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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 24 de noviembre de 2013, a las 11:00 hrs. en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, en este año la solemnidad de Cristo Rey del Universo, con la que terminamos el año litúrgico se enriquece con la clausura del año de la fe, que ha proclamado el Papa Benedicto XVI, y que ahora clausura el Papa Francisco. Ese año que se ha proclamado para conmemorar el cincuenta aniversario de la celebración del Concilio Vaticano II que Dios permitió tuviéramos la iglesia para reflexionar acerca del mandato del Señor de predicar su palabra en todo el mundo, a través de las eucaristías dominicales, en este año fuimos celebrando los misterios de la vida de Cristo, hoy celebramos su exaltación como Señor del universo, que sirve de cierra a este tiempo a este año de la fe, camino donde hemos buscado abrir la puerta que conduce a tener un encuentro profundo con Jesús, la puerta de la fe, su Santidad Benedicto XVI, al conmemorar a la iglesia y al invitarla y convocarla para ese año de la fe nos ha invitado a reflexionar sobre el compromiso que adquirimos el día de nuestro bautismo, de seguir al Señor Jesús; ha sido un año de mirar nuestra experiencia personal en relación a aquello que profesamos especialmente cada domingo en la celebración de la Santa Misa: “Creo en un solo Dios” ha sido un tiempo de fortalecer todo aquello que nos une como iglesia y un tiempo de enriquecer el fundamento de nuestra vida, de nuestra vida cristiana que es la fe. Las lecturas de este domingo que se han proclamado, tienen especialmente la segunda lectura y la tercera, tienen a Cristo como centro quien es Rey del Universo, la segunda lectura tomada de la carta a los Colosenses, hemos escuchado como el Señor Jesús es el primero de toda la creación, por medio de Él fueron creadas todas las cosas, Él es el principio, se le ha dado la plenitud, es el Señor del amor, de la reconciliación y entonces la persona de fe que quiera ser discípulo del Señor Jesús, debe de tenerlo a Él como centro de su vida, de sus pensamientos, de sus palabras, de sus obras; así también lo ha recordado el papa Francisco en su homilía de esta mañana, en la Plaza de San Pedro, en Roma, y ha dicho que perder ese centro, o sea perder a Jesucristo, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solamente provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo. Hermanas y hermanos, aquí mismo en nuestra tierra, toda aquella persona que ha perdido a Jesucristo como centro de su existencia, ha hecho mal y ahora vemos tantos problemas en nuestra sociedad. Cuando renovamos nuestras promesas bautismales, renovamos el compromiso de vivir en la fe, una fe que nos mueve a decirnos que debemos estar con el Señor Jesús, vivir con Él y para Él, una fe que expresa un acto de libertad y que exige también la responsabilidad social de lo que se cree trabajando por la justicia y la paz; por lo tanto al celebrar la fe, celebramos la iluminación, celebramos la realidad actual de la luz de Dios entre nosotros, que quiere que todo el género humano; hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. La vida de toda persona se encuentra enmarcada por el acontecimiento salvífico de Dios, hace, este acontecimiento que la persona entonces tenga como centro al Señor Jesús, es en esta perspectiva donde nosotros tenemos la oportunidad de manifestar una respuesta firme que nos ayude a comprender lo que Dios quiere para nosotros y que se alimente diariamente nuestra comunión con Dios y su designio de amor. Hermanas y hermanos, entre Dios y cada persona existe un dialogo cuya iniciativa procede de Dios mismo al revelarnos su plan de salvación, a ello la respuesta de cada persona viene a ser la fe, la cual es la primera de las virtudes teologales, sin fe no tenemos esperanza y sin esperanza y sin fe, no podemos vivir la caridad, por eso estas tres virtudes disponen a los cristianos a vivir en relación con Dios; con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y a sentir a este Dios como nuestro prójimo en cada persona que nos encontramos, esta relación propone en la vida de todo cristiano un abandono total en las manos de la providencia divina, siendo consientes de que la fe no es algo que se gane o se pierda sino que la fe es un don de Dios que debemos cuidar, que debemos acrecentar y que nos permite caminar en una dimensión de certeza total ante aquello que se nos ha revelado viviendo en la esperanza. Hoy culminamos el año de la fe con la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, es una celebración que bien sabemos cierra el año litúrgico, pero tomemos conciencia que en cada celebración tenemos la oportunidad de hacer viva nuestra fe como miembros de la iglesia cuya cabeza es el Señor Jesús, el Rey del Universo; tenemos la oportunidad de renovar nuestra fe en la iglesia, que confía y ora a su Señor, como discípula, como misionera; la iglesia está viva, la iglesia está activa, la iglesia que debe siempre y está presente entre los que sufren: los pobres, los desprotegidos, los despreciados, los explotados, los marginados; la iglesia es misionera, que camina entre las grandes dificultades de una realidad muchas veces injusta, de una realidad que busca acabar con Dios, que está en contra, muchas veces, de su mismo plan, que ensombrece nuestra inteligencia esta realidad, pero que con la fortaleza dada por el Espíritu Santo se esfuerza en vivir aquello que se le ha confiado porque la iglesia somos nosotros y la iglesia hermanas y hermanos es depositaria de la fe. Nos dice el Papa Francisco en su Encíclica Lumen Fidei: Es urgente recuperar el carácter luminoso de la fe pues cuando su llama se apaga todas las otras luces se acaban, se consumen, y es que la característica propia dela luz de la fe es la capacidad de iluminar la existencia humana, porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir en definitiva de Dios; la fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos nosotros apoyar para estar seguros y así poder ir construyendo nuestra vida, transformados por este amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que de Él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro, la fe que recibimos de Dios como don sobrenatural se presenta como luz en el sendero que orienta nuestro camino en el tiempo; así ha hablado el Papa Francisco. Hermanas y hermanos, al conocer y estudiar el magisterio cuya enseñanza nos propone el catecismo de la iglesia y los documentos del Concilio Vaticano II y demás documentos, logramos comprender, que no podemos separar nuestra vida de fe de lo que el mundo necesita hoy; especialmente del testimonio creíble de los que iluminados en la mente y en el corazón con la palabra del Señor y alimentados con su Cuerpo Eucarístico o sea por la Eucaristía son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa vida que no tiene fin. Este tiempo de gracia del año de la fe termina, pero continúa para cada cristiano el compromiso de responder diariamente al Señor Jesús, que nos invita a ser sus discípulos misioneros que envía al mundo para anunciar el evangelio y a dar testimonio con la vida diaria de la fe, que bendición para aquellos de ustedes que hoy en esta celebración reciben el Sacramento de la Confirmación, que los capacita como discípulos misioneros del Señor, y que alegría también para ustedes jóvenes seminaristas de nuestra diócesis que serán admitidos para que en un futuro no lejano puedan recibir el Sacramento de la Ordenación Sacerdotal; ya que han escuchado ustedes de una forma muy especial el llamado del Señor Jesús, para consagrar su vida solamente a Él. Hermanas y hermanos no quisiera terminar esta reflexión, sin antes agradecer desde aquí al Papa Francisco que el día de hoy ha regalado a la iglesia la exhortación apostólica Postsinodal Evangelii Gaudium “La alegría del evangelio” que es el documento final de los trabajos de la asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización a la que todos estamos llamados, que se realizó en octubre del año dos mil doce. Que la Siempre Virgen María de Guadalupe, madre del verdadero Dios por quien se vive, sea para nosotros ese testimonio fiel de fe y que ella nos tome de la mano en el seguimiento del Señor, para vivir con certeza y esperanza lo que creemos y profesamos. Que así sea.









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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 27 de octubre de 2013, en la Celebración Eucarística que presidió, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.


Queridos hermanos y hermanas, en este domingo Jesús por medio de una parábola nos muestra dos actitudes que las personas tienen al acercarse a Dios en oración, presenta a dos hombres que fueron a orar al templo de Jerusalén como hemos escuchado, uno de ellos fariseo y el otro publicano, evidentemente que cada uno de ellos tiene su propia forma de ser es decir; su propia personalidad, que se encuentra formada por valores, actitudes, formas de pensar, formas de relacionarse con los otros y evidentemente también la forma de relacionarse con Dios; así la vida del fariseo no era la forma de vivir, ni la vida que llevaba el publicano, Jesús entonces tomando como ejemplo la forma de ser de cada uno de estos personajes desea entregarnos su mensaje, hay que recordar que los fariseos en aquellos tiempos constituían un grupo minoritario dentro del pueblo de Israel, dice la historia, a pesar de su reducido número  ejercían un poderoso influjo dentro de la comunidad, ellos atribuían la desgracia del pueblo de Israel que venían viviendo, en particular aquella desgracia fuerte de la experiencia del exilio de Babilonia, cuando fue expulsado el pueblo, al hecho de que la comunidad no guardaba la ley de Moisés, así es que la mentalidad mesaica era cumplir la ley como una obligación de los individuos y no únicamente de los individuos sino también de la comunidad por lo tanto de la propia nación judía; los fariseos entonces enseñaban el cumplimiento escrupuloso de todas las leyes pero esto llevaba a reducir la religión a las normas, pero se olvidaron de algo muy importante, se olvidaron de relacionarse con Dios; con Dios en amor, con Dios en confianza. Jesús tuvo enfrentamientos que nosotros leemos en la escritura, nuevo testamento, los evangelios, tuvo enfrentamientos muy duros con los fariseos y les habló muy fuerte, les dijo hipócritas, porque ellos pretendían mostrar una vida que no llevaban, una vida que no vivían y aparentaban una santidad ante los demás, santidad de la que ellos mismos carecían, diríamos en nuestro lenguaje actual ellos llevaban una doble vida, los publicanos en cambio eran considerados como lo peor de la sociedad, eran los traidores del pueblo, por qué?, porque ellos habían pactado con los romanos pues eran los encargados de cobrar los impuestos de los imperialistas de Roma, era el imperio dominador, así es que el ejercicio de este oficio hermanas y hermanos de recaudadores de impuestos era un oficio que los convertía en funcionarios pero no en funcionarios rectos sino que eran partícipes de la corrupción, eran partícipes de los malos manejos. Jesús analiza las actitudes de oración de estos dos personajes que se encontraban, como lo podemos ver en los extremos de una misma sociedad en aquel tiempo; si nos fijamos en la forma de orara del fariseo, él, el fariseo se consideraba salvado, por el cumplimiento escrupuloso de la ley que vivía, pero, frío en los mandamientos de Dios, por eso afirmó Jesús que el fariseo oraba así en su interior: Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, y pone los adjetivos: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Hermanas y hermanos, dentro de la sociedad, de nuestra sociedad, dentro de la iglesia siguen presentes personas que se consideran superiores, siguen presentes personas que se creen modelos, que deben de ser imitados y además se constituyen huestes de los demás, entre estas clases de personas es frecuente escuchar juicios muy cercanos a los expresados por el fariseo, ustedes pueden analizar su propia vida, su relación familiar quizás han oído en algún problema de la familia que alguien de la familia toma estos adjetivos, yo no soy injusto, yo no soy ladrón, yo no soy adultero como mi hermano mi hermana, por ejemplo, estas personas regularmente no están cerca de Dios, no acuden a la búsqueda de Dios, si analizamos la vida de esta gente reducen el sacramento de la reconciliación, por ejemplo, con Dios porque creen que no necesitan del perdón de Dios comunicado a través de la iglesia por medio de sus sacerdotes, de sus ministros, no encuentran de que confesarse, en el fondo siguen repitiendo las palabras del fariseo: no soy como los demás hombres, ladrones, injustos y adúlteros; la experiencia que tengo como sacerdote después de treinta años desgraciadamente me he encontrado con personas así, que tienen años y años de no acercarse a buscar el perdón de Dios y no encuentran falta en su vida. Hermanas y hermanos esa es la oración del hombre perfecto sin pecado que no necesita de nada o de nadie ni siquiera parece necesitar de Dios porque su comportamiento le garantiza la salvación, al ser una persona justa podemos pensar que su oración es sincera, pero le está diciendo a Dios en pocas palabras que él está seguro de sí mismo y por lo tanto la salvación no la busca en Dios sino en si mismo; yo diría que con su oración le dice a Dios que él, esta persona que se siente salvada ya hizo lo necesario para obtener la salvación, para llegar al reino de Dios y que si no llega al reino de Dios esta persona con su actitud prácticamente le reprocha a Dios que sea justo porque él ya hizo lo que tenía que hacer y que si no llega es por la injusticia del mismo Dios. Parece ser que en el mundo quizás puede haber personas que no piensen así, pero, desgraciadamente las hay. Ahora analicemos la forma de orar del publicano quien se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, lo único que decía y que hacía era golpearse el pecho diciendo: Dios mio, apiádate de mí porque soy un pecador, hermanas y hermanos la diferencia de esta oración, está en que se reconoce, el publicano como pecador, necesitado de Dios, no le pasa por la mente establecer comparaciones, esta es una oración auténtica en la que no trata de proyectar la imagen favorable de si mismo ya que él sabe y sabe muy bien que Dios lo conoce, que lo conoce mejor de lo que él mismo se conoce y ese reconocimiento le abre la puerta a la gracia, a la gracia de Dios, al encuentro con el Señor; y de ahí, de la gracia, del encuentro con el Señor de sabernos necesitados de Dios de ahí viene la salvación. Es interesante la forma como termina la parábola de este día, del fariseo y del publicano que oran en el templo, dijo Jesús que el fariseo con esa actitud orgullosa poco humilde no fue escuchado por Dios; por el contrario el publicano que reconocía sus debilidades regresó justificado a su casa y aceptado por Dios; esto hermanas y hermanos nos conduce para comprender mejor cómo el sacramento de la reconciliación que nos acerca a Dios es uno de los actos que debemos nosotros de vivir para poder obtener el perdón de Dios, por nuestros pecados, es uno de los actos cuando pedimos perdón, donde reconocemos que somos humildes, que tenemos un sincero arrepentimiento por haber faltado a Dios y al prójimo implorando con este acto la misericordia y el perdón de Dios, ante esta enseñanza del Señor, debemos de ser consientes que el ser discípulos de Jesús no puede reducirse a tensión, no puede reducirse a no robar, no matar, no ser infieles; no podemos cumplir lo mínimo, debemos cumplir lo máximo como discípulos que tenemos que ir más allá; no podemos permitir que nuestra vida se reduzca a únicamente evitar acciones escandalosas, no, nuestro comportamiento debe inspirar el deseo de vivir con Dios, el dese de crecer con Dios, el deseo de servir al prójimo con Dios, siempre será posible entregarse más a los demás, perdonar con mayor generosidad, poner más atención en cuanto a las exigencias de la justicia de nuestra propia vida. Reconozcamos hermanas y hermanos que no podemos ser personas de bien si Dios no nos ayuda, y que la salvación no es algo que podamos alcanzar por los propios méritos sino por la gracia del mismo Dios, comprendamos que los discípulos de Jesús, y nosotros somos sus discípulos, tenemos la gracia del Espíritu Santo que nos mueve a decir: si Señor te sigo, un si condicionado al amor de Dios que nos llama a participar de su gracia viviéndola en la unidad y recordar siempre estas palabras: todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido; que el Señor nos preste oídos para poder escuchar con nuestro corazón estas palabras. Que así sea.









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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 20 de octubre de 2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, la iglesia en este día y en la perspectiva de este año de la fe se encuentra celebrando el domingo mundial de las misiones como les mencionaba yo hace un momento que actualiza el mandato del Señor que acabamos de escuchar: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda creatura”.  Si ponemos atención a este mandato del Señor Jesús, en él se encuentra un proceso en el que cada bautizado tiene el compromiso de proclamar el reino de Dios, proceso hermanas y hermanos que inicia cuando el discípulo conociendo su fe y comprometiéndose con ella, pues nadie puede comprometerse con algo que no conoce, es consiente que la vivencia de la misma, debe de marcar el sendero, marcar el camino de su existencia que al estar el discípulo convencido del Señor pueda hermanas y hermanos proclamarlo como su testigo, ¿proclamarlo en dónde?, proclamarlo en la casa, proclamarlo en el trabajo, proclamarlo entre los amigos; proclamarlo como persona que ha sido también enviada porque esta convencida del Señor. El Papa Francisco nos recordaba en estos días que la fe es un don precioso de Dios; que palabras tas fuertes del Papa, el cual abre, ese don, nuestra mente, para qué, para ayudarnos a conocer y amar a Dios, porque Dios quiere relacionarse con nosotros, para qué, para hacernos participes de su misma vida y hacer, hermanas y hermanos que la nuestra, entonces, nuestra vida, no este vacía en la desesperación, no esté vacía en los problemas que vivimos, sino que esté llena también de significado; que sea una vida buena, que sea una vida bella, porque Dios nos ama, y el papa, vuelvo a tomar sus palabras, dice: la fe, necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, y la respuesta personal pienso yo hermanas y hermanos nos debe llevar a la decisión de qué, de acoger esa fe y cuando acogemos la fe en Dios entonces aparece la confianza en Dios, en su amor y cuando se da este proceso entonces nosotros con agradecimiento queremos que esta fe que es viva que es la fe que nosotros tenemos, otros la puedan vivir y puedan participar de ella; y ahí es donde aparece precisamente la misión de la iglesia, así todos los miembros de la comunidad diocesana, como nuestra Diócesis de Ecatepec, de la comunidades parroquiales, todos los bautizados somos responsables de la evangelización, de proclamar esta fe a todo hombre y mujer, evidentemente el Espíritu Santo que actúa en Jesucristo es también enviado a nosotros miembros de la comunidad porque su acción no se limita al ámbito individual sino que abre siempre a las comunidades, para qué, para que puedan anunciar la buena nueva de Jesucristo, y ¿cuál es la buena nueva de Jesucristo?, vivir en un mundo de perdón, vivir en un mundo de justicia, vivir en un mundo de paz. Hermanas y hermanos esta tarea de proclamar la presencia del reino de Dios se realiza por la actividad de la iglesia que somos todos llamada misión, así la iglesia no tiene una misión propia, la misión de la iglesia se encuentra profundamente vinculada a la misión de Dios, al encargo de Dios, por eso la misión es misión de Dios; no es misión de la iglesia, es misión de Dios, y nosotros participamos como iglesia de esa misión de Dios, esta única misión que la iglesia tiene encomendada por parte de Dios se debe de ejercer siempre, y se ejerce en dos direcciones: una hacia adentro de la misma iglesia, hacia adentro, porque se llama la misión ad intra y la otra hacia afuera en el mundo que no conoce a Cristo, ad extra, hacia afuera. El padre Marco Antonio que ha venido a visitarme, él está como les decía yo tiene mas de cuarenta años allá en Japón, llega en un momento de la posguerra donde el pueblo ha perdido la fe en sus propias tradiciones en el budismo en el sintoísmo, religiones propias de Japón, pero, nosotros como mexicanos desde muestra pobreza queremos participar      y por eso nos unimos en dar Misioneros de Guadalupe y aquí tenemos un ejemplo con el Padre Marco Antonio Martínez. Le damos gracias Padre que después de tantos años siga por allá predicando evangelización. Hermanos y hermanas la misión dentro de la iglesia siempre es y será necesaria para que la iglesia pueda ser y manifestarse como sacramento universal de salvación, porque en definitiva es lo que nosotros estamos buscando, la salvación, la vida eterna; para que pueda estar en el mundo la iglesia como lo que es: una comunidad viva, no una comunidad muerta, una comunidad viva, que brota y se desarrolla por el mismo Dios, con la fuerza del Espíritu Santo y que busca que nosotros como iglesia estemos unidos profundamente a Cristo el Señor, esta misión hacia el interior de la comunidad cristiana se desarrolla por medio del trabajo pastoral cuando se ejerce entre nosotros los practicantes, a mi me da mucho gusto como ahora estamos en este año de la fe intensificando el trabajo de la misión, como estamos yendo a la misión casa por casa tocando, anunciando a Cristo, porque esa es la misión de la iglesia y también por los alejados, porque aquí tenemos alejados, ustedes entonces hermanos y hermanas también están llamados a participar en la acción pastoral de la misión de la iglesia: primero con el testimonio de  su vida, que si llevamos una vida no cristiana, una vida de odio, de venganza; no damos testimonio de la fe en Cristo y en segundo lugar con acciones en el campo de la evangelización como es la oración las obras de caridad, la vida social, estar entrando a la vida económica, a la vida política a la vida cultural defendiendo los valores del evangelio como es el valor a la vida como ha reflejado con los obispos de América Latina con respecto a esta actividad de la misión hacia adentro de la misma iglesia, nos dice: nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales con el Señor para que la fe cristiana arraigue profundamente en el corazón de las personas y se pueda vivir esta fe cristiana como un acontecimiento fundante, un acontecimiento de encuentro con Cristo vivo, porque Cristo hermanas y hermanos se manifiesta siempre como novedad de vida y de misión, en todas las dimensiones inclusive la dimensión social esto requiere entonces que nuestra identidad católica, nuestra evangelización sea muy misionera, esto requiere de nosotros mantengamos un diálogo profundo con Cristo y con los demás; de lo contrario hermanas y hermanos, este rico tesoro que nosotros tenemos de la fe, este patrimonio valioso de fe en Dios amor está corriendo el riesgo de diluirse de manera creciente en nuestra población. Ahora podemos ver y notar como tanta gente ya no vive la fe, hoy se plantea elegir entre caminos de vida que son caminos de fe o caminos que conducen a la muerte, caminos de muerte son los que llevan precisamente a terminar, a dilapidar los bienes recibidos de Dios a través de la fe son caminos hermanas y hermanos que en nuestra vida nos llevan a vivir una cultura sin Dios, una cultura sin mandamientos, una cultura incluso en contra de Dios, una cultura alienada  por los ídolos, como es el ídolo del poder, de la riqueza, del placer, del placer sexual sin sentido, la cual termina siendo una cultura contra el ser humano y contra el bien de nosotros mismos; en cambio hermanas y hermanos tenemos los caminos de fe, los caminos de vida de verdad. Los caminos que nos conducen al Rey son caminos abiertos precisamente por la misma fe, esta fe que nos lleva a creer en Cristo, esta fe que nos lleva a desarrollar valores desde nuestra dimensión personal, familiar y social y cultural, esta fe que nos lleva a defender los valores de la libertad y del verdadero amor y de la vida; esta fe que nos lleva a vivir el amor y el perdón, esa es la vida que Dios nos participa por ese amor, por ese amor que nos ha dado a cada uno de nosotros. Pero la misión de la iglesia no únicamente esta hacia adentro de nosotros mismos; si la misión de la iglesia estaría únicamente hacia ella misma, la iglesia estaría viviendo en el egoísmo, por qué, porque no querría participar de la alegría de su Dios, entonces esa misión hacia el mundo no cristiano, que indica que la iglesia no es sólo una misión particular, esa misión nos lleva a qué, a compartir la fe con aquellos hermanos y hermanas que no tienen fe; compartiendo esta fe con acciones concretas con acciones que dan testimonio como decía yo; de predicar, de servir, de sanar heridas especialmente entre nuestros hermanos pobres, los destruidos, los necesitados; no nos lleva esta misión a condenar sino a poner en la iglesia, porque muchos hermanos no saben que son hijos e hijas amados de Dios, como nos recuerda el mismo Papa Francisco: la misión no es sólo una cuestión de territorios geográficos sino de pueblos, de culturas de individuos precisamente porque los límites de la fe, como dice el Papa, no sólo atraviesan lugares y tradiciones humanas; sino que los límites de la fe, deben de atravesar el corazón de cada hombre y cada mujer, entonces hermanos y hermanas tengamos en cuenta no caer en el error de pensar que llevar a otros la verdad del evangelio es violentar su libertad, ese es un grave error, mucha gente que dice y para que la iglesia es misionera, violentamos la cultura, no, es un grave error, y ese error ahora lo estamos trayendo también a nuestra sociedad; el Papa Pablo VI, de feliz memoria decía: sería un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos, pero, proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Cristo con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opiniones libres que luego puedan hacer es un homenaje a esa libertad. Yo aquí me pregunto: cuántos padres de familia, que aquí me he encontrado en Ecatepec y que algunos desgraciadamente, se justifican para no proponer a sus hijos las verdades de fe, con una educación cristiana, con el pensamiento: ellos cuando crezcan que escojan su propia religión; que grave error, por qué, porque la obligación del padre de familia cuando está convencido también con la fe en Cristo es proponer a los propios hijos la fe, ya se que otra cosa será otra opción de ellos propia, pero la opción de los padres de familia es proponer los valores cristianos y no nos olvidemos hoy en este día de las misiones también, de aquellos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo se encuentran en dificultades para profesar abiertamente su fe y ver reconocido un derecho fundamental de la persona, es vivirla porque la persona quiere en su libertad religiosa, libertad que los obispos de México hemos estado luchando por que se viva y continuaremos luchando; hoy la misma iglesia nos hace un llamado para solidarizarnos compartiendo nuestra fe y apoyando tanto en la oración como también con su ayuda económica la proclamación del evangelio, especialmente ayuda que hace falta para países muy necesitados como son países africanos; y estuve, para que lo sepas estuve como misionero alrededor de cinco años y medio en Kenia sirviendo allá como sacerdote misionero y yo soy testigo, en México hay pobreza, si hay pobreza y pobreza extrema como en la Diócesis donde yo vivía en Tlapa, pero allá en Kenia, como en Kibera, pongan ustedes allí en su buscador de google pongan kibera y Kenia y vean en unas fotografías, allá hay miseria, por eso la iglesia hoy también nos pide nuestra ayuda económica para esa obra; hay dispensarios, hay escuelas hay internados, para qué, pues para proclamar no únicamente el reino de Dios sino que la proclamación del reino de Dios tiene que ir a la par también con el desarrollo de la persona. Hermanas y hermanos que este año de la fe que estamos por concluir nos conduzca a vivir más profundamente nuestro compromiso con el Señor siendo verdaderos discípulos misioneros de Él. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Celebración Eucarística que presidió el domingo 15 de septiembre de 2013, a las 11:00 hrs en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar en este domingo destaca el tema del perdón. Como les decía yo hace un momento en las tres lecturas hemos escuchado como Dios perdona, así el mismo Dios nos enseña que perdonar es fundamental en nuestra vida; de nada nos sirve saber que Dios perdona y que nosotros no perdonemos. La primera lectura del libro del éxodo presenta a un Dios molesto, a un Dios enojado con su pueblo por haber caído en un grave pecado como es el pecado de la idolatría, al no ser fiel a Dios, la idolatría, como bien sabemos pero vale la pena recordar, es adorar, o sea considerar como Dios a algo o a alguien diferente del verdadero Dios, como es en este caso el becerro de metal a quien el pueblo de Israel adoraba y consideraba en ese momento como su dios, que importante enseñanza nos da esta primera lectura pues cuantas personas también en la actualidad consideran como su dios y adoran tantas cosas: tendencias, comportamientos, vicios; pero a pesar de esto se muestra la disposición de Dios, Dios que es bueno, Dios que es Padre y que siempre está dispuesto a darnos la mano, siempre está dispuesto a abrazarnos a acogernos; dispuesto a perdonar. En la segunda lectura, escuchamos también por San Pablo este gran misterio del amor de Dios para con la humanidad cuando resume en una sola frase que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, y salva entregando en la cruz lo mas sagrado, su propia vida, la entrega por amor. El evangelista San Lucas nos ha dado a conocer la historia dicha por Jesús sobre el hijo prodigo, que comienza con el reparto de la herencia de un hombre rico como, hemos escuchado y bien sabemos, este hijo que recibe su herencia y abandona la casa paterna, que despilfarra sus bienes en una vida insoluta, en una vida vacía, llegando hasta la humillación y reconociendo con valentía la necesidad del retorno a la propia casa del padre y del hijo que se queda en casa trabajando junto a su padre, que aparentemente es bueno; pero cuando regresa su hermano arrepentido se reúsa a que su padre lo acepte nuevamente a pesar de su arrepentimiento, destacando en esta parábola Jesús, el gran amor del Padre, siempre dispuesto a perdonar; pero también el poco amor del hermano que no está dispuesto a otorgar ese perdón, y aquí es donde tenemos la otra enseñanza, tenemos que aprender nosotros a vivir con los valores del evangelio y un valor evangélico es el perdón que cuanto trabajo nos cuesta ejercer; en esta historia, hermanas y hermanos, encontramos un proceso de odio y un proceso de perdón, el padre quien no se olvidó nunca del hijo a quien siempre había esperado con alegría lo recibió, lo abrazó, lo perdonó; preparó una gran fiesta en la casa diciéndole a su hijo que estaba con él: “Porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado” fijémonos como en esta expresión el padre implica que tiene un hermano para que el hermano aprenda también la lección del perdón. Como el padre de la parábola, Dios anhela nuestro retorno, nuestro regreso, nos quiere dar la bienvenida, nos quiere abrazar, llevar a la mesa y festejar la reconciliación con el mejor de los banquetes. La gran verdad que se destaca en ese relato evangélico es la misericordia del padre, la misericordia de Dios, por eso esta parábola que conocemos como la parábola del hijo prodigo, debiéramos conocerla también como la parábola de la misericordia del Padre Dios, de este Dios Padre siempre dispuesto a perdonar, por eso hermanas y hermanos la reconciliación es un don del padre celestial que ha regalado a su iglesia, como sacramento, como signo visible de esta casa de Dios invisible. Quien reconoce sus pecados los confiesa, acepta su culpa y busca la reconciliación con Dios y con su prójimo por medio del sacramento de la confesión esta persona es amada por Dios, que grandes palabras también más adelante iba a decir el Señor a sus apóstoles: “a quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados” y a quienes se los retengan porque no buscan la reconciliación no buscan el perdón les quedarán sin perdonar, por medio de estos actos, esta persona de la parábola reconoce que Dios es Padre, perdona y ama atrayendo a quien guste para incorporarlo en Él, para incorporarlo en su familia por eso hermanas y hermanos nosotros cristianos somos la familia de los reconciliados la familia de Dios. El señor espera que cada uno de nosotros, los creyentes, abra su corazón a su gracia y que esté dispuesto a vivir un proceso de reconciliación, que se él que rehaga por completo la persona, un proceso que rechace el pecado desde sus raíces más profundas, por ser el pecado la negación del amor, por ser el pecado la negación de la presencia de Dios que es paz y que es luz. Hermanas y hermanos quien vive la reconciliación vive la conversión, no es posible vivir un proceso de reconciliación sin la conversión, una y otra son inseparables, la reconciliación queda vinculada al cambio íntimo de cada persona, retomando el camino de la obediencia señalado por el mismo Dios. En este mundo que vivimos, somos testigos; pero en ocasiones también somos actores de divisiones, de críticas, destrucciones, tensiones, guerras; cuando nos quedamos en estos actos, negamos la presencia del amor de Dios, y cuando hablo de tensiones y violencia no estoy hablando únicamente a nivel mayor a nivel macro, también a nivel personal, cuántas familias viven tensiones, cuántas familias se destruyen, cuántas familias viven la guerra; porque no quieren reconciliarse con Dios, pero cuando compartimos estas actitudes, estas actitudes se convierten en llamadas a la reconciliación con Dios y con nuestro prójimo llamadas entonces a la conversión, en una palabra llamadas al amor y a la unión con Dios. Hermanas y hermanas del contexto de esta celebración eucarística recordemos que todo aquel que ha vivido la conversión vive la reconciliación, Dios que perdona, nos ama y nos conduce a vivir este compromiso de unidad y caridad con los demás. Pidámosle al Señor que nos regale a nosotros ese don de reconocer quienes somos, que nos regale a nosotros el don, primero de caminar hacia la casa del padre, que nos ayude a nosotros ser actores siempre de reconciliación y de paz para que la unión con Dios sea real en nuestra existencia y que Santa María de Guadalupe, madre del verdadero Dios con quien se vive, nos bendiga en este proceso que es duro y que es difícil, pero que es el proceso al que Dios nos invita. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.








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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, correspondiente al dia domingo 25 de agosto de 2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Estimados hermanos y hermanas, el evangelio de hoy da respuesta a una pregunta que es frecuente entre los creyentes acerca dela vida eterna y es formulada por una de las personas que seguían a Jesús, en aquel tiempo, a quien le preguntó, “Señor ¿es verdad que son pocos los que se salvan?.” Esa pregunta no deja de ser una pregunta curiosa, pues si reflexionamos en ella nos damos cuenta que en nada va a beneficiar a la persona que se la planteó a Jesús, es evidente que el Señor no respondería dándole porcentajes como ahora nosotros estamos acostumbrados, lo fundamental, lo importante, para cada creyente no es conocer el porcentaje de los que se salvan sino saber que yo puedo salvarme y que aquellos que me rodean también pueden salvarse. La salvación hermanas y hermanos es la acción de Dios quien ve a sus hijos heridas del pecado, y les abre las puertas del reino celestial, es decir de la vida eterna, la vida eterna es muy superior a la vida terrenal que tenemos ahora nosotros que vivimos y conocemos, la vida eterna nos une con Jesucristo y nos induce a acceder a la dignidad de hijos de Dios, como dice San Juan, “para verle tal como es”, para verle como es también en comunión, comunión de vida, comunión de amor, con Él y con todos los Santos, eso también nos lo enseña la iglesia en el catecismo, pero muchas veces como no conocemos bien el catecismo se nos olvida que ser cristianos es dar en función de alcanzar la vida eterna, esa vida donde no habrá dolor, esa vida que nos ofrece Jesús donde no habrá tristeza, no habrá desesperación, esa vida a la que todos tenemos la esperanza, los creyentes, de llegar, Jesús mismo nos invita a esa vida, tenemos la certeza como personas de fe, que participaremos de la vida eterna ya que nuestra fe se encuentra fundada en Dios, no en un Dios de muertos, sino en un Dios de vivos, en un Dios que vive, en un Dios que camina con nosotros, en un Dios que nos invita a tener fe, que nos invita al perdón, que nos invita a la justicia, que nos invita a vivir esa fe en la responsabilidad, Jesús mismo nos hace saber que las condiciones que hay que cumplir para llegar a la vida eterna, esas condiciones hermanas y hermanos que no son fáciles ni sencillas, condiciones que se contraponen a las propuestas del mundo, a la filosofía del mundo, al pensamiento del mundo, al actuar que muchas veces tenemos en el mundo; nos dice el Señor: “Esfuércense por entrar por la puerta que es angosta, pues yo les aseguro que muchos trataran de entrar y no podrán”. Esta es una comparación práctica de lo que hay que realizar en la vida, como es el dejar de lado el camino fácil para poder tomar el camino del Señor, no podemos pensar en vivir inmediatamente una vida cristiana al ciento por ciento sin dudas y sin pecados, eso nos lo ha dicho también el Papa Benedicto XVI, debemos reconocer que estamos en camino, que debemos y podemos aprender porque la vida es un proceso, que necesitamos también convertirnos poco a poco, ciertamente la conversión fundamental es un acto que es para siempre, pero, la realización de la conversión es un acto de vida que se realiza con paciencia toda la vida, por eso es un proceso, es un proceso del que hay aprendizaje como discípulos del Señor, ahí tienen la tarea padres de familia, padrinos, madrinas; si ustedes no conocen el camino de Cristo como pueden ofrecer a sus hijos, a sus ahijados el camino del Señor, cuando no hay un camino que se conoce; en este camino hermanas y hermanos la conversión es elemento fundamental, es un acto que es para siempre, pero la realización de la conversión es un acto de vida que se realiza con paciencia, es un acto en el que no podemos perder la confianza, no podemos perder la esperanza, es un acto, la conversión, que se realiza con mucha fe y optimismo, precisamente debemos reconocer esto: no podemos hacer de nosotros mismos cristianos perfectos de un momento a otro, sin embargo, vale la pena ir adelante, ser fieles a la opción fundamental, por decirlo así, y luego continuar con perseverancia en un camino de conversión que muchas veces es muy difícil; en efecto, puede suceder que venga el desánimo, por lo cual se quiera dejar todo y permanecer en un estado de crisis, pero es estado de crisis se da vida, si Dios no es un estado de vida, no hay que abatirse en seguida sino que con valentía siempre comenzar de nuevo. El Señor nos guía, el Señor es generoso y con su perdón, el Señor nos invita ir adelante, el Señor nos invita a aprender, nos invita realmente a perdonar y a amar al prójimo y la vida cristiana nos invita a vivirla con perseverancia, la afirmación de Jesús que acabamos de escuchar: “Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierra la puerta”, hermanas y hermanos con estas palabras nos hacer recordar el maestro que debemos de estar continuamente preparados para el encuentro con Él; esas advertencias no están solamente dirigidas a la persona que le realizó la pregunta o a aquellos que le seguían, no, están también dirigidas a nosotros, a personas de fe, que deseamos llegar a la vida eterna, que deseamos encontrar la salvación, debemos de tener claro que todos, absolutamente todos los que vivimos en este mundo tenemos la posibilidad de salvarnos pero la condición es que nos esforcemos en convertirnos a Dios, en no hacer actos que vayan en su contra, actos que vayan en contra de su plan de salvación, plan que tiene como base la conversión, el perdón, el amor y ante todo la paz, un primer paso para la conversión hermanas y hermanos es el arrepentimiento, si leemos la vida de muchos santos encontraremos que ellos daban testimonio de haber sido pecadores, de sentir debilidad de tener pobreza en sus actos, pero si, caminando hacia la perfección encontraron el amor de Dios, encontraron la transformación, dejaron todo aquello que les impedía vivir a Cristo, para poder aceptarlo en su vida, el no arrepentirse es vivir esclavizado en la mentira y ser esclavo es carecer de libertad y Dios nos quiere libres para ser libres para ser congruentes y consecuentes con su palabra; el Señor que nos ha dicho: “ustedes serán verdaderos discípulos míos” pero con la condición: “si perseveran en mi palabra, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, no la mentira hace libre a la persona. Un segundo paso para la conversión es desear configurarse con Cristo, es decir, querer imitarlo, transformarse en Él, es decir pensar y actuar como Él, nuestro camino a la conversión y a nuestra santificación consiste en conocer a Cristo y luego tener una nueva forma de vida, al leer los evangelios, las cartas de San Pablo, la vida de los santos encontramos que este es el ideal que está presente en todos ellos, ser como Cristo y no es otro ideal que vivir en Cristo, no es otro ideal que transformarse en Cristo, por eso San Pablo, después de la vida que llevaba llegó a afirmar: “vivo yo, ya no soy sino es Cristo quien vive en mi”. Hermanas y hermanos la palabra de Dios que hemos escuchado es una llamada de atención para no ser católicos mediocres, para no ser católicos por costumbre, cuya pertenencia a la iglesia puede ser simplemente sociológica, o puede ser cultural, o puede ser simbólica; no, nosotros tenemos que ser personas de fe, nosotros tenemos que convencernos que somos los primeros destinatarios del mensaje de Jesucristo; la fe en Cristo nos pide un cambio en la vida y el Señor quiere que nosotros aceptemos y vivamos ese cambio en la vida; que Santa María nuestra madre interceda por nosotros para que busquemos ser verdaderos discípulos misioneros de Jesús, podamos entrar por la puerta estrecha al gran reino de los cielos. Que así sea. 






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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 11 de agosto de 2013, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, la primera lectura que hemos escuchado del libro de la sabiduría es un llamado al pueblo de Israel que debemos de adoptarlo también nosotros en nuestros días, un llamado a recordar la fidelidad de Dios para con su pueblo, mientras Dios destruye a los primogénitos de los egipcios por no haber escuchado su palabra ni adoptado su mensaje; salva a los israelitas sus hijos cumpliendo así su promesa de fidelidad, este llamado a la fidelidad tiene como base la fe. En la segunda lectura de la carta a los hebreos se presenta lo que es el modelo de fe para el creyente: la fe, - nos dice - es la forma de poseer ya desde ahora lo que se espera, esta afirmación es una definición de lo que es la fe, pero no se aborda en ella misma, porque esta definición vista en relación con la esperanza, ya que la fe es además, vivir la adhesión fiel a Jesucristo, esto significa que la fe no la podemos reducir solamente a una ideología sino que es una experiencia de vida en Jesucristo. Hermanas y hermanos, quien ha perdido la fe por los escándalos que se han dado en la iglesia por personas, es razón que su fe no la han vivido a nivel verdadero de encuentro con Jesús sino que su fe la han vivido como una ideología; evidentemente no estoy justificando los escándalos, somos los miembros de la iglesia todos los bautizados discípulos misioneros de Jesucristo y estamos llamados a ser los primeros en dar testimonio con  nuestra vida de la fe que vivimos en Cristo vivo, esta fe contiene elementos sin los cuales no se puede dar como es tener la experiencia en nuestra persona, en nuestro interior de Dios; es decir nadie puede creer en Dios si no es capaz de palparlo desde su propio corazón y vivirlo entonces con sus actitudes, otro elemento fundamental de la fe que trae como consecuencia el anterior es experimentar la obediencia en Dios, en plena conciencia, no una obediencia lisa y llana de esclavitud sino ser conscientes que el Señor nos pide la obediencia a Él, este elemento nos conduce a vivir en la confianza en Dios conocedores de que la misericordia de Dios nos conduce a la plenitud de vida en Él, así que podemos preguntarnos cada uno de nosotros: ¿he tenido una experiencia en lo íntimo de mi persona de Dios? Y si es así: ¿he sido entonces como consecuencia obediente y fiel a Dios?  Yo pienso que cada uno de nosotros debemos de contestarnos esta pregunta, fíjense que el Papa Francisco ha publicado en la festividad de San Pedro Apóstol su primera encíclica, es decir su primera carta que la tituló: “La luz de la fe” en ella nos dice: “es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe”, pues cuando su llama se apaga todas las otras luces acaban también por acabarse y es que la característica propia de la luz de la fe es que tiene la capacidad de iluminar toda la existencia humana, nos dice el Papa la fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede, en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida, transformados con este amor recibimos entonces nuevos ojos, experimentamos que en él hay una gran promesa, la gran promesa de la plenitud, la gran promesa de la fidelidad, la gran promesa de la paz. Hermanas y hermanos, además de este tema, la liturgia de la palabra de este domingo nos hace un llamado de atención y una invitación para no vivir nuestra vida solamente por vivirla, sino dándole un sentido para que nos lleve a realizarnos como personas, personas creadas a imagen y semejanza de Dios, hay personas, desgraciadamente, cuyo horizonte se acota en el presente concentrando en el todas sus energías, evita mirar hacia el pasado porque no quiere confrontarse ni asumir los errores de la vida, tampoco quieren mirar hacia el futuro porque lo ven cargado de incertidumbres, personas que se concentran en el presente van por la vida buscando oportunidades; pero no oportunidades de servir y de crecer como personas, sino oportunidades para enriquecerse, oportunidades para divertirse, oportunidades para ahogarse en comodidades y sufrimientos, su vida se agota en el aquí y en el ahora, y es gente que pasa por la vida y termina por la vida sin tener un sentido del por qué vive. El creyente hermanas y hermanos como persona de fe está llamada a hacer una lectura diferente del presente, está llamada a verlo como una oportunidad de descubrir el plan de Dios en su propia vida, por eso el creyente esta llamado a vivir el presente con sentido de responsabilidad y atento a la voluntad de Dios que se expresa a través de acontecimientos, es la actitud a la que invita el evangelio de Lucas del día de hoy que hemos escuchado, cuando el Señor dice: “estén listos con la túnica puesta y las lámparas encendidas”,  comprendamos entonces que quien sigue a Jesucristo, quien conoce el evangelio de Jesucristo, tiene una lectura particular y objetiva del pasado y del presente y debe de afrontar el futuro con esperanza, el futuro se nos presenta lleno de incertidumbres, eso es cierto, pero algunas personas pretenden anticipar el futuro, conocer de ese futuro pero en lugar de planear una vida, en lugar de poner cimientos en valores acuden a adivinos que dicen conocerlo, interpretan la posición de los astros de ese día, les leen las catas a las personas, les leen las líneas de la mano, hermanas y hermanos, para un creyente no se puede interpretar el futuro ni construir el futuro si no es a la luz de la vida, el creyente comparte las incertidumbres que preocupan a todos los seres humanos respecto a la vida, a la salud, al trabajo, a la familia, pero el creyente tiene la certeza que ofrece Cristo Resucitado, le permite Cristo ir más allá, de manera que el futuro no se ve como algo incierto, que conduce a nada sino que es el camino que hay que caminar y hay que construir, el camino que conduce hacia la plenitud de la vida, la resurrección de Cristo y la certeza de que Él nos ha presidido en la casa del Padre da una perspectiva luminosa, da una perspectiva de fe en la vida. El pasado, el presente y el futuro significan para el hombre de fe, para el creyente, escenarios de encuentro con Jesucristo quien ha dicho que es camino, que es verdad y que es vida; personas que no viven en esta perspectiva luminosa de la vida en Cristo, caminan por la vida sin fijarse unas metas sin optar por unos valores, viven el día a día sin en la más absoluta improvisación, guiados, eso si por los sentimientos que van experimentando pero hermanas y hermanos los sentimientos no nos pueden guiar en nuestra vida, es claro que estas personas son incapaces de vivir con responsabilidad y respeto, por ejemplo: si optan por el matrimonio no puede llevar ni formar una familia pues a gran proyecto exige compromisos y opciones a mediano y largo plazo, igualmente estas personas son problemáticas pues su compromiso no es sólido y depende siempre de su estado de ánimo que es un estado basado en el sentimiento que muchas veces los lleva a la depresión; el creyente tiene que vivir de la fe en Jesucristo, una fe sólida, pero para eso hay que conocer a Jesucristo, no únicamente vivir a Cristo en el pensamiento o como ideología sino creer en la persona viva y real de Cristo que camina con nosotros. Este es el tema de reflexión que nos plantea el evangelio de hoy, que nos invita a planear y a plantear nuestra vida desde Jesucristo, esta invitación a vivir vigilantes, despiertos, preparados la hace Jesús a sus discípulos mediante tres comparaciones, la hace Jesús cuando les dice: “Sean semejantes a los criados que están preparados a que su señor regrese de la boda, para abrir en cuanto llegue y toque”. La siguiente comparación que hace el Señor: “Si un padre de familia supiera a que hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se metiera por un boquete a su casa” y la tercera “Supongan que un administrador puesto por su amo al frente de la servidumbre con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia”, Fidelidad y prudencia, “Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber.”  Hermanas y hermanos a través de estas imágenes sencillas tomadas de la vida diaria Jesús nos invita a tomar en serio nuestro compromiso de vida, nuestro proyecto de vida, que debemos cimentar con Él y no en los  sentimientos.
Agradezco la presencia en esta Eucaristía a aquellos que forman parte de la Comisión Episcopal para la pastoral de la comunicación de esta Diócesis de Ecatepec, agradezco la parecencia de los movimientos laicales, entre ellos el movimiento de familia; como pueden ver el evangelio exige para nosotros discípulos misioneros muchas cosas, muchos valores  y un cambio radical de vida. Pidámosle a nuestra madre Santa María de Guadalupe, nos ayude para cambiar de vida, anulara nuestras malas actitudes, comprometernos con el evangelio, vivir esta oportunidad maravillosa que Dios nos da, con fe y esperanza, que aquellos que hoy van a recibir la confirmación puedan vivir de estos valores y es a ustedes padrinos y padres de familia a quienes la iglesia les encomienda esta tarea, si ustedes padres de familia no conocen a Jesucristo y viven a Jesucristo por cultura o por ideología no van a poder enseñar, ni van a poder hacer que sus ahijados se comprometan con el camino del Señor. Padres de familia, padrinos, madrinas pídanle al Señor que sean ustedes los primeros que transformen su vida y adopten esta oportunidad maravillosa que Dios les da con fe y alegría. Que así sea.













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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 28 de julio de 201,3 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Estimados hermanos y hermanas, en este domingo el Señor desea recordarnos lo importante que es para el cristiano la vida de oración y en el evangelio de Lucas que acabamos de escuchar nos enseña esta magnifica oración del Padre Nuestros, misma que debemos de realizar a la luz del Espíritu Santo y en una actitud de perseverancia, los discípulos de Jesús y aquellas personas que lo seguían notaban que Él pasaba con frecuencia tiempos largos de oración, aprovechando una de esas ocasiones le piden que los enseñe a orar como Juan el Bautista había enseñado a sus discípulos, para Jesús cualquier tiempo es adecuado para hablar con Dios su Padre, y enseña que lo importante es el amor a Dios y no el temor, por eso se dirigía a Dios con confianza, con la confianza propia de un hijo y lo llamaba Padre. Hermanas y hermanos, el Padre Nuestro más que una oración ritual es la expresión de una cercana relación con Dios, con seguridad a lo largo de nuestra vida hemos recitado innumerables veces esta oración, los invito hoy en este domingo a que meditemos algunas de sus partes más importantes. El Padre Nuestro consta de dos partes fundamentales, perfectamente articuladas la una con la otra, la primera parte hace referencia a Dios, la segunda parte hace referencia a nuestra situación concreta de personas en el mundo; la suma de las dos partes, entonces, hacen del Padre Nuestro como les decía hace un momento, la oración por excelencia, en ella hay que notar que Jesús no se interesa sólo por lo suyo sino que se preocupa por todo lo humano, se preocupa por la situación del ser humano, se preocupa por la relación del ser humano, por eso en esta oración encontramos temas muy importantes como el tema del pan, el tema del perdón, y ahora en nuestros días cada vez es más importante el tema del mal y el tema de la tentación, así los hombres y mujeres cuando oramos no sólo tenemos presentes nuestras necesidades personales sino que alabamos a Dios, por eso el Padre Nuestro con sus dos partes constituye un encuentro único entre la realidad de Dios y nuestra realidad humana, nuestra realidad concreta. Cuando pronunciamos esta oración no nos dirigimos a Dios con palabras solemnes, simplemente lo llamamos Padre lo cual contribuye evidentemente a crear una relación cercana, una relación de confianza, una relación de amor y de filiación, enseguida cuando oramos nosotros ponemos el adjetivo “nuestro”, al decir Padre nuestro, expresamos nuestra comunión con Cristo y expresamos también la comunión con todas aquellas personas cercanas y también lejanas, es decir, con todo el género humano, el reconocimiento de nuestro origen común debería transformar las relaciones entre los individuos, las relaciones entre nuestros pueblos, superando las divisiones y construyendo proyectos comunes, pero como muchas veces no reconocemos nuestro origen común no podemos entablar estas relaciones conjuntas y desgraciadamente en lugar de unión nos llega a superar en muchas ocasiones la división. La primera parte del Padre Nuestro es de alabanza a Dios y en ella manifestamos, porque así Jesús nos lo ha enseñado, tres bendiciones fundamentales, la primera tu nombre, o sea que tu Presencia Santa, Tú que Eres Santo, que esa presencia sea benigna, que sea reconocida por todos nosotros, es lo que decimos, Tu Nombre Señor. La segunda es una petición también muy importante y profunda cuando hablamos de su reino, ¿Qué es su reino? es su soberanía, una soberanía amorosa, una soberanía que invita a la paz, una soberanía que invita a una acción muy difícil entre nosotros como es el perdón y la reconciliación; cuando decimos Señor que venga tu reino reconocemos que Él es verdad, que Él es camino y que Él es vida. La tercera petición que hacemos es cuando el Señor nos ha dicho que le digamos y así lo hemos aceptado, que cumplamos tu voluntad Señor, que difícil petición, esto quiere decir que su plan de salvación llegue a impregnar nuestra persona, que su plan de salvación llegue a impregnar nuestra vida, nuestro trabajo, pero que difícil hermanas y hermanos pedirle a Dios que llegue a impregnar de su salvación nuestra persona, cuando no estamos nosotros convencidos de Dios, cuando muchas veces nosotros como dice ahora el Papa Francisco, somos cristianos por conveniencia o somos cristianos por tiempo, ahora expresaba también hace unos días esta expresión también muy importante: “somos cristianos de vestidos largos”, es decir: somos cristianos cuando vamos a fiestas, somos cristianos cuando vamos a misa el domingo, esa expresión del Papa es muy interesante porque el ir a misa el domingo no nos hace cristianos, es una parte de ser cristianos, nos hace cristianos el vivir el plan de Dios en nuestra vida, nos hace cristianos el no tener únicamente un pensamiento sobre Dios, sobre Jesús o una idea de Jesús, evidentemente cuántos cristianos tenemos aquí a nuestro alrededor pero generalmente no viven su cristianismo ¿por qué? Porque no se han encontrado con la persona de Cristo, son cristianos de oportunidad, son cristianos de momentos, de tiempos, y eso hermanas y hermanos discúlpenme pero eso no es ser cristianos, quien se encuentra con Cristo le dice desde lo profundo de su corazón “Señor que se haga en mi tu voluntad”, y la voluntad de Dios ¿cuál es? Que trabajemos por un mundo con responsabilidad, un mundo de justicia, un mundo de paz, un mundo donde nuestras relaciones sean verdaderas y que nunca le pongamos el pie a alguien. La segunda parte del Padre Nuestro nos invita a pedir por nuestra situación concreta y en ella expresamos cuatro peticiones muy humanas, la primera: “danos hoy nuestro pan de cada día”, pedimos el sustento, la satisfacción de las necesidades básicas porque son necesarias estamos en este mundo pero también hermanas y hermanos no debemos de pedir bienes superfluos, debemos de pedir lo necesario para vivir y vivir con dignidad y también si tenemos para vivir, poder compartir con los otros lo que tenemos, porque ahora en este mundo vivimos muy individualmente somos muy egoístas, no queremos compartir; hace unos días venía una persona que me decía: “cuanto quisiera yo que mis padres me oyeran”, no comparten ahora los padres de familia, no comparten el tiempo con los hijos, pero también hermanas y hermanos cuando pedimos el pan también nos referimos al Alimento Eucarístico, al Pan de Vida que sacia nuestros anhelos más profundos pero claro no podemos participar del Pan Eucarístico cuando no nos hemos encontrado con Cristo, cuando no vivimos a Cristo sino que vivimos una idea de Cristo. La segunda petición: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” En esta petición hermanas y hermanos se reconoce a Dios como el  Padre Bueno, no como el padre vengador, no como el padre que está herido, no como el padre que está buscando en que momento reprender, se reconoce a un Dios misericordioso, a un Dios que perdona a sus hijos, que perdona a aquellos que se han equivocado y que quieren corregir el error, no un Dios de aquellos que se han equivocado, con buen padre corrige el error y el hijo sigue por el mismo camino, no, así se modifican las relaciones sociales que habían sido construidas sin los santos, cuando se decía: “ojo por ojo y diente por diente”, Jesús invita a una nueva convivencia inspirada en el perdón, inspirada en la reconciliación, pero cuanto trabajo nos cuesta perdonar; cuanto trabajo nos cuesta perdonar al esposo, a la esposa, a los hijos, a los padres, cuanto trabajo nos cuesta perdonar a aquel que nos ha hecho un daño, a aquel que nos ha robado, a aquel que ha secuestrado, cuánto trabajo; pero eso es la vida cristiana. La tercera petición: “no nos dejes caer en la tentación” esta petición es un reconocimiento a la fragilidad de nuestro ser como personas que fácilmente pueden perder su rumbo, el orgullo y la ambición son causa de muchas decisiones equivocadas, juntamente con los placeres superfluos de la vida, cuando se desbordan arrasan con lo que se encuentran, arrasan con la familia, arrasan con la paz, con los amigos, arrasan con las bendiciones  perdemos la paz, encontramos el odio y lo encontramos. Y finalmente la cuarta petición: “líbranos del mal” tenemos que reconocer que el camino de la vida está lleno de obstáculos si Dios nuestro Padre no nos acompaña en nuestro peregrinar caeremos en alguna de las múltiples trampas de la vida, estas trampas que siempre están al asecho por el mal; “Señor líbranos del mal” líbranos de la tentación, líbranos de los vicios, líbranos de los placeres superfluos. En la segunda parte del Padre Nuestro nosotros encontramos estas cuatro peticiones, ojalá que cuando lo recemos hermanas y hermanos seamos consientes de ellas y finalmente en el evangelio que hemos escuchado Jesús cuenta una parábola que tiene como protagonistas a dos amigos, a través de este ejemplo nos da unas orientaciones sobre la forma en cómo  debemos de orar, hay que pedir, buscar, llamar, con la seguridad de que se recibe lo que se pide, se encuentra lo que se busca, se abren las puertas cuando se llama, esta triple insistencia se alimenta de una confianza sin límites, la enseñanza es que el amigo tendrá respuesta y el amigo aquí es el Señor quien tiene respuesta a la necesidad de quien le pide, gracias también a su insistencia. Hermanas y hermanos que este evangelio nos ayude a descubrir toda la riqueza del Padre Nuestro, que nos ayude a establecer una relación con Dios nuestro Padre basada en la confianza, sabiendo que Él nos ama y pidámosle hoy por medio del Espíritu Santo que nos enseñe siempre a orar, a ser personas de oración. Qué así sea.










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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la  Celebración Eucarística que presidió el domingo 21 de julio de 2013. En la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.




Queridos hermanos y hermanas, las lecturas de este domingo nos convocan a reafirmar nuestra fe en el Señor, fe que debemos de vivir en la vida diaria. La primera lectura tomada del libro del génesis, recordemos que el génesis es el primer libro de la sagrada escritura y génesis significa origen, este libro que nos dicen los estudiosos se divide en dos grandes partes: la primera del capítulo primero al capítulo once; y la segunda del capítulo doce hasta el final, la primera parte es muy interesante ¿por qué? Porque nos presenta el origen de la humanidad, es una reflexión que hace el pueblo de Israel y esa reflexión nos lleva a ver el origen de la humanidad, manifiesta varias verdades, la primera es la verdad de la creación, la persona creada a imagen y semejanza de Dios, otra verdad que manifiesta desde los primeros capítulos es cómo la persona creada a imagen y semejanza de Dios no desea vivir conforme a los principios divinos y entonces la persona se revela contra Dios, la persona entonces pierde esa amistad de Dios, esto nos lo narra estos capítulos con esta famosa escena de Adán y Eva, pero estas son las verdades que contiene lo demás es parte del escenario para explicar esta verdad, la segunda parte presenta el origen del pueblo de Israel, origen muy ligado con Abraham, Padre de la fe, es muy interesante ver como Abraham es el padre de la fe y el gran profeta que nosotros los cristianos reconocemos, pero si vemos al pueblo de Israel también lo reconoce pero no únicamente cristianos y pueblo de Israel sino que también los musulmanes reconocen a Abraham como un gran enviado. La grandeza de Abraham es que el es la primera persona de Israel con quien Dios se comunicó, a quien Dios le habló, y Abraham a su vez, primera persona que responde a Dios, ¿por qué? Porque creyó en Dios, creyó en lo que Dios le decía, tuvo confianza, tuvo fe en Dios. Hermanas y hermanos leer estos trozos de la sagrada escritura sin este contexto nuestro nada nos dice, pero extrayendo las verdades, mucho nos dice que debemos de recordar que nosotros somos creados por Dios que nosotros quisimos en un momento dado no seguir como personas el mandato de Dios, también que hay que tener fe y confianza en este Dios, el texto que acabamos de escuchar por eso es importante, ya que manifiesta la revelación de Dios, pero el texto va mas allá, este texto manifiesta a Dios Trinidad, Dios uno y Dios Trino, es por eso que en esta narración Abraham reconoce la presencia de Dios y Abraham da hospitalidad, brinda hospitalidad a estos tres hombres y queda marcada ese signo con la promesa de Dios: Sara tu esposa tendrá un hijo, Sara una mujer mayor. Hermanas y hermanos así como esta lectura nos trae grandes enseñanzas para nuestra vida actual, la lectura que hemos escuchado en el evangelio de San Lucas también resalta el tema de la hospitalidad en la visita que Jesús hace a sus amigos a Lázaro, Marta y María, Jesús les quiso visitar a esta familia cuando se encontraba en su camino a Galilea, hay que imaginarnos el trabajo que llegó para esta familia cuando Jesús acompañado de sus discípulos y acompañado de una multitud de gente que lo iba siguiendo, llegan a esta casa, fíjense que en realidad el reclamo de Marta era Justo pues había que preparar comida y alojamiento para tantas personas en esta pequeña aldea, aldea de Betania, imagínense el grave problema, una aldea donde no había supermercados en aquel tiempo, una aldea pequeña que ni siquiera tenía agua corriente, había que ir a buscar el agua, una aldea que no podía dar alojamiento a tanta gente; por eso estas palabras “Señor, no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el trabajo, dile que me ayude”. Hermanas y hermanos la respuesta de Jesús es toda una enseñanza su respuesta da la preferencia a escuchar su palabra, pero no debe de interpretarse equivocadamente este pasaje del nuevo testamento; se interpreta mal cuando se concluye que Jesús descalifica el trabajo de Marta, empeñada en atender con muchos detalles, con muchos problemas a estos huéspedes que han llegado, la intensión de Jesús no es plantear una oposición entre lo que es la vida del trabajo, en este caso lo presentado por Marta y la vida de la contemplación porque Jesús no quería que lo contemplaran Jesús quería que lo escucharan, esta escena representada por María, fíjense que en este episodio del evangelio al analizarlo nos damos cuenta de que no se habla de contemplación sino se habla de la escucha de la palabra de Dios, esta parte de interpretar bíblicamente este pasaje desde el punto de vista de la contemplación como era antiguamente cuando no se tenían los medios de la lingüística, entonces se interpretaba y se afirmaba la superioridad de la vida religiosa contemplativa sobre la vida religiosa y la vida activa del cristiano, grave error no se trata de afirmar la superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa, no se trata de afirmar la superioridad de la oración sobre el trabajo, oración y trabajo son dos momentos inseparables de la vida que debe de ser integrados dentro de la persona, la persona está llamada a vivir una auténtica espiritualidad, la vida de Cristo fue un claro testimonio de la integración de estas dos dimensiones; Jesús vivía en continua comunicación con su Padre, con su Padre Celestial e igualmente estaba totalmente entregado al servicio del reino, al servicio de los demás; tenemos muchos testimonios bíblicos: “Las multitudes lo buscaban, porque querían escucharlo” este equilibrio hermanas y hermanos entre la vida interior y la actividad externa ha sido expresado de diversas maneras por grandes maestros de la vida espiritual, permítanme nombra a San Benito, el gran promotor de la vida monacal, gran promotor de esta vida en occidente resume este modelo de espiritualidad en la expresión latina “ora et labora” trabaja y ora, ora y trabaja, que traduce oración y trabajo inseparables; San Ignacio de Loyola quien diseñó el proceso hermoso de respeto interior en sus famosos ejercicios espirituales, nos invita a ser contemplativos de la acción, así es que hermanas y hermanos como creyentes, como discípulos, bautizados como misioneros no podemos nosotros vivir por un lado nuestra realidad de nuestro trabajo y por otro lado la realidad de la oración de nuestra espiritualidad, grave error, porque el cristiano debe de demostrar con su vida que la oración y el trabajo son una sola cosa, que la oración y el trabajo edifican el reino de Dios. El mensaje también de hospitalidad que nos transmite Abraham, y los amigos de Jesús en Betania contribuye a renovar nuestro estilo de vida, y es un llamado de atención también para nosotros en este tiempo porque muchas veces ya no deseamos ser hospitalarios, muchas veces cerramos también nuestra vida al encuentro de nosotros, al encuentro de la oración, al encuentro de la comunicación, la conversación que sostiene Jesús con sus amigos esta conversación de Betania nos estimule para buscar una integración profunda entre lo que es nuestra vida, nuestro trabajo y la hospitalidad, entre los momentos de vida productiva pero también los momentos de vida hospitalaria y de silencio con el Señor, todos nosotros en nuestra vida diaria debiéramos de vivir estos momentos, para nosotros que vivimos en grandes ciudades, en  este ambiente de inseguridad la hospitalidad es algo distante y esto por varias razones: Primer lugar vivimos tan ocupados que no tenemos tiempo para compartir, no tenemos tiempo para compartir en familia, no tenemos tiempo para compartir también en oración; y en segundo lugar porque desgraciadamente la inseguridad nos lleva a cerrar las puertas de nuestras casas y a negar la entrada a otras personas; una invitación no cerremos también la puerta de nuestro corazón. Que estas escenas bíblicas hermanas y hermanos en las que la escucha de la palabra de Dios, el trabajo, la hospitalidad pero ante todo la oración, sean tomadas en cuenta como valores importantes de nuestra vida cristiana, que sean ocasión también para mejorar en nuestro discipulado como hijos de Dios. Pidámosle al Señor que nos ayude a comprender como Él desea que vivamos nuestra existencia y que dejemos de lado todo aquello que impida realizarnos como sus discípulos misioneros. Que así sea, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.    



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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística que presidió el domingo 14 de julio de 2013, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar sobre lo fundamental que es vivir nuestra vida cristiana, amando a Dios pero siempre en el servicio a los demás, es decir en el servicio al prójimo, hoy hemos escuchado el famoso pasaje del buen samaritano en el evangelio de Lucas pasaje que Jesús pone de ejemplo para responder con claridad a la pregunta del doctor de la ley: “Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” en esta pregunta con seguridad se suman muchas de nuestras personas, pudiéramos preguntarle también al Señor si nos encontráramos con Él, Maestro, Señor mio: ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?, es decir cuáles son mis obligaciones para poder ir al reino. Hermanas y hermanos es interesante la respuesta de Jesús, no le respondió con un discurso, ni con principios morales, le respondió con un relato práctico de la vida diaria; ese relato presenta a tres personas de la vida pública: un sacerdote, un levita y un samaritano; el sacerdote y el levita son representantes en aquella sociedad, representantes oficiales de la religión judía, su gran preocupación era el cumplimiento formal de las obligaciones religiosas y además legales, personas que no eran sensibles a los problemas concretos de la gente, por eso ante este hombre asaltado y herido pasan de largo, o sea que esta escena se repite ahora mucho también con nosotros, pasamos de largo, evitan entablar una relación con él, ya que el sostener un contacto y un diálogo implica comprometerse, perderán el tiempo y eso con seguridad va a afectar a los compromisos personales y finalmente se estaban arriesgando como personas públicas al que dirán de los demás, fíjense que en este escenario aparece el buen samaritano que pertenecía a un grupo marginado por la sociedad y es este hombre, samaritano, quien es solidario con esta persona que había sido victima de este asalto, al ponerlo como modelo Jesús está dando una fuerte llamada de atención y está siendo una lección tanto al sacerdote como al doctor de la ley quienes deben reconocer que ese hombre samaritano al que despreciaban era el único que había actuado correctamente, el samaritano no preguntó quien era el herido, el asaltado, cuál era su clase social, su estatus, cuál era su posición económica, no calculó riesgos, simplemente actuó frente al que  estaba gravemente necesitado. Con este ejemplo Jesús explica como debe ser el comportamiento de cada uno de nosotros sus discípulos, así Jesús nos dice con claridad que no pueden separarse el amor a Dios y al prójimo, el que no ama al prójimo de manera práctica y concreta no puede amar a Dios a quien no ve. Hermanas y hermanos, esto significa que no es posible vivir una fe reducida a simples prácticas piadosas, eso es vivir una fe vacía, no comprometida, eso significa una fe oscura, un fe a medidas alejada de la propuesta de Jesús que ha hecho en el evangelio, la vivencia de la fe nos compromete a trabajar por la caridad, nos compromete a trabajar por la justicia, nos compromete a trabajar por el perdón, es decir, la fe y las obras entonces son una misa realidad, una realidad inseparable, pero qué hacer para poder tener fe, quizás muchos se preguntan, como nos ha dicho nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, lo que hay que hacer es encontrarnos con Cristo, abriendo la puerta de la fe, ahora el Papa Francisco invita para esto, para podernos encontrar con Cristo invita a renovarnos como cristianos y nos ha dicho que renovarse es tener una nueva vida, y no es suficiente decir, fíjense muy bien, yo voy a misa los domingos, cumplo con algunos preceptos de Dios, no, ser cristiano es llevar la vida totalmente iluminada y comprometida en Cristo, no se puede hermanas y hermanos ser cristiano en una parte en una parte de nuestra vida, o bien, por tiempos, soy cristiano el domingo porque voy a misa, soy cristiano en la casa cuando rezo con mi familia, soy cristiano en este momento de mi vida, ¡no!, eso no sirve, Jesús nos pide la totalidad de nuestra vida para ser cristianos. Para poder entonces ser cristianos hay que pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a renovarnos en Jesús, que renueve la totalidad de nuestra persona, de nuestro ser, de nuestra vida, que renueve la totalidad de nuestro corazón, que renueve la totalidad de nuestro pensamiento, que renueve la totalidad de nuestras acciones. Entonces hermanas y hermanos ser cristianos significa dejarse renovar por Jesús en nuestra vida, dejarnos renovar por el Espíritu Santo que nos hace vivir con un estilo de vida distinta, que toma la totalidad de la vida renovándola, pero renovándola por completo. En esta parábola Jesús es muy claro, no podemos seguirlo únicamente en el campo de hoy, no lo podemos seguir únicamente por cultura, ¿Por qué vas a misa los domingos? Por cultura, ¿Por qué te confiesas? Por cultura, ¿Por qué vienes a traer a tus hijos a la confirmación? Por cultura, no hermanos eso no nos invita a vivir nuestro compromiso cristiano; el compromiso cristiano es total, el compromiso cristiano es con Dios y con el prójimo, y el prójimo es el necesitado, estamos invitados nosotros entonces como cristianos, a cambiar estructuras de pecado en las que vivimos y que vivimos cotidianamente como muchas veces es el odio, la venganza, la mentira, la injusticia, la infidelidad, los vicios; debe de quedar claro que lo que Dios nos pide es acercarnos al hermano, al prójimo que está necesitado porque en el prójimo está el Señor. Hermanas y hermanos el comportamiento concreto del buen samaritano nos enseña que el amor evangélico no puede limitarse a expresiones de compasión, sino que debe de conducir a acciones concretas de amor y solidaridad, por eso el Señor nos dice que el samaritano: vendó las heridas, llevó al necesitado a una posada, lo cuidó y pagó para que lo atendieran, no podemos entonces contentarnos con gestos de simpatía sino que debemos dar respuesta a las necesidades reales de nuestros hermanos y también de nuestras comunidades, de nuestra familia; recordemos que Jesús puso este ejemplo ante la pregunta del doctor de la ley, una pregunta legítima y valida sobre lo que hay que hacer para elevar la vida eterna, podemos decir: para vivir esta vida con sentido, pero además recordemos que la pregunta con la que Jesús concluye este ejemplo, no es quién es mi prójimo, sino quien se comportó como prójimo, a veces pensamos únicamente quién es mi prójimo, pero no, Jesús termina esta parábola con esta pregunta: “¿Quién se comportó como prójimo?. Hoy tenemos hermanas y hermanos esta gran oportunidad de abrir la puerta de nuestro corazón, la puerta de la fe, de entrar por ella, de encontrarnos con Jesús, de cambiar nuestra vida y comportarnos como prójimos. Pidámosle al Espíritu Santo nos ayude para poder comprender, renovarnos y llevar a la vida diaria esta invitación de Jesús. Que así sea.





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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 30 de junio de 2013, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, en la palabra de Dios que hemos escuchado en este domingo encontramos afirmaciones que ponen el acento en la libertad interior y exterior, es decir, en la fidelidad que debe tener la persona para poder seguir a Cristo, que debe de tener la persona para poder ser discípulo de Jesús, en estas afirmaciones el Señor expresa las exigencias para vivir el reino de Dios, y una síntesis de cómo vivir el reino lo tenemos en la segunda lectura que hemos escuchado hoy en este domingo, San Lucas en el evangelio nos presenta a tres personas que pretenden seguir al Señor, ser discípulos del Señor, la primera persona parece ser un nuevo discípulo y sus disposiciones parecen ser magníficas excelentes, él se ofrece a Jesús, no espera una invitación de parte de Jesús, parece que este nuevo discípulo está convencido de la propuesta de Jesús que seguramente la ha conocido caminando con Él, viviendo y siendo testigo de las acciones de Jesús, por eso le dice: “Te seguiré a donde quiera que vayas”, esta es una muestra de generosidad y de entrega, pero el Señor le deja muy claro, con su respuesta, que clase de vida le espera si quieres en verdad seguirlo, una vida en donde no habrá ningún beneficio, para que no se sienta al final engañado: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre – dice el Señor - no tiene en dónde reclinar la cabeza”. Hermanas y hermanos,  esa es la misión que Cristo propone a quien desea ser su discípulo, proclamar su evangelio, desprenderse de las cosas, tenerlas como medio, no como fin; desprenderse de los gustos y vivir una disponibilidad completa para el reino de Dios; cada cristiano, conviene recordar, como bautizado esta llamado por el Señor por el bautismo a ser presente también su vida, a ser discípulo, está llamado a hacer presente a Cristo en todos los ambientes esa es la tarea esencial del discipulado de la misión y así aparece el deber de manifestar de modo sensible la unidad de los cristianos en las diversas situaciones, siendo personas nuevas capaces de colaborar en la construcción de una sociedad que desea desterrar el pecado que se manifiesta en la lucha contra toda injusticia. La segunda persona a diferencia de esta primera y de la tercera que analizaremos más tarde, es invitado por Jesús a que le siga, ahí está la diferencia, es el Señor quien lo invita y le dice “Sígueme” pero él le respondió: “Señor déjame ir primero a enterrar a mi padre." Este posible discípulo quiere escuchar la llamada, no cabe duda, pero no inmediatamente, piensa que puede ser en otro tiempo mejor, en razón de sus propios compromisos familiares que no le permiten, su respuesta de: “déjame ir primero a enterrar a mi padre” refleja su deseo de cumplir primero con otras obligaciones, no es capaz de comprender que cuando Dios llama ese es precisamente el momento, el tiempo de Dios, aunque aparentemente tenga otras obligaciones que en este caso no son malas, son buenas pero el tiempo de Dios hermanas y hermanos es el tiempo de Dios, Él tiene todo dispuesto para que esa elección, por Él y por esa elección todo resulte bien; quizá eso mismo nos pasa a nosotros, el Señor nos invita pero nosotros le decimos: espera tengo que ir primero a arreglar algunos negocios, tengo que ir primero a ver al psicólogo para cambiar un poquito mi vida, tengo que ir primero a arreglar con mi vecino algunas otras cosas en lugar de iniciar con uno mismo el cambio en nosotros; quien tenga la disponibilidad de seguir al Señor de vivir verdaderamente su compromiso de fe, tiene que hacerlo con decisión, esa es la petición, a eso nos lleva el ejemplo que estamos escuchando, con decisión, con desprendimiento, sin condiciones dejando atrás el pasado, viviendo un cambio de mente y de vida ya que el camino que propone Cristo es el estrecho, exige sacrificio y entrega total de uno mismo; “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” es camino donde existen pruebas, tentaciones, seguir a Cristo es un camino donde hay críticas, es un camino que es posible para el discípulo misionero, para el testigo de la verdad del Señor y que exige que los discípulos ante todo estén convencidos, el seguimiento de Jesús no es por lo tanto un seguimiento agradable en una vida tranquila sin compromiso, en ocasiones hermanas y hermanos el seguimiento de Jesús tendrá momentos difíciles, momentos de dolor, de desaliento, el mismo evangelio, en otra parte nos cuenta como muchos de los discípulos de Jesús se volvieron atrás y ya no andaban con Él, por eso el discípulo debe seguir a Jesús en su persona en todo sentido, no sigue solamente una línea de pensamiento en Jesús, o una propuesta de vida ética, debe seguirlo convencido con certeza y decisión, es decir, que difícil yendo al ejemplo, para aquella persona que tiene problemas en su familia por ejemplo con los vicios; tomar la decisión de dejar el vicio, para qué, para seguir a Jesús, que difícil para aquel que tiene una amante, - hombre o mujer – tomar la decisión de dejarla para seguir a Jesús, que difícil para aquel que el fin de semana le gusta ir a pasar el tiempo a lugares muchas veces no buenos, no ir con los amigos y ayudar a los amigos a que vean que están en un camino que no es de prosperidad en la fe ni con su familia en estos tiempos tan difíciles. Hermanas y hermanos Cristo debe entrar en el yo del discípulo, Cristo debe entrar en su corazón, en este sentido cuanta razón tenia un gran doctor de la iglesia San Ambrosio, vivió siglos atrás y decía: “Que pueda entrar en tu alma Cristo, que tenga morada en tus pensamientos, para poder cerrar todo espacio al pecado en tu corazón” y no olvidar hermanas y hermanos que la cruz signo de amor y de entrega total es por lo tanto el símbolo del discípulo llamado a seguirlo a configurarse con Cristo. La tercera persona que deseaba ser discípulo quiere volver a Cristo, “Te seguiré señor pero déjame primero despedirme de mi familia”, este discípulo parece que ya está decidido a seguir al Maestro pero la llamada de Jesús es de siempre urgente; entretenerse, ir a la casa, poner pretextos, todo es lo mismo ante la llamada de Jesús, no se puede mirar atrás para seguirlo y hay que ser fieles al trabajo. En estos tres mensajes de Jesús yo veo elemento, quiere afirmar que existen prioridades que no son negociables para el cristiano pues el reino de Dios ocupa el primer lugar en todo y no puede estar subordinado a nada, ni a gustos ni abismos el reino de Dios tiene prioridad, el problema ahora hermanas y hermanos es que la sociedad en la que vivimos está muy lejos de estas propuestas de Jesús, de estas palabras de Jesús, de este pensamiento de Jesús, ya que la cultura actual establece el primado de la subjetividad, basado en el punto de vista de la persona influido por intereses y deseos, la persona que es quien decide que es lo que se debe de hacer y la persona decide en vista a sus gustos al sentirse bien no importa que exista pecado, en nuestra sociedad lo mas importante es la comodidad de cada uno, lo más importante es lograr las metas trazadas no importando quien o que se atraviese en el camino, se piensa que la fidelidad es algo pasado de moda, que cierra oportunidades, momentos de alegría y de placer. Hermanas y hermanos el seguimiento de Cristo sugiere respuestas claras en la vida y en consecuencia no se puede ser más o menos persona de fe, más o menos fieles, más o menos justos, más o menos caritativos, más o menos honrados, más o menos vivir con ética, no, el seguimiento de Jesús debe integrar comportamientos coherentes y debe de inspirar todas las acciones del ser humano en lo privado y en lo publico, en la intimidad del hogar y en el trabajo, en la iglesia y donde quiera que nos encontremos. Pidámosle al Señor que nos regale los dones necesarios para poder seguir y que este seguimiento a ejemplo de Santa María su Santa Madre, en él seamos buenos discípulos misioneros, que sepamos nosotros convertir esta sociedad en una sociedad cristiana en una sociedad justa y amable donde reine la paz. Que así sea. 

 



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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística del domingo 16 de junio de 2013, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.


Queridos hermanos y hermanas en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar acerca del importante tema del perdón de los pecados, este tema que desgraciadamente va perdiendo  en nuestra actualidad importancia, siendo que es un tema fundamental en la vida de toda persona, de toda persona creyente, el tema del perdón de los pecados se encuentra presente en las lecturas de este domingo, de esta eucaristía. En la primera lectura se nos narra el grave pecado del rey David , quien teniéndolo todo se enamoró de la esposa de un oficial del ejército de nombre Urías, reclamándole el profeta en nombre de Dios “mataste a Urías, el hitita, y tomaste a su esposa por mujer, a él lo hiciste morir a espada de los amonitas” el profeta Natán le anunció al rey David el castigo de Dios: “La muerte por espada no se apartará nunca de tu casa, pues me has despreciado al apoderarte de la esposa de Urías el hitita y hacerla tu mujer”. Grave pecado de muerte, asesinato y adulterio, David nos dice al misma escritura se arrepintió sinceramente ante Dios de sus actos y por ese arrepentimiento fue perdonado. En la segunda lectura San Pablo nos recuerda que no debemos tener la tendencia de reducir la fe al cumplimiento de la misma fe, tendencia que encontramos ahora también en nuestro tiempo, cuando la persona piensa que por creer, que por saber acerca de Jesucristo, vive la fe, pero la vive a nivel de pensamiento, a nivel de ideas, sin la vivencia de la fe que conduce a compromisos concretos en el perdón, en la caridad y la cercanía con el Señor Jesús por medio de los sacramentos. En el evangelio hermanas y hermanos nuevamente aparece el tema del perdón de los pecados, perdón que se obtiene por la fe y el amor al presentar Lucas este acontecimiento de la vida de Jesús, con el fin de comprender mejor el mensaje de Dios en este domingo vale la pena que analicemos los rasgos de la personalidad del fariseo y de esta mujer, pecadora; el fariseo una persona perteneciente a la comunidad judía, una comunidad que lo sabemos por la historia, religiosa pero también política, el fariseo un devoto a los servicios religiosos, persona respetada y reverenciada por la sociedad hebrea, que proclamaba ser muy espiritual que siempre estaba en el templo en la sinagoga alabando a Dios y rezando para que los demás le vieran, era el fariseo maestro de la ley y todo el pueblo lo tenía a este grupo de fariseos como guías espirituales, nos dice el texto que este hombre, el fariseo había invitado a Jesús a comer y también había invitado a unos amigos que pertenecía sin duda a su mismo grupo religioso y político pero la comida se vio justamente alterada por la presencia de una mujer; una mujer que no estaba invitada, cuya vida era escandalosa, era conocida, se acercó a Jesús nos dice el evangelio y comenzó a llorar, con sus lágrimas bañaba sus pies, dando pie a que el fariseo pensara acerca de Jesús, “si este fuera profeta sabría qué clase de mujer lo está tocando” pensamiento evidentemente que descalificaba a Jesús, pensamiento fundamentado en el orgullo natural de una actitud farisaica; de la mujer el evangelista no nos dice mucho, no nos dice su nombre pero si es claro que es una mujer conocida por la comunidad, es claro que no llevaba una vida recta; hermanas y hermanos esta relato evangélico tiene una gran enseñanza para nuestra vida cristiana, muestra primeramente como Jesús acoge al pecador arrepentido, el fariseo reacciona con un mal pensamiento de desprecio: “si este supiera quien lo toca”, Jesús por el contrario da muestras de acogida y comprensión, ve en la mujer a una persona necesitada de amor, a una persona arrepentida, a una persona que busca la reconciliación, a una persona que busca la paz, esta actitud de Jesús ante los descuidos de la sociedad debería hacernos revisar también a nosotros nuestras actitudes, hay personas que se sienten discípulas de Jesús pero que discriminan a otros negándoles el derecho de acercarse a Dios, esa actitud incluso se presenta en personas muy allegadas a la iglesia, ¡hay que tener cuidado! Que no es una actitud de Jesús, es una actitud distinta al Señor. La segunda actitud de Jesús que aparece muy claramente en el texto es perdonar, hermanas y hermanos el perdón viene de Dios, de su amor misericordioso, pero para que exista perdón la persona tiene que aceptarse a sí misma, tiene que aceptar sus faltas, tiene que aceptar su historia y esto no es sencillo no es fácil porque no aceptamos que tenemos que corregir el rumbo de nuestra existencia, de nuestra vida, la sociedad ha perdido el sentido del pecado, y nosotros somos parte de la sociedad muchas veces nosotros perdemos el sentido del pecado, hay que tener cuidado porque ahora la sociedad muchas veces como también algunas personas consideran como normales comportamientos abiertamente en contra del amor y de la justicia, el verdadero pecado, si nosotros reflexionamos sobre este texto, el verdadero pecado es la falta de amor, la falta de comprensión, la falta de acogida, en una palabra es el perdón. La tercera actitud es ver como el pecador que reconoce a Jesús, agradece, por ejemplo el gesto de esta mujer está movido por la gratitud hacia el único hombre que le había tratado como persona, con respeto, que no la había mirado como un objeto que se usa y después se desecha y se desprecia; hacia el único hombre que no le había censurado sino que le había aceptado como era para invitarla a la conversión, para invitarla al cambio de vida, la gracia de Jesús hermanas y hermanos transforma, transforma por dentro porque Jesús es paz y es misericordia. Qué paz nos da el saber que estas actitudes de Jesús que hemos meditado muy brevemente en este domingo son las actitudes que debe de tener cada cristiano, y hoy porque no reflexionar que tiene que tener cada padre de familia para con sus hijos. Hoy en nuestra patria celebramos el día del padre, que esta fiesta que nos da la oportunidad de reconocer la labor del padre de familia, del padre que está llamado a ser testigo, guía, padre de amor, de perdón, custodio como lo hemos visto en la actitudes de Jesús en el evangelio de hoy y como debería ser la actitud de todo buen padre teniendo presente en su vida el compromiso de la fidelidad, la responsabilidad, el servicio, la generosidad y de acoger diario a los hijos con amor, formando en ellos los valores cristianos. Hermanas y hermanos, esto no es sencillo, esto no es fácil por eso hay que pedirle la gracia al Señor, para poder acoger, para poder perdonar, para poder amar. Mi reconocimiento a todos los padres por su entrega, por compartir su vida con sus hijos, gracias por ser testigos del amor del padre celestial, que Dios los bendiga, pido a Dios que los llene de sabiduría para cumplir con su misión y que les de la fuerza para vivir su vocación, Dios tenga también en su reino y premie a todos los papás difuntos y les conceda la recompensa por las actitudes favorables que hicieron por la formación de sus hijos. Y recordemos todos nosotros en este evangelio hemos nuevamente recordado actitudes de Jesús, vivámoslas poniéndolas en práctica. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.







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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc del domingo 9 de junio de 2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, en este domingo la palabra de Dios nos lleva a contemplar el sufrimiento de dos mujeres, dos mujeres que pierden a sus hijos y como si esta pena no fuera suficiente no tienen con quien compartir su tristeza pues ambas son viudas y de acuerdo a los textos amabas no tienen hijos, más que uno sólo; estas son dos situaciones muy diferentes, separadas en el tiempo, la primera lectura que hemos escuchado y del evangelio sin embargo se da una respuesta común al ver el dolor de estas mujeres por un lado con el profeta Elías, por otro lado Jesús después de siglos, se conmueven y devuelven estos hijos únicos a sus madres, los devuelven no muertos sino con vida, las lágrimas de  estas madres se convierten en alegría y acción de gracias a Dios por el don del Espíritu que es el don de la vida que nueva mente obtienen los hijos de cada una de ellas. Del evangelio Jesús se conmueve por la situación de esta madre como hemos escuchado, que ha perdido a su hijo, se pone Jesús en su lugar, comprende la situación y el dolor que vive esta mujer e interpreta Jesús, nos dice Lucas, fielmente los sentimientos de esta mujer. Jesús tiene compasión; hermanas y hermanos, nos debe de quedar claro que la compasión es la capacidad de entender el dolor humano y quien tiene compasión no puede quedarse quieto ante el dolor sino que actúa para modificar las condiciones que han causado ese dolor, así actúa Jesús. La compasión es una virtud cristianan que es sembrada por Dios en nuestro corazón, pero  para que crezca debe de ser aprendida, debe de ser cuidada, debe de ser cultivada; así la compasión nos lleva a sentir como propio el dolor de los demás e invita a aliviar el sufrimiento y evitarlo si está a nuestro alcance, quien vive esta virtud no juzga ante los acontecimientos sino que ayuda, comprende buscando siempre la caridad hacia el necesitado. Cuando la persona deja de lado esa virtud de la compasión se convierte en un enemigo para los demás pero también para él mismo, pues quien vive sin compasión, hace daños sin escrúpulos a los demás, Jesús mismo ha manifestado: Bienaventurado los misericordiosos o sea los compasivos porque ellos alcanzarán misericordia o sea, alcanzaran la compasión; hermanas y hermanos, no permitamos que las actuales circunstancias de violencia en nuestra sociedad enferme nuestros corazones y llegue a dejarnos insensibles sin conmovernos por el dolor de los demás, aprendamos la lección de este día para vivir verdaderamente con un corazón compasivo, pero para tener un corazón compasivo no bastan las palabras hay que pasar a la acción, la compasión ante el dolor humano no nos puede dejar atrapados en la respuesta puramente afectiva de solidaridad sino que debe de inspirar acciones de, en la medida de nuestras posibilidades, traten de modificar la situación que produce dolor, siempre hermanas y hermanos siempre es posible estar más allá de las simples palabras de cercanía y de solidaridad, como discípulos de Jesús que somos por el bautismo, debemos de tener claro que fue la compasión que llevo a Jesús a resucitar al hijo de la viuda de Naím, y aquí cabe una pregunta ¿para nosotros el sufrimiento de los demás produce la misma compasión?, ¿qué hago para ayudar al otro a vencer el dolor y crear una situación de vida que es una situación de alegría? Hermanas y hermanos, si creemos que la vida por Jesús venció a la muerte debemos conocer la forma de pensar de Jesús, trabajar por la familia, trabajar por el respeto, el perdón y por hacer una realidad aquí en nuestra sociedad, la paz del reino de Dios. Hay actualmente, no podemos dudarlo, padres de familia que experimentan un dolor semejante al de esta mujer porque quizás uno de los hijos está como muerto, está como muerto por la droga o el alcohol, está como muerto por haber abandonado el hogar sin tener la familia muchas veces noticias de su paradero; hay hijos que parecen muertos porque no pueden levantarse de sus vicios y en nada trabajan ni colaboran para el bien de la familia, padres de familia, acerquen a sus hijos a Jesús, pídanle a Jesús por ellos, para que en Él, en Jesús encuentren la vida y no mueran, si ustedes padres de familia hacen hasta lo imposible por dar a sus hijos la mejor escuela y lo más que pueden, pero no les inculcan la práctica religiosa, no les inculcan los valores cristianos, no les extrañe que el tipo de pecados que nos rodean los contagie y destruya la buena semilla que se siembra en su alma, la cizaña y el veneno llegan por todas partes y nadie está exento de sufrir su daño que lleva hasta la misma muerte. Si queremos que la vida triunfe sobre la muerte tenemos que intervenir en los procesos formativos formando en los hijos valores cristianos, acrecentando la fe con el encuentro en Jesús, escuchando su palabra, orando con su palabra, respetando el bien común viviendo en la honradez, en la verdad, la responsabilidad y ejerciendo ante todo la caridad. Padres de familia, sus hijos siempre voltean primero a ustedes, que su conducta sea una conducta buena, una conducta de los hijos de Dios, que la semilla que hoy siembra Dios por medio de este Sacramento Eucarístico y por el Sacramento de la Confirmación conduzca a todos a la vida eterna. Que así sea. 






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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística del domingo 26 de mayo de 2013, en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, hoy la iglesia celebra el misterio de la Santísima Trinidad la presencia de Dios uno y trino, un misterio en el que reconocemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos acompañan desde la creación del mundo y a lo largo también de la historia particular de cada uno de nosotros, Dios Padre, nada esta fuera de Él y todo está en Él, por Él se hizo todo y nada llegó a ser sin Él, lo que llegó a ser tiene vida en Él así que Dios Padre es el creador del mundo y revela su paternidad cuando Moisés es enviado a pedir la liberación del pueblo de Israel que estaba esclavo de Egipto; lo podemos leer del capítulo IV del libro del Éxodo: Así habla el Señor, le dice a Moisés ve y dile al faraón, Israel es mi hijo, mi primogénito, yo te mando que dejes a mi hijo libre, ¿ir a dónde? Ir al desierto para alabar al Señor. En la Sagrada Escritura a Dios se le nombra de distintas formas pero en todas ellas se resalta el amor, la presencia y la misericordia de Dios. El nuevo testamento escudriña a él, se dirige a el con el término de Abba, que era el nombre cariñoso que usaban los niños arameos, - porque Jesús hablaba el arameo - al referirse a su Padre, con esta palabra Abba, muestra la integridad y el cariño, como nosotros mostramos la integridad, mostramos el cariño hacia nuestro padre cuando le decimos papá, expresión informal, pero a la vez una expresión respetuosa, en la sagrada escritura conocemos la filiación divina de Jesús con el Padre Celestial, de una manera especial, padre de Jesucristo, pero contiene también en sí la sagrada escritura la doctrina que todos nosotros género humano también somos hijos de Dios. Este domingo la liturgia propone a nuestra consideración el misterio de la Santísima Trinidad, aunque el tema lo podemos quizás considerar raro, difícil, distante, no es así, si nosotros nos fijamos, nosotros siempre en nuestra vida los cristianos invocamos el nombre de la trinidad, cuántas veces al iniciar el día nos persignamos y lo iniciamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, lo invocamos cuando salimos de la casa, lo invocamos al iniciar el trabajo, cuánta gente lo invoca ante los problemas, lo invocamos ante las dificultades, invocamos cuando nosotros terminamos nuestra jornada, nuestra viva como cristianos está marcada por esta invocación: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La trinidad es la esencia de la vida sacramental, de los sacramentos signos visibles de la gracia de Dios, pues pronunciamos su nombre por ejemplo en el sacramento del bautismo: yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; en el sacramento de la confirmación cuando invocamos al Espíritu del Señor; en el momento del matrimonio cuando decimos lo que Dios ha unido Padre, Hijo y Espíritu Santo no lo separe el hombre. Esta invocación sirve también de apertura para la Eucaristía para la misa, hoy lo hemos invocado; todas las oraciones también concluyen invocándola, con ella terminamos el rito de nuestra oración, terminamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Habrían de preguntarse ¿qué queremos significar cuando usamos esta expresión? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los cristianos y hay que recordarlo, queremos decir que en la unidad de Dios hay tres personas: el Padre,  el Hijo y el Espíritu Santo; de esta manera podemos afirmar que el Padre es Dios, que el Hijo es Dios, que el Espíritu Santo es Dios, sin embargo no hay tres Dioses sino un solo Dios verdadero, creador, un Dios vivo, un Dios cercano porque de la nada, nada sale, por eso la iglesia no puede aceptar como una invocación la santa muerte, porque la muerte es la negación de Dios, Dios creador es vida, está vivo y está con nosotros; científicamente también lo podemos saber ahora que la ciencia ha permitido descubrir el genoma humano y a aquella molécula que es sustancial para la vida, ahí encuentra la ciencia la intervención de Dios, porque sin Dios aquella molécula no podría haber existido, porque Dios es principio, porque

Dios es vida y donde no esta el ser no puede existir mas que la nada. Los escritos sobre la Santísima Trinidad cuando se quiere buscar la presencia de la Santísima Trinidad y entender este misterio, porque es un misterio, entre todos esos escritos resalta una anécdota, yo no se si sea cierta o no, lo resalta esta anécdota que se atribuye a un gran Doctor de la iglesia a San Agustín, cuenta la historia que San Agustín paseaba largas horas junto al mar, pues vivía en un puerto, y ahí frente al mar reflexionaba sobre los misterios de Dios, sobre los misterios de la fe, un día caminando en la orilla del mar vio a un niño que estaba escavando un hoyo en la arena,  y que posteriormente corría hacia el agua del mar con una concha tomaba el agua y la traía hacia el hoyo, San Agustín sintió curiosidad y le preguntó que hacía, el niño le dijo que quería pasar toda el agua del mar a ese pequeño agujero, San Agustín le respondió que eso era imposible, dice la anécdota que el niño también le dijo: mira es más fácil lograr que esta agua se pase a este agujero que comprender la grandeza, que comprender el misterio de Dios, porque Dios es todo un misterio. Hermanas y hermanos a la mente humana es imposible entender como se integra la perfecta unidad y comunidad de Dios; tres personas en una unidad en Dios, en la  lógica humana unidad y comunidad expresan dos realidades diferentes, distintas, de todas las verdades develadas en la historia de la salvación en la escritura, ésta es la más difícil de comprender por la razón, no podemos comprender ni expresar la grandeza de Dios, por qué, porque Dios es tan grande tan maravilloso que desborda todo intento de definición, a Dios no lo podemos definir. La encarnación de Jesús marca un paso grande gigantesco en este proceso de automanifestación de Dios al género humano, Jesús ha dicho: “Yo soy el camino, yo soy la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mi”, por medio de Jesucristo entonces conocemos al Padre, Jesús nos enseña que Dios es en si mismo comunión, que está lleno de vida, de conocimiento y de amor y que quiere hacernos a cada uno de nosotros sus hijos, a quienes le aceptamos, partícipes de esa riqueza de vida, de conocimiento, de amor, de paz. A través de su predicación Jesús reveló al Padre a sus discípulos y cuando Él ya no estuvo presente visiblemente en medio de ellos les prometió y les envió al Espíritu Santo para que tuvieran la claridad total sobre los designios del Padre, este mismo Espíritu que hoy recibimos en el Sacramento de la Confirmación, pero el reto es muy grande, tenemos que abrir nuestro espíritu con fe, con esperanza para que el Espíritu venga y nos penetre, para que el Espíritu de Dios nos enseñe a orar, para que el Espíritu de Dios nos enseñe a conocer a Cristo a vivir siempre marcados por la presencia de Dios, buscando crear una sociedad justa, una sociedad de amor, una sociedad de perdón, una sociedad de paz. La presencia de Dios hermanas y hermanos no la podemos reducir aquí al templo, Dios está presente en todas partes y a Dios hay que hacerlo presente y proclamarlo donde quiera que nosotros nos encontremos. Una invitación: descubramos en este Dios que nos crea,  que nos comunica su vida divina y que nos adopta como hijos, sintámonos muy cerca de su Hijo amado que nos redime, Jesús es Dios que asume nuestra condición humana por eso Jesús es el modelo a seguir para nuestra vida, no podemos decir que creemos en Jesús si únicamente sabemos de Jesús y no buscamos vivir a Jesús por medio de nuestros actos. El Espíritu Santo es Dios guiándonos en la fe, confortándonos, motivándonos e iluminándonos en la búsqueda



continua de la verdad de Dios. Hermanas y hermanos pidámosle al Señor que nos ayude a vivir en unidad y en amor para que así podamos construir la comunidad de discípulos misioneros, porque todo bautizado es misionero y debe de proclamar con su vida la presencia de Dios. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. 












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Homilía de nuestro Sr. Obispo Oscar Roberto Domínguez, del día domingo 19 de mayo de 2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús a las 11:00 hrs.

Estimados hermanos y hermanas, hoy en este domingo conmemoramos en toda la iglesia la gran fiesta de Pentecostés, con esta celebración terminamos el tiempo pascual en el que hemos celebrado la resurrección y  la ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos, esta fiesta es de gran importancia ya que en ella conmemoramos el envío que ha hecho Jesús a sus apóstoles y por ese envío y por ese envío dan inicio las actividades de la iglesia, la actividad misionera, la actividad de ir y llevar a todo el mundo evangelizadores “como el padre me ha enviado – dice el Señor  - así también los envío yo” y estas palabras hermanas y hermanos trascienden hasta nuestros días, que hermoso que la iglesia en América Latina y la iglesia universal las ha tomado y nos está enviando también a cada uno de nosotros a hacer presentes a Cristo especialmente entre nuestras hermanas y hermanos más alejados. Las tres lecturas que hemos escuchado en este domingo nos permiten contemplar las transformaciones obradas por la acción del Espíritu Santo, transformaciones que impulsan cambio completo desde el corazón y dan un sentido a la existencia tanto personal como de iglesia o sea comunitaria: pero todo debe de partir del encuentro con Jesucristo, ese encuentro creyente, ese encuentro vivo, ese encuentro personal y comunitario con Él, ese encuentro hermanas y hermanos que debe de ser fuente de agua viva que da vida a cada uno de nosotros como creyentes, como discípulos, del encuentro con Jesucristo surge el testimonio de vida, la obediencia a Dios, el servicio al prójimo; ese encuentro con Jesucristo surge del si profundo para seguir a Jesús y ser parte de su misión, todo creyente debe de buscar en este encuentro abrir el espacio de su corazón a la acción del Espíritu Santo, ya que su unión con Jesucristo, no puede ser, sino por obra del Espíritu Santo, y también de este encuentro con Jesús, obra del Espíritu Santo, nace la conversión, nace el verdadero discipulado, nace el amor a Dios. Nadie puede llamar a Jesús Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo, como nos ha recordado San Pablo en la primera lectura, por eso no permitamos que el mal nos tiente y cerremos el corazón a la acción vivificadora del Espíritu Santo. Hermanas y hermanos para no dejar cerrar el corazón hay que permitir que el Espíritu Santo transforme aquellas formas de vida que como sus discípulos del Señor nos alejan del seguimiento de Jesús, pero, ¿Cómo identificar estas formas de vida que alejan del Señor? Por medio de las actitudes que tenemos esa es la forma de identificar, una de ellas es la actitud al pensar que se ha pecado tanto que no hay salvación, por esa razón no vale la pena creer, - piensa mucha gente - en el Señor; porque piensa mucha gente que ha sido tan mala que ni Dios la puede perdonar, esta forma de pensar hermanas y hermanos nos lleva a cerrar  el corazón a la gracia de Dios; otra de ellas es cuando las personas se sienten salvadas por el hecho de saberse cerca de Jesús y por saber acerca de Jesús, no por creer verdaderamente en Él, por eso por más que haya cometido algún pecado hay gente que piensa que Dios no perdonará y no se confiesa por no ser necesario, creen que ya está salvado, sin un esfuerzo de vida sin un esfuerzo de conversión, otra forma de vida que cierra el corazón a la acción del Espíritu es cuando la persona se piensa dueña de la verdad, es ante todo su verdad e interpreta la fe a su medida, cuántas personas dicen yo que confieso, no hay nada que confesar, piensan que su vida se encuentra siempre en lo correcto, no dejan actuar la ciencia de Dios en su persona, otra forma es el pecar no por debilidad sino por malicia, cuantas personas no se acercan a Dios, cuántas personas no comulgan, no se confiesan por desear continuar viviendo en el pecado. Acabamos de escuchar: sopló sobre sus discípulos nos dice San Juan y les dijo “Reciban el Espíritu Santo, a los que les perdonen los pecados les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen les quedarán sin perdonar”. Hermanas y hermanos la iglesia nos recuerda constantemente que no hay límites ante la misericordia de Dios, pero, quien se niega radicalmente a acoger esta misericordia de Dios mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. El pecado contra el Espíritu Santo consiste y hay que recordarlo, en la negación de parte de la persona a aceptar la salvación y el perdón dados por Dios cuando el corazón de una persona se obstina de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados y se resiste a esta gracia comete pecado contra el Espíritu Santo el cual puede llevarlo a la condenación, la pregunta es ¿por qué?, no porque la iglesia y el Señor no puedan perdonarle, todo lo contrario sino mas bien porque la persona misma voluntariamente rechaza este perdón y rechaza la salvación otorgada y ofrecida por Dios. Cuanta razón tiene nuestro querido Beato Juan Pablo II en su encíclica sobre el Espíritu Santo cuando explica este pecado contra el Espíritu, dice, esta blasfemia no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo, consiste más bien en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, así es que hermanas y hermanos no cerremos nuestro corazón, abrámosle nuestro corazón nuestra vida a la acción del  Espíritu Santo. Hoy en esta importante fiesta escuchamos también un llamado a la vida de la iglesia que es comunidad, el texto de San Pablo en su primera carta a los Corintios hace referencia a los diferentes carismas y vocaciones que el Espíritu Santo suscita en las comunidades. Estas manifestaciones del Espíritu Santo deben ser reconocidas con agradecimiento y puestas al servicio de la comunidad, porque son dones, el Espíritu Santo concede estos dones no para engrandecimiento de la persona, y es ahí donde podemos descubrir si es un don del Espíritu Santo, cuando una persona recibe el don del Espíritu Santo y se siente engrandecida, cuidado, ese no es un don del Espíritu Santo; el don del Espíritu Santo se pone al Servicio de la comunidad, se pone al servicio para la construcción de la iglesia, para la construcción de bien. Porque así como el cuerpo es uno, nos ha dicho el Señor y tiene muchos miembros y todos ellos a pesar de ser muchos forman un solo cuerpo así también es Cristo, Cristo es uno, hay un don, el Señor, pero también nosotros participamos de estos dones. Al conmemorar esta fiesta de Pentecostés renovemos nuestra pertenencia a la comunidad de la iglesia, es un llamado para descubrir lo que significa vivir la fe, es un llamado hermanas y hermanos para lo que significa renovar nuestro compromiso cristiano, nuestras acciones, cambiemos las acciones pastorales, nuestras acciones como cristianos en el trabajo, en la casa, en la escuela; es un llamado para hacer testimonio de unidad, es un llamado para ir a buscar en nuestra colonia, en nuestros trabajos, en las escuelas aquellos que no creen, aquellos que son alejados, pongamos hermanas y hermanos al servicio de los demás el don de la fe que nosotros hemos recibido. Tomemos en cuenta el llamado de Dios nos ha dado, de generar una paz, de cambio, que el Espíritu Santo nos fortalezca y nos transforme y transforme todas aquellas formas de vida o sea actitudes que no están de acuerdo al Evangelio. Hermanas y hermanos, una invitación este día de Pentecostés: abramos el corazón, redescubramos a Jesús y pidámosle que el Espíritu Santo Fuente de luz y fuerza nos ilumine cada día. Que todos tengan feliz día de Pentecostés. 







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De la Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, el domingo 5 de mayo de 2013, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar en este sexto domingo de pascua nos presenta temas muy importantes que vamos a reflexionar: El primer tema lo trata la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, el segundo tema fundamental del evangelio de Juan. La primera lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles nos relata uno de los momentos más difíciles de la primera comunidad cristiana, ya que los judíos recién bautizados exigían a sus hermanos paganos, que había acogidos, se habían convertido al mensaje de Jesús, que primero aceptara, es decir vivieran la ley de Moisés, en particular aquellos  mandamientos acerca de la circuncisión y las normas que regulaban el consumo de los alimentos para que aceptando estas normas pudieran pasar a la comunidad cristiana, nos dice el texto de los Hechos de los Apóstoles que se pusieron a enseñar a los hermanos que si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés no podían salvarse, esta situación provocó un conflicto provocó un altercado como nos dice la palabra de Dios, una violenta discusión entre Pablo y Bernabé. Hermanas y hermanos este hecho tiene mucho que enseñarnos ya que no debemos de escandalizarnos ante diferencias que se presentan en la iglesia, después de analizar los argumentos a favor y en contra siempre se llega a una conclusión, y cuando la conclusión está de acuerdo a la voluntad de Dios podemos exclamar como la primera comunidad, “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” las decisiones responsables deben de tener como base tres niveles: primero lo revelado, la palabra de Dios, segundo, la tradición, cómo se ha vivido tradicionalmente en el magisterio la palabra de Dios, y tercero, qué es lo que Dios pide en el momento, así podemos tener diversos puntos de vista como a veces se tienen pero siempre llegando al momento clave del discernimiento y del discernimiento que es la búsqueda de la voluntad de Dios a la unidad. Así hermanas y hermanos, estamos llamados a afirmar la unidad de la fe y de los valores éticos fundamentales de manera que todos confesemos las mismas verdades y nos comportemos de acuerdo, no a lo que yo pienso, sino de acuerdo a lo que piensa el Señor, al evangelio. El segundo punto de reflexión importante lo encontramos en el Evangelio de Juan, hoy nos ha dicho el Señor: “El que me ama cumplirá mi palabra y mi padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”, como podemos darnos cuenta, el centro de aquel que cumple la palabra es el amor, y tendrá como consecuencia la permanencia de Dios en su persona, “haremos en él nuestra morada”. San Juan nos explica que el amor es el centro de la historia de la salvación y por lo tanto el centro de nuestra historia, entonces, si queremos responder a la pregunta ¿quién es Dios? La respuesta más exacta nos lleva a confesar que Dios es amor, ahora bien, el amor no solo define la identidad de Dios sino que es la identificación de su actuar, en su amor encontramos el para que de muchas cosas no únicamente el porque, la historia de la salvación sólo tiene una explicación: el amor de Dios que nos tiene a cada uno de nosotros, nosotros como discípulos del Señor estamos llamados hermanas y hermanos hacer con nuestra vida un reflejo del amor de Dios, ya que este amor no se queda ni se puede quedar en palabras debe de llegar a lo concreto, al cumplimiento de la caridad al cumplimento de lo elemental que serían los mandamientos. Cuando hablamos del cumplimiento de los mandamientos pensamos en la práctica de los diez mandamientos, pero recordemos la palabra del Señor, estos diez mandamientos son la síntesis de los principios que deben regir nuestras relaciones, con Dios y con el prójimo es decir con la comunidad, en ellos se nos pide el respeto, el respeto a los valores esenciales como es el respeto a la vida, el respeto al hombre, se nos pide vivir una verdadera convivencia, el cumplimiento de los mandamientos también conduce al respeto de las orientaciones que la iglesia nos da en temas doctrinales, en temas morales, como tenemos que insistir en el tema tan discutido del respeto a la vida, la iglesia respeta la vida porque está en el plan de Dios, la iglesia respeta y promueve la vida y todo aquello que está en el bien común. Hermanas y hermanos, al reflexionar sobre el amor cristiano debemos de ir a lo profundo, no quedarnos en los principios sino estos llevarlos a la práctica de manera que el amor se concrete en hechos de vida que transformen nuestra persona pero también que transforme la sociedad. El santo padre Francisco en estos días pasados ha afirmado que la iglesia es una comunidad del si porque nace del amor de Cristo, yo me pregunto: ¿esto qué quiere decir? Quiere decir que en la iglesia encontramos al Señor, que la iglesia es el si que nos impulsa a la conversión, que la iglesia es el sí que nos compromete al perdón, que la iglesia es el si que nos compromete al cambio a la metanoia, que la iglesia es el si que nos compromete al amor a Dios y al prójimo; regresando a las palabras del Santo Padre, Él concluyó diciendo: cuando una comunidad cristiana vive en el amor, confiesa sus pecados, adora al Señor y perdona las ofensas, cuando tiene caridad con los demás lo manifiesta en el amor. Hermanas y hermanos, esta es una invitación, es una invitación de vivir el amor en el Señor, para que el Señor viva en nosotros. Pidamos hoy en este día a nuestro Dios y Padre que nos ayude a vivir en la unidad y en el amor para que así podamos construir la comunidad de discípulos misioneros que Él desea, proclamando siempre su reino, que Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive nos acompañe en esta encomienda. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 21 de abril de 2013, de la Celebración Eucarística en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Estimados hermanos y hermanas procedentes de las diversas diócesis que conforman nuestra Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla, la iglesia que peregrina en esta Diócesis de Ecatepec los recibe con gran alegría y nos unimos a la iglesia universal que celebra la quincuagésima jornada mundial de la oración por las vocaciones en el marco del año de la fe, en este cuarto domingo de pascua, también conocido como el domingo del Buen Pastor. Esta imagen del Buen Pastor que nos presentan los evangelios ha estado presente en la fe y en la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos, los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado, así lo podemos constatar, sin embargo es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros, representaciones de Jesucristo “Buen Pastor”, la imagen de Jesús  Buen Pastor es tan rica que nos ayuda a comprender su identidad de Jesús, al comprender la identidad de Jesucristo, comprendemos su misión, comprendemos su relación con nosotros, podríamos describir esta imagen diciendo que el buen pastor es aquel que conociendo a sus ovejas las cuida, las atrae hacia si, e incluso da la vida por ellas. La identidad es el conjunto de los rasgos propios de una persona que la caracterizan frente a otros y que la convierte en alguien distinta a los demás, así la identidad hermanas y hermanos de Jesús esta profundamente asociada a su misión, a su misión salvadora, mesiánica y vinculada con actitudes y comportamientos hacia la misma misión. Primero debemos de conocer al Señor, vale la pena recordad que Jesús nació de una familia pobre de Nazaret, fueron las persecuciones de Herodes las que llevaron a su familia después de su circuncisión a refugiarse en Egipto, la familia fue migrante, su infancia transcurrió. Posteriormente en Nazaret, donde vivió con su padre, seguramente conociendo el oficio de carpintero. Durante su vida pública Jesús se dirigió   fundamentalmente a proclamar el reino de Dios, y ¿a quién proclamaba el reino Jesús?, a los pobres, judíos, por eso predicaba el amor al prójimo, por eso predicaba el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza en la vida eterna. Hermanas y hermanos que difícil es constatar hoy en nuestra sociedad que se producen dolorosos conflictos muy alejados de la proclamación del Señor, encontramos conflictos generacionales entre padres e hijos, hay jóvenes que buscan únicamente el placer o conquistar una función lucrativa y de prestigio, sumergidos en un pensamiento que consiste en intentar demostrar ser, algo que no se es, este rasgo suele causar rechazos incluso de unos para los otros, rechazo de valores, de valores cristianos, rechazo de identidad, rechazo de vida ala negación de dar raíces lo que origina una gran frustración y envidia por parte de quien posee estas circunstancias hacia los demás, esto no tiene relación con el natural y sano deseo de progresar en la vida porque quien vive así busca acceder a una clase superior sin importarle los medios que se deban utilizar para lograre su felicidad que se basa en un estatus y bienes materiales, pero, progresar en la vida es otra cosa, progresar en la vida es distinto, hay que reconocer que gracias a familias cristianas y a la formación que se realiza en estas familias hay jóvenes que vibran por el descubrimiento de Jesús y que viven intensamente su fe en el compromiso con el prójimo particularmente con el desposeído, con el pobre, con el oprimido, hoy el evangelista Juan nos narra el conocido pasaje del Buen Pastor, cuando Jesús se encontraba paseando en el templo, en el conocido Pórtico de Salomón, lugar que era muy frecuentado por la gente ya que al andar por ese Pórtico, al estar en ese Pórtico los contemporáneos de Jesús podían escuchar las enseñanzas sobre la vida, en el Jesús, en este Pórtico es cuestionado sobre su propia condición como salvador, como Mesías,  esperando quienes lo interrogaban la respuesta, no con el fin de conocerlo sino con el fin de acusarlo, la respuesta de Jesús es concreta y tajante: “mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco, ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Hermanas y hermanos solo quienes escuchan con atención la palabra de Dios y quien lleva a la práctica esta palabra es capaz de ser oveja, es decir discípulo y dar una respuesta favorable al llamado que el Señor le hace, la decisión de seguir a Jesús depende de cada uno de nosotros de nuestra propia libertad, una libertad que ha de conducirnos hacia la vida eterna, y no una libertad que nos puede conducir a una supuesta felicidad y al final de cuentas en lugar de traer paz trae intranquilidad, trae frustración, trae desilusión, no nos  confundamos, solamente cuando la persona escucha con atención la palabra de Dios es capaz de darle sentido a su propia existencia y entablar una relación verdaderamente profunda con aquel que es la verdad, con aquel que es el camino y es la vida, es decir con Jesús el Buen Pastor. En estos tiempos la persona vive inmersa en un mundo en donde las comunicaciones, como el internet, las redes sociales y los medios de comunicación masiva van abarcando cada vez más el interés de tantos y tantos jóvenes que dejándose guiar por estos falsos pastores se van perdiendo en el camino y no pueden seguir al verdadero pastor que es Jesús, ese Jesús que conduce al verdadero lugar, a su reino. Hermanas y hermanos, Dios quiere que todas las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y es precisamente Jesús el Buen Pastor,  quien los guiará al caminar hacia la salvación tan anhelada por nosotros los cristianos, ahora en esta eucaristía hay un buen grupo de jóvenes, yo les quisiera decir a ustedes jóvenes, ustedes están llamados a salir como misioneros, como discípulos a evangelizar, porque ustedes tienen que pertenecer al rebaño del Señor, especialmente ustedes vayan a evangelizar a los alejados a vencer los obstáculos que amenazan con el derecho de la libertad, con el derecho de la vida, ayúdenos para poder construir una iglesia que defienda verdaderamente los valores evangélicos que el buen pastor nos ha regalado. La capacidad de ustedes jóvenes es inmensa, ha llegado el momento de la reflexión y de la acción de la plena aceptación de este desafío, de vivir siendo discípulos del Señor perteneciendo al rebaño del verdadero pastor en plenitud, reconociendo y viviendo los valores evangélicos. Su Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI, en su mensaje en conmemoración de la quincuagésima jornada de oración por las vocaciones, que hoy también estamos celebrando, nos invita a reflexionar en Jesús el resucitado, quien pasa a través de los caminos de nuestra vida y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades, precisamente en el devenir cotidiano sigue dirigiéndonos su palabra, nos llama a realizar nuestra vida con Él, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. Él que vive en la comunidad de discípulos que es la iglesia, también hoy, Él llama a seguirlo y esta llamada puede llegar en cualquier momento, también ahora repite a cada uno de nosotros: “ven sígueme”. Para comprender y responder a esta invitación es necesario primero escuchar su voz, como aquellas fuentes a fin de dejar elegir por si mismos el propio camino y seguir el camino del señor, un seguimiento que significa renunciar a nuestra propia voluntad para adoptar la voluntad del Buen Pastor, dándole verdaderamente una precedencia, es decir: Ponerlo a Él a Jesús en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, la escuela, los amigos; entregarle nuestra propia vida,  vivir con Él en profunda amistad y entrar a través de Él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo para poder en consecuencia ser miembros de su rebaño, ser discípulos. Queridos hermanos y hermanas, no dejemos que el ruido proveniente del exterior de nuestra comunidad nos impida escuchar la voz del Señor, más bien sigamos la voz del Buen Pastor que es el Señor y pidámosle a Él que sostenga en sus hombros también a todos nuestros jóvenes, que sostenga en sus hombros a nuestros seminaristas, que sostenga en sus hombros a la vida consagrada que suscite en cada uno de los jóvenes la vocación para poderlo amar y servir a Él. ¡Oh Madre del Señor!, te pido en esta mañana que despiertes en los jóvenes la disponibilidad al servicio de tu hijo, implora ante tu hijo para nosotros abundantes bendiciones que se concreten en vocaciones locales al sacerdocio y a la vida consagrada. Señora Madre nuestra ayúdanos a vivir en el rebaño de tu hijo para poderlo reconocer siempre como nuestro buen pastor. Que así sea.





















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Homilía del Sr Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez C. en la Misa que celebró el domingo 14 de abril de 2013 en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.




Queridos hermanos y hermanas nos encontramos en el tercer domingo de este tiempo pascual, el evangelio de hoy nos presenta la aparición de Jesús  resucitado a orillas del Lago de Tiberíades, es importante recordar que una parte significativa de los hechos narrados en los evangelios tuvieron lugar en ese lago, hechos como fueron el llamado de los primeros discípulos, la tempestad calmada, la pesca milagrosa, o bien cuando Jesús camina sobre las aguas. Jesús se manifiesta a estos discípulos que después de los acontecimientos que han vivido de su muerte se sienten tristes, se sienten desorientados, pero a pesar de sus sentimientos tienen que ir a trabajar, tienen que ir a pescar para poder sostener a su familia y con que resultado, imagínense ustedes después de trabajar toda la noche nos dice el evangelio: no han pescado nada, aparentemente todo se encuentra en contra de ellos, cuantas veces hermanas y hermanos así nos sentimos nosotros en la vida, sentimos que todo nos sale mal, sentimos que no hay un camino seguro por el cual andar, el momento culmen de este relato es cuando Jesús se aparece en la orilla del lago, pero nos dice Juan que no lo reconocieron, Jesús resucitado es diferente pues Él no regresa al estado físico que tenía en el momento de su crucifixión sino que resucita hacia adelante y entra a un modo nuevo de vida absolutamente diferente; por eso hermanas y hermanos, para poder reconocerlo no basta a sus discípulos la visión física de alguien que está frente a ellos sino que necesitan una mirada diferente, que es una mirada desde la fe. El Santo Padre Francisco, últimamente con sus enseñanzas con su reflexión nos ha dicho: la muerte y resurrección de Cristo son el corazón de nuestra fe, es la resurrección de Cristo la que nos abre a una esperanza más grande porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el malo, el pecado, la muerte no pueden ser vencidos únicamente con cualquier cosa sino con la resurrección de Cristo y eso nos lleva a vivir con más confianza la realidad cotidiana a fundarla con coraje y compromiso porque la resurrección de Cristo nos dice el Papa es nuestra fuerza; continua recordando que los primeros testigos de la resurrección fueron las mujeres, éstas son impulsadas por el amor y saben recibir este anuncio con fe, creen, e inmediatamente transmiten lo que creen, no se lo guardan para si, la alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena sus corazones no se puede contener: esto debería de suceder también en nuestra vida, nos pregunta el Papa ¿tenemos el coraje de salir para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida?. Hermanas y hermanos la resurrección de Cristo es nuestra certeza más grande, la resurrección de Cristo es el tesoro más precioso, cómo si estamos convencidos de ello no compartir este tesoro con los demás, regresando al texto evangélico de este domingo encontramos dos momentos vividos por estos pescadores: un primer momento de esfuerzo y fracaso y un segundo momento de pesca abundante, yo me pregunto: ¿qué nos quiere decir el Señor ante estos hechos? Primero la experiencia del fracaso es común a todos los seres humanos, cuántas veces hemos sentido que nuestro esfuerzo y que los resultados no están de acuerdo con las expectativas esperadas, esta experiencia de fracaso es una realidad en la persona humana; segundo, cuántas veces el Señor nos habla ante el fracaso como les haba a sus discípulos, Jesús les dijo nos dice el texto: muchachos ¿han pescado algo? Ellos contestaron no, entonces Él les dijo echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces, nos dice Juan que así lo hicieron y que después ya no podían jalar la red por tantos pescados; en estas dos imágenes, la red vacía y la red llena hay una enseñanza sobre el obrar humano, cuántos actuamos inspirados exclusivamente en los cálculos humanos, cuántos  queremos salir adelante ante los problemas, con frecuencia, cuando trabajamos solos, sin Dios, encontramos la red vacía. Pero cuando hacemos con fe, con esperanza confiados en Dios y en su palabra los resultados son abundantes, cuántas  veces yo me he encontrado con personas que me han dicho: Padre yo no se cómo pero ahora estoy sana de mi enfermedad, Padre yo no se como pero ahora he encontrado trabajo a pesar de mis 47 años, esto me lo decían precisamente ayer un hombre. Hermanas y hermanos el momento culminante de este relato evangélico es el reconocimiento de la acción de Jesús por sus discípulos quienes lo reconocen, el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: es el Señor. Este encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos, además de la enseñanza anterior contiene un profundo mensaje sobre la dimensión comunitaria de nuestra fe, la comunidad de discípulos se fortalece cuando comparten el alimento preparado por el Señor, este encuentro cercano y este encuentro que fortalece a los discípulos es el mismo encuentro, el que nos lleva a reconocer: es el Señor, es el mismo encuentro que tenemos cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía, Jesús en el altar presente entre nosotros, la comunidad de discípulos se fortalece en la unidad, aquí tenemos otro mensaje que aprender: si nosotros en nuestro pueblo queremos que nuestro pueblo sea fortalecido trabajemos en la unidad, para qué, para poder tener buenos resultados confiando en Dios, y entonces si seremos fortalecidos en la paz, seremos fortalecidos en la justicia, seremos fortalecidos en el amor. Hermanas y hermanos esta escena de Jesús resucitado que prepara con profundo  cariño el alimento para sus discípulos, nos ofrece una orientación muy clara, nos enseña que la comunidad cristiana se reconstruye y construye alrededor de la mesa eucarística, alrededor del contacto con Jesús. Así que en este domingo Jesús nos transmite un mensaje con mucha claridad: el primero de ellos se refiere a los esfuerzos humanos, si confiamos exclusivamente en nuestro criterio humano y en nuestras propias fuerzas, fracasaremos en las decisiones que tienen que ver con la orientación fundamentada de nuestra vida, si queremos acertar en la decisión, confiemos en las palabras de Jesús; y el segundo mensaje tiene que ver con la comunidad, nuestro proyecto de vida, nuestro proyecto de pueblo, nuestro proyecto de comunidad, que es nuestro proyecto de estado, únicamente puede salir adelante en la unidad, no puede ser un proyecto individualista, necesitamos trabajar en comunidad y esto se fortalece poniéndolo en las manos del Señor. Pidámosle a Jesús que nos conceda las fuerzas necesarias para poder llevar a cabo en nuestra vida diaria sus enseñanzas y así trabajar por su reino de justicia, de amor y de paz. Que así sea.


















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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto  Domínguez  Couttolenc del día 23 de marzo de 2013, conmemorando el Domingo de Ramos.




Queridos hermanos y hermanas hoy en este domingo hemos escuchado, como cada año la lectura de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo; y con este domingo de ramos iniciamos la Semana Santa, la liturgia de la iglesia nos invita a introducirnos en el misterio de la pasión, de la muerte pero ante todo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Fíjense ustedes que repetí una tradición como la que repetimos cada año en estas celebraciones, sin sentido ni significado nos llevaría a una costumbre y a una tradición muerta, nos llevaría a quedarnos únicamente en el aspecto folclórico sin llegar al fondo del para que conmemoramos la semana santa, los ramos que hoy bendecimos, les decía hace un momento al iniciar nuestra celebración en el Calvario: estarán presentes en nuestras casas, en nuestros trabajos y en diversos lugares, no como signos de superstición sino como señal de la bendición de Dios, pero esto, hermanas y hermanos dependerá de la relación y el conocimiento que cada uno de nosotros tengamos de Jesús, si para nosotros Jesús es el Dios vivo y verdadero, entonces tendrá un sentido en nosotros la semana santa y también tendrá un sentido estos signos de los ramos, pero, si para nosotros Jesús es solamente una idea, es solamente un pensamiento y Jesús no está presente en nuestra vida, entonces nosotros no viviremos esta conversión, esta esta conmemoración del Señor, por eso hermanas y hermanos la celebración de nuestra fe en la persona de Jesús nos debe de llevar a conocerlo, a amarlo y a profundizar verdaderamente en estos principios de fe que nos lleva a vivir el perdón, que nos lleva a vivir el amor que tanto necesitamos aquí en nuestra Patria, aquí en nuestro Estado y aquí en Ecatepec. La segunda lectura que hemos escuchado tomada de la carta de San Pablo a los filipenses expresa con gran precisión los dos momentos que vamos a vivir del misterio pascual: por un lado la humillación del Señor, del Señor que es tomado, del Señor que es conducido a la muerte; pero por otro lado el segundo momento la glorificación, que hermosas palabras hemos escuchado de Pablo cuando nos ha dicho: Cristo Jesús siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina sino que por el contrario, se anonadó, o sea se rebajó a sí mismo tomando la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres, así, hecho uno de ellos se humilló a si mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz, por todo eso, lo dice San Pablo, Dios lo exaltó sobre todas las cosas; ¿Por qué lo exaltó? Me pregunto yo, porque Dios se ha manifestado en la humillación en Cristo, en Cristo que ha venido no a ser servido sino a servir, así hermanas y hermanos expresa San Pablo los dos momentos profundos del misterio pascual: la tiniebla y la luz, la humillación y la exaltación y decimos ahora en un lenguaje cotidiano: no hay domingo de resurrección sin pasar por el viernes santo. En este domingo de ramos iniciamos la conmemoración de este misterio pascual, que es, no cabe duda fundamento de nuestra fe, reconocemos como cada año y reconocemos en este año de la fe que no hay otra puerta para encontrarnos con Cristo sino la puerta de la fe, pero la fe no es una idea, la fe no es un pensamiento, la fe es una certeza de vida que debemos de vivir y de mostrar con nuestros actos, con nuestras actitudes de cada día. Hoy recordamos como cada año, cómo los judíos se reunían para celebrar la fiesta de pascua, con este motivo acudían a Jerusalén, acudían peregrinos de todas partes, no cabe duda que el ambiente de la ciudad se caracterizaba en aquellos tiempos por la alegría pero también por sentimientos nacionalistas, sentimientos políticos. La fiesta de la pascua los judíos conmemoraban su liberación de la esclavitud de Egipto y se fortalecían los ideales del pueblo sometido en ese momento histórico al poder de los romanos, tenían fuertes sentimientos de liberación y alimentaban las esperanzas de un mesías que restauraría la fuerza y la libertad del pueblo de Israel, es importante tener en cuenta este contexto para poder comprender el significado de la entrada de Jesús en Jerusalén, la cual no fue ordenada en una procesión rigurosa, no, fue una procesión con cantos, fue una procesión ruidosa, fue una manifestación donde se mezclaban todos estos sentimientos, sentimientos sociales, sentimientos de libertad, sentimientos políticos y sentimientos religiosos, Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén no con el orgullo propio de los vencedores, no con el orgullo propio de aquellos que han triunfado, que llegan para ser ovacionados por las multitudes, no, por el contrario Jesús se manifiesta como el mesías, mesías pobre y humilde que viene a servir a su pueblo, este mensaje nos lo transmite al entrar montado en un burro, animal que todos sabemos carece de todo significado triunfal y que es sinónimo de humildad. El texto de Lucas nos describe como fue evolucionando en ese día la entrada de Jesús a Jerusalén, el entusiasmo iba en aumento: cubrían el piso con sus mantos, cantaban, gritaban, bendecían a Dios; evidentemente no todas las personas compartían estos sentimientos mayoritarios de la multitud y seguramente trataban de silenciar las voces de aquellos que gritaban bendiciendo a Dios y bendiciendo al mesías. Hermanas y hermanos la presencia de Jesús, sus palabras y acciones fueron en aquel tiempo y continúan ahora en este siglo XXI siendo motivo de polémica pues ha venido a desinstalarnos, Jesús ha venido a cuestionarnos, Jesús ha venido a denunciar el orden que se manifiesta en la injusticia, en el pecado, para instaurar un orden nuevo a partir del perdón, a partir de la gracia, a partir de la paz, por eso hermanas y hermanos busquemos en nuestra vida signos de conversión, busquemos en nuestra vida signos par decir que Cristo para nosotros es nuestro Rey, cambiemos de actitudes: dejemos el pecado, la mentira, la injusticia, vivamos para el Señor, acerquémonos a los sacramentos, busquemos la confesión, busquemos los valores del reino de los cielos y no los valores de este mundo. Hermanos y hermanas en esta semana santa que iniciamos no nos comportemos como espectadores, involucrémonos activamente en la oración, en las celebraciones, dejémonos amar por Jesús hijo de Dios vivo que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca podrá terminar, que Jesús el Dios de la historia nos acompañe y nos bendiga para que seamos cada uno de nosotros en este año de la fe verdaderos discípulos y misioneros de el. Que así sea.























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De la homilía de nuestro Sr. Obispo Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 17 de marzo de 2013, en la Misa que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.





Queridos hermanos y hermanas, les doy como cada domingo la bienvenida, los saludo con mucho afecto y cariño a cada uno de ustedes,  hermanos fieles en el Señor.  Doy también la bienvenida  en este domingo al señor presidente municipal Pablo Bedolla, tenga la seguridad señor presidente que oramos  por usted, para que continúe llevando a este pueblo que Dios le ha encomendado, para que pueda vivir en paz, es el anhelo que seguramente tiene usted y tenemos cada uno de nosotros habitantes de este municipio de Ecatepec. Queridas hermanas y hermanos: La liturgia de la palabra en este quinto domingo del tiempo de cuaresma enriquece la experiencia que en días pasados hemos vivido como iglesia ante la elección del nuevo Papa Francisco. Los cardenales de todo el mundo se reunieron en Roma para analizar el estado actual de la iglesia y delinear el perfil del pastor espiritual que guiará a la comunidad, hoy pedimos al Señor que el nuevo Papa tenga la fortaleza espiritual y las facultades necesarias que le permitan gobernar a la iglesia en el convulsionado mundo que vivimos, la credibilidad de la acción evangelizadora dela iglesia exige continuar con responsabilidad, con valentía, continuar con fuertes decisiones como las que llevó a cabo nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI. La enseñanza de la iglesia no puede modificar la doctrina de acuerdo con las encuestas de opinión, los grupos de cohesión no pueden cambiar el contenido de los diez mandamientos, ni de la voluntad de Dios, el mensaje evangélico, bien lo sabemos es duro, difícil de vivir, es radical. Nuestra obligación como discípulos del Señor debe ser: guiados por el Espíritu Santo, guiados por los pastores, preguntarnos constantemente: ¿cómo vivir la fidelidad al Señor? En un mundo cambiante, en un mundo que no comparte el pensamiento de Dios, hay que estar leyendo con atención los signos de los tiempos, la nueva evangelización a la que estamos convocados debe integrar la fidelidad a la tradición y la actualización del mensaje evangélico. La iglesia no es un invento humano sino que ha sido fundada por Jesucristo, proclama a lo largo de los siglos la muerte y resurrección del Señor y la nueva vida que el nos comunica a través de la palabra, a través de los sacramentos; no hay duda cada generación afronta retos particulares, por eso la acción evangelizadora de la iglesia no puede refugiarse en la seguridad de la repetición de un discurso muchas veces pastoral y fuera de tiempo. Que el Espíritu Santo conceda al nuevo Papa la sabiduría y la firmeza para responder a estos clamores de una mayor transparencia y que dinamice la acción pastoral de la iglesia de acuerdo a los signos de los tiempos. La primera lectura del Profeta Isaías, habla de innovación, nos acaba de decir: no recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo, yo voy a realizar algo nuevo ya está brotando, ¿no lo notan?, voy a abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos de la tierra al mar; en la carta a los filipenses san Pablo nos recuerda en este día que la experiencia de Cristo le ha modificado radicalmente su vida, por lo tanto radicalmente sus valores: “Todo lo que era valioso para mi”, nos dice,  lo consideré sin valor a causa de Cristo, todo lo considero como basura con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él. Hermanas y hermanos: que texto tan rico y profundo nos da el Espíritu Santo para estos momentos que vive la iglesia,  y el evangelio de hoy nos muestra como manejó Jesús el caso de una mujer judía, acusada de adulterio y por lo tanto acusada de infidelidad, conducta que merecía  - según la ley de Moisés - morir a pedradas, es sorprendente que lleven ante Jesús a esta mujer, su comportamiento no lo entendían los judíos, el comportamiento de Jesús, cómo este hombre Jesús, cómo bebe y come con pecadores, pues a este Jesús que los judíos no entendían le presentan a esta esta mujer acusada de adulterio, y ante Jesús aparece uno de los peores pecados que es la hipocresía, al creerse mejores - los que acusan -  mejores que los demás, que ley del embudo se vivía, todo en contra de la mujer, y al hombre todo se le permitía, hermanas y hermanos hoy como ayer, es frecuente, no sentirse pecadores, es frecuente acusar a otros y sentirnos nosotros fuera de pecado, los males son muchos, decimos, pero los culpables son los demás, los culpables son las situaciones, como si las situaciones de pecado no las conociéramos y se nos olvida hermanas y hermanos que nosotros tenemos muchas veces un pecado de omisión; el encuentro con Jesús en este episodio hace que los acusadores se sientan acusados y se sepan pecadores, Jesús rechaza la incongruencia de hablar de un modo y de actuar de otro, eso para Él es hipocresía, demostrando que es hipocresía la mayor dificultad para poder vivir con Él y para poder vivir con fe en Él. El diálogo final cuando la mujer y Jesús se quedan solos es fundamental, y es muestra de como reconstruye Jesús a esta mujer, a esta persona, no teniendo en cuenta el pasado, por eso Jesús le dice: “mujer yo tampoco te condeno”, el centro de este mensaje evangélico que Jesús transmite es el rechazo de aquellos que establecen su propio sistema moral evitando mirar sus propios pecados, que los tienen pero que no los reconocen, en nuestros tiempos no destruimos la vida física de las personas arrojándoles piedras, regularmente, pero si las podemos destruir moralmente: con rumores, con expresiones, con dudas falsas y sin fundamento, en nuestros tiempos podemos destruir a las personas, podemos destruir nuestra sociedad; las palabras de Jesús siguen resonando en nuestros oídos “aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra” y espera de nosotros que seamos auténticos discípulos de Él, y ¿cómo se es auténtico discípulo de Jesús? Viviendo en la verdad, luchando en la verdad y siendo constructores de paz. Hermanas y hermanos pidámosle a Dios en este quinto domingo de cuaresma nos conceda continuar viviendo y buscando nuestra conversión, que nos permita continuar viviendo momentos de arrepentimiento, pues estamos seguros que Él, si así lo hacemos nos perdonará y nos dirá “Yo tampoco te condeno”.  Que así sea.











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Así se dirigió nuestro Sr. Obispo a nosotros en su homilía del domingo 10 de marzo de 2013, en la misa celebrada en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridas hermanas y hermanos  en la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar, una vez mas podemos constatar cómo la historia de salvación es la historia admirable de la reconciliación. El evangelista San Lucas relata una historia hecha por Jesús que inicia por el reclamo de la herencia del hijo de un hombre rico que sale de su casa, sale y despilfarra sus bienes con una vida disoluta y vacía  llegando a perder todo hasta su propia dignidad como persona, llegando por lo tanto hasta la humillación, pero este hombre reconociendo con valentía la necesidad del retorno a la propia casa paterna; encontramos también la persona del hijo que se queda en casa trabajando con su padre, que aparentemente es una persona obediente, es una persona buena “aparentemente”, porque cuando regresa su hermano arrepentido se reúsa a que su padre lo acepte nuevamente en la casa a pesar del arrepentimiento de su hermano, también encontramos en este relato el amor del padre, que resalta en el, un padre siempre dispuesto a acoger, siempre dispuesto a perdonar al hijo, que ha reconocido su falta. Hermanas y hermanos en esta historia encontramos un proceso de odio, pero sobresale el proceso del perdón, el padre que no se olvidó nunca del hijo a quien siempre había esperado con alegría, lo recibió, lo abrazó, lo perdonó, preparó una gran fiesta en la casa diciendo: este hijo mio estaba muerto ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado. Como el padre de la parábola Dios anhela nuestro regreso, nos quiere dar la bienvenida, nos quiere abrazar, llevar a la mesa y festejar con cada uno de nosotros el perdón, festejar la reconciliación, este tiempo de cuaresma, precisamente un tiempo en el que la iglesia nos convoca y nos invita a la reconciliación, a buscar el perdón con el padre y con toda persona que nos rodea, la gran verdad que se destaca en este relato evangélico es la gran misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonarnos, por eso la reconciliación hermanas y hermanos es un don del Padre Celestial que ha regalado a la iglesia como sacramento que es signo visible de la gracia de Dios; quien confiesa su culpa y la reconoce, quien se acerca al sacramento de la confesión, se reconcilia con Dios, reconoce que Él es algo, reconoce que Él perdona, reconoce que Él el Dios de la vida, ama, y que lo quiere reincorporar a la familia de los hijos e hijas de Dios, este tiempo de cuaresma es tiempo especial que Dios de la iglesia nos ofrece para encontrar la reconciliación y en ella la paz de Dios. El Señor espera que cada uno de nosotros los creyentes abra su corazón a su gracia y que esté dispuesto a vivir un proceso de reconciliación, pero un proceso hermanas y hermanos que sea pleno, un proceso que nos rehaga como personas, como hijos de Dios, un proceso completo que nos aleje del pecado y de las raíces profundas que muchas veces nosotros tenemos, porque hay que recordar que el pecado es la negación de la presencia de Dios en nuestra vida, de este Dios que es paz, de este Dios que es amor. Quien vive la reconciliación, vive la conversión, no es posible vivir un proceso de reconciliación sin la conversión; una y otra conversión y reconciliación son inseparables, la reconciliación dentro de la gran familia humana queda vinculada, queda unida a lo más íntimo de la persona con Dios. En este mundo que vivimos somos testigos y en ocasiones como cristianos somos también actores de divisiones, de críticas, de destrucciones, de tensiones; tenciones familiares, tensiones con los vecinos, somos actores a veces de la mentira, del odio, y nos quedamos en estos actos negando la presencia del amor de Dios, pero cuando nosotros nos damos cuenta que estos actos nos alejan del amor del Señor tenemos que vivir la conversión, tenemos que ser humildes y escuchar este llamado de Dios a la conversión, porque este llamado hermanas y hermanos de Dios a la conversión, es el llamado de Dios a vivir una estrecha y profunda unión con Él. En el contexto de esta celebración eucarística recordemos que muy especialmente para los reconciliados y convertidos la Eucaristía, la misa es el sacramento por excelencia porque es el sacramento de la reconciliación, de la unidad, de la caridad, y este sacramento que ahora celebramos debe hacer de cada uno de nosotros cuando nos alimentamos del cuerpo de Cristo y de su palabra debe hacernos testigos, mensajeros de unidad, mensajeros de perdón, debe de hacernos a nosotros mensajeros para ir al mundo a combatir el mal del pecado que niega la presencia del señor, la iglesia pueblo reconciliado debe hacer que sus miembros sean reconciliadores, es decir que cada uno de nosotros seamos personas vivas, testigos de la misericordia divina, de la reconciliación realizada por Cristo y que llega a su culmen aquí en la Eucaristía, donde comemos pan y también nos alimentamos de su palabra; hermanas y hermanos la parábola del hijo prodigo es sin duda una de las que han hecho mayor bien y ha movido a más personas al verdadero descubrimiento y retorno a Dios, quien se revela no como un Dios justiciero y castigador, sino como un Dios Padre con un gran corazón, y una extraordinaria fuerza de perdón y de amor, un Dios que está con nosotros, que vive con nosotros, entre nosotros, que camina con nosotros aquí en la Eucaristía y que escuchamos su palabra un Dios que nos alimenta. Pidámosle a este Dios vivo nos conceda vivir en esta cuaresma un verdadero proceso de arrepentimiento, de conversión, que nos conduzca a amarlo a Él sobre todas las cosas y a nuestro común. Que así sea.

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“Y si ustedes no se convierten perecerán de manera semejante.” Con estas palabras inicia la homilía nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto, en la Celebración Eucarística que presidió el domingo 3 de marzo de 2013, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. Luego nos dijo: Queridos hermanos y hermanas en este tercer domingo de cuaresma el Señor nos invita a intensificar nuestra oración y nuestra conversión. Los invito a que hagamos oración para que el señor se digne en estos días futuros a enviarnos un nuevo pastor en la iglesia universal, un nuevo pastor que conozca y conduzca a su iglesia; en estos fuertes tiempos con fuertes vientos del siglo XXI, hacia buen puerto, hacia el puerto del Señor. En esta segunda parte del tiempo de cuaresma escuchamos textos del evangelio de Lucas durante dos domingos en lugar del evangelio de San Juan… La característica del evangelio de Lucas es resaltar la misericordia y el perdón, de forma tan insistente que lo hace especialmente apropiado para la preparación inmediata que viviremos de la pascua, la pascua del Señor, Dios Padre rico en misericordia desea nuestro retorno a Él, quiere entrar en comunión con cada uno de nosotros para otorgarnos una nueva vida. Hermanas y hermanos el episodio de los galileos y el de la torre de Siloé que acabamos de escuchar, quizás no son desconocidos en sus pormenores, pero no en la intencionalidad a la que hace referencia a ellos Jesús, ponemos conciencia como Moisés, que la tierra que pisamos es para nosotros tierra santa, eso es lo que nos quiere decir el Señor con esta historia, como estos galileos o como estos hombres que mueren aplastados en la torre de Siloé, hacemos una historia de salvación, por lo tanto una historia sagrada y en ella nos encontramos como protagonistas cada uno de nosotros de muchas maneras, el anuncio de la buena nueva y el encuentro con Dios sucede en esta misma tierra, sucede en nuestra historia por eso nuestra historia personal, la historia de nuestra familia, la historia de nuestra sociedad en esta tierra son santas porque estamos escribiendo la historia del Señor. Hoy nos llama el Señor a la conversión con unas palabras muy duras: “Y si ustedes no se convierten perecerán de manera semejante.” Pero difícilmente podremos encontrar nuestra conversión si no la queremos trabajar, si no nos esforzamos en ella y una conversión que no nos lleve únicamente a nosotros al encuentro del Señor, sino una conversión también comunitaria; algo importante nos quiere decir el Señor con estas palabras, no tengo duda, recordemos que es la conversión la condición fundamental para seguir a Jesús teniendo una fe viva en Él. En la conversión vivimos lo fundamental de la vida cristiana y la vida cristiana hermanas y hermanos es vivir de cara a Dios pero en el servicio a nuestro prójimo, permítanme recordar al respecto estas hermosas palabras de su Santidad Benedicto XVI, que encontramos en su mensaje para la cuaresma de este año 2013, cuando el Papa nos dice: La fe nos lleva a reconocer los dones que Dios bueno y generoso nos encomienda, y hermanas y hermanos únicamente podemos tener fe si vivimos la conversión, y cuáles son esos dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda? Son los dones de la caridad, la caridad hace que fructifique el don de la justicia, el don del perdón, el don de la paz; vivir así no es nada fácil en el momento actual, para muchas personas sin fe Dios no cuenta, no lo necesitan, han perdido de vista su amor, aunque sienten en su vida la soledad, el vacío de no tener a Dios. Hermanas y hermanos amemos a Dios, volvernos a Él es el reto y eso es ser evangelizados voltear a Dios, si no contemplamos a Cristo, no podemos contemplar su rostro en los demás, no podemos contemplarlo en los problemas, en las necesidades, en el misterio de ser libres, porque se trata de un volverse a Dios desde lo más profundo de nuestra persona, desde dentro, desde nuestro sentimientos, desde nuestro corazón, desde nuestras acciones. El evangelio de este domingo en este contexto nos presenta la parábola de la higuera estéril, utilizando Jesús el lenguaje campesino es un lenguaje sencillo, manifiesta quién y cómo es Dios para nosotros, que su amor no tiene límites, que su amor es paciente, que siempre confía, que no se desespera pero nos pide la conversión en nuestro modo de vivir y estamos llamados en esa conversión a dar frutos. Hermanas y hermanos, en términos más actuales podemos hablar de una evaluación por resultados, tendremos que responder ante Dios u nuestra conciencia por la administración de nuestra vida y el cumplimiento de nuestras responsabilidades, para poder comprender el significado de esta parábola conviene partir de la propia experiencia humanan que es muy frecuente la de pedir la última oportunidad, cuantas veces en nuestra vida, ante los conflictos, cuando se llega al límite y es inminente la ruptura definitiva surge entonces la inevitable petición: la última oportunidad, este ejemplo de la vida diaria nos sirve de contexto para comprender el significado profundo de la parábola  de la higuera estéril, esta parábola plantea un problema, un problema de fondo, un problema para nuestra vida un problema que hay que solucionar en término de conversión y en términos de rendición de cuentas; a cada uno de nosotros hermanas y hermanos, el Señor nos ha asignado una misión, como miembros de familia, como ciudadanos, como participes de la comunidad eclesial y a cada uno de nosotros se nos ha otorgado una parcela, una parcela que la podemos comparar con el tiempo para realizar esa misión, quizás unos cuantos años, quizás 20, 40, 60, 70 o más, no sabemos; hermanas y hermanos no seremos evaluados por los cargos desempeñados sino por los valores puestos en práctica: el amor y la confianza a Dios, el amar y la confianza a la familia, la solidaridad con los pobres la justicia de las relaciones con los demás, la ética profesional, el sentido de ciudadanía, la práctica religiosa; los valores que hallamos puesto en práctica en este tiempo dirán si nuestra vida ha tenido un sentido o si en las palabras de la parábola de hoy hemos ocupado inútilmente la tierra, que triste es decir, pero podríamos decir hemos vivido inútilmente. Dentro de este contexto de rendición de cuentas permítanme decir una palabra sobre el sacramento de la reconciliación que nos invita a la conversión, este sacramento también llamado de la confesión, muchas personas hermanas y hermanos dicen: no se de que confesarme, pues no he matado a nadie, no he robado, no he sido secuestrador, no he hecho daño y estamos confiados como nos dice la segunda lectura que hemos escuchado, sin embargo tenemos que reconocer que siempre es posible mejorar como creyentes, como miembros de la familia, siempre es posible mejorar en la justicia, siempre es posible mejorar en las relaciones con Dios, relaciones con la esposa con el esposo, con los hijos y vecinos, relaciones que hay que mejorar también como ciudadanos, el sacramento de la reconciliación, mejor conocido como confesión es la oportunidad que nos ofrece la iglesia para hacer un alto en el camino, para evaluar los resultados y hacer un plan de mejoramiento, es decir de conversión, hacer un plan para remover la tierra como en la parábola, para poder dar frutos. Hermanas y hermanos aprovechemos el tiempo de cuaresma para hacer un corte de cuentas y revisar nuestra vida, nuestro crecimiento personal en Dios y hagamos que este proceso dentro de un contexto de fe acercándonos a este sacramento de la reconciliación o confesión y recordemos que pecar es no dar fruto, quien no da fruto es estéril, quien no da fruto vive en el pecado, Dios espera no solamente nuestro amor sino también nuestras obras, Él está dispuesto a trabajar con nosotros y siempre nos concede una nueva oportunidad de vida. Hermanas y hermanos no desperdiciemos esta nueva oportunidad que el Señor nos concede; si nosotros no nos convertimos pereceremos de manera semejante. Que así sea.






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“Este evangelio los salvará, si cumplen todo tal como yo lo predije”. Con esta frase inicia su homilía del domingo 10 de febrero de 2013, Nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez  Couttolenc. Luego nos dijo: Estimados hermanos y hermanas, la liturgia de la palabra en este domingo, vísperas ya del inicio del tiempo de conversión, al que nos invita la iglesia y que iniciaremos el próximo miércoles con el miércoles de ceniza, nos recuerda que cada uno de nosotros tiene una vocación; es decir: un llamado de Dios que debe de realizar en su vida. Tanto en la primera lectura del Profeta Isaías, como en la primera carta a los Corintios; así como en el Evangelio de Lucas, aparecen en cada una de ellas experiencias espirituales que llegan a cambiar la vida de aquellos que la han recibido, pero no únicamente recibido sino también de aquellos que han comprendido esta experiencia espiritual, en ellas se da el llamado de Dios para realizar una tarea concreta, la tarea de ser portadores del mensaje de Dios. Esta experiencia de recibir, comprender y aceptar el llamado de Dios, lleva consigo por un lado el reconocimiento de la gracia de Dios; tu inequidad, le dice al profeta, ha sido quitada y tus pecados perdonados; como proclama la primera lectura. Pero por otra parte el reconocimiento de la condición humana que es limitada y que hace referencia a la dignidad: cuando Simón Pedro después de reconocer la palabra del Señor que se concreta le dice: Apártate de mi Señor, porque soy un pecador. Hermanas y hermanos estas palabras nos enseñan que quien se abre al llamado de Dios con fe y esperanza, acepta el proyecto de Dios en su vida como Simón Pedro, No temas desde ahora serás pescador de hombres le dice el Señor y cambia el proyecto de su vida, de ser un pescador a ser pescador de hombres. Miremos ahora que nos quiere decir Jesús por medio del texto evangélico que hoy hemos escuchado ya que se trata de un hecho en la vida misma de Jesús, un hecho de gran enseñanza para nosotros sus discípulos. En el diálogo entre Jesús y Simón Pedro, aparece la invitación del maestro: lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar, y el reconocimiento de los límites de la persona: Maestro hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; en este diálogo Lucas nos quiere dejar claro que la palabra de Jesús es no únicamente para ser escuchada sino para ser comprendida y realizada en la vida de cada persona como la realizó Simón Pedro, veamos como en la persona y actitudes de Simón Pedro encontramos una radiografía de las actitudes de la persona en este siglo cuando ante los problemas la misma persona quiere enfrentarlos con sus propias fuerzas y las posibilidades inmensas que se nos dan y abren cuando la persona no enfrenta los problemas con sus propias fuerzas sino que se apoya en la gracia de Dios, como Pedro: confiando en tu palabra echaré las redes. Son dos maneras de enfrentar la vida: una con las propias fuerzas humanas, y otra, además de las fuerzas humanas y ante todo apoyados en el poder infinito de Dios. Hermanas y hermanos cuando la persona enfrenta la vida con trabajo y responsabilidad pero además con fe y esperanza en Dios, el resultado es inesperado; como el resultado de Pedro, aquel que nos dice Lucas: llenaron las dos barcas que casi se hundían. Así nosotros cuando enfrentamos la vida con trabajo y responsabilidad pero llena de fe y esperanza, podemos entonces decir y podemos demostrar nuestra aceptación de Dios en nuestra existencia. Este hecho en la vida del Maestro sirve de sustento al llamado o sea la aceptación que realizarán sus discípulos, en la persona de Pedro desde ahora será pescador de hombres y dejándolo todo, nos dice el evangelio: lo siguieron. Hermanas y hermanos, como creyentes sabemos que toda la existencia humana es un continuo llamado de Dios, el cual se va manifestando a lo largo de nuestra historia personal, todo inicia con el llamado a la vida en el seno de una familia, luego el llamado que nos hace ser cristianos incorporándonos por medio del bautismo a su iglesia y creciendo en ella por medio de la recepción de los sacramentos, hoy seremos testigos de la recepción de algunos hermanos y hermanas nuestras, de la recepción del sacramento de la confirmación, pero además este llamado que se concretiza en nuestra vida de oración, este llamado que se concretiza en nuestra fe, este llamado que se concretiza cuando nosotros vamos y acompañamos a los pobres, a los enfermos, a los necesitados; el llamado de Dios no es únicamente para nosotros sino para que esté al servicio de los demás, además de la vida divina dentro de la iglesia, cada uno de nosotros ha sido llamado de manera personal dentro de la diversidad de funciones para la construcción del reino de Dios. Hermanas y hermanos, el seguimiento de Jesús tiene una dimensión común que debemos de compartir todos los creyentes y tiene además una dimensión personal que es la misión específica que se nos ha asignado en este mundo a cada uno de nosotros como personas, como a Simón Pedro, también Dios se nos manifiesta en nuestra vida a través de acontecimientos, a través de situaciones, a través de personas y si gustamos nosotros y queremos podemos verlo y encontrarlo, desgraciadamente muchas de estas manifestaciones de Dios en nuestra existencia pasan desapercibidas porque vivimos distraídos en medio del ruido de nuestros quehaceres y preocupaciones, pero no compartimos el tiempo de Dios; es importante tomar en cuenta que el llamado que Dios nos hace, es inseparable de la misión, es decir: Dios nos llama para realizar la tarea, como cristianos no podemos permanecer con los brazos cruzados, primero debemos reconocer como sus discípulos que necesitamos de Él, que somos pecadores y reconocer que Dios nos llama para anunciar la buena noticia de su reino a este mundo y sociedad heridos por la violencia, por el odio, por la discordia en todas sus manifestaciones, estamos llamados a anunciar la buena nueva de la paz, y la reconciliación a ese mundo agobiado y a esta sociedad cansada de injusticias. Hermanas y hermanos los discípulos acogieron este llamado de Jesús, y como nos lo cuenta el evangelista Lucas: dejándolo todo lo siguieron, hoy el Señor nos invita a que dejemos todo aquello que no nos deja ser bien esas palabras. Si hacemos un análisis cada uno de nosotros en nuestra propia vida, veremos qué necesitamos dejar para poder seguir a Jesús; o también si hacemos un análisis sobre la realidad de nuestra sociedad sabemos que como pueblo, qué debemos dejar para poder seguir a Jesús. Pidámosle a Dios que seamos capaces de escuchar su llamado y que descubramos cuál es nuestra tarea como miembros dela iglesia y como miembros de la sociedad, nuestras vidas hermanas y hermanos fracasarían si van pasando los años y no hemos hecho algo para la construcción del reino de Dios que quiere una sociedad justa, una sociedad del perdón, una sociedad de amor. Pidámosle a Dios y a Santa María de Guadalupe nos ayuden a vivir nuestra vocación para ser verdaderos cristianos para que dejando todo siempre seamos nosotros discípulos testigos del Señor, que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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En la homilía del domingo 12 de enero de 2013, en la misa que presidió nuestro Obispo Mons. Oscar Roberto, nos  dijo: Estimados hermanos y hermanas, en este domingo con la fiesta del bautismo del Señor, la iglesia concluye este tiempo de navidad. “Tú eres mi hijo, el predilecto, en ti me complazco” las palabras que acabamos de escuchar tomadas del evangelio de San Lucas nos proclaman la grandeza de Dios, en el misterio de la Santísima Trinidad, misterio revelado por el mismo Dios; Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El padre creador que con gran amor envía a su hijo unigénito, para rescatar al género humano dándole su presencia en la compañía amorosa, constante, del Espíritu Santo, en esta celebración del Bautismo del Señor, la iglesia nos invita a poner toda nuestra atención en la persona de Jesús, quien es presentado por el mismo Padre: “Tú eres mi Hijo, el predilecto, en ti me complazco”. De esta forma hermanas y hermanos da inicio la misión salvífica de Jesús, al leer el evangelio de San Lucas, notamos que este acontecimiento del bautismo del Señor se encuentra en el marco de la predicación de Juan el Bautista quien predicaba un bautismo, pero un bautismo de conversión. San Lucas nos hace notar que el pueblo, al estar ansioso por recibir la  salvación, llega a pensar que el salvador es el mismo Juan Bautista, pero Juan, dándose cuenta inmediatamente que el pueblo le estaba proclamando, Juan dice “Viene alguien, alguien que es más poderoso, alguien que va a bautizar con el Espíritu Santo, que va a bautizar con fuego, porque el fuego llega a transformar. Hay la enseñanza en la humildad de este hecho de que Jesús recibe el bautismo de Juan como un signo exterior de de arrepentimiento, por qué, porque Jesús no necesitaba, no necesitaba ningún perdón, pero si Jesús quiso recibir este bautismo para dar testimonio con su propia vida, con su propia persona de la necesidad que tiene cada persona de la conversión espiritual, de la conversión que lleva al encuentro con Dios, es muy diferente el bautismo    que impartía Juan el bautista al que imparte Jesús, y que la iglesia fiel a su mandato no deja de administrar constantemente, este bautismo, el bautismo de Jesús, libera a la persona, nos dice la escritura, de la culpa original y de todos sus pecados, lo rescata de la esclavitud del mal, porque recordemos que el pecado original, lleva a la persona a sentirse como Dios, al haber sido creada a imagen y semejanza de Dios, la persona vive su libertad, y la persona es capaz de elegir el camino de Dios, como también es capaz de elegir el negar a Dios en sus existencia, por eso el bautismo libera a la persona de esta inclinación al mal que nosotros tenemos, nos da la herramienta para poder luchar, esta herramienta se llama la gracia. El bautismo entonces nos comunica una vida de participación en Dios que nos ha ofrecido el mismo hijo de Dios. En el marco de este año de la fe y en esta fiesta que estamos celebrando del bautismo del Señor estamos llamados a recordar que por nuestro bautismo, nosotros tenemos un compromiso, cada uno de nosotros hemos sido injertados en la misma vida de Dios, y nosotros al aceptar la vida de Dios nos convertimos en hijos de Dios, en sus predilectos. Hermanas y hermanos el bautismo cuando se vive, cuando se comprende, cuando se conoce, cuando se razona, el bautismo llega a afectar a toda la persona en un cambio radical, evidentemente los cambios, cuando viene un niño a ser bautizado, un niño pequeño no se percibe pero si suceden, recordemos que toda persona es materia y espíritu, exteriormente cuando un niño recibe el bautismo no se ve ningún cambio, sin embargo  por dentro en su espíritu está siendo fortificado al ser hijo adoptivo de Dios, para ayudarnos a comprender este cambio la iglesia, cuando imparte el sacramento del bautismo usa signos visibles para que podamos nosotros imaginarnos que es lo que sucede en el interior de la persona, uno de los signos principales es el signar al bautizado con la señal de la cruz tanto en la frente como en el pecho, significando que sus pensamientos y sentimientos sean los pensamientos y sentimientos del Señor, significando que él al momento de recibir el bautismo pueda luchar contra el mal, porque el mal hermanos y hermanas está presente como lo sabemos en el mundo y a esta invitación es muy fácil que nosotros le digamos que si, la iglesia por medio del celebrante en el momento del rito del bautismo, invita a los padrinos que en nombre de quien recibirá el sacramento renuncie a satanás, renuncie al mal; satanás es padre, satanás es autor del pecado. ¿Esto que significa? que en nombre del que va a ser bautizado el padrino y la madrina renuncian al ambiente mundano, al ambiente materialista que reduce todo a la muerte de Dios, desgraciadamente en nuestra sociedad muchas veces no comprendemos lo que significa invitar a una persona para que acompañe como padrino o madrina alguno de los hijos, desgraciadamente las personas se fijan en la posición social, en que provecho pueden sacar para que alguien sea compadre o comadre, pero no va a lo profundo: ¿esta persona es capaz en su vida de acompañar a mi hijo o a mi hija para que pueda conocer el camino de Dios?, ¿esta persona con su vida da testimonio de fidelidad en el amor y la justicia? Hermanas y hermanos celebrar el bautismo del señor es una invitación para revisan nuestras actitudes de vida. Regresando a la reflexión sobre el rito del bautismo, el rito utiliza el agua que tiene el poder de limpiar, sanar y purificar; resaltando de esta forma los signos bíblicos más profundos que existen, y no únicamente bíblicos también signos que nosotros vemos en nuestra vida diaria, el agua bíblicamente es un tremendo devastador, pero también un elemento de vida, recordemos en el antiguo testamento el diluvio universal, pero también recordemos como el agua ahora en este siglo, con todo el gran pecado social que tenemos del cambio climático es también el agua devastadora ante los huracanes, los tsunamis y todo lo que encontramos; pero también el agua es un signo vivificante, recordemos la creación, recordemos que el agua nos da vida y que sin el agua no podemos vivir; así en el bautismo el agua es devastadora para el pecado, ése es el signo, pero también vivificante para el espíritu porque le da vida. Posteriormente viene el momento de la unción, con el Santo Crisma, bendecido por el Obispo el jueves santo, el significado de esta unción es que el nuevo cristiano comparta la triple misión de ser profeta, de ser pastor, de ser sacerdote con Cristo; porque hermanas y hermanos el bautismo nos da a nosotros esta triple función, ¡Que gran regalo de Dios! El decirnos que somos nosotros coparticipes y somos profetas; profetas para poder anunciar su palabra, profetas para denunciar toda aquello que se llega a anteponer a la palabra de Dios. Profetas en la familia, profetas en el trabajo, profetas en la sociedad, profetas en la escuela, profetas dondequiera que nos encontremos; el ser pastores nos lleva también a una obligación, a pastorear entre aquellos que nos rodean, la vida en Cristo, buscando tener y fundar relaciones sanas, relaciones que tengan como base y fundamento el mensaje de amor, el mensaje de perdón de Dios. Así el bautismo nos lleva a nosotros a ser sacerdotes, porque el bautismo nos invita a dejar tantos gustos que nosotros tenemos como personas con una inclinación al mal pero que sabemos que no son gustos que debe de vivir una persona que tiene una filiación divina con Dios, y que hermoso hermanas y hermanos que por el bautismo todos nosotros los que creemos en el Señor y que tenemos la certeza de Él, formamos la iglesia, entramos a formar parte de esta familia, la familia de los hijos de Dios. Pidámosle al Señor en este día, que recordando nuestro compromiso de nuestro bautismo nos regale la gracia para vivirlo donde quera que nos encontremos. Que así sea.



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“Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”  Con esta frase inicia la homilía del domingo 6 de enero de 2013, que dio nuestro Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez; luego nos dijo: Queridos hermanas y hermanos, después de haber celebrado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en la navidad: “Dios con nosotros”. Hoy en este domingo celebramos la epifanía de los magos, epifanía quiere decir: manifestación, Jesús se da a conocer, se revela ante los magos de oriente,  lo buscan guiados por una estrella, lo han descubierto, Jesús se ha puesto a su vista, ellos le adoraron y abriendo sus cofres, nos dice el evangelista le ofrecieron regalos: Incienso, como a Dios verdadero; oro como al rey soberano y mirra como a hombre mortal, al contemplar a Jesús en el pesebre contemplamos a Dios hecho hombre como nosotros, menos en el pecado, participando en todo nuestra condición, Jesús desde pequeño compartió nuestros sufrimientos, compartió nuestras angustias compartió dolores, compartió el frío, compartió alguna enfermedad en cuanto hombre, así Dios ha querido conocer de cerca nuestra realidad y esa realidad muchas veces nos mantiene a nosotros tirados sin esperanza, esa realidad que muchas veces a nosotros nos mantiene como esclavos; sin embargo estimados hermanos y hermanas hoy resuenan las esperanzas del profeta Isaías “Sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria”. Así que en cada uno de  nosotros y en la medida en que seamos con nuestra vida un reflejo de la luz del Señor en esta medida se reflejará la gloria del Señor aquí en la tierra. Buscar la gloria de Dios es una necesidad de todo creyente que se deja guiar por el Espíritu Santo, no se puede llegar a la plenitud de la vida cristiana sin esta incomparable experiencia; “dejarse guiar por el Espíritu Santo.” Para esto ¿qué se necesita?, se necesita saber abandonarse la persona en Él, y para hacerlo hay que confiar en Él, o sea hay que conocerlo a Él, hacer oración y manifestarle con todo nuestro corazón que deseamos sea nuestro guía en cada momento de nuestra existencia. La gloria de Dios es una realidad que debemos de alcanzar, no es un estado de vida, y esto nos debe de quedar claro; no es un estado de vida reservado para un grupo de personas, no, esto es una promesa para todos aquellos que la buscan, la gloria del Señor, en un encuentro íntimo con Él y que tiene su plenitud en la vida, en la vida de la comunidad. Para poder buscar vivir la gloria de Dios hay que tener entonces plena conciencia y deseo de poder encontrar esa gloria, o sea deseo de ser Santos, de llevar una vida alejada del pecado haciendo el firme propósito de actuar conforme a la palabra de Dios en todo sentido, incluyendo las gracias evidentemente, que recibimos cuando nos acercamos a los sacramentos. Hermanas y hermanos el acto evangélico de hoy nos recuerda esta hermosa frase de los magos de oriente “Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Esta es también la razón de nosotros al estar aquí presentes en esta eucaristía; hemos visto su estrella y por eso estamos aquí en su casa, en el templo para adorarlo; queremos también adorarlo en nuestra vida, queremos también adorarlo dejando de lado todo lo que nos impide ser fieles a su palabra y por lo tanto dar testimonio de Él, por eso esta fiesta de la epifanía, la fiesta de la manifestación es una invitación para que dejemos que la luz del evangelio nos disponga, que la luz del evangelio nos guíe para poder contemplar con fe y con amor sincero el misterio de la presencia de Dios entre nosotros. Hermanas y hermanos, dejémonos guiar por la estrella de la fe para que podamos encontrar siempre al Señor como lo hicieron los magos y que nuestros regalos al Niño Dios no sean el oro, no sean el incienso y la mirra como ofrecieron esos hombres; sino que sea una vida sencilla, una vida de fe, una vida de caridad agradable a Dios; una vida fundada en Él, con Él y para Él. Hoy al iniciar este año, en este primer domingo recordamos que Jesús se ha manifestado para que  tengamos fe, y tener fe es someterse libremente a su palabra, porque su verdad está garantizada por el mismo Dios y solamente es posible hermanas y hermanos tener fe cuando nos abrimos a la gracia de Dios, porque en definitiva la fe es una gracia, es decir: un regalo, un don, una virtud pero que viene de Dios cuando la pedimos y la solicitamos y Dios está dispuesto a darnos esta gracia abundantemente, por eso hermanas y hermanos es necesaria la gracia de Dios que se nos da en Espíritu Santo, esa gracia que mueve nuestros corazones, esa gracia que dirige nuestro caminar por este mundo hacia Dios, por eso quien tiene fe es capaz de ver la manifestación de Dios en el amor verdadero, quien no tiene fe no puede ver esa manifestación porque su misma persona, sus mismas obras lo delatan y lo hacen ciego. Pidamos hoy en este primer domingo del año al Señor que así como se manifestó a estos hombres sabios, buenos que le buscaros, se manifieste también en nuestra vida y que nos haga a cada uno de nosotros personas sabias que lo busquen y que lo encuentren. Que así sea.    



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“Dichosa tu que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Así inicia su Homilía de domingo 23 de diciembre de 2012, nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la celebración Eucarística que presidió, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. Luego se dirigió a todos diciendo: Queridos hermanas y hermanos en este domingo termina el tiempo de preparación del adviento y ya llega la navidad, ya nace el redentor del mundo en Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, nos recuerda la primera lectura, cuando el profeta dice: De ti saldrá el Jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos. El día de mañana estaremos ya preparándonos para este gran acontecimiento, celebrar un aniversario más del nacimiento del Redentor, hoy, hemos escuchado como en el Evangelio, San Lucas, nos narra esta maravillosa escena de la visitación de la virgen María a su Prima Isabel, María, una jovencita, de acuerdo a la tradición en aquellos tiempos cuando una mujer se daba en matrimonio no pasaba de 16 años, María se encamina, nos dice el evangelista, presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y entrando en la casa de Zacarías, saluda a Isabel su prima, este encuentro de alegría entre estas dos mujeres familiares, que se conocen, que se estiman, que se quieren, contiene un profundo significado; un significado que quizá muchas veces nosotros nos olvidamos, escuchamos el evangelio y decimos: ¡ah! este evangelio cuando María va a la montaña a ver a Isabel, pero perdemos el profundo significado; por un lado Santa María, esta joven madre representa la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad, una alianza perfecta, se sabe que ella no es la alianza, ella es instrumento, ella es puente para esta alianza; y por otro lado Isabel, una mujer anciana cansada de la vida pero una mujer llena de fe que lleva en sus entrañas, después de esperar tanto tiempo; y aquí ustedes las que han tenido problemas madres de familia para poder engendrar a un hijo, saben lo que significa esto, ella Isabel después de esperar tanto tiempo, lleva en sus entrañas sin saberlo al último de los profetas del antiguo testamento, Juan el Bautista, quien va a preparar el camino del Señor. Hermanas y hermanos al conocer los acontecimientos de los evangelios, nos damos cuenta que Isabel es la primera persona después de José que comprende lo que está viviendo María, a partir del anuncio del Ángel, y ella llena del Espíritu Santo nos dice la escritura, exclama: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…” Este acontecimiento de la acción de Dios en María hace que Isabel confiese con humildad profunda la diferencia que existe entre ellas, por eso Isabel exclama: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”. Estas palabras son un reconocimiento lleno de agradecimiento, y a continuación Isabel pronuncia: “Dichosa tu que has creído…” hermanas y hermanos estas palabras son fundamentales “Dichosa tu que has creído”, porque en estas palabras “tu que has creído” se encuentra el centro del mensaje del Señor. Aquí aparece una gran enseñanza evangélica: quien cree y tiene fe, no pide pruebas, ni exige seguridades, ni fija condiciones; quien cree y tiene fe le basta con saber que lo que está haciendo, que lo que está viviendo es obra del plan de Dios y lo acepta sin condiciones, ya que los signos divinos conducen a la confianza en Dios, una confianza que no conoce límites, pero una confianza que si conduce a la paz. Esto es muy difícil decirlo, quizá aquí en el templo es fácil escucharlo, y es fácil proclamarlo pero que difícil cuando estamos nosotros viviendo en nuestra vida diaria problemas, que difícil cuando tenemos nosotros que creer y creer con fe, cuando sentimos que el mundo se nos viene encima. Al continuar reflexionando sobre este trozo del evangelio de Lucas encontramos hermosas palabras que Isabel pronuncia para Santa María y que constituyen la personalidad de ella, de María, una personalidad completa, una personalidad que cada uno de nosotros como creyentes estamos llamados a vivir. De estas podemos decir que sobresalen cuando Isabel le llama Bendita, le llama Madre de mi Señor, le llama Bienaventurada, le llama aquella que ha creído; estas expresiones nos muestran lo que es Santa María, en estas expresiones podemos encontrar sus sentimientos, podemos encontrar su espiritualidad que ella tiene por haber aceptado el plan de Dios, porque ella a pesar de todo, ella creyó y dijo; “hágase en mi según tu palabra”. Hermanas y hermanos estas expresiones nos muestran lo que es Santa María, su grandeza evangélica para quien acepta por creer el plan de Dios en su vida, y así nos debe de pasar a todos como creyentes, quienes acepten el plan de Dios en su vida, serán Bienaventurados por haber creído. En el marco de estas fiestas del nacimiento de Jesús, al escuchar este evangelio, no nos queda mas que reconocer que estas celebraciones de la navidad tienen solamente una gran profundidad el comprender la plenitud del Señor, pero tiene una condición, que la iglesia la ha visto en la actitud de María, únicamente pueden comprender este acontecimiento del aniversario del nacimiento del Señor en la navidad, quienes son humildes, quienes son sencillos y aceptan el plan de Dios. Yo quisiera comentar con ustedes tres razones bíblicas muy profundas: Primero, como nos lo recuerda el profeta Miqueas en la primera lectura que escuchamos, el lugar de este acontecimiento que llega a partir la historia de la humanidad, de este acontecimiento profundo para la humanidad es una aldea, es un pueblo perdido que por su insignificancia ni siquiera figuraba en los mapas del mundo antiguo; segundo, si el nacimiento de Jesús hubiera sido planeado según la lógica humana, el lugar del nacimiento habría sido Jerusalén la capital, la capital religiosa, la capital política, pero hermanas y hermanos, esa no es la lógica de Dios, Dios rompe los esquemas humanos, Dios rompe la lógica del poder, la lógica del protagonismo y nuevamente el Señor se muestra en estos acontecimientos con los humildes, con los pobres, con los sencillos; tercero: cuando Dios quiso escoger a la madre de su hijo no se dirigió ni fijó sus ojos en las grandes familias de Jerusalén, en las familias ricas, en las familias poderosas del pueblo judío, no, Él fijó sus ojos en una mujer sencilla, en una mujer pobre, en una mujer campesina, en una mujer de la montaña de Judea. Estas acciones de Dios no deben de extrañarnos pues Él siempre ha tenido la opción por los pobres, la opción por los humildes, los que son insignificantes a los ojos del mundo, pero, pone la condición: creer para poder tener fe. Así hermanas y hermanos si queremos comprender el mensaje de Jesús en esta navidad, debemos de dejar a un lado las apariencias que la sociedad actual nos propone, como es el demostrar con nuestros actos de vida que no necesitamos de Dios, y hay que aceptar en la humildad y en la sencillez el plan de Dios en nuestra vida. Una invitación: no cerremos nuestro corazón al llamado de Dios, vivamos verdaderamente la navidad al ejemplo de María: con humildad y sencillez en su hijo Jesucristo nuestro Señor que ha venido porque nos ama, que ha venido para salvarnos, que ha venido para que vivamos una vida sencilla y humilde pero llena de fe. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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