Homilía de
nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo
catorce de diciembre de dos mil catorce, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos ya en el tercer domingo de este tiempo de adviento, que nos prepara para la gran celebración del nacimiento de Jesús el Señor; como había mencionado desde el primer domingo, la iglesia nos propone meditar al profeta Isaías, de quien hemos estado leyendo sus textos que anuncian un profundo cambio, pero un cambio bueno, en la esperanza de la salvación, cambio que debe de iniciar desde la conversión porque la voz del profeta resuena también ahora en este tiempo, la conversión con el fin de conocer y vivir las virtudes que nosotros tenemos, porque no tenemos únicamente tendencia al mal, tenemos tantas virtudes, bendiciones y dones de Dios que hay que conocerlos y que hay que explotarlos. Conocer las virtudes contemplando a aquellos que han sido personas de Dios, como el profeta Isaías, este gran profeta, tenía grandes virtudes que siempre las ponía al servicio del pueblo, es muy interesante cómo el profeta Isaías, en el texto que hemos escuchado, estamos hablando nos dicen los estudiosos alrededor de setecientos años antes de la llegada del Mesías; él recibe un mensaje, de parte de Dios, y lo recibe porque el profeta, gran enseñanza para nosotros, escucha la voz de Dios, y nos transmite, comparte este mensaje: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros, y a pregonar el año de gracia del Señor.” En este mensaje se encuentran las características de la misión que realizaría el Mesías, el Salvador y estas mismas palabras el mismo Jesús en el nuevo testamento, pueden ver en los evangelios, retoma estas palabras y las hace suyas, diciendo al final: “Hoy se cumple esta escritura.” Regresando al texto donde el profeta Isaías al leerlo, en griego encontramos un verbo muy interesante, porque hay que recordar que esta parte de la sagrada escritura, tiene su fundamento en la lengua hebrea y también en griego, y entonces aquí aparece un verbo muy importante, el verbo kerussó, kerussó qué significa; se debe traducir literalmente como el que llega a anunciar las cosas de Dios, entonces el anuncio no era un anuncio únicamente general, era un anuncio con un verbo específico para anunciar las cosas de Dios: “Kerussó” entonces el Mesías que es el enviado de Dios viene para anunciar las verdades de Dios, la llegada del Mesías es anunciada como sabemos por Juan el Bautista, y en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar tomando como base al evangelista San Juan sobre el papel de Juan el Bautista, como testigo del Mesías y aprender de él a nuestra vida diaria; nos dice el evangelista que Juan Bautista viene como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él y reafirma que él no era la luz sino únicamente testigo de la luz. Juan Bautista, sin ninguna razón en contra había impactado tremendamente a sus contemporáneos, quienes se preguntaban quién era él, por ser un hombre con una vida muy especial; la pregunta se la hacían tanto sus seguidores como aquellos que lo miraban con sospecha, entre ellos sacerdotes, los levitas, porque se sentían ellos incómodos ante la predicación de testimonio de Juan Bautista; por eso le preguntan ¿Quién eres tú?, y el responde sencillamente sin titubeos: “yo no soy el Mesías” Es muy interesante analizar cómo se va definiendo la identidad de Juan Bautista, es decir, cómo manifiesta su ser y su misión, a través del diálogo que sostiene con aquellos que lo interrogan, a pesar de que los que lo interrogan le dieron opciones: ¿eres el profeta?, ¿quién eres?, ¿eres Isaías?, ¿quién eres?, Juan Bautista no quiso tomar para él una misión que no le correspondía; simplemente retomó las palabras del mismo profeta Isaías: “Yo soy la voz que grita en el desierto, enderecen el camino del Señor”. Estas palabras hermanas y hermanos que tienen mucho sentido, también hoy en nuestro tiempo nos llegan a dar la misión del Bautista. Estas palabras son un testimonio y nacen de su misma persona como una persona de Dios, un hombre de Dios, que conoce, que escucha y ama a Dios, que tiene claro que él es únicamente un instrumento de Dios. Hermanas y hermanos, aquí radica la grandeza de la persona de Juan Bautista, que nunca buscó ser más de los que debía de ser, él tenía claro que su vida estaba en función de preparar la llegada del Mesías, de preparar los caminos del Señor y para esto no se reservó nada para él, todo lo entregó, incluso la vida, para poder dar cumplimiento a su misión; esta actitud humilde y generosa de Juan Bautista debe de ser un ejemplo para nosotros en nuestra vida, por ejemplo, cada uno como creyente estamos llamados a preparar el camino del Señor; por eso en cierto sentido cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va también delante en el camino de Dios, realizando su propia función, pero, me pregunto, hasta qué punto valoramos la función que Dios nos encomienda, tomando en cuenta que esta misión es un don para nuestra vida y para los demás, un don que debe ayudarnos, entonces tanto personal como comunitariamente, para ayudar a otros para que encuentren y vivan a Cristo, es fundamental como discípulos misioneros tener clara la misión que se nos encomienda y que se debe de realizar en la familia, en el trabajo, con los vecinos, con los amigos, entre aquellos con quienes convivimos; el don que Cristo viene a traer lo trae a través de personas, a través de precursores; yo valoro, hay que preguntarse, el don de Cristo, el don que yo puede dar a mis hermanos, cuántos hombres y mujeres hermanos y hermanas, ahora en este tiempo son atacados, denigrados, humillados, hundidos, manipulados y sin embargo la misericordia de Dios, tiene que llegar a sus vidas, pero cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclama, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo, a este pueblo que sufre la salvación. No hay que buscar muchas veces hermanas y hermanos a los humillados, hundidos o manipulados fuera de nuestro ámbito, hay que empezar por nuestros hermanos cercanos, cuántas veces en la propia casa vivimos y hacemos a la gente que se humille, que se manipula y manipulamos, cuántas vece; fíjense bien, el día de ayer yo tuve una experiencia que a mí me ha hecho pensar, meditar; me encontraba en una parroquia confirmando, al final de la Celebración Eucarística, les dije que ojalá nos dejáramos amor, que realmente viéramos que necesitamos quitar de actitudes en nuestra vida para ser mejores, menos irresponsables, hasta con tu trabajo, en nuestra propia misión, padres de familia que tienen un compromiso, educar a los hijos, hijos que tienen el compromiso de escuchar y de educar también a aquellos más pequeños, inclusive nosotros sacerdotes tenemos también este compromiso, y se me ocurrió decir a un grupo de personas jovencitos, y un grupo de jovencitas que estaban frente a mí, porque estaban sentados, una banca de quienes se confirmaron y atrás en otra banca estaban los padrinos, luego había un espacio y allí estaban, luego les digo a los jóvenes, por ejemplo, ustedes por qué no le regalan responsabilidad a sus papás, regálenles para esta navidad, aunque sea para el año entrante una buena calificación, regálenles un nueve en sus calificaciones, y se oyó la voz de una niña que yo identifique inmediatamente, que gritó: “¡No se lo merece!” A mí esto me llamó mucho la atención, imagínense una niña de catorce años gritando, “¡No se lo merece!”, claro yo no podía decir lo que tener un diálogo con ella, porque así luego así le iba a ir con sus papás, pero, que indica la actitud de esta persona, indica que en la familia no maduramos muchas veces y no hemos enseñado a los hijos a valorar el don de Dios, por qué, porque muchas veces la familia, qué es lo que los hijos con los padres, problemas de pleitos, inmadureces, pleitos a veces por tonterías, no hay tiempo para poder estar juntos, convivir juntos un momento y entonces claro, los hijos se sienten heridos y sienten que hay una distancia entre los padres y ellos; esa expresión a mí me dolió mucho, por qué, porque… “¿No se lo merece!”, evidentemente la primera que pierde es la persona que está en la escuela, no llega a dimensionar el futuro pero, es una verdad rápida de la situación de alguna familia; fíjense que en este sentido el Papa Francisco afirma: “Ser cristiano, significa dar testimonio de Jesucristo, ser una persona que piensa como cristiano, siente como cristiano, y actúa como cristiano, y esta es la coherencia de vida de un cristiano. Una persona, – nos dice el Papa Francisco – puede decir que tiene fe, pero si caree de una de estas cosas no existe en él lo cristiano”; o sea una persona que no piensa como Cristo, no siente como Cristo ni actúa como Cristo, aunque se diga cristiano, afirma el Papa, pues no existe en él lo cristiano; hay algo, dice el Papa, que no funciona, hay una cierta incoherencia y los cristianos que viven en la incoherencia, hacen mucho daño. Unas frases muy profundas que vienen en este domingo de veras a iluminar las situaciones que nosotros vivimos, porque nosotros estamos todos llamados a qué, a proclamar donde nos encontremos al Señor, y como vamos a decirle a otro: Quita tus actitudes que no te dejan ser cristiano para poder enderezar tu camino, tu sendero y poder encontrarte con Jesús, cuando nosotros damos mal testimonio de Cristo. Hermanas y hermanos en estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa, para celebrar un aniversario más del nacimiento de Jesús, no podemos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás, nuestro corazón puede pensar tanto en sí mismo como para olvidarse del don que tiene para dárselo a los demás. Si Juan Bautista se hubiera encerrado en sí mismo, nunca hubiéramos dado que atrás de él viene el que es la salvación, es una misión que tenemos que hacer, pero no la podemos hacer si no valoramos primero el don que podemos tener en nuestras manos, si no somos nosotros los que apliquemos, los que recibimos primeramente el don de Dios. Pidámosle al Señor nos regale la gracia de saber acompañar a los demás en la misión que se nos ha encomendado, para que siempre en todas partes podamos dar testimonio de ello, y así preparemos como Juan Bautista, su llegada. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 7 de diciembre de 2014, en la Celebración Eucarística
que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, sede de la Diócesis
de Ecatepec.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos
hoy en el segundo domingo de adviento, este tiempo de preparación para la
celebración del nacimiento del Señor. Como recordarán el domingo pasado,
comentaba que durante este tiempo de adviento, la iglesia nos invita a
prepararnos contemplando la vida de aquellos que prepararon y fueron testigos
del nacimiento del Señor; entre ellos encontramos a quien preparó desde el
antiguo testamento, el profeta Isaías, pero también a quien preparó en el nuevo
testamento, a Juan el Bautista, el profeta Isaías, como hemos escuchado, da a
conocer al pueblo de Israel, siglos antes de este acontecimiento cuál sería el
papel del profeta más cercano a la llegada del Mesías, y ha afirmado: “Una voz
grita en el desierto, preparad el camino del Señor. Mirad, que el Señor llega
con poder y su brazo manda. Mirad viene con el su salario, y su recompensa lo
precede”. Es muy claro entonces hermanas y hermanos, la misión de Juan
Bautista, el preparar el camino del desierto, así lo ha anunciado el profeta
Isaías y así lo relató el mismo evangelista Marcos, desde el inicio de su
evangelio, tal como hoy lo hemos escuchado; pero, yo me pregunto: ¿en qué
consiste esta preparación para recibir al Señor?, y ¿cómo la debemos definir
ahora en esta época, en este tiempo que nos ha tocado vivir? Para responder a
esta pregunta, analicemos primero lo que San Marcos nos dice en el texto
evangélico, ya que este mensaje de Juan Bautista sin duda alguna sigue
resonando hoy en este momento histórico y nos ayuda a discernir las crisis que
estamos viviendo en este tiempo, y a reorientar la dirección de nuestra vida,
de nuestra conversión, orientar la dirección del camino hacia Dios. En la persona de Juan Bautista encontramos una
forma muy especial y por lo tanto distinta de anunciar el mensaje de Dios, y
esa forma o estilo, es un ejemplo de cómo debemos cada uno de nosotros
comprometernos a vivir el seguimiento de Cristo en nuestra vida diaria, Juan
Bautista vive en el desierto, predicando un bautismo de conversión, en la
penitencia para el perdón de los pecados. Ahora
Benedicto XVI de feliz memoria, al hablar hace apenas unos años acerca
de la conversión afirmó: “Convertirse significa en primer lugar, creer que
Jesús se ha dado a sí mismo, muriendo en la cruz y resucitando; vive conmigo y
en mí, confiándome a la fuerza de su perdón dejándome tomar de la mano puedo
salir, – dice Benedicto XVI – de las arenas movedizas del orgullo y del pecado,
de la mentira y de la tristeza, del egoísmo y de toda falsa seguridad, para
conocer y vivir la riqueza del amor de Dios, y eso es la conversión”. Entonces
hermanas y hermanos cada quien sabe que arenas tiene que dejar para poder vivir
la conversión, entonces la verdadera conversión cristiana es un proceso gradual
de crecimiento y superación, de cambio y de desarrollo en Jesús, y esto es
real, ya que no se puede vivir una verdadera conversión si no se tiene como
fundamento la fe, o sea creer, y creer primero en aquel que invita a la
conversión, y esto es lo que significa creer sin límites en Jesús; así como
Juan Bautista preparó el camino para que sus contemporáneos se abrieran a la
salvación que estaba presente en medio de ellos, también nosotros ahora debemos
preparar el camino para llegar a la salvación; la misión que se nos ha
confiado, es descubrir la presencia de Dios en todos los momentos de nuestra
vida, el centro del anuncio, no cabe duda debe ser la persona de Jesús, así lo
comprendió Juan Bautista y así lo viene
haciendo la acción evangelizadora de la Iglesia a lo largo de muchos siglos, veamos
la historia; pero así también lo debemos hacer cada uno de nosotros, buscando
la presencia de Dios en cada momento de nuestra vida, es decir, en cada
actuación que nosotros estamos viviendo, pero ante esto florece una nueva
pregunta: ¿y cómo hacerlo? Primero conociendo a Jesús, acercándose a Él, sin Él
nos alejamos y vivimos sin comunicación con Dios; sin la oración nosotros
estamos desorientados; la desorientación invade nuestra vida, de la misma
manera nosotros tenemos que tener una orientación para poder ver y vivir la
relación con Dios, a Jesús le interesa que vayamos a buscarlo, a Jesús le
interesa que dejemos el ruido del mundo y las distracciones de la vida, para
también estar con Él. Segundo, viviendo en la caridad, con ella nos convertimos
y acercamos más a Jesús, sin ella nuestra fe se puede transformar en una gran
mentira, en la caridad se concentra toda la vida de Jesús, en este sentido,
nuestro querido Papa Francisco al hablar de la conversión hace unos días, hacía
referencia a la caridad y afirmaba: “La conversión cristiana exige revisar
especialmente, todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien
común”. Hermanas y hermanos hoy Dios nos sigue pidiendo que cuidemos de nuestro
prójimo, que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado vecino, por la
atención al bien, pero no al bien personal sino al bien del otro; en este
camino, en este proceso, encontramos un tercer paso, practicar el ayuno, que
significa también un sacrificio, una abstinencia, es el signo externo de una
realidad interior de nuestro compromiso con la ayuda de Dios, pero no
únicamente el ayuno de comida, sino también abstenernos del mal y vivir el
evangelio, recordemos aquí el mismo catecismo de la iglesia que nos enseña: el
ayuno en la tradición cristiana está ligado estrechamente también a caridad, a
la limosna; en este sentido San Agustín nos enseña que tato el ayuno como la
limosna son las dos alas para la oración, para poder conocer a Dios, y es el
ayuno y la oración lo que nos permite y nos da impulso para llegar a Dios;
afirmaba San Agustín. El cuarto paso diríamos, sería esforzarnos en practicar
también el encuentro con Dios o sea, el silencio, practicar el silencio físico
que lleva y conduce como decía Santa Teresita, al silencio espiritual, y el
silencio espiritual eleva a la persona a escuchar la voz de Dios, pero no
únicamente la voz de Dios, sino que eleva a la persona para escuchar la voz de
los pobres de los necesitados y excluidos, ahora por tanto ruido no escuchamos más
que solamente la voz del egoísmo, para esto veamos a nuestro alrededor, cómo
hay gente que está sufriendo, qué difícil ha sido nuestra historia como mexicanos
en estos últimos meses, porque ha existido gente que no escucha la voz de Dios,
sino que solamente la voz del egoísmo. El quinto paso sería encontrarnos con
Cristo, pero también en la Eucaristía, la Eucaristía que Él instituyó, que ha
confiado a la iglesia, no el recuerdo, sino el memorial de su muerte y
resurrección, la Eucaristía que es signo de caridad, de unidad, que es banquete
donde nosotros recibimos al mismo Cristo; de ahí que en la Eucaristía, toda la
vida cristiana y la acción evangelizadora de la iglesia, como nos dice el Concilio
Vaticano: “Tiene su fuente y tiene su culmen, la iglesia vive y crese por la
Eucaristía con ella el camino se hace más fácil y más lleno de vitalidad”,
evidentemente en la Eucaristía escuchamos la voz de Dios y nos alimentamos del
cuerpo de Cristo. El sexto punto sería, en este tiempo de conversión, como
afirma el Papa Francisco: “Vivir la intensidad del amor, en toda dimensión”,
este amor que no podemos vivir para nosotros mismos o para aquellos únicamente
que nos rodean, este amor que tiene que ser ilimitado, este amor que tiene que
darse aunque duela, este amor que debe de llevarnos a dejar posturas
equivocadas, oscuridades y orgullos personales que no nos dejan vivir como
cristianos, que no nos dejan vivir la conversión, para esto hay que cuidar
tantas actitudes de nuestra vida, para poder vivir el evangelio y prepararnos
con autenticidad para vivir la navidad, y claro en este proceso no podemos ir
solos, tomémonos de la mano de María, en este tiempo ella nos prepara, nos
acoge en el misterio de su hijo, ella que está presente con nosotros siempre,
de manera silenciosa, oculta, sin hacerse notar pero ella ha sido modelo de
actitud de amor, modelo de actitud de perdón, modelo de actitud de oración,
ella que es nuestra madre; Jesús mismo nos señala a su madre y la propone como
modelo perfecto, María entonces es la mujer dichosa, María la que ha cumplido
la voluntad del Señor. Hermanas y hermanos, pidámosle al Señor que nos conceda
su gracia para enderezar nuestra vida, pero enderezarla siempre hacia Él; Juan
Bautista nos invita en este adviento a la conversión integral, no
desperdiciemos esta oportunidad que Dios nos da, escuchemos también ahora la
voz de Juan el Bautista pidiendo la conversión y enderezando nuestro camino
hacia el Señor. Que así sea.
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Homilía de
nuestro Sr, Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 2
de noviembre de 2012, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral
del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas en este domingo conmemoramos a nuestros fieles difuntos, el
objetivo de esta conmemoración es además de recordarlos, hacer oración por
ellos encomendándolos a Dios para que con nuestra plegaria sean perdonadas sus culpas,
es recordar también el momento al que cada uno de nosotros algún día tendremos
que enfrentarnos. El día de ayer la iglesia celebraba a todos los santos es
decir a todos aquellos que han llegado a la presencia de Dios, con seguridad,
nosotros en nuestra vida, en nuestra familia, con nuestros amigos, hemos
conocido a tantas personas que han llevado una vida santa, que han dejado este
mundo con la esperanza de resucitar y ante todo con una profunda fe; así
hermanas y hermanos estas celebraciones nos unen con nuestros hermanos y
hermanas que nos ha precedido en el sueño de la paz, superando los límites que
nos separan en el tiempo y espacio; pero además esta celebración, como les
decía nos invita a reflexionar sobre el sentido cristiano de la muerte, que no
es el fin último sino el paso a la vida en Dios. Que gran esperanza nos
presenta el libro de la Sabiduría, primera lectura que acabamos de escuchar,
cuando afirma: “Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los
alcanzará ningún tormento”, el ser justo es una virtud, incluso es la virtud
más importante de las virtudes cardinales, que conduce a la persona a dar a
cada uno lo que le pertenece, es decir, es una virtud que tiene referencia a
los demás, mientras otras virtudes como pueden ser la fortaleza o la templanza,
son virtudes que se refieren a la misma persona. Hermanas y hermanos, esta
virtud de la justicia hay que distinguirla, aunque no podemos hablar sin ella
en la caridad, que nos lleva a ayudar al prójimo, evidentemente que estas virtudes
no se pueden dar solas siempre hacen referencia a otras virtudes, y el vivir
estas virtudes conduce a los justos a la paz, ya que son los justos quienes
confían en el Señor, son fieles al Señor y por eso permanecen en el amor que es
la paz, la vida en Dios; así hermanas y hermanos que el autor de este libro de
la Sabiduría, hace conciencia en el pueblo de la alegría y la paz que trae la
vida en Dios, pero la condición para tener esa vida en Dios es ser justo,
quienes no vivan la justicia verán la muerte como el fin último de su
existencia, como la pérdida irreparable. Esta misma lectura nos conduce a
encontrar el sentido verdadero del sufrimiento humano cuando el autor sagrado
afirma: “La gene pensaba que los sufrimientos eran un castigo”, cuánta gente
todavía ahora eh, estamos hablando de siglos antes de la llegada de Jesús,
cuánta gente todavía ahora en este tiempo afirma lo mismo, que los sufrimientos
son un castigo de Dios, que gran mentira, dice el texto, repito el texto: “La
gente pensaba que los sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban
confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una
abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí.”
Estas palabras las tienen allí en sus hojas en la primera lectura; así que no
veamos los sufrimientos y las penas como una desgracia o como un castigo de
Dios, los sufrimientos y las penas a la luz de la fe son una prueba que
purifica a la persona. Que profundo texto evangélico también acabamos de escuchar
de San Mateo, en el que Jesús nos recuerda una vez más, que es la práctica de
la justicia, la práctica de la caridad lo fundamental para el ser cristiano,
eso no quiere decir que dejemos de lado nuestras oraciones y la práctica de los
sacramentos, no, ya que todo en su conjunto: oración, vivencia y práctica de
los sacramentos, justicia y caridad, todo nos ayuda para vivir verdaderamente
la fe en Jesucristo y al estilo del Señor; hemos escuchado estas palabras de
Jesús acerca del juicio final: “Cuando venga el hijo del hombre, rodeado de su
gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria.
Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos
de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a
las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda; y éstos irán al
castigo eterno y los justos a la vida eterna”. Yo me pregunto, ¿cuál es la
razón de esta afirmación de Jesús?, la respuesta hermanas y hermanos es muy
clara, todo lo que hacemos al prójimo dice el Señor, a mí me los hacen, por eso
en nuestros actos de vida la caridad es fundamental para alcanzar la vida
eterna, pero es tan difícil vivirla, que necesitamos de la gracia de Dios, para
hacer el bien a los demás, promoviendo siempre lo que es justo, lo que es
bueno, lo que es amable. Cuando pensamos en el juicio final, el bien que cada
uno habrá realizado o habrá omitido realizar durante su vida terrena será
fundamental ante la presencia de Dios; así es que tenemos esta invitación. No
quisiera terminar esta reflexión en este día que dedicamos a nuestros seres
difuntos, como cristianos; sin expresar la necesidad urgente que tenemos de
rescatar esta importante celebración, que desgraciadamente las nuevas
generaciones están cambiando por el Halloween, también conocido como noche de
brujas o día de brujas, dejando de lado el sentido cristiano de esta
celebración. Como hemos escuchado hermanas y hermanos, la palabra de Dios nos
invita a recordar a nuestros difuntos, con mucho amor, con mucho cariño, pero
también si tenemos un mal recuerdo de un familiar, la misma palabra de Dios en
esta celebración nos invita para que hagamos oración, para saber perdonar, para
curar las heridas, pues no vale la pena vivir toda la vida cargando heridas fuertes, hay que saber perdonar, a
todos, también a los que se han ido al más allá, es importante que las nuevas
generaciones no se queden únicamente con la fiesta del Halloween, no, es
importante que las nuevas generaciones oigan hablar de sus familiares difuntos,
es importante que conozcan sus raíces y se sientan parte de una historia
familiar, si nosotros no conocemos nuestra historia, nuestra familia, nuestras
canciones, nuestros valores; cada vez entenderemos menos nuestra vida, cada vez
entenderemos menos de dónde venimos y a dónde vamos y entonces si, perderemos
el sentido cristiano de la muerte,
perderemos y no tendremos sentido de la existencia. Por eso hoy oremos para
agradecer a Dios todas las bondades que hemos recibido de nuestros difuntos,
oremos para que el Señor les conceda gozar de su amor, les conceda su paz, y no
tengamos miedo de reflexionar también acerca de nuestro fin último, Dios está
con nosotros y por eso cada domingo al rezar el credo afirmamos; “Creo en la
vida eterna” porque nuestra fe se apoya en la resurrección de Jesús, quien ha
triunfado de la muerte, por eso sin duda San Pablo afirmó: “Si Cristo no ha
resucitado, vana es nuestra fe”. La resurrección de Cristo hermanas y hermanos entonces
es la garantía de nuestra propia resurrección, vivamos nuestra fe y pidámosle
al Señor nos ayude a comprender este gran misterio, al cual tarde o temprano,
un día u otro, todos nosotros llegaremos a enfrentar. Que así sea.
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Homilía de nuestro
Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 26 de
octubre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del
Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas, la liturgia de la palabra de este domingo parece que está escrita
para nosotros, para este tiempo; a pesar de que las lecturas, como la lectura
del libro del Éxodo es una lectura escrita siglos antes de la llegada de
Jesucristo; ante la realidad que estamos viviendo parece una lectura actual,
estamos viviendo una violencia presente desgraciadamente en muchos ámbitos de
nuestra propia sociedad; tenemos la violencia presente aquí en México, aquí en
nuestro estado, y la palabra del Señor hoy nos habla. La primera lectura de
este domingo nos lleva a reflexionar acerca de actitudes que el mismo Jesús va
a condenar en el evangelio, actitudes que han tenido y siguen teniendo algunas
personas que se aprovechan de los pobres y oprimidos; de la viudas y de los huérfanos;
de los extranjeros. Nos dice el libro del Éxodo: “No hagas sufrir ni oprimas al
extranjero… No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque si los explotas
y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor; mi ira se encenderá, te
mataré a espada,” dice el Señor, evidentemente hermanas y hermanos que este
libro cuando está hablando del extranjero, de la viuda y el huérfano, está
poniendo a aquellos que son excluidos dentro de la sociedad. Esta primera
lectura nos da una importante lección sobre la justicia, como elemento central
de las relaciones entre las personas, y con estas fuertes palabras comunica
Dios su mensaje; Dios defensor del pobre, Dios defensor del oprimido, pero
quiere también que el pobre y el oprimido se comprometan a obedecerlo y que no
únicamente proclame y diga que es pobre y oprimido sino que también obedezca al
Señor. La situación de explotación descrita por este libro del Éxodo parece
actual, pues conocemos el drama de tantas personas que tienen que vivir
situaciones muy difíciles en su vida, hasta dejar su tierra para poder salvar
su existencia, no tememos que ir a otros lados, analicemos, analicemos nuestra
sociedad, el mensaje de Dios es claro y hay que evitar entonces las injusticias
y atropellos que son frutos de comportamientos frecuentes por el exceso siempre
de la ambición, es la ambición de algunas personas como podemos ver, lo que
lleva a este comportamiento que no es un comportamiento cristiano, que no es un
comportamiento que Dios quiere, no cabe duda, Dios nos está llamando la
atención, para que construyamos relaciones basadas en el respeto a la persona,
a su vida, a su dignidad; relaciones que generen confianza y permitan
establecer vínculos de paz. Desde este texto del libro del Éxodo podemos
descubrir que es lo que Dios quiere, pero también podemos distinguir: qué es la
vivencia cristiana, la vivencia hacia Dios; otros grupos religiosos tienen
evidentemente otras religiones quieren a Dios, reconocen a Dios, exigen también
obediencia, respeto y sumisión a su Dios, pero los cristianos debemos estar
convencidos que además de tener también como otros grupos: obediencia, respeto
y sumisión a Dios; nosotros tenemos al Dios de la vida, al Dios del amor, al
Dios de la paz; por eso hermanas y hermanos, en nombre de Dios no se puede
asesinar, en nombre de Dios no se puede coartar la libertad, en nombre de Dios
únicamente tenemos que caminar hacia el amor y la paz.
Pasando al
evangelio que acabamos de escuchar, este trozo forma parte del capítulo 22 en
el que San Mateo, quien nos narra los acontecimientos en este capítulo de la
última semana de la vida de Jesús, cuando Él ya se encuentra en Jerusalén
remarca actitudes muy profundas; el evangelio inicia diciendo: “habiéndose
enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se
acercaron a él. Uno de ellos, que era
doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la ley?” Hay que recordar hermanas y hermanos que los
escribas o doctores de la ley, quienes han estudiado un poco la sagrada
escritura y espero que muchos de ustedes lo hayan hecho, eran expertos en ella y ellos se habían
atrevido a catalogar 613 preceptos, entre mandamientos y prohibiciones,
evidentemente deducidos de la ley de Moisés, esta gran cantidad de normas
hacían imposible su cumplimiento y ellos discutían sobre una posible
jerarquización de estas normas; al hacer esta pregunta: ¿Cuál es el mandamiento
más grande de la ley? El doctor de la ley quería evidentemente poner a prueba a
Jesús, pero Jesús le responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma y con toda tu mente. Ese es el más grande y el primero de los
mandamientos.” Y continua Jesús afirmando: “el segundo es semejante a este
amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Hermanas y hermanos en la respuesta Jesús
usa la misma metodología que los maestros de la ley para la argumentación su
respuesta es a partir también de textos bíblicos, el primer texto tomado del
libro del Deuteronomio, del capítulo VI, donde se establece que el primer
mandamiento es el Amor a Dios, dice el texto: “Ama al Señor tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”; el segundo texto pertenece
al libro del Levítico en el capítulo XIX, donde se establece que: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. Jesús une estos dos textos de la escritura, que en su
origen estaban separados; ambos son mandamientos, ambos textos son semejantes,
pero ambos textos constituyen el fundamento del ser humano, de la vida y de la
persona; al unir estos dos textos Jesús nos está diciendo entonces, que el amor
es la clave de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo, aunque ambas
versiones del amor son diferentes, éstas están indisolublemente unidas, porque
el amor es uno. Al pronunciar las palabras el Señor “como a ti mismo”, Jesús
pone delante de nosotros el respeto al prójimo en todo sentido, fíjense muy
bien, Jesús no dice: amarás a tu prójimo si es que te ama, te respeta, si es
generoso contigo, nada de eso, Jesús establece un criterio muy especial que no
permite doblez de interpretación, haz a los demás lo que tú quieras que ellos
hagan contigo, entonces, ¿quieres que los demás sean sinceros contigo? Se
sincero con ellos; ¿quieres que los demás valoren y reconozcan tu persona?
Entonces valora y reconoce primero tu propia persona, si esto lo viviéramos qué
distinta sería nuestra vida, pero debemos preguntarnos entonces sinceramente
hasta dónde llega el amor al prójimo; Jesús no nos podría haber enseñado tanto
en tan pequeña frase: “como a ti mismo” esta frase entonces hermanas y hermanos
es el fundamento de la vida cristiana, los problemas que estamos viviendo, aquí
en nuestra sociedad es porque hemos hecho una división, hemos hecho un divorcio
entre lo que es nuestra vida de fe y nuestra vida cristiana, pero Jesús no
quiere esa división, Jesús no quiere ese divorcio, estas fuertes expresiones de
la violencia que es lacerante ya para nosotros en nuestra sociedad, tenemos que
hacerlas a un lado, pero empecemos por nosotros mismos, pues el amor hacia el
prójimo que nos enseña Jesús, tiene, la gran medida del amor que nosotros debemos
de vivir; el amor, fíjense, hacia nosotros mismos es un amor instintivo,
buscamos lo mejor para nosotros, nos defendemos, nos protegemos, esas son las
actitudes que Jesús también nos pide que tengamos para el prójimo, el Señor
quiere que protejamos a los demás, que protejamos al débil, al pobre, al
excluido; eso es lo que Dios nos pide, si queremos ser buenos cristianos, ser
buen cristiano por eso, es muy difícil, pero hay que pedírselo al Señor. El
amor hermanas y hermanos inspira entonces actitudes de respeto, actitudes de
tolerancia, actitudes de perdón; si permitimos que el amor habite en nuestra
persona, que el amor habite en nuestra sociedad, que el amor habite aquí entre
nosotros mismos, en nuestra tierra de Ecatepec, entonces el amor habitará en nuestro
corazón, entonces van a desaparecer los odios, van a desaparecer las
injusticias, las envidias que tanto daño nos hacen y nos alejan de la vida en
Dios. Ante las difíciles situaciones que estamos viviendo en nuestra nación y
aquí en nuestra comunidad, todos deseamos hermanas y hermanos vivir en armonía
y en paz, empecemos entonces por nosotros mismos, hoy tenemos esta gran
oportunidad de reflexionar lo que es la violencia ante la palabra de Dios que
hemos escuchado. Pidamos al Señor nos conceda su Espíritu Santo para poder
vivir su evangelio, en compromiso que nos invita a descubrir lo esencial de
nuestra fe, en estos dos mandamientos que hoy nos ha recordado y que son
inseparables, el amor a Dios y al prójimo. Que así sea.
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Queridos hermanos y hermanas, la palabra con la que Dios nos ha alimentado, en este día, en esta mañana, nos presenta una escena muy interesante. El viñador que con gran cautela cuida de su viñedo, hace lo posible para que los frutos que pueda producir sean buenos, nos muestra la mano trabajadora y el esfuerzo que implica lograr su objetivo, razón de gozar lo que él mismo ha sembrado. La vida se encuentra enmarcada por esa escena; el viñador es Dios, Dios mismo quien cuida de su viñedo, es decir, de su pueblo, cada persona, cada uno de nosotros formamos parte del viñedo de Dios, es parte de la siembra realizada, Dios le provee de lo necesario para que los frutos sean buenos, el fragmento de la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías, describe el plan de Dios sobre el pueblo de Israel, denunciando el comportamiento negativo del pueblo elegido, que no estuvo a la altura de los dones recibidos de Dios, utilizando imágenes del mundo de la agricultura, hace ver el profeta que Dios escogió la mejor tierra, la mejor semilla, la plantó, la cercó, la abonó y le dio todos los cuidados, por eso esperaba una buena cosecha, pero, la misma lectura nos dice, no fue así pues cosechó frutos amargos, por no guardar una conducta conforme el pueblo a la voluntad de Dios, es injusto hermanas y hermanos esta actitud, esta comparación es magnífica de sembrador que cuida esta siembra y el pueblo comparado con la siembra que no cuida ella misma la semilla; por lo tanto hermanas y hermanos, este viñedo que es el pueblo de Dios, se encuentra encaminado a no perder de vista que su misión es dar buenos frutos, obrar rectamente, eso es lo que Dios espera de su pueblo, es lo que le quiere decir por parte del profeta; pero también ahora en este tiempo, es lo que Dios espera de cada uno de nosotros que formamos el pueblo del Señor; todos y cada uno somos parte fundamental entonces de este pueblo, por lo que debemos nosotros también tomando este ejemplo, renovar, el ejemplo nos dice renovar la tierra, tenemos que renovar nuestro espíritu, la parábola nos dice quitar las piedras, nosotros tenemos que quitar todo aquello que nos impide vivir como hijos e hijas de Dios, debemos alejar las malas intenciones y tener una recta y verdadera conciencia entonces de conversión, una conversión no únicamente esporádica sino una conversión constante, de modo que el dueño de la viña pueda contemplar con agrado que lo que él ha proporcionado no es en vano, sino que ha producido los frutos necesarios; así Dios, cuando vea nuestra vida, verá que la vida no ha sido en vano, por qué, porque hemos nosotros producido frutos. En este sentido hermanas y hermanos, este mensaje es una invitación de parte de Dios para que nosotros quitemos todo aquello de nuestra vida que no nos deja caminar como sus discípulos como sus misioneros, y cada uno de nosotros sabe qué es los que debe de evitar, qué actitudes tiene que no deja que germine la bondad de Dios en su persona. Esta llamada por parte del Señor, es reiterada en la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses, cuando les pide apreciar todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y honroso; las cuales hermanas y hermanos son virtudes que deben de vivirse, pero el Señor nunca pide vivir virtudes por imposición sino por convicción, porque estas son un don de Dios que nos da la oportunidad en ellas de crecer en la fe, de crecer como personas que buscan no únicamente el bien propio, sino también el bien de los demás; al presentarnos delante de Dios, nuestras actitudes entonces deben de corresponder al gran amor que Él nos tiene, y al respecto un gran Santo, San Agustín de Hipona decía: “Ama y haz lo que quieras”, pero esta frase hay que entenderla correctamente, porque evidentemente al presentarnos delante de Dios nuestras actitudes si corresponden al amor de Dios, estas actitudes nos permiten hacer lo que nosotros queramos, pero ese amor con el que correspondemos a Dios se debe demostrar en el bien, en las obras, para darle gloria a Dios y servir al prójimo, especialmente en estas obras que tanto trabajo nos cuestan y que se encuentran siempre en miras al servicio del prójimo; aquí habría que revisar muchas actitudes de nuestra propia vida, muchas actitudes de los propios matrimonios, muchas actitudes ante nuestro trabajo; este mensaje, dando un paso más, confluye sin duda en la fidelidad de nuestra vida en la vocación que cada quien ha recibido, esta vocación que es el encargo de parte de Dios para caminar en esta vida, ¡qué gran irresponsabilidad cometemos cuando actuamos de modo que no estamos haciendo las cosas con esta palabra de Dios!; ¡qué gran irresponsabilidad comentemos cuando vivimos entonces el egoísmo, pensando en nuestros propios intereses, cayendo en la situación que presenta el evangelio de hoy con los viñadores infieles que finalmente ellos buscaban su interés y ellos vivieron en el egoísmo. Hermanos y hermanas no podemos apropiarnos de algo que no es nuestro, no podemos pretender tomar el lugar de Dios, todos y cada uno somos administradores de los bienes concedidos por la gracia de Dios, el deber de nosotros entonces, ¿cuál es?, es que como viñadores nosotros cuidemos, no superficialmente lo que Dios nos da, sino lo cuidemos con cautela, se procure entonces cuidar con gran esmero y en esto pienso en sus familias, el cuidado que dan a sus familias, qué cuidado dan ustedes a su propio cuerpo, que cuidado dan ustedes a la propia comunidad: ¿ustedes riegan?, ¿ustedes cosechan?, ¿ustedes abonan su propia tierra? Por lo tanto la solicitud que Dios tiene hacia nosotros, acaso, me pregunto, ¿no es amor?, y si es amor, ¿cuál es entonces nuestra respuesta a tan gran don?, estas dos preguntas deben de situarse en lo más íntimo de nuestra persona, de modo que verdaderamente seamos capases de comprometernos en nuestro seguimiento cristiano, en un seguimiento responsable que se viva intensamente en la fe como discípulos, claro, pero también en un sentimiento intensamente responsable en las obras, en los actos que se viven como misioneros del Señor. En estos tiempos hermanas y hermanos, en los que el Espíritu Santo nos mueve hacia otros rumbos, al rumbo de la conversión; tenemos que hacernos dóciles para ser regados por su bendición, es decir para que el viñedo de nuestra vida no se seque y no vaya a dejar de producir frutos, el Espíritu Santo nos mueve hacia estos rumbos, desconocidos, pero a veces por el miedo, no queremos nosotros movernos y pensamos que viviendo como hemos vivido encontramos la seguridad, pero no es así, Dios que nos ama, nos desestabiliza espiritualmente, ¿para qué? Para que cuestionándonos en nuestra vida podamos ver en que debemos de mejorar; cuando somos contrarios hermanas y hermanos a esa docilidad, actuamos contra la voluntad de Dios, criticamos a sus enviados, y ¿quiénes pueden ser sus enviados? Quizás mi esposo, mi esposa, mis hijos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo, cuántos enviados del Señor nosotros criticamos, y a veces hasta somos capaces en un sentido figurado de arrancarles la vida, con el afán de poseer algo que no nos pertenece, pero donde nosotros aparentemente nos sentimos bien, hoy somos llamados a producir verdaderos frutos, que consisten en ser hermanos, que consisten en perdonar, en amar, que consisten en acercarnos a Dios por medio de la oración, que consisten en ser promotores de justicia y de paz. Que Santa María de Guadalupe nos ayude a cumplir con renovado entusiasmo nuestra labor de cuidar el viñedo, siendo siempre cada uno de nosotros sus fieles discípulos misioneros. Que el Señor nos otorgue esta gracia, que así sea.
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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 14 de septiembre de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas, el domingo pasado hemos reflexionado acerca del tema de la corrección
fraterna; hoy el evangelio nos convoca a reflexionar acerca del tema del
perdón, que es una de las experiencias más duras y difíciles de vivir para
cualquier ser humano, ya que perdonar no es un acto humano, es acto divino, por
esta razón, cómo nos cuesta perdona, quien perdona, debe de perdonar desde el
corazón, ya que en el corazón de la persona se encuentran los sentimientos, los
resentimientos. Cómo se gasta la vida tanta gente pensando si puede perdonar,
no olvidemos que en el acto de perdón, el orgullo de la persona es el principal
obstáculo, una persona orgullosa muestra soberbia, superioridad, arrogancia, e
incluso puede mostrar un desprecio hacia otras personas, por eso hermanas y
hermanos el orgullo es lo contrario a la humildad, y aquí no debemos de
confundir lo que es el perdón a lo que es la pena por una falta cometida, las manifestaciones; regresando al
tema del orgullo para aquella persona que es orgullosa son la rebeldía, el
autoritarismo, la envidia, la crítica, el mal humo, el enojo y muchas otras,
por eso el tema del perdón en este domingo es uno de los más difíciles de
comprender, porque la palabra de Dios va en contra de nuestros sentimientos y
criterios humanos. La primera lectura que hemos escuchado tomada del libro del
Eclesiástico o Sirácides, pertenece hermanas y hermanos al grupo de libros
sagrados que se denominan de la sabiduría; bíblicamente, el sabio no es el que
todo lo sabe, el sabio bíblicamente no es el inteligente, en la sagrada
escritura, sabio es el que conoce a las personas, que conoce las cosas, que
conoce la vida, que conoce los problemas, pero desde el punto de vista de Dios,
porque conoce a Dios, por lo tanto hermanas y hermanos, bíblicamente el sabio
no es el ilustrado, sino el que está cerca de Dios, el que vive con Dios, por
eso aquellos que son humildes y pobres, que están cerca de Dios son sabios, son
los que conocen, porque ellos son los que están con la sabiduría. Esta primera
lectura nos ha hablado del rencor y la cólera, que pueden estar y están de
hecho en el corazón de la persona, en sus relaciones con los demás y revelan
que quien tiene buena relación con Dios tiene buena relación con el prójimo;
por eso afirman: “Cosas abominables son el rencor y la cólera;” qué gran
consejo encontramos en esta lectura, solamente puede pedir y recibir el perdón
de Dios quien está convencido de la existencia de la debilidad en su persona y
sabe perdonar, por eso afirma: “El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo
puede pedir perdón a Dios de sus pecados?” si fuéramos capaces hermanas y hermanos
de perdonar de verdad, seríamos más felices, viviríamos en paz, la realidad de
no querer perdonar, no solamente afecta nuestra persona sino también la vida de
la comunidad, entiéndase por comunidad las relaciones en la familia, las
relaciones en el trabajo, con los vecinos, con aquellos que nos rodean, por eso
el perdón hermanas y hermanos se encuentra en el centro de nuestra existencia, en
el centro de nuestras relaciones. El texto del evangelio que hemos escuchado continúa
inmediatamente después del texto del domingo pasado, donde les decía yo, el Señor
nos pide vivir la corrección fraterna, ahora nos invita a dar un paso más, un
paso más adelante, a tener la actitud no sólo de la corrección fraterna, porque
no basta, sino del perdón que tanto cuesta; qué interesante la pregunta que le
hace Pedro al Señor: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que
perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”, y la respuesta de Jesús: “No sólo hasta siete,
sino hasta setenta veces siete”; es decir no sólo muchas veces, sino siempre,
pues Jesús hace referencia al número siete que bíblicamente significa
perfección, significa constancia, significa el siempre; no podemos hermanas y
hermanos, que Jesús sabía perfectamente que cuesta mucho trabajo perdonar, pero
también aceptar el perdón, por eso nos ha explicado en parábolas lo que
significa el perdón, en esta dinámica, perdonar y aceptar e perdón; notemos en
la parábola el comportamiento del rey y el comportamiento del empleado que
debía al rey una gran cantidad de dinero, pero también el comportamiento del
compañero que debía al empleado una cantidad menor; el rey solamente da órdenes,
no llega a tocar al empleado, analicen el texto, el empleado en cambio si toca
a su compañero, lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, el empleado, nos
dice el evangelio, se arroja a los pies del rey y le suplica: “Ten paciencia
conmigo y te lo pagaré todo”, el compañero también, se arroja a los pies del empleado
y le dice lo mismo; ¡Que distintas actitudes!, el rey tiene compasión de aquel
empleado y lo deja ir, perdonándole la deuda, en cambio el empleado se niega a
escuchar a su compañero, lo metió en la cárcel hasta que pagara todo lo que
debía; aquí debemos analizar nuestra vida, ¿si el rey hace el papel de Dios,
nosotros hacemos el papel del empleado con el prójimo?, cada quien tiene que analizar
su existencia y su comportamiento; es claro que Jesús hermanas y hermanos,
quiere poner de manifiesto cómo Dios tiene lástima de nosotros, nos perdona, nos
ayuda mientras que muchas veces nosotros endurecemos el corazón y nos oponemos
a perdonar al prójimo, pero a veces vamos más allá, nosotros nos oponemos a ser
perdonados; estamos nosotros hermanas y hermanos en deuda con Dios, nos ha dado
mucho, tantos bienes: la vida, la libertad, la voluntad, la inteligencia, la
salud, la tierra, la luz, el agua, pero sobre todo, lo hemos conocido a Él,
somos sus hijos, estamos creados a su imagen y semejanza y eso nos lleva a
vivir todo un compromiso, así estamos llamados a pagar esa deuda con Dios, aceptando
al prójimo en el perdón, cuando Jesús nos enseña a perdonar es porque sabe que
esta actitud es muy difícil para vivir en este mundo. Su Santidad el Papa Francisco
hace unos días afirmaba: “No tengan miedo amigos, Él perdona siempre, el don
del temor de Dios no significa tener miedo a Dios”, no, no es eso, sabemos bien
que Dios es Padre y que ama y quiere nuestra salvación, y siempre perdona,
siempre, así que no hay razón para tener miedo de Él, el temor de Dios dice el
Papa en cambio es el don del Espíritu que nos recuerda lo pequeño que somos
delante de Dios y de su amor y que nuestro bien consiste en abandonarnos con
humildad, respeto y confianza en sus manos, esto es el Temor de Dios, este
abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere tanto. Hermanas y
hermanos, dentro de su plan de salvación, Dios no quiere que el perdón se quede
en la persona individual, Él quiere que el perdón se comparta, se irradie hacia
todos, hacia los demás, cuando rezamos el Padre Nuestro se expresa
profundamente esta dinámica del perdón, que será capaz de transformar todas
nuestras relaciones humanas y todos nuestros procesos sociales: Perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” no
nos queda hermanas y hermanos más que decirle al Señor: Señor enséñame a
perdonar, pero también enséñame Señor en la humildad a ser perdonado. Que así
sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 24 de agosto de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Hermanos
y hermanas, en este domingo hemos escuchado en el evangelio escrito por Mateo,
el diálogo que Jesús sostiene con sus discípulos, donde les plantea preguntas
fundamentales: ¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” Jesús los
interroga y lo hace, porque quiere conocer el corazón de la gente, Él ya ha
pasado un tiempo con el pueblo por eso quiere saber qué piensa la gente ante su
vida, cuando realiza milagros, cuando Él va enseñando su doctrina; fíjense que
la personalidad o identidad de una persona se conoce por el conjunto de
actitudes propias de ella y que llegan a diferenciarla de otras personas, que
la constituyen como un ser individual. Jesús tiene su propia personalidad, de
Él, de Jesús no tenemos fotografías, no tenemos retratos ni grabaciones, pero
contamos con gran cantidad de datos de su persona, como son, sus palabras, como
son testimonios, testimonios de aquellos que caminaron y estuvieron a su lado,
en las buenas y en las malas, y juntando todo esto podemos conocer un poco
acerca de quién es Jesús. Tomemos en cuenta la respuesta que dan los discípulos
a su pregunta: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” la respuesta:
“Unos dicen que Juan el Bautista; otros que Elías, otros que Jeremías o alguno
de los profetas”. Hermanas y hermanos, el pueblo veía a Jesús como uno de los
grandes personajes excepcionales que habían surgido a lo largo de la historia
de Israel, no cabe duda que desde aquellos tiempos nunca se ha negado que Jesús
ha sido un hombre extraordinario, un hombre que ha marcado la historia de la
humanidad; pero no nos podemos quedar únicamente diciendo que Jesús es un
hombre, Jesús, el Hijo de Dios, tiene una personalidad capaz de alcanzar para sí
a mucha gente, no sólo de su tiempo, no sólo de su cultura, sino de todo tiempo
y cultura; y sino preguntemos a la historia para que la propia historia de la
humanidad nos dé respuesta, pero de que todos saben es que el Señor ha estado
presente en el mundo, pero lo que no todos son capaces de constatar, y de saber
es la razón profunda por la que Jesús atrae a las personas hacia sí, y entonces
tendríamos que preguntar bueno por qué Jesús atrae a mucha gente hacia sí; esto
nos lo dice el mismo Pedro; porque, quien cree en el Dios vivo, quien cree en
el Dios verdadero tiene que voltear hacia la persona de Jesús, y entonces quien
voltea y contempla la persona de Jesús es capaz de identificar quien es Jesús,
para responder esta pregunta, segunda que hace el Señor, es una pregunta
difícil, no se queda el Señor diciendo a los discípulos ¿Quién dice la gente
que soy yo? Sino ¿Quién dices tú que soy yo?, y no basta con repetir lo que otros dicen, Jesús
pide una respuesta personal, Jesús pide una respuesta comprometida, pensemos
que un buen día Jesús se encontrara con nosotros y nos preguntara: ¿Quién dices
tú que soy yo?, cuál sería nuestra respuesta, quizás para muchas personas de
hoy incluso bautizados, pero que no lo conocen en realidad, dirían que Jesús se
parece a uno de estos grandes maestros filósofos, pensadores, que proponen teorías
sobre la felicidad, sobre la trascendencia, sobre la realización plena de la
vida, sobre lo que es la eternidad de acuerdo a sus puntos de vista; pero, él
no es así; otros dirían que Jesús, otros dirían que Jesús es un líder de la
justicia social y tomó partido por los desheredados de su tiempo y se reveló
contra la dominación romana y contra los poderes e incluso implicado en la
lucha de clases, pero esta concepción de Jesús, como político, revolucionario,
como una persona únicamente con esta personalidad no compagina con lo que la
iglesia nos enseña desde los propios evangelios; quizás otros dirían que Jesús
es un gran maestro porque sabe
interpretar el misterio de cada persona. Hermanas y hermanos, los evangelios
cuando los conocemos muestran claramente quien es Jesús y cómo para Jesús era
una tentación lo que al llegada su misión, cuál era la misión de Jesús, ser
servidor de Dios, ser el salvador, por eso se muestra Jesús como la palabra del
padre que se hizo como uno de nosotros, Jesús es el verdadero Dios y hombre en
esta eternidad la felicidad plena, la vida, la paz y aquel que ha venido a
rescatar a la humanidad, por haberse alejado y negado seguir el plan de Dios.
Jesús, la segunda persona de la divinidad, el verbo, sin dejar de ser Dios se
hace hombre, toma nuestra naturaleza, para podernos rescatar de la muerte
eterna. La iglesia hermanas y hermanos, nace de la respuesta de fe que nosotros
damos a Jesús, por la aceptación de su persona, que evidentemente incluye su
doctrina, por esa razón los creyentes como personas de fe, en el nombre de
Jesús nos reunimos para buscar juntos al Señor, para escucharlo, nos reunimos
para orar, nos reunimos para vivirlo y para construir el mundo que el Señor
quiere. Fíjense que hace unos años el concilio vaticano segundo decía, que la
iglesia, la iglesia no son los muros, la iglesia es congregación de quienes
creyendo ven en Jesús al autor de la salvación y principio de la unidad y la
paz; qué hermosa afirmación nos enseña la iglesia, pero además nosotros hermanas
y hermanos los que tenemos conciencia de nuestro discipulado, sabemos que
nosotros nacemos de la iglesia, ella nos comunica la riqueza de viada y de
gracia que es depositaria, nos engendra por el bautismo, nos alimenta con los sacramentos
y la palabra, nos prepara como discípulos para la misión, nos conduce al
designio de Dios razón de nuestra existencia como cristianos, como discípulos
del Señor; somos sus hijos, la llamamos nuestra madre y por eso hay que amarla,
respetarla, servirla, porque como afirmó un gran santo, san Cipriano: “no puede
tener a Dios por padre quien no tiene a la iglesia por madre” y entonces ante
esto aparece una pregunta: ¿cómo va a ser posible amar a Jesús sin amar a la
propia iglesia?, el amor a Jesús hermanas y hermanos, tiene que estar cimentado
en la fidelidad y confianza y ese el mismo amor cimentado en fidelidad y
confianza debe estar también en la iglesia que somos nosotros; no sólo para
lograr la comunión en Jesús, sino para alabarlo, porque nosotros creemos en Él,
esperamos en Él y también para poder contribuir con nuestra persona en la
construcción de un mundo justo, de un mundo de paz. Hermanas y hermanos, la
fidelidad, que es virtud, da cumplimiento en lo que se cree y vive, es la
capacidad espiritual que lleva a la acción que exige decidir siempre lo que se
hace de palabra y obra; el que es fiel, cumple, a pesar de los cambios en las
ideas, las convicciones, las circunstancias y los sentimientos que pudiera
provocar el tiempo, el que cumple fielmente lo prometido lo hace consiente y
voluntariamente, por eso se puede decir que quien es fiel, tiene la gran
capacidad de no engañar; revisemos todos nuestra vida en la fidelidad; de ahí
la enorme importancia que tiene la afirmación de Pedro a Jesús: “Tu eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro no estaba engañando, esta afirmación no
reproducía una creencia compartida por el pueblo desde antiguo, sino que era el
resultado de una auténtica fidelidad, el resultad de un auténtico conocimiento,
el resultado de una auténtica confianza. Pero hay otra imagen usada por Jesús
en este evangelio, son las llaves, las cuales significan delegación; significan
delegación también de autoridad, le dice: “Te daré las llaves del Reino de los
cielos”, es la autoridad delegada por Jesús a Pedro, a los apóstoles y a sus
sucesores para que orienten a la comunidad de los fieles. Hermanas y hermanos,
tomemos muy en serio la pregunta que Jesús dirige a sus discípulos, y que hoy
nos la dirige sin duda a cada uno de nosotros: “¿Quién dices tú que soy yo?”,
que esta pregunta sea ocasión para hacer una reflexión honesta sobre el lugar
que ocupa Dios en nuestra vida, no puede ser que ocupe únicamente un lugar de
pensamiento y que sigamos nosotros en un divorcio entre lo que es nuestra fe y
los actos de nuestra vida, esta pregunta tan importante nos debe de llevar a
realizar una revisión de valores espirituales, valores que vivimos con nuestra
familia, valores que nos llevan a construir como creyentes el mundo que Dios
quiere; respondamos esta pregunta en estos días: ¿quién es Jesús para mí?,
¿quién es Jesús? Ojalá que los padrinos, los padres de familia que hoy traen a
estos jóvenes a la confirmación, realmente crean en Jesús, vivan sus
sacramentos, cambien, transformen su vida, se acerquen a Jesús por medio de
escuchar su palabra, no para conocerla sino para vivirla esforzándose por
transformarse y ser verdaderos discípulos misioneros; hermanas y hermanos,
saber sobre la existencia de Jesús no nos salva, hay que vivirlo por medio de
nuestras obras. Que así sea.
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Homilía de
nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de domingo 17 de
agosto de 2014, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del
Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas en este domingo hemos escuchado el relato evangélico de la
mujer cananea una pagana ante la grave necesidad que tiene solicita a Jesús su
ayuda, aparentemente Él la trata con desprecio sin embargo ella no se desanima
y en tres ocasiones expresa su petición al Señor: “Señor, hijo de David, ten
compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Y el
Señor impresionado ante la insistencia de la mujer le responde: “Mujer, ¡qué
grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Ante diversas circunstancias que
enfrentamos en la vida, que no pocas ocasiones hacemos esta súplica también al
Señor. Señor ten compasión de mí, ve mi situación personal y familiar, no me
entiendo con mi esposo, no me entiendo con mi esposa, no entiendo a mis hijos;
ten compasión no tengo trabajo, estoy enfermo, me entrego a los vicios, han
secuestrado a un ser querido, me han robado, no vivo en paz a causa de mi
pecado; Señor ten compasión de mí. Después de nuestra súplica parece que Dios
no nos responde y sentimos que nos encontramos solos este sentimiento de
impotencia es el que vivió esta mujer cananea que no pertenecía al pueblo
judío, pero recordemos, al final su súplica fue escuchada. Es importante
recordar que los cananeos habían sido condenados por Dios a causa de su
impiedad como nos dice el libro del Deuteronomio, por eso llama la atención que
una mujer no judía, llame también a Jesús con el título “Hijo de David” al
llamarlo así lo está reconociendo como el Mesías, es decir como el salvador por
eso no tiene duda y le pide: Señor ten compasión, al analizar este texto
evangélico encontramos enseñanzas para nuestra vida, enseñanzas muy profundas:
la primera es ver como la mujer cananea reconoce que Jesús es capaz de sanar su
hija que se encuentra atormentada por el mal, por el demonio; en la actualidad
un gran número de cristianos no son conscientes de esta realidad, el demonio
existe, el demonio atormenta, no deja vivir en paz, presenta tentaciones y en
ellas las personas viven una felicidad que en realidad, no existe, y que trae
como consecuencia el desorden, la tristeza, la intranquilidad, vale entonces la
pena preguntarse: ¿yo como creyente, reconozco que Jesús tiene todo poder para
sanarme?, ¿para sanarme de mi tormento, de mi pecado y darme la sanación que es
la salvación, que es a libertad?. Una segunda enseñanza que nos da el
evangelio, es la perseverancia de la mujer; ella es insistente ante Jesús, a
pesar de ser consciente de su condición
de extranjera y de la aparente indiferencia del Señor ante su petición, al
pedir busca establecer una comunicación con Jesús, hasta el grado que por sus
gritos los discípulos se acercan el Señor y le ruegan: “Atiéndela porque viene
gritando detrás de nosotros”. A ella lo que le interesa es la sanación completa
de su hija; “¡Señor ayúdame!” esa actitud de insistencia es la que muchas veces
perdemos, la perdemos los creyentes, no insistimos al Señor, pero esta mujer
por su insistencia, logra que su petición sea escuchada; pero, cómo nos escucha
el Señor, bien lo sabemos, el Señor nos escucha por medio de la oración,
desgraciadamente para algunas personas en la actualidad, orar es signo de
debilidad y de falta de confianza en uno mismo, y no debe ser así hermanas y
hermanos; quien pide orando reconoce la necesidad de Dios en su vida, de ahí
las palabras también del mismo Señor: “Pidan y se les dará, busquen y
hallaran”; hay que ser humildes y reconocer que necesitamos de Dios en la vida,
y si le pedimos Él interviene en nuestra existencia y necesidades y todo lo que
se pide a Dios en la oración, Él si es para nuestro bien tengamos la seguridad
plena y la confianza de que lo concederá. La tercera enseñanza del evangelio la
encontramos en la fe de la mujer: “¡Señor, ayúdame!” Jesús le respondió: “No está
bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos” pero ella
replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que
caen de la mesa de sus amos”. La respuesta de Jesús es sorprendente: “Mujer:
¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Jesús puso a prueba la fe
de esta mujer, con el fin de fortalecerla y Mateo nos dice que: “en aquel mismo
instante quedó curada su hija”. Así que hermanas y hermanos la fe de esta mujer
alcanza su recompensa, obtiene de Jesús la sanación de su hija. Este hecho de
la vida de Jesús nos demuestra que la salvación es para todos: judíos y no
judíos; Él es el hijo eterno del Padre que se hace hombre, por obra del
Espíritu Santo en María, es la realización de la promesa de salvación, para lo
cual se había preparado el pueblo de Israel durante siglos, su encarnación
tiene un sentido universal: no conoce fronteras, no conoce culturas y ya
resucitado confirma esa universalidad cuando les dice a sus discípulos: “Vayan pues,
enseñando a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo
y del Espíritu Santo”; pero además añade: “enseñándoles a observar todo cuanto
yo les he mandado”. Hermanas y hermanos veamos también dentro de esta
perspectiva lo que nos dice el Señor en la primera lectura del profeta Isaías,
en ella Dios asegura que cualquier persona que crea en Él, cualquier persona;
israelitas, no israelitas, quien sea, pero además que lo sirva y lo ame, que le
rinda culto y que cumpla su alianza, será conducida al monte santo, y allí la
llenará de alegría, en su casa, porque su casa, es casa de oración, es casa
para todos los pueblos, por estas palabras el mismo Dios anuncia la apertura de
su revelación a toda persona, hombre y mujer de cualquier tiempo, de cualquier
cultura, de cualquier condición social; y el mismo Pablo en la segunda lectura
ha hablado de la salvación universal, lamentándose de aquellos que rechazan a
Jesús; ahora preguntémonos entonces nosotros: ¿rechazamos a Jesús o somos
capaces de ser sus discípulos, sus testigos, sus misioneros; pero, no
únicamente aquí en el templo, sino allá afuera, en la vida diaria también. No
olvidemos que la liturgia de la palabra de hoy tiene como tema central la
universalidad de la salvación, se trata entonces de una invitación y no de una
imposición, vayamos a nuestras labores a
anunciar la buena noticia de Jesús, a los jóvenes cuyos gustos y lenguajes
están muy lejos de nosotros; a los adultos, anunciemos su presencia, también a
los ancianos, a los enfermos a los alejados y compartamos los valores del reino
con quienes no aman ni perdonan; renovemos nuestra vida en Dios que ha sido revelado
por Jesús, quien no rechaza ni discrimina, y pidámosle que en el Espíritu Santo
nos conceda ser humildes y clamar a Dios en cada momento de nuestra vida, y que
Santa María, la madre del verdadero Dios por quien se vive, nos bendiga y
guarde en nuestro caminar. Que así sea.
sssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
Homilía de nuestro Sr.
Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 3 de agosto de
2014 en la Celebración Eucarística que presidio en la Catedral del Sagrado
Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas los saludo como lo decía yo al principio de la eucaristía a cada uno
de ustedes, muy especialmente a nuestra autoridad que también viene a misa, es
un ejemplo de venir a pedirle a Dios la bendición. Después de presentarnos Jesús
por medio de parábolas el reino de Dios, su significado y desarrollo, el día de
hoy el evangelio nos conduce a contemplarlo en sus sentimientos profundos, en
cuanto hombre, ante las necesidades del ser humano, varias veces el evangelio
nos muestra momentos en los que Jesús tiene estos sentimientos por ejemplo,
ante la muerte de su amigo Lázaro; pero también el mismo evangelio nos presenta
momentos en los que Jesús se aleja de la multitud para estar a solas y poder
meditar, orar, pero también descansar. Hoy hemos escuchado uno de esos pasajes,
pues al ser informado de la injusta muerte de su primo Juan Bautista, condenado
por el rey Herodes, nos dice Mateo que Jesús busca estar solo para entrar en
una profunda oración, en una profunda comunicación con su padre celestial,
porque desde luego la muerte de un ser querido, de su primo Juan Bautista en el
contexto de la injustica, con todo derecho a Jesús en cuanto hombre le dolió.
Esta es una enseñanza importante para nosotros que nos da el Señor, pues ante
las dificultades que tenemos y las noticias que recibimos, a veces no nos
gustan, necesitamos tener esta actitud de buscar el silencio interior, silencio
interior del alma, para encontrarnos con Dios, porque a Dios se le escucha en
el silencio, en la meditación y la oración; solamente así podremos enfrentarnos
hermanos y hermanas a los acontecimientos de la vida, con los ojos de la fe,
que nos conduce a la esperanza que se encuentra en Dios, solamente así hermanas
y hermanos cuando estemos viviendo momentos difíciles podemos acordarnos que
solamente en Dios, encontramos nuestra paz. En este mismo trozo evangélico San
Mateo nos habla cómo el Señor no pudo estar solo por mucho tiempo, las
multitudes lo buscaban, pues tenía compasión de los enfermos, los pobres, los
despreciados, los excluidos de la comunidad, y Él tenía siempre esa actitud de
buenos sentimientos hacia los demás; de ahí si queremos ser sus discípulos
debemos disponernos entonces a mostrar en nuestra vida esa misma actitud, una
actitud de compasión, una actitud de sentimiento, como lo tuvo el Señor, a su
ejemplo, siendo solidarios, interesándonos siempre por el bien de los demás.
Otra actitud de Jesús se muestra en el milagro que hemos escuchado, que realizó
en la multiplicación de los panes y pescados, al mostrarnos solamente su
cercanía con quienes no tenían nada que comer sino satisfaciendo una necesidad
fundamental de la persona, como es el tener hambre; en este contexto que
interesante escuchar la lectura del profeta Isaías en esta liturgia, pues como
sabemos en el antiguo testamento se asocia la llegada del Mesías con tiempos de
abundancia, dice el profeta y ustedes lo pueden ver: “Todos ustedes los que
tienen sed, vengan por agua; vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche
sin pagar.” Hermanas y hermanos en Jesús se hacen realidad las promesas sobre
el Mesías, en Él se cumplen los anuncios proclamados por los profetas con
siglos de anticipación; vale la pena tomar en cuenta que entre los cuatro
evangelios podemos encontrar seis relatos sobre este mismo tema, el tema que
estamos hablando del Señor que da de comer, este hecho es importante en la
primera comunidad, la razón seguramente es hacer ver la importancia que las
primeras comunidades daban a este acontecimiento, no únicamente el acontecimiento
del milagro, ¡no!, el acontecimiento de compartir, al ser el pueblo alimentado
por el Señor; la multiplicación de los panes, la multiplicación de los panes y
pescados es una acción del compartir, pero una acción de compartir en la
comunidad, Jesús no los da directamente a todos sino que los entrega a los
discípulos para que los repartan entre la gente, esto significa que la tarea de
contribuir a la alimentación, significa que la tarea de contribuir a la paz no
le corresponde solamente a Jesús, es una tarea comunitaria, es decir: una tarea
de iglesia, una tarea del pueblo; muchas
veces pensamos que estas tareas corresponden únicamente a los sacerdotes o a
las autoridades, ¡no!, esto es una tarea de todos nosotros, todos tenemos que
contribuir, esa es la iglesia, donde se deja esta enseñanza de este milagro que
podría resumirse así: si existe una sincera voluntad de compartir, aunque haya
poco alcanza para todos y hasta sobra; pero si no existe esa voluntad, la
voluntad de compartir aunque haya mucho, unos pocos acabarán todo y las
mayorías entonces padecen hambre, no tienen que comer; esto último es lo que
sucede cuando las estructuras injustas, de pecado, hacen que unos cuantos se
enriquezcan cada vez más a costa de muchos,
cuyo número crece y que se empobrecen cada vez más por eso debemos llevar a la
práctica lo que vivimos en la eucaristía, lo que el Señor nos enseña:
compartir, pero para esto, dispongámonos a ser alimentados constantemente con
este pan de vida que es el mismo Jesús resucitado y que se ofrece en cada
eucaristía, para que como escribe el apóstol Pablo en la segunda lectura que
acabamos de escuchar: Nada nos aparte de su amor, a pesar de las dificultades
que tengamos que afrontar en nuestra vida diaria con tantos problemas,
tribulaciones y aflicciones; hermanas y hermanos este milagro es un anuncio de
la institución de la eucaristía en la última cena del Señor, esta eucaristía
donde Jesús se ha hecho para nosotros, que solamente Él sostiene y nutre nuestra
vida, la eucaristía por lo tanto es comunión, la eucaristía es compartir, la
eucaristía es unión, mediante ella nos unimos al Señor por su presencia aquí en
medio de nosotros, solamente esta íntima unión con el Señor es la que vence el
mal y puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco
cambiarán el mundo, o sea nuestra sociedad; todos los demás cambios son
superficiales y no salvan, por esto hablamos de redención, Jesús puede
distribuir su cuerpo porque se entrega realmente a sí mismo por la salvación,
por la redención de cada uno de nosotros y nos alimenta para que tengamos
fuerza para poder nosotros vivir en la unidad, compartir y trabajar siempre por
una justicia y paz. Hermanas y hermanos pan y vino en la eucaristía se
convierten en el cuerpo y sangre del Señor, llegamos a este punto, la
transformación no puede detenerse antes bien es aquí donde debe comenzar
plenamente, el cuerpo y la sangre de Cristo se nos da, para que a su vez
nosotros mismos seamos transformados y podamos darnos a los demás, por eso el
que trata de servir únicamente por amor a la persona no llega lejos, se cansa,
las estructuras lo terminan, pero el obrar con fe en nombre del Señor continua
caminando, todos comemos el mismo pan y esto significa que entre nosotros
llegamos a ser una sola familia, una sola comunidad, la eucaristía entonces
llega a ser de ese modo unión, Dios no solamente está frente a nosotros, está
dentro de nosotros, está con nosotros y nosotros estamos en Él y Él es quien
nos une en comunidad y nos conduce a ver a los demás como Él vio a la multitud
que lo seguía, lo acabamos de escuchar, Jesús se conmueve con las necesidades
de quienes lo seguían, nosotros sus discípulos misioneros seguidores de Él, no
podemos permanecer indiferentes, cruzados de brazos ante el hambre y las
necesidades de quienes nos rodean, no podemos permanecer con los brazos
cruzados ante la pobreza en todas sus manifestaciones, estamos llamados a
ejemplo de Jesús a actuar cada uno en la medida de nuestras propias posibilidades
y responsabilidades, no podemos negar nuestra realidad, en nuestro entorno hay
hambre y pobreza, pero no solamente material, hay hambre y pobreza ante la
necesidad de Dios, hay hambre y pobreza ante la necesidad de valores
cristianos, hay hambre y pobreza ante la necesidad de que la persona viva con
dignidad, hay hambre y pobreza para que seamos solidarios, hay hambre y pobreza
para vivir en el respeto, el amor y la paz. Hermanas y hermanos sigamos el
ejemplo del Señor, reunámonos para alimentar a quienes tienen hambre de Dios,
para hacer frente a la pobreza y el pecado alimentándonos de Jesús eucaristía y
que Santa María nuestra madre, nos ayude a comprender más y a vivir más ese
misterio de fe. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 27 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Hermanos y hermanas en la lectura del evangelio
que se acaba de proclamar, Jesús continúa explicándonos en Parábolas lo que es
el reino de Dios para darnos a comprender lo que es esta misteriosa realidad,
les recuerdo que bíblicamente hay que entender el significado del término
misterio que no es como comúnmente lo comprendemos, como algo inexplicable,
sino que se debe de entender como una verdad tan grande y profunda que nuestro
entendimiento y palabras se quedan cortas ante tan gran realidad, por eso el
reino de Dios es un misterio, una gran realidad y el Señor quiere explicarnos
con parábolas esta realidad. En el evangelio de hoy encontramos tres parábolas
que explican ese reino: una, la del tesoro escondido en el campo; otra, la de
la perla valiosa; y la tercera, la de los
pescadores quienes escogen los pescados guardando los buenos y tirando
los malos; así el Señor explica que el reino de Dios es una realidad tan grande
que abarca todo valor pero que hay que esforzarse para poder alcanzarlo. Estas
parábolas contienen elementos muy importantes para poner en práctica en nuestra
vida y así poder alcanzar, conquistar el reino de Dios; es claro que el reino
no se manifiesta como un reino que basta con contemplarlo y admirarlo, es
decir, basta con saber de su existencia; no, este reino se presenta vivo,
dinámico que exige de nosotros, como discípulos misioneros de Jesús, que
trabajemos por su edificación, por su creación,
por eso hermanas y hermanos no se entiende que un cristiano, no se
entiende que un cristiano no acepte vivir de acuerdo con la dinámica de este
reino, desterrando de su persona actitudes no evangélicas, no buscado conocer
cada día mejor a Jesús, encontrarlo en la recepción de los sacramentos y
trabajando por compartir con los pobres y oprimidos: la solidaridad, la
justicia y la paz. Cuanta gente hay que se dice cristiano y pues
desgraciadamente no hay un compromiso verdadero. Lo que acabo de decir tiene
mucho que ver con nuestra propia familia, cuando nosotros nos guardamos para
nosotros mismos, cuando no nos damos a los demás, cuando únicamente decimos en
la familia: ve a misa, vayan a misa hijos, ve a misa le dice el esposa a la
esposa, pero el esposo no bien, o la esposa no viene; o cuando buscan ustedes
compadres o comadres, pues que no llevan una vida una buena vida cristiana,
cuidado, eso no es ser cristianos, el reino de Dios implica un compromiso
verdadero para poderlo vivir. Notemos como en las parábolas del tesoro
escondido en el campo y la perla valiosa, Jesús habla del reino que se debe de
descubrir, cómo se descubre un gran tesoro. Todo descubrimiento es el resultado
de un trabajo paciente que implica dedicación, implica entrega, implica
entusiasmo, implica esperanza, implica fe; pero evidentemente debe de tener una
actitud fundamentada, y es que la persona esté interesada por alcanzar y obtener
ese tesoro, y ¿quiénes son los que logran obtener el tesoro? Quienes perseveran
en la búsqueda para poderlo encontrar, por eso nuestra vida cristiana esta
llamada a ser una vida perseverante en Dios, desgraciadamente muchas personas
se desaniman en la búsqueda por múltiples razones, pero en definitiva por no
desear el tesoro del reino de Dios, quizás por no conocerlo en realidad; no
perdamos de vista hermanas y hermanos que este descubrimiento de desear obtener
el reino de Dios exige a cada persona un cambio radical en su vida; en este
sentido la iglesia nos propone vivir un proceso, un proceso de conversión que
nos conduce a buscar para poder encontrar el reino de Dios. Este proceso inicia
con el encuentro con Jesucristo, evidentemente quienes desean ser discípulos
del Señor tienen que buscarlo, sienten interés por el Señor, es el Señor quien
los llama y se manifiesta de múltiples formas, este encuentro debe de renovarse
constantemente con el testimonio de vida, con la búsqueda del Señor, y tomemos
en cuenta sin el encuentro no se puede dar inicio al conocimiento, no se puede
dar inicio a la conversión y por lo tanto a la formación del discípulo, y es lo
mismo aquí en el mundo, vamos a poner un ejemplo muy breve, por ejemplo cuando
ustedes viven su noviazgo, alguien que desea formar una familia, ¿qué es lo que
hace?, ¿No hablarle el muchacho a la muchacha?, ¿no tener un encuentro de
plática? Claro que lo buscan, porque le interesa, porque le interesa para
formar una familia; es lo mismo con Jesús, exactamente lo mismo, si nosotros no
buscamos el encuentro con Cristo pues evidentemente no podemos nosotros conocer
a Cristo. Segundo punto de este proceso, la conversión, la conversión es la
respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por
la acción del Espíritu Santo evidentemente, por eso que hermoso que ustedes van
a recibir hoy este sacramento que los va a confirmar en el Espíritu, se decide
la persona a ir tras del Señor, pero esto implica en la conversión cambiar su
forma de pensar, su forma de vivir, aceptar a Cristo conscientemente e ir tras
Él; si volvemos al mismo ejemplo de estos jóvenes enamorados que desean tener
ese encuentro y que se encuentran para poderse conocer, viene también una
conversión en ellos; por ejemplo si el muchacho deseaba en domingo iba a jugar
futbol en la mañana y por la tarde se iba con los amigos a celebrar la victoria
o a veces también la derrota con mayor tristeza, pues ahora tiene que tener una
conversión por qué, porque irá a jugar futbol pero en la tarde va a salir con
la Señorita, entonces hay un cambio de actitud, así es Jesús; quieres seguir a
Jesús, convierte tu vida, deja la mentira y vuelve a la verdad, deja el egoísmo
y date a los demás, vive con los demás el encuentro. Tercer punto, el discipulado,
¿Qué significa en este proceso después del encuentro con Jesús, después de la
conversión vivir el discipulado? Significa hermanas y hermanos que tenemos que
aprender, ¿aprender de quién?, aprender del maestro, ¿y quién es el Maestro? Es
Jesús; la persona madura constantemente cuando está con el Maestro, cuando
escucha al Maestro, cuando profundiza en el conocimiento que le da el maestro
con su doctrina, con su ejemplo de vida; por eso es fundamental hermanos y
hermanas que conozcamos al maestro también por medio de la catequesis, cuánta
gente pues vive a Cristo, pero a un Cristo de pensamiento, a un Cristo de
ideología, pero no a un Cristo vivo ¿por qué?, porque no lo conocen, porque no
ha aprendido de Cristo, quien no aprende de Cristo que es el maestro, no puede
vivir en el camino de Jesús, por ejemplo la lógica humana qué dice; que
perdonemos, no, la lógica humana no nos lleva al perdón, la lógica humana nos
lleva a la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente; en cambio la
dinámica del evangelio, la dinámica de Jesús es otra: perdona, ama, ayuda y lo
peor de todo que dice el Señor, no esperes recompensa, se dan cuenta, para
poder conocer a Jesús, para poder ser cristiano no es fácil, el discipulado es
el que nos lleva a este conocimiento. Cuarto punto, la comunión, no puede haber
vida cristiana si no es en comunión, comunión qué significa: en común unión, yo
me pongo a pensar y digo bueno a ver, a veces
platico con los jóvenes aquí de los grupos, a veces en otro lado
platican conmigo cuando ando visitando una parroquia y me doy cuenta de cómo
viven muchas familias, no las de ustedes, ustedes se ven gente muy buena, otras
familias, de otro mundo, de otro estado; viven en el pleito, viven en la
discordia, papá no le habla a mamá para qué, mamá no le habla a papá para qué;
tener tiempo para los hijos, no, yo llego muy cansado del trabajo, tres horas
del transporte, evidentemente pobres, tres horas de transporte, pero no vivimos
la comunión, no hay tiempo para una familia, pues es lo mismo que en la
iglesia, no se puede ser cristiano en la soledad, no se puede ser cristiano en
el anonimato; cuánta gente ahora dice: yo para que voy a ir misa el domingo, yo
rezo aquí, desde mi casa, desde mi cuarto, no, no se puede ser cristiano así;
tenemos que ser cristianos en comunidad, tenemos que vivir en comunidad, en
unión y en comunión; por eso hermanas y hermanos la vida cristiana exige esta
comunión; la vida cristiana exige a nosotros que nos alimentemos de esta
comunión y que demos ejemplo de testimonio de la comunión. Quinto paso de este
proceso, la misión, aquel que es cristiano, aquel que se ha encontrado con
Jesús, que ha vivido la conversión, que ha aprendido como discípulo del
maestro, que quiere vivir en la comunión, ¿qué es lo que hace? Sale a predicar
a Jesús, y todos ustedes, como yo también recibimos el bautismo y el bautismo a
qué nos lleva: a ser nosotros testigos de Cristo; el bautismo nos lleva a
nosotros a proclamar ese Cristo, no
únicamente aquí en esta asamblea eucarística, no; a proclamarlo en el trabajo,
a proclamarlo donde quiera que nos encontremos, a proclamarlo con una vida
honesta, no deshonesta, con una vida de verdad, con una vida de
responsabilidad. Por eso hermanas y hermanos ser cristiano no es sencillo, ser
cristianos implica todo un compromiso, porque ser cristianos es todo un tesoro,
yo los invito a cada uno de ustedes a que sigan descubriendo este tesoro del
reino de Dios; en sí mismo el tesoro no es suficiente, no basta con saber que
Jesús es un tesoro, el descubrirlo exige actuar, tomar decisiones que muchas
veces no son fáciles, no podemos contentarnos con saber que es necesario
actuar, sino es necesario que actuemos. Hoy ustedes que recibirán en sacramento
de la confirmación tienen la gran oportunidad de buscar y encontrar este tesoro
del reino de los cielos, el Señor no los deja solos, por eso reciben su fuerza,
por eso el Señor los alienta; ¡Transformen su vida!, ¡abran su corazón, sean
justos, buenos, bondadosos! y construyan este mundo de Dios aquí en la tierra
siendo cada uno de nosotros forjadores de paz. Que así sea.
ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 20 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas en el evangelio de este domingo San Mateo
continúa exponiéndonos otras parábolas que escuchó de Jesús, el domingo pasado
el mismo Señor explica a sus discípulos la razón por la que él habla en
parábolas: “a ustedes – les dijo – se les ha concedido conocer los misterios
del reino de los cielos”, esa es la razón por la que el Señor habla en
parábolas. La primera lectura del libro de la Sabiduría nos explica el sentido
de la parábola del trigo y la cizaña, he aquí lo que nos dice esta lectura del
libro de la sabiduría: “Tu poder es el fundamento de tu justicia, y por ser el
Señor de todos, eres misericordioso con todos… Siendo tú el dueño de la fuerza,
juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza… al pecador le das
tiempo para que se arrepienta… tu castigas a los que conociendo tu poder
soberano lo desafían.” Ahora San Mateo nos narra esta parábola del trigo y la
cizaña, en esta parábola aparecen los trabajadores que trabajan en el campo,
que han sembrado buena semilla pero que se dan cuenta que aparece la cizaña y
que proponen una solución radical como es arrancarla para que no estorbe el
crecimiento del trigo, aunque eso puede significar también arrancar el trigo;
también en la misma parábola se habla del amo quien rechaza esa propuesta y
opta por una prudente espera, hasta el momento de la siega; quizás muchas son
las ocasiones en que hemos escuchado esta parábola que aparentemente es fácil
de comprender, sin embargo Jesús por medio de ella nos está planteando como en
la vida hay personas buenas y malas, así muestra cómo es paciente, pero además
que comportamiento debemos nosotros de adoptar como sus discípulos misioneros
ante esta realidad; el mal, es verdad que existe en el mundo, no lo podemos
negar, se presenta de muy variadas formas entre nosotros, por ejemplo: en el
materialismo, que para muchas personas las cosas son el valor supremo pero que
atentan contra la comunión y la participación, impidiendo la solidaridad y por
lo tanto la comunión; el consumismo, que conduce a la persona a una ambición
descontrolada de tener más y más, que la va ahogando y la aleja de vivir las
verdades del evangelio como son: el respeto, la solidaridad, la fraternidad;
evidentemente que estoy ahora haciendo una distinción de estos problemas que
estorban el crecimiento del Señor en nuestra vida, pero todos se dan a una,
quien busca el consumismo regularmente también es la persona materialista, la
persona que no tiene tiempo para los demás, no tiene tiempo para los hijos, no
tiene tiempo para la familia; el deterioro de los valores familiares, que
desintegran la comunión familiar eliminando la participación corresponsable de
los miembros de la misma familia y convirtiéndolos en fácil presa, ahora del
divorcio y del abandono familiar; el deterioro también es cizaña y la
encontramos por ejemplo en la honradez, no únicamente pública sino también
privada, las frustraciones, el hedonismo que impulsa a los vicios como el juego
y la droga, el alcoholismo, el desenfreno sexual. El mal, o sea la cizaño no
podemos negarlo está presente entre nosotros, por eso encontramos personas que
no tienen temor de Dios, que son destructoras de toda relación, que todo lo ven
mal y que viven sin esperanza. Como podemos ver hermanas y hermanos la cizaña
crece entre nosotros, en nuestro mundo y es muy probable que veamos como
culpables de esta situación a los demás, pensando que nosotros no somos
culpables de esta realidad que lleva a engendrar el pecado, ¿cuál es la razón
por la que Jesús propuso esta parábola? Y la relectura que podemos hacer
entonces en este momento, para encontrar la razón hay que buscarla en la misma
parábola, tomemos en cuenta cómo los trabajadores le preguntan al amo ¿quieres
que vayamos a arrancar la cizaña, y la respuesta del dueño es contundente, no,
no sea que al arranar la cizaña arranquen también el trigo, dejen que crezcan
juntos hasta el tiempo de la cosecha; esto nos enseña que el amo rechaza las
acciones inmediatas y prefiere esperar, pero esperar hasta un punto, así es
Dios siempre, prefiere esperar hasta el momento de la cosecha o sea hasta el
final. Por esta parábola Jesús nos está enseñando que no podemos precipitarnos
para juzgar a los demás, no debemos formular juicios definitivos sobre las
personas, pues nos podemos nosotros equivocar, ya que estamos interpretando
hechos y las personas siempre tienen una oportunidad de mejorar; una
oportunidad de cambio; o como diría el Señor, una oportunidad de conversión.
Esta parábola del trigo y la cizaña nos enseña que la línea divisoria entre el
bien y el mal, no separa a las personas, aquí estamos: los buenos y los malos, quien
quiere separar, vive fuera del evangelio, porque no podemos condenar; la
frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno de nosotros,
dentro de cada uno existe la posibilidad de ser personas generadores de bien, o
sea de vida, pero también, generadores de mal, o sea de muerte. Nuestro corazón
es capaz de producir trigo y cizaña, o sea: ternura y violencia, generosidad y
egoísmo, paciencia pero también prisa; el amo nos está indicando que hay tiempo
para la conversión, hay tiempo para la misericordia. Este ejemplo del amo de la
parábola hay que tomarlo en cuenta, pero muy en cuenta en nuestra vida, siempre
las cosas pueden mejorar y no hay que olvidarlo, pueden mejorar en nuestra
persona, pueden mejorar en la familia, pueden mejorar por los vecinos, en el
trabajo, y cuando estamos viviendo situaciones difíciles; pero hay que tener
paciencia, ahí está el valor, ahí está el secreto, en la paciencia y esperar el
momento de Dios. Hermanas y hermanos esperar el momento de Dios no quiere decir
que no debemos de hacer nada, que podemos estar con los brazos cruzados, no, se
trata de esperar el momento de Dios pero activamente, buscando la conversión,
quitando las actitudes personales que no nos dejan a nosotros que el trigo
florezca, pero también tratando de desterrar las actitudes comunitarias de la
sociedad que no deja crecer lo bueno, sino que hacen crecer lo malo; ahora es
tiempo de acogernos a la misericordia que Dios nos brinda y la oración es
indispensable para acogernos a ella para poder mantenernos siendo trigo y no
cizaña; por esa razón hoy la iglesia nos invita a ver la fuerza de la oración, en la segunda lectura que escuchamos, lleven
la hoja a su casa y reléanla allá con calma, una oración, nos invita la iglesia
en la que el orante se abandona totalmente al Espíritu Santo, no para pedirle
siempre cosas, no para parar de sufrir, no para solicitarle éxito, dinero,
prosperidad, no para pedirle que siempre se logren nuestros planes, sean buenos
o sean malos; sino para pedirle y dejar que sea el Espíritu Santo quien pida y
ore por nosotros ante el Padre Amoroso por todo lo que necesitamos, no sabiendo
pedir lo que nos conviene el Espíritu Santo mismo intercede por nosotros, esta
es la forma de orar, dejar que Espíritu Santo ser quien ore por nosotros, orar
no es decirle a Dios esto es lo que quiero, lo debes de hacer; orara es decirle
a Dios: no sé qué quieres darme tu, no sé qué quieres de mí, no sé qué debo pedirte
pero sé que sólo tú sabes lo que me conviene, dame lo que tú quieras, dame lo
que tú sabes que en este momento necesito. Hermanos y hermanas orando así no
sólo recibiremos lo que realmente nos conviene, sino que estaremos libres del
mundo de la cizaña, del mundo en el que el enemigo de Dios, el mal, puede
engañarnos y quiere engañarnos; al final entonces no seremos cizaña que se
quemara en el fuego, que es el infierno, sino seremos trigo que Dios colocará
en su granero que es el reino de los cielos, es la vida, es la eternidad.
Pidamos al Señor en esta eucaristía y a Santa María nuestra madre nos ayude a
nosotros a desterrar la cizaña de nuestro corazón, que nos ayude a que el trigo
crezca para que podamos ser nosotros trigo de Dios. Que así sea.
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 13 de julio de 2014, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, el texto evangélico que acabamos de
escuchar forma parte del capítulo trece del evangelio de San Mateo, en este
capítulo Jesús habla y enseña en parábolas. Antes de iniciar nuestra reflexión,
permítanme, porque creo que conviene, recordar lo que significan las parábolas;
las parábolas no son solamente historias que conto Jesús, sino que van mucho
más allá, las parábolas además de narrar hechos de la vida en el pueblo de
Israel, son ante todo ejemplos y comparaciones que utiliza Jesús para explicar
el misterio del reino de los cielos.
Hace unos domingos comentaba yo aquí al celebrar la fiesta de la santísima
trinidad, que el misterio no es que no comprendamos, el misterio es que nuestro
entendimiento, nuestra lógica se queda corta para poder comprender la totalidad
del misterio de Dios; por esta razón cuando los discípulos le preguntan al
Señor: ¿Por qué hablas en parábolas?, el Señor les responde con toda verdad: “A
ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los
cielos”. Así que habrá unas personas que
no comprenden estos misterios del Reino de los cielos; a ustedes si, les dice
el Señor. Así que además de discursos es por medio de parábolas como comunica
Jesús a sus discípulos y al pueblo que le escucha sus enseñanzas, de esta
forma, los que querían aprender de Él abrían su corazón, su mente por eso
también el Señor les decía: “dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos
oyen”. Hermanas y hermanos en definitiva las parábolas constituyen una llamada
de atención para caer en la cuenta de realidades muy serias que exigen de
nuestra conversión, esta actitud que tenían los discípulos de Jesús en su
tiempo, es una actitud que debemos tener los cristianos que somos discípulos,
también, del Señor por nuestro bautismo. Para estar abiertos a las enseñanzas
del maestro y que no se cumpla en nosotros la profecía de Isaías; una profecía
fuerte: “Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero
no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y
tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni
comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.”
¡Que fuertes palabras del profeta Isaías! Las situaciones que estamos viviendo
como la violencia en todas sus manifestaciones de pobreza, ignorancia, pérdida
de valores; de respeto, de educación; nacen en el corazón de la persona y como
nos enseña la iglesia: en el profundo del corazón está la conciencia, es la
conciencia la que juzga las acciones, es la conciencia la que aprueba o
denuncia las acciones cuando son buenas o malas; pero la conciencia y mucho de
eso se nos ha olvidado, también se educa, la conciencia se forma y se debe de
formar correctamente por qué, porque la conciencia también se enferma y la
conciencia entonces llega a perder su capacidad de poder externar su juicio,
sea bueno o sea malo. Jesús en palabras sencillas pero profundas lo afirmó
cuando manifestó que el mal no está en lo que nos rodea, sino en el corazón de
la persona de donde salen las malas intenciones y evidentemente del mismo
corazón de la persona: nace lo bueno, nace el perdón, el amor y la paz; por eso
Jesús es muy claro cuando describe como condición para ver, escuchar y vivir la
palabra de Dios: el no tener un corazón duro; tener un corazón de carne, es
decir: tener un corazón bueno. Hermanas y hermanos esta parábola de Jesús que
hemos escuchado, de la semilla y del sembrador contiene una gran enseñanza, ya
que al comparar el terreno pedregoso con la tierra, buena donde un sembrador
siembra la semilla y comparar con el corazón de la persona, cuánta razón tiene
el señor, porque es mucho más sencillo lograr comprender lo que Jesús desea
enseñar: que el Reino de Dios es una realidad que nace, crece y produce en el
interior de la persona desde su conciencia; pero que también es una realidad
que nace, crece y produce desde el interior de la comunidad cristiana que la
formamos nosotros que somos iglesia; pero esta semilla del Reino puede
encontrar distintos tipos de tierra como hemos escuchado y estos representan en
la parábola diversos tipos de corazón de la persona donde es sembrada la
palabra de Dios. Jesús habla de los granos que cayeron a lo largo del camino,
esos se comparan con las personas que oyen, dice la escritura, pero que no
entienden la palabra de Dios, esta palabra no penetra ya que no tienen el mayor
interés en profundizar en ella; cuánta gente vive distraída en el mundo,
seducidos por el materialismo, poco interesados en lo que oyen acerca de Dios,
su compromiso cristiano es frio o tibio y cuando cumplen con ese compromiso lo
hacen con lo mínimo, con lo mínimo indispensable. Si reflexionamos en lo
sembrado sobre el terreno pedregoso, como nos dice la escritura, son las personas
que oyen la palabra y la aceptan, les impresiona, desean comprometerse pero por
muy poco tiempo, como dice el Señor, ya que no lo hace desde su corazón y con
sus actos de vida por ser inconstantes, no se enfrenta a los problemas de la
vida, diríamos con fe cristiana y con gran esperanza en el Señor. Lo sembrado
entre los espinos representa sin duda a las personas que tienen una conducta
mejor, evidentemente que las anteriores; escuchan la palabra, dejan que inicie
un cambio en su vida, pero, no hay raíces, éstas son muy pobres, por eso no hay
frutos; los espinos que hay en la vida, o sea los problemas, ahogan la palabra
y no la dejan crecer, aquí, vale la pena preguntarnos: ¿y cuáles son esos
espinos de los que habla el Señor? Fundamentalmente yo diría que son tres espinos
que nos alejan de Dios: primero, las preocupaciones, cuando nosotros nos
educamos en las mismas preocupaciones, o sea cuando nosotros no vemos más allá
de este mundo, cuando la vida nos ahoga, cuando la sociedad también nos
consume; segundo, los placeres, los placeres de la vida, cuánta gene tiene
espinos, porque entregan el corazón a otros dioses, al dios del egoísmo, del
placer, de la violencia, pero no lo entregan al Señor; y tercero, los espinos
de las riquezas, y no me refiero únicamente del dinero, sino ante todo de la
riqueza que muchas veces no queremos nosotros negociar: la riqueza del poder,
cuánta gente vive con poder en su familia, con poder en su propia vida, con
poder en la escuela, con poder donde quiera que se encuentra. Regresado al texto,
finalmente nos dice: lo sembrado en tierra buena, es el resultado del encuentro
de una buena tierra con una buena semilla, en nuestro contexto es el resultado diríamos
del encuentro de Dios con la persona que oye y entiende la palabra y da fruto,
como la misma palabra dice: el ciento por uno, el sesenta, o el treinta; este
es el terreno productivo, pero no significa que en ese terreno productivo, que
en esa persona que desea vivir la palabra no vallan a existir problemas como
hay exhortos también en un terreno, pero todo queda superado por la fuerza de
la vida, por la fuerza de Dios que es vida. El discípulo, hermanas y hermanos
que da fruto de la palabra es aquel que permanece fuerte, incluso entre las
dificultades de la vida; teniendo fe, a pesar de los problemas, viviendo la
esperanza, pero puesta solamente en Dios. Del evangelio entonces que acabamos
de escuchar, hay una gran esperanza para todo aquel que desea verdaderamente
comprenderlo y vivirlo, pero en este mismo evangelio acabamos también de oír una
frase de Jesús que es desconcertante, cuando afirma: “Al que tiene se le dará
más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le
quitará.” Hermanas y hermanos estas palabras tienen que ver con la libertad de
la persona con respecto a la palabra de Dios y evidentemente a su actitud, cada
persona es libre de aceptarla o rechazarla, cuando una persona acepta la
palabra y la hace germinar, o sea producir en su vida, entonces esta persona
comienza a dar frutos una y otra vez porque en la vida hermanas y hermanos
mientras más caminamos tenemos más cosechas. Cuando una persona olvida la
palabra de Dios, la semilla de la palabra entonces queda estéril y muere, es lo que nos sucede cuando
no escuchamos y ponemos en práctica la palabra de Dios; escucha y práctica, es
el binomio, si no ponemos nosotros nuestra fe, y no nos ponemos a profundizar
en la palabra evidentemente es imposible conocer a Jesús, es imposible orar
desde la palabra, es imposible tener un buen compromiso, es imposible entender
al Señor, imposible abandonarnos en la Providencia Divina del Señor y entonces caeremos
en una fuerte pobreza, en ella hasta donde no entendemos a Dios, porque Dios
sentimos que no está con nosotros. En este domingo la iglesia nos ha invitado a
reflexionar en esta palabra, donde aparentemente el fracaso de la siembra del
reino de Dios, que es la cosecha final sería mala, pero no es así; la cosecha
final, como la palabra lo dice es excelente, pues el reino de Dios se encuentra
ya presente en medio de la humanidad, ahora cada uno de nosotros tiene que
reflexionar: ¿Qué ha hecho la palabra de Dios en mi vida?, ¿cómo la tengo yo en
mi corazón, en mi persona?, ¿he dado fruto? y ¿cuáles son esos frutos? Pidámosle
a Jesús hermanas y hermanos, nos conceda ese don, el don de producir frutos para
que nuestro compromiso cristiano sea verdadero, para que nuestro actuar sea
real y busquemos con nuestra vida siempre la justicia, la reconciliación, el
amor y la paz que son los frutos del Señor. Que así sea.
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Homilía
de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la
Celebración Eucarística que presidió el día 29 de junio de 2014 en la Catedral
del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas hoy celebramos la
fiesta de dos grandes Apóstoles que hasta nuestros días continúan inspirando la
acción evangelizadora: San Pedro y San Pablo. – por cierto muchas felicidades a
todos los Pedros y Pablos, que Dios los bendiga – Que los Pedros y Pablos
actuales juntamente con nosotros, seamos como San Pedro y San Pablo, dos
grandes pilares de quienes tenemos mucho que aprender por su entrega sin
condiciones para seguir al Señor y comprometerse decididamente a proclamar el Evangelio.
Es interesante recordar la personalidad de cada uno de ellos; empecemos por la
de San Pedro, un judío sencillo, llevaba un estilo de vida ordinaria, sostenía
a su familia siendo pescador, en muchos momentos de su vida mostró su fuerte
temperamento; por ejemplo, cuando Jesús lo encuentra y le llama para que lo siga:
no dudó en dejar las redes para ir con Él, ni tampoco dudó en sacar la espada y
cortar la oreja de uno de los soldados del sumo sacerdote cuando aprendieron a
Jesús en el huerto de los olivos. Él fue un discípulo muy amado por el Señor y
lo puso como cabeza de los Apóstoles y sus sucesores son los Papas, ahora es el
Papa Francisco y es la cabeza de nosotros los obispos.
San
Pablo se presenta él mismo como un como un completo israelita, él no era como
Pedro, San Pablo era de la estirpe de la tribu de Benjamín, fariseo que decía
que tenía una vida intachable. No consta que haya conocido personalmente a
Jesús, pero cuando se le manifiesta en el camino a Damasco, donde se dirigía
persiguiendo a los cristianos, ya quería acabar con todos ellos, tuvo una experiencia
con Jesús resucitado, que cambia radicalmente su vida: deja ser perseguidor de
la iglesia se convierte en un gran evangelizador. Hermanas y hermanos San Pedro
y San Pablo tenían su personalidad cada uno muy diferente, pero los dos tenían
algo en común: eran hombres llenos de fe abiertos al Espíritu Santo, hombres de
gran confianza y caridad, convencidos de lo que vivían y que compartieron el
proclamar el evangelio anunciando a Jesús resucitado, a quien con frecuencia
celebraban y se alimentaban de Él en la Eucaristía. Sus enseñanzas ante el
pueblo eran creíbles, ciertas, ya que con su vida y no únicamente con su
palabra daban testimonio de lo que creían y predicaban. Por este testimonio y
el estilo de vida de los dos, la Iglesia crea la primera comunidad, los dos
tuvieron una muerte muy cruel, mueren martirizados, siguiendo a Jesús hasta dar
testimonio con su propia vida. Hermanas y hermanos, conocer por conocer la vida
de San Pedro y San Pablo no nos compromete a nada, la Iglesia ha querido traer
esos ejemplos que recordamos, porque de ellos podemos aprender mucho; ante
esto, vale la pena hacernos una pregunta: ¿qué me dice a mí quien por el
bautismo soy discípulo misionero de Jesús, el ejemplo de vida de San Pedro y
San Pablo, en este momento de la historia que me ha tocado vivir? Estos
ejemplos de vida nos convocan a revisar nuestro compromiso como cristianos, en
esa revisión podemos iniciar con ver cómo vivimos la fe, ya que no podemos
vivir la fe como una ideología, como un conjunto de ideas, son innumerables
ahora en este tiempo, los pensamientos que se han difundido sobre Jesús,
sacrificando la verdad de su persona como se muestra en los evangelios, como lo
vivieron San Pedro y San Pablo y se encuentra presente en la doctrina de la
iglesia; que palabras tan fuertes usa el Papa Francisco cuando refiriendo a la
ideología dice, cito al Papa: “Cuando un cristiano se convierte en discípulo de
la ideología, ha perdido la fe, y ya no es discípulo de Jesús, el único
antídoto contra tal peligro, - o sea
contra el peligro de vivir a Jesús como idea y como ideología,- es la oración”,
nos dice el Papa; porque la oración va a rescatar a la verdadera fe. Hermanos y
hermanas este es el compromiso, encontrarnos con la persona de Jesús que está
presente en su iglesia, en los sacramentos, en la oración y que se expresa en
la vida, pero en la vida cuando vivimos la caridad, cuando trabajamos por la
justicia y cuando queremos ser constructores de paz; la fe en Jesús entonces
significa un compromiso, compromiso como lo vivió San Pedro y San Pablo,
compromiso que trae consigo un cambio, una reorientación de la vida, forjando
una auténtica vida que se aprende del maestro, del maestro que es el Señor, que
es Jesús, que conduce a tener en Él un compromiso, que diríamos tiene tres
adjetivos: un compromiso serio, un compromiso claro y un compromiso exigente en
la vida cristiana, por eso aquel que se dice cristiano, pero que no vive este
compromiso desde lo más profundo de su persona, no puede llamarse
verdaderamente cristiano; San Pedro y San Pablo como reconocieron en vida este
compromiso y lo vivieron seria, clara y exigentemente fueron capaces de
entregar todo por Jesús y ese es ahora el llamado para nosotros, vivir la fe en
Jesús; de una forma clara, de una forma seria, de una forma exigente; solamente
así hermanas y hermanos podemos dar testimonio de Él a los demás, no perdamos
de vista como lo atestigua San pedro y San Pablo, que la fe engendra el amor y
el amor vivido al estilo de Jesús se vive en el compromiso, por eso el
compromiso de estos dos grandes apóstoles fue fundamental y tan grande para la
iglesia que hasta nuestros días nos inspira para hacer vida el evangelio con
nosotros mismos y con los demás hermanas y hermanos, esta celebración de San
Pedro y San Pablo es también un llamado para revisar y renovar nuestro sentido
de pertenencia a la tradición apostólica de la iglesia ya que debemos ser
fieles herederos del mensaje de Jesús, de este mensaje que nos ha comunicado de
parte del Padre Celestial; mensaje que conocemos por la escritura y que la
iglesia ha vivido, que la iglesia vive y que la iglesia vivirá transmitiéndolo
cueste lo que cueste, con fidelidad. La transmisión de este mensaje de Jesús no
hubiera sido posible si San Pedro y San Pablo se hubieran cerrado a la acción
del Espíritu Santo; hoy algunos de ustedes recibirán ese mismo Espíritu por
medio del Sacramento de la Confirmación, por el cual una persona que ha sido
bautizada recibe la Tercera Persona de la Trinidad de Dios, que es la fuerza
del Espíritu Santo, aunque en todos los sacramentos, en ellos se recibe el
Espíritu Santo, por el Sacramento de la Confirmación se recibe en plenitud, se
recibe con sus siete dones estos dones fortalecen a quien lo recibe en tres
virtudes: la fe, la esperanza y la caridad; y ayuda para cumplir responsablemente la vida como discípulos misioneros del Señor, como lo hizo San
Pedro y San Pablo. Hermanas y hermanos, en este día hagamos oración, pidamos al
Señor en primer lugar por que siga concediendo siempre su Espíritu, su Espíritu
Santo como Él lo prometió a la iglesia, al Papa, a los obispos, a los
sacerdotes, a los diáconos, a ustedes fieles cristianos, a las personas de vida
comprometida y consagrada a la iglesia; pidan también y oren por sus ahijados
que hoy recibirán el Espíritu Santo para que ustedes padres de familia,
padrinos y madrinas prediquen a Jesús, no únicamente de palabra como ideología
sino con su ejemplo de vida y que Jesús los bendiga por este testimonio que den
a sus ahijados y a la iglesia viviendo siempre los valores del evangelio. Que
así sea, en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amen.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 22 de junio de 2014 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas la palabra de Dios en este domingo nos convoca como decía yo al principio de la eucaristía a revisar dos actitudes que como cristianos estamos llamados a desarrollar y poder vivírlas y la práctica de ellas nos compromete a trabajar por el reino de Dios, y en el encontrar el camino hacia la santidad; una de estas actitudes es no tener miedo y la otra es vivir siempre en la verdad ya desde la primera lectura que acabamos de escuchar hoy en este domingo encontramos la situación del profeta como el Señor le pide no tener miedo; y en el evangelio acabamos de escuchar como Jesús transmite un claro mensaje, nos invita a todos nosotros sus discípulos a no tener miedo y esta es la actitud, dice el Señor: “No teman a los hombres… No tengan miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma… Por lo tanto no tengan miedo porque ustedes valen mucho”. Hermanas y hermanos, Jesús preparando a sus discípulos les hace esta insistencia; porque yo comparto juntamente con la historia y soy testigo de la historia de la iglesia que no es fácil ni sencillo proclamar con la vida de la fe y las obras el reino de Dios; esta lectura que hemos escuchado del capítulo décimo de San Mateo que comienza con el envío de los apóstoles a predicar, en ese capítulo que también se conoce como el discurso apostólico, contiene instrucciones muy precisas dadas por parte de Jesús a sus discípulos, cuando les advierte que si van a ir a predicar el reino de los cielos, si van a ir a predicar el perdón, el amor y la justicia; ellos van a ser perseguidos, van a ser encarcelados y hasta la muerte pueden encontrar por el evangelio; por diversas formas nos damos cuenta como en el mundo, en la sociedad no se acepta el reino de Dios, somos testigos cómo se vive en situaciones muy difíciles que excluyen a aquellos que buscan vivir los valores evangélicos en su vida diaria; y estos que buscan vivir los valores evangélicos son señalados; quizás ahora el Señor no nos lleva a nosotros y no nos pide que demos un testimonio con nuestra propia sangre, pero si un testimonio difícil ante el cual tenemos miedo, cuando por ejemplo tenemos miedo que nos señalen los amigos porque no compartimos con ellos un momento de alegría por ejemplo, o supuesta alegría; tenemos miedo que nos señalen por nuestras ideas, que deben de ser ideas como cristianos que busquen la justicia y la paz; tenemos miedo cuando tenemos que expresar la opinión, por ejemplo: miedo de gente cristiana, voy a poner un ejemplo muy sencillo; ante el aborto, hay gente que dice: yo soy cristiano pero estoy a favor del aborto; tenemos miedo cuando hay que expresar opiniones acerca de los problemas que ahora se están dando de la legalización de las drogas, tengo miedo de decir la droga llega a hacer al adicto un esclavo y deja el adicto poco a poco la salud, la pérdida de la neurona, para qué, para convertirse únicamente en una persona automática autómata, es muy difícil pero muchas veces tenemos miedo; cuántos jóvenes tienen miedo en la escuela de no practicar el Bullyng, por qué, porque que van a decir, que van a decir mis compañeros mis compañeras de escuela, mejor practico el Bullyng; mido de decir esto está en contra de la caridad. Hermanas y hermanos vivir los valores evangélicos no significa dejar a un lado los valores naturales o humanos, Jesús le da a estos valores una profunda orientación; como el valor de la vida, desde su concepción hasta la muerte, el valor de la misericordia, el valor de la pureza de corazón, el valor de la búsqueda de la paz, de la búsqueda de la justicia, el valor de la paciencia, de frente a tantos problemas y a la enfermedad; el valor ante las dificultades, el valor ante la persecución; defender estos valores en este mundo que nos ha tocado vivir no es fácil, por eso el Señor pide: no tener miedo y para esto enseña a sus discípulos a tener primero actitudes de fe, porque quien no tiene un encuentro verdadero con Jesús persona, esa persona que no tiene este encuentro con el Señor y vive únicamente y participa del cristianismo como una filosofía o un pensamiento, esa persona naturalmente tiene miedo, por qué, porque no está convencida de la persona del Señor. El Señor le pide y le enseña a sus discípulos a que tengan una confianza absoluta, en quién, en Él, a que vivan en la unidad, en la sencillez en la capacidad de poder tomar sus dificultades para que éstas sean una oportunidad para poder salir triunfantes ante ellas y que la providencia también acompañe. El Señor nos dice no tengas miedo de perdonar, de perdonar a sus enemigos, cuánto trabajo cuesta perdonar; no tengas miedo de vivir el amor, que es la característica de todo aquel que desea seguirme ser mi discípulo, ser misionero. Esta invitación de Jesús a no tener miedo es muy válida en este momento de la historia que vivimos, en él somos protagonistas ya que la fuerza de su palabra todo lo cambia. No tengamos miedo de ser cristianos, de seguir a Jesús a pesar de que nos discriminen, nos rechacen o persigan, no dejemos que el temor y la desesperación se apoderen de nosotros, seamos como dice el Papa Francisco: “Personas sin miedo, personas humildes, alegres, porque somos testigos del evangelio”. La segunda actitud es vivir siempre en la verdad; cuando el Señor le dice a sus discípulos: “No hay nada oculto que no se llegué a descubrir; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas”. Hermanas y hermanos esta manifestación que siempre triunfará: la verdad, es una manifestación del Señor, pero el Señor no propone tiempo, puede ser temprano o tarde, pues la verdad es un valor que da sentido a la vida de toda persona, siendo la verdad la base fundamental de la conciencia, evidentemente hay conciencias enfermas, porque la conciencia de la persona como el cuerpo también se enferma, cuando tenemos una conciencia enferma hay que atender a esa conciencia como también nosotros atendemos el cuerpo cuando está enfermo; el cristianismo entonces no puede ser un discípulo que busque la santidad para él mismo, como si la fe fuera un privilegio y no un don de Dios, y la fe es un don de Dios, no es un privilegio y es un don que Dios nos da para qué, para ponerlo al servicio del otro; el discípulo que conoce los misterios del reino de Dios y no se apoya en Dios sino que quiere apoyarse en sí mismo, podrá dar testimonio de muchas cosas pero no de la verdadera vida de Dios. El evangelio que acabamos de escuchar entonces, es una invitación a examinarnos sobre la transparencia de nuestros pensamientos y acciones; Hermanas y hermanos pidámosle a Dios que nos de valor para asumir nuestra responsabilidad y para actuar siempre sin miedo, proclamando siempre la verdad de Dios. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Óscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Misa Crismal del Jueves Santo, 17 de abril de 2014, que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, hermanas y hermanos todos en
el Señor. Nos encontramos reunidos, para celebrar como comunidad diocesana la
Eucaristía, dándole inmensas gracias a Jesús por haber instituido el sacerdocio
ministerial. Sacramento que algunos de nosotros hemos recibido y agradeciéndole
además el haber instituido los sacramentos, que como han afirmado algunos
santos, son signos sensibles de la gracia de Dios.
En esta Celebración bendeciré el óleo de los catecúmenos; el óleo de los
enfermos y consagraré el Santo Crisma, mismos que utilizamos en algunos de los
sacramentos y “cuya unción es signo sacramental del sello del Espíritu Santo”.
Felicito y saludo a todos con cariño, especialmente a mis queridos
hermanos sacerdotes, quienes renovarán en esta Eucaristía las promesas que
realizaron el hermoso día en que recibieron la Ordenación Sacerdotal.
Hoy es un día muy especial – hermanos sacerdotes -, para meditar sobre
este don que recibimos sin merito personal, el día de nuestra ordenación y
recordar cuáles son los compromisos que adquirimos.
No podemos hablar del sacerdocio sin hacer referencia a la persona
del Maestro, de Jesús el Buen Pastor, para hablar de Él tenemos que ser
sensibles a su presencia y acrecentar esta presencia de Él en nosotros, cuánta
razón han tenido nuestros obispos de América Latina al reconocer que: “no se
comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida y, con ello, una orientación decisiva”, y esa persona es Jesús.
Así nuestra vida sacerdotal es fundamentalmente actuar. Actuar “In
Persona Christi” - hacer presente la persona de Jesús - y no es posible realizarlo,
sino procuramos acrecentar nuestro encuentro con Él, ya que el Señor se hace
presente en la medida en que nos entregamos cada día a Él.
Esto hermanos sacerdotes es un gran valor que debemos cuidar y
acrecentar, la entrega de cada día a Él. Quien se entrega a Él y lo acepta en
su persona contrarresta el escepticismo actual, que nos lleva muchas veces a la
monotonía sacerdotal, cuantas veces escuchamos afirmaciones como esta: “el
sacerdocio siempre es lo mismo; no se puede cambiar nada, y por lo tanto no
vale la pena sacrificarse”.
Estoy convencido que como sacerdotes tenemos en nuestro Ministerio
un tesoro que ofrecer y ante nuestros problemas, tareas y sentimientos de derrota,
hace falta el encuentro con el Maestro; la intimidad con Él, la oración y saber
descansar en Él, y además desarrollar un sentido de esperanza ante las
dificultades que nos presenta el ser discípulos misioneros del Señor.
Él no falla cuando nosotros sus elegidos somos dóciles, fieles y
nos entregamos con confianza a proclamar su Reino de amor, justicia y paz.
Gracias a Dios la Iglesia nos ha puesto medios que nos ayudan para
vivir incondicionalmente nuestro Ministerio, además de la oración se encuentran
nuestras reuniones donde podemos compartir las dificultades que vivimos, las
tareas, los cansancios, las esperanzas, y ayudarnos entre nosotros a discernir
cuál es el camino para vivir más adecuadamente el Ministerio.
Un medio que no podemos dejar de lado como Iglesia diocesana, es la
revisión de nuestro Plan Diocesano de Pastoral, que nos llevará a concretizar
las estrategias de acción pastoral que necesitan nuestras comunidades en este
tiempo que nos ha tocado vivir.
Todo lo anterior es fundamental, ya que por medio de estas
estrategias nos capacitamos mejor, para vivir el Ministerio Sacerdotal que
ejercemos en la liturgia, la proclamación, la pastoral, la administración
parroquial, esto nos lleva a tomar conciencia que debemos de invertir tiempo en
la Formación Permanente, tan indispensable en nuestros días.
Quizás más de alguno se podrá preguntar: ¿Por qué lo que ha
mencionado es fundamental? Porque sin capacitación, sin actualización, sin una
adecuada Formación Permanente en el sacerdote crece la inseguridad, el sentimiento
de culpa o frustración ante los grandes problemas que vive con la comunidad, y
se termina cayendo en la monotonía, huyendo del compromiso que nos ha enseñado
Jesús, el Buen Pastor, dando la vida por las ovejas.
Para que el sacerdote, - discípulo misionero - pueda asumirse como
hombre de Dios, y aceptar desde lo más íntimo de su persona esta identidad, es
necesario alimentar la búsqueda de la gloria de Dios, tanto personal como
comunitariamente.
Esto implica el amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo
– como Jesús nos ha mandado -, y el rechazo de todas aquellas convicciones y
comportamientos que nos alejan de este mandamiento divino.
En esta línea es indispensable evitar una confusión frecuente, no
es darle a Dios un poco de nuestra persona, sino toda nuestra persona y entregarle
todo se demuestra en el compromiso comunitario y social, sirviendo a la
comunidad al estilo de Jesús.
Pero esto supone vivir un camino de espiritualidad que sostenga y
desarrolle el gusto por las cosas de Dios, de manera que el sacerdocio marque
completamente la propia identidad, para ello el sacerdote debe tener
consciencia que está llamado a la santidad, y por eso debe de evitar un
dualismo en su existencia.
Una espiritualidad que no nos lleve a obtener una santidad
individualista, sino con los demás – como el Maestro nos ha enseñado -, y es
aquí donde juega un papel fundamental la Espiritualidad de Comunión, que para
nosotros los sacerdotes es indispensable en el Ministerio.
Solamente así podemos conectar la espiritualidad sacerdotal con la
Misión, que el Señor nos ha encomendado por medio de nuestro Ministerio
Sacerdotal, pero en este punto hay que ser realistas y reconocer que una vida
sacerdotal con este estilo no se vive sólo con un retiro donde uno se encuentre
con Dios, es necesario un proceso que ayude a unir al sacerdote más íntimamente
con el Señor y con sus hermanos, para el servicio de la comunidad, para ello
habría que procurar siempre que los espacios de espiritualidad partan de la
misión y se ordenen a ella, desarrollando una mística de la acción y de la
disponibilidad. Esto no se logra sólo, sino con permanente oración, motivación
y compromiso.
Nunca olvidemos que “Si la Eucaristía es centro y cumbre de la vida
de la Iglesia, también lo es del ministerio sacerdotal, por eso, con ánimo
agradecido a Jesucristo, nuestro Señor, reitero – afirmó el beato Juan Pablo II
- que la Eucaristía «es la principal y central razón de ser del sacramento del
sacerdocio, nacido efectivamente en el momento de la institución de la
Eucaristía y a la vez que ella».
Hagamos de nuestra vida una extensión de la Eucaristía que
celebramos cada día, ya que ella en sí misma es el acto misionero más eficaz, porque
contiene al mismo Jesús; desde la Eucaristía, la Iglesia parte con gozo a la
Misión, a anunciar el Evangelio, la presencia de Emmanuel, Dios con nosotros.
No quisiera terminar esta reflexión sobre nuestro sacerdocio, sin
contemplar a nuestra Madre María y encomendarle a ella nuestro ministerio, ya
que ella es el modelo perfecto para nuestra vida sacerdotal,
ella es la
puerta a través de la cual Dios ha podido entrar en el mundo, hacerse hombre y
entrar también en nuestra historia personal. Que ella la Madre del Verdadero
Dios por quien se vive, nos acompañe, proteja e ilumine. ¡María, Madre de los
sacerdotes, ruega por nosotros!"
Así sea.
+ Oscar Roberto Domínguez Couttolenc. M.G.
Obispo de Ecatepec.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar
Roberto Domínguez Couttolenc, del Domingo de Ramos, 13 de abril de 2014, en la
Celebración que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. En San Cristóbal
Ecatepec.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo
Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística que
presidió el cuarto domingo de cuaresma,
30 de marzo de 2014, en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, les recuerdo que
si alguien desea acercarse a la confesión, Monseñor Blas está en el
confesionario de mi lado derecho, le pedí que hoy no concelebrara, que
confesara, y el Padre Jonathan está en el confesionario del lado izquierdo. Nos
encontramos ya en el cuarto domingo de cuaresma, espero que todos estemos
preparándonos para celebrar en la semana santa, los misterios de la muerte y
resurrección del Señor, reconociendo aquellos comportamientos que nos alejan de
vivir de acuerdo al evangelio; precisamente esta frase hoy en la mañana la
mande por twitter a toda la gente que me sigue, por qué, porque si vivimos una
cuaresma igual que las demás, no reconocemos lo que tenemos que cambiar de
acuerdo al evangelio; de qué nos sirve. Hemos escuchado que San Juan en su evangelio
pone a nuestra consideración este acontecimiento de la vida de Jesús, cuando se
encuentra con este hombre ciego de nacimiento, en la sagrada escritura el tema
de la luz es de gran importancia; vayamos al libro de Génesis: El primer acto,
nos dice el Génesis, que Dios hace del acto creador es la separación de la luz
de las tinieblas; si nos vamos también a la sagrada escritura encontraremos que
el acto final que realizará Dios de acuerdo al Apocalipsis en el capítulo XXI: Vendrá Dios como luz, y durante todos los escritos
si los analizamos continuamente encontramos el tema de la luz; recordemos las
palabras de la promesa de salvación del Profeta Isaías: “El pueblo que caminaba
en las tinieblas verá una gran luz”, nos dice Isaías en el capítulo IX, y esa
es la luz se manifiesta, Cristo es la luz del mundo anunciada por todos los
profetas. Hermanas y hermanos, cuando leemos los evangelios, podemos notar que
está presente la lucha entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal,
entre la gracia y el pecado; por esta razón encontramos afirmaciones del mismo
Jesús como es: “El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida”, nos lo recuerda Juan en el capítulo II; ante este evangelio es
importante recordar que los milagros que realiza Jesús, no los realiza para
ganar popularidad, no los realiza para ser famoso; realiza los milagros para
hacer presente en el corazón de la persona el amor misericordioso de Dios, para
mostrar que ese amor, amor misericordioso se manifiesta en su mensaje de
salvación que proclama con su misma vida, entre paréntesis es muy interesante
ver ahora como el Papa Francisco ha tomado desde el principio de su ministerio
este tema de Dios misericordia, notemos que el contenido de la pregunta que le
presentan los discípulos al Señor: “Maestro, ¿Quién pecó para que este naciera
ciego, él o sus padres?”, y la respuesta de Jesús: “Ni él pecó, ni tampoco sus
padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios”, esta
pregunta hermanas y hermanos de los discípulos al maestro, refleja una creencia
muy generalizada incluso hoy en nuestros días, según la cual, algunas personas
piensan que las enfermedades son castigo de Dios por los pecados cometidos,
esta forma de pensar es equivocada, es el resultado de una fe mal entendida, y
por lo tanto mal vivida, que ve en Dios a un Dios Castigador, con sentimientos
de venganza, de cólera; que se hacen presentes y que se manifiestan en la
enfermedad, pobrecita gente que piensa así, cuando las enfermedades son un hecho biológico, físico y no un castigo de Dios. Al
iniciar esta misa un pequeño a quien estimo mucho se acercó y me dice: rece por
una amiga mía, trece años de edad, un cáncer; bueno esa niña no tiene un
castigo de Dios, ni ella ni sus padres. Sin embargo, las enfermedades, nos
ayudan para reflexionar sobre nuestro ser, sobre nuestro comportamiento y nos
motiva para modificar aquellas conductas que tenemos que no están de acuerdo al
plan de Dios, y que por ellas, en realidad, cuando somos adultos muchas veces
renegamos y negamos a Dios, esto nos pasa a todos. Hace unos años yo también
tuve un tiempo una enfermedad difícil, gracias a Dios la superé, pero también
estas enfermedades nos llegan a cernir en la fe. Hermanas y hermanos este texto
nos permite también aprender con el comportamiento de los fariseos que tienen
ante esta situación muchas cosas; por los evangelios sabemos que ese grupo,
vale la pena recordar, no comprendía el mensaje, no comprendía el actuar de
Jesús, los fariseos vivían apegados a sus ideas, a su poder político, social y
religioso; entonces para ellos Jesús actuando así y hablando así era una
amenaza, por qué, porque cuestionaba su forma de vida y entonces había que
acabar con Él. La curación de ese hombre ciego de nacimiento a quien mucho
conocían fue tan extraordinaria que la noticia llegó a ser conocida hasta por
estos hombres, por los fariseos quienes de inmediato buscaron a ese hombre,
para certificar lo que habían escuchado acerca de su curación, que había
realizado Jesús el día sábado; entre ellos, nos dice el evangelista unos
opinaban que quien había realizado esta curación no podía obrar en nombre de
Dios, porque no había respetado el sábado; desde su punto de vista, Jesús había
violado la ley al curar en sábado, día de descanso en que estaba prohibido
realizar cualquier actividad, es claro que para los fariseos entonces las
necesidades humanas no contaban, y quizás en nuestras familia, quizás entre
nosotros mismos algunos tenemos estas actitudes farisaicas, las necesidades
humanas de la otra persona no cuentan. Pero ahora es momento de preguntarnos
cada uno de nosotros, ¿para mí las actividades de los demás tienen algún valor,
o solamente tienen valor las actividades que yo hago? Regresando al texto, nos
dice el evangelio que otros argumentaba diciendo ¿Cómo puede un pecador hacer
semejante prodigios?, porque a Jesús lo tenían como a un pecador; amigo de
publicanos y pecadores, en medio de estas opiniones le preguntaban a este
hombre que había sido curado: ¿y tú qué piensas del que te abrió los ojos? Y
este hombre con seguridad les contestó: es un profeta. Esta pregunta también
hermanas y hermanos se presenta hoy a nosotros: ustedes ¿qué piensan de aquel
que muchas veces les abre los ojos de la conciencia?. Este hombre que ha sido
curado, llega a descubrir en el proceso de su curación que Jesús es más que un
simple hombre, es un profeta, de aquellas palabras que pronuncia: “Creo Señor”
y lo dice el evangelio, postrándose lo adoró. Hermanas y hermanos estas
palabras debiéramos de hacerlas nuestras, pronunciarlas constantemente, cada
uno de nosotros decirle al Señor: Si señor, creo, creo en Ti, y decir cada día:
Si Señor creo a pesar de mi pobreza, si Señor creo a pesar de mi debilidad, si
Señor creo a pesar de mis fracasos, si Señor creo a pesar de mis miedos, si
Señor creo a pesar de las humillaciones, si Señor creo a pesar de la soledad,
si Señor creo a pesar de mis dudad, si Señor creo a pesar de mis sufrimientos.
Hermanas y hermanos, cree, quien acepta ser curado y está iluminado por la luz
del Señor; por eso el Papa Francisco en su primera encíclica titulada “La luz
de la fe” afirma que por lo tanto es urgente recuperar el carácter luminoso
propio de la fe, por qué, porque mucha gente ha apagado la luz de la fe, mucha
gente ha extinguido en su corazón la luz de la fe y al extinguir esta luz mucha
gente ya no puede ver, y es que la característica propia de la luz de la fe, es
la capacidad de iluminar nuestra existencia, porque una luz tan grande, una luz
tan potente que alumbra la existencia de la persona y le permite ver, no es una
luz cualquiera, es una luz que viene de Dios, y continúa el Papa diciendo: “la
fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos revela su amor, un
amor que nos precede, en el que nos podemos apoyar para estar seguros y
construir la vida. Transformados por este amor – dice el Papa – recibimos ojos
nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y entonces se
nos abre la mirada al futuro. La fe que recibimos de Dios como don sobrenatural
se presenta como luz en el sendero que orienta nuestro camino”. Hermanas y
hermanos ante este mensaje que hemos recibido de la palabra de Dios, también
podemos preguntarnos: ¿actualmente en mi vida, qué me está cegando? Quizá nos
dejan ciegos los intereses personales, nos dejan ciegos los perjuicios, nos
dejan ciegos los fanatismos, nos dejan ciegos las pasiones, nos dejan ciegos
los actos de vivir una fe vacía, yo creo que por eso mucha gente no va misa el
domingo, porque no tienen una fe viva y ante una fe vacía, ¿qué les dice la
Eucaristía? Y entonces habría también que preguntarnos: ¿qué debemos de hacer
para curar nuestras cegueras? Todos en mayor o menor medida todos nosotros
atravesamos situaciones desde guerra, de falta de luz, de dudas, de búsqueda;
la respuesta hermanas y hermanos es Dios, es Jesús; solamente Él, Jesús, nos conduce
a la luz verdadera a la luz de la salvación; entonces la fe cristiana no
consiste en creer en algo, sino en creer en alguien, que es Jesús, que es
alguien, no pretendamos hermanas y hermanos llegar a encontrarnos con el Señor
mediante revelaciones extraordinarias, el mismo Señor determinó los caminos
para encontrarnos con Él, y recordemos cuáles son: conocer su palabra,
acercarnos a los sacramentos, practicar la verdadera caridad. La vida cristiana
es una oportunidad entonces para encontrarse con el Señor, que es luz, para
brillar como sus discípulos siendo luz, reflejando la luz del que nos ha
salvado y nos ha destinado a participar de su luz maravillosa. Como ha afirmado
también el mismo Papa Francisco precisamente por su conexión con el amor: “La
luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, al servicio concreto
del derecho, al servicio concreto de la paz”. Hermanas y hermanos, pidámosle a
Dios que en esta cuaresma cure nuestras cegueras que nos hable y nos permita
ver la verdadera luz, la luz de la fe. Que así sea.================================================================
Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Celebración Eucarística que presidió, el domingo 23 de marzo de 2014; en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas les doy la bienvenida a cada uno de
ustedes a esta celebración eucarística, también le doy la bienvenida a nuestras
autoridades que nos
acompañan también, por quienes también oramos y rezamos.
Nos encontramos en el tercer domingo de cuaresma, de este tiempo de gracia que
el Señor nos convoca a vivir para buscar la conversión de nuestra vida,
reconociendo actitudes y formas que tenemos en nuestra persona que no están de
acuerdo a lo que Jesús proclama en el evangelio, cada uno de nosotros tenemos
que hacer un alto en la vida y preguntarnos: ¿en mi forma de ser, qué tengo yo
que no esté de acuerdo al evangelio?, ¿en qué soy infiel al evangelio? Este
texto evangélico que hemos escuchado del encuentro de Jesús con la Samaritana
constituye un ejemplo del gran amor que Dios tiene para con aquel que ha
fallado, pues nos muestra a un Jesús cercano, a un Jesús que comprende, que
conduce al pecador para que acoja la plenitud de la salvación. Para comprender
mejor este texto evangélico vale la pena recordar que los judíos y los
samaritanos pertenecían a grupos de convicciones muy distintas: tanto
políticas, como religiosamente, como culturalmente; tenían tal división que ni
siquiera se hablaban, para el judío los samaritanos aparecían como malos
israelitas, rehusaban adorar a Dios en el templo de Jerusalén, prefiriendo el
monte Garizim; y por su lado los samaritanos odiaban todo lo que fuera de
Jerusalén, de ahí la sorpresa de la mujer que Jesús siendo judío, se dirigiera
a ella, una mujer siendo samaritana, Jesús inicia todo el diálogo desde una necesidad
física y fácilmente verificable, Jesús tiene sed, a partir de esa necesidad va
descubriendo a la mujer samaritana, el misterio de su persona y de su misión.
El evangelio presenta a Jesús cansado, naturalmente por el esfuerzo que ha
realizado en el camino y por el fuerte calor del sol tiene sed y pide a esa
mujer: “Dame de beber” por eso se sienta en el brocal del pozo, notemos
hermanas y hermanos que Jesús no razona a partir de las divisiones tenidas por
válidas en su cultura, es por eso que no le responde a la mujer cuando le
pregunta: ¿cómo tu siendo judío me pides de beber a mí que soy samaritana? La
mujer representa a la región de Samaria donde se rendía culto a los dioses de
cinco pueblos paganos representados por estos cinco maridos que ella había
tenido; en este encuentro junto al pozo Jesús le va revelando la verdad, en la
sagrada escritura que acabamos de escuchar, en la primera lectura el agua es
signo de vida y de gracia y Jesús usa este signo para afirmar que hay aguas que
no calman la sed, y hay otra que si la satisface, por eso le dice: “Si
conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le pediría a
él, y él te daría agua viva”. Jesús hace referencia al agua viva que es el don
de Dios capaz de satisfacer la sed de todo ser humano; el ser humano que busca
muchas veces la realización, que busca muchas veces el placer, que piensa que
en el dinero y en los vicios está la alegría pero se da cuenta que esas
realidades no calman su sed y se da cuenta la persona, que únicamente el don de
Dios que es verdad, amor y paz, que nacen de la misma persona de Dios, esos
dones son capaces de poder saciar la sed que muchas veces nosotros tenemos; el
trato que Jesús da a la mujer parte de la generosidad de Dios, “Si conocieras
el don de Dios” la base de todo diálogo sincero está en reconocer en la otra
persona a un ser amado y querido por Dios, no negando la buena voluntad, un
diálogo no puede avanzar cuando condenamos al otro, cuando lo reducimos; si
Jesús conociendo la vida de esta mujer la hubiera condenado desde el principio
no hubiera logrado su conversión. Yo los invito a que ustedes se pregunten
¿cuántas veces yo reduzco a mi esposo, o a mi esposa, o a mis hijos, o a mis
padres, o a mis vecinos, o a los compañeros de trabajo y no quiero establecer
una relación, de entrada condeno, esa no es una actitud cristiana; la posición
de Jesús debió seguramente escandalizar a muchos porque rompió paradigmas que
se consideraban intocables: “Créeme, mujer, se acerca la hora de que ni en este
monte ni en Jerusalén adorarán al Padre, …los que quieran dar culto verdadero
adorarán al padre en espíritu y en verdad”. Esa respuesta hermanas y hermanos,
de Jesús, es una denuncia para aquellas personas que viven su fe alimentándose
únicamente de comportamientos y ritos vacíos, muchas veces cargados de
hipocresía, lo que verdaderamente importa es la actitud de la persona para
adorar a Dios; yo me pregunto, permítanme que comparta con ustedes esa
reflexión, a mí me llamó la atención el pasado once de diciembre, la cantidad
de gente que iba a la Basílica de Guadalupe a ver a nuestra madre, yo me
preguntaba ¿todas esas familias, todos esos niños, jóvenes, que van hacia la
Basílica caminando tienen un comportamiento cristiano?, ¿se han preparado para
poder vivir a Cristo?, ¿o únicamente van caminando por costumbre y su vida y
ese acto se convierten en un rito vacío? Hermanas y hermanos en este
acontecimiento se hace palpable la misericordia de Jesús, que le permite
conocer a esta mujer lo difícil que ha sido su vida; cuando se aborda el tema
del matrimonio: “tienes razón en decir, - le dice ella al Señor-, no tengo
marido”, el Señor le dice has tenido cinco y el de ahora, que sería el sexto,
no es tu marido; a partir de esta realidad en la vida de la mujer y ante su
admiración de las respuestas de Jesús, Él le manifiesta con claridad cuál es su
identidad, yo soy el mesías, el que habla contigo, es decir el Salvador. Ante
este texto evangélico proclamado en este tiempo de cuaresma, reconozcamos que
muchas veces hemos querido calmar la sed de nuestra persona, tomando actitudes
que no son las actitudes de Jesús, y que nuestro espíritu siempre estará
inquieto, siempre estará insatisfecho hasta que pueda descubrir y beber del
agua de la vida que únicamente la encontramos en el Señor. Pidámosle que nos
permita conocerlo mejor, que descubramos su verdadera identidad como hijo de
Dios, Mesías mi Salvador, pidámosle que crezcamos como sus discípulos forjando
en nuestra persona una espiritualidad, un compromiso cristiano verdadero, que
permita descubrir a Dios en los otros, y no tomar a los otros como objetos, que
nos permia descubrir la presencia de Dios en situaciones y que nos dé a beber
siempre el agua de la vida y recuerden: bebemos el agua de la vida cuando nosotros nos encontramos y sabemos escuchar y
meditar la palabra de Dios en la escritura;
bebemos el agua de la vida cuando somos personas de oración; bebemos el
agua de la vida cuando reconocemos a Cristo en la Eucaristía y queremos
seguirlo; bebemos el agua de la vida cuando trabajamos por la justicia y le
decimos no, a todo aquello que se antepone a la verdad al amor y a la paz;
bebemos el agua de la vida cuando somos creativos y tratamos de construir una
civilización justa reconociendo que muchos hermanos y hermanas son excluidos.
Hoy, ustedes, que recibirán el Sacramento de la Confirmación tienen la gran
oportunidad de beber de esa agua viva, ya que este Sacramento produce lo que
muchas veces se nos olvida a los cristianos: la gracia santificante, gracia que
todos estamos llamados a vivir, unida a esta gracia van unidos los siete dones
del Espíritu Santo, así ustedes se comprometen a ser santos, a actuar en la
vida de acuerdo a la forma como actuó Jesús; a pensar en la vida como pensó
Jesús, siendo justos y buenos, construyendo un mundo que viva verdaderamente de
la paz de Dios. Que el Señor en esta cuaresma nos regale el don de saber quién
es cada uno de nosotros y que debe de reconocer como aquello que le impide
vivir como discípulo misionero de Él. Que así sea.
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Queridos hermanos y hermanas, en este segundo
domingo de cuaresma la iglesia nos invita a fijar nuestra atención en el
acontecimiento de la transfiguración del Señor, es importante reflexionar en
ella por el profundo significado que tiene para nosotros sus discípulos: por un
lado Jesús se da a conocer como el hijo de Dios; por otro lado, este
acontecimiento tiene para nosotros un significado muy importante porque viene a
recordar lo que somos cada uno de nosotros, a lo que estamos llamados, como es
el predicar el evangelio como discípulos misioneros del Señor. Fíjense ustedes
que tanto San Mateo, San Lucas como San Marcos, narran este acontecimiento en
sus evangelios, de la transfiguración, pero claro, cada uno tiene distintas
variantes, sin embargo este común denominador significa que este hecho formaba
parte de la primera predicación de los discípulos, siendo así entonces un
acontecimiento histórico en la vida del Señor. Para poder comprender mejor el
significado de este acontecimiento es importante ubicarlo dentro del tiempo del
evangelio, y los icónicos Mateo, Marcos y Lucas es importante conocer en qué
momento lo ubican. En el evangelio de San Mateo hemos escuchado este domingo
esta escena es precedida por el primer anuncio que Jesús hace a sus discípulos
sobre su pasión muerte y resurrección; cuando el Señor les manifiesta que Él
debía de ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día;
ante tal anuncio hermanas y hermanos, los discípulos entran en una profunda
desilusión ya que ellos pensaban en un triunfo espectacular de parte de Jesús
sobre la situación sociopolítica y religiosa que vivían, y que vivía el pueblo,
pero Dios en este acontecimiento les permite ver su gloria, ver la gloria del
Hijo y escuchar su mensaje. Hermanas y hermanos este estado de ánimo de sus
discípulos nos permite reflexionar sobre el acontecimiento de la
transfiguración e interpretarlo como un hecho que les fortalecerá a ellos,
quienes tendrán que afrontar con fe y esperanza la pasión, la muerte de
Jesucristo, pero además es una confirmación de la identidad, de la misión del
propio Jesús. Este acontecimiento que hemos oído de parte de Dios con estas
palabras: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias…”
en el encontramos un término muy importante y ahora para nuestros días:
“escúchenlo”, estas palabras presentan para nosotros un gran reto, pues qué
difícil es escuchar la voz de Dios en medio de los ruidos de nuestra existencia
y sociedad; qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de las falsas
búsquedas de felicidad, qué difícil es escuchar la voz de Dios en medio de
tanta confusión, ahora también respecto a lo más íntimo de la persona, a lo que
es el hombre y la mujer como Dios los creó; qué difícil es escuchar la voz de
Dios en medio de una sociedad que busca el placer, que se sirve del mal y que
ha cambiado los valores del Dios porque estos valores no les convienen a la
sociedad; han quitado, la sociedad, los valores que Dios marcó desde el principio
de la creación. Esta voz de Dios hermanas y hermanos, es un llamado a la fe, a
la esperanza y a la caridad, es un llamado a la verdad, ya que la
transfiguración es un anticipo de la gloria de Jesús y por lo tanto un anuncio
de la realidad que nos espera, por eso aprendamos nosotros a escuchar la voz de
Dios, que no nos quede duda, Dios se comunica por medio de su palabra, en su
mensaje, se comunica también de otras formas pero por medio de su mensaje se
dirige, en este mensaje no se dirigió sólo a sus apóstoles, se dirige también a
nosotros así que debemos escucharlo y en silencio, el silencio es fundamental
para crear el clima que favorezca el proceso de escuchar al Señor; que nos
ayude a definir la actitud interior en la cual la persona se abre a la experiencia
de escuchar la voz de Dios. Así hermanas y hermanos, la razón del silencio es
la escucha de la voz de Dios; la búsqueda de encuentro con Dios, Dios se
comunica en silencio, la comunicación de Dios exige silencio como condición; la
comunicación de Dios produce silencio, como un efecto, pero si nosotros no
tenemos silencio en nuestra persona, no tenemos silencio aquí en el corazón, no
podemos escuchar la voz de Dios. La madre Teresa de Calcuta decía: “El fruto
del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe
es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”;
y el Señor ha dicho que hay una recompensa para quienes buscan la paz, seremos
llamados hijos de Dios, yo personalmente pienso que no podemos nosotros tener
como fruto el amor si no tenemos evidentemente en la base la oración y como
resultado el servicio; por eso encontramos tantos problemas ahora en medio de
nuestro mundo, por eso encontramos tantos problemas en medio de nuestra
familia; cuando escuchamos este mensaje evangélico llama la atención en él
estas palabras de San Pedro: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si
quieres haremos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Podemos pensar hermanas y hermanos que esta propuesta de San Pedro es una
propuesta estupenda, magnífica, generosa; sin embargo encierra un problema,
encierra una falsa concepción del seguimiento de Jesús, un discípulo
evidentemente cuando ha terminado su carrera, su trabajo, desea estar con su
maestro; pero primero tiene que terminar aquello que le ha encomendado el mismo
maestro; ni los tres discípulos testigos de la transfiguración, ni nosotros
como discípulos podemos cruzarnos de brazos queriendo vivir en una situación
especial, por el contrario, tenemos que trabajar, tenemos que bajar del monte a
la realidad y eso lo ha dicho el Papa Francisco en esta mañana; por dura que
sea esta realidad, para asumir nuestras responsabilidades y construir el reino
de Dios en medio de esta historia que nos ha tocado vivir, en la que somos
protagonistas, en la que hay luces y sombras. La fe en Dios no puede vivirse
como medio para escaparnos de la realidad, la fe en Dios debe ser una poderosa
invitación para comprometernos con la transformación de las realidades terrenas
que vivimos y proclamar la presencia del reino de Dios que denuncia todo
aquello que no es bueno y que busca aniquilar el amor y la paz de Dios, que
están presentes entre nosotros; las personas por tendencia natural buscamos
instalarnos cuando hemos alcanzado un cierto nivel de satisfacción, así
perdemos el impulso para emprender nuevas acciones, evitamos realizar estos
concretos de solidaridad que nos causen una cierta incomodidad, buscamos la
instalación, ésta hermanos es una tentación, y esta misma tentación de
instalarnos la vivimos nosotros en la experiencia de nuestra vida, en la
experiencia religiosa, como le sucedió a Pedro; construir chozas en lo alto de
la montaña, consiste en sentirnos instalados, satisfechos con lo que estamos
haciendo, creer que somos buenos, demasiado buenos, creen algunos que somos
perfectos y que por lo tanto no necesitamos convertirnos, por lo tanto podemos
vivir también esta cuaresma en calma, en paz, porque no hay nada de que
tengamos que arrepentirnos. Hermanas y hermanos, los discípulos en este
acontecimiento de la transfiguración vivieron una experiencia espiritual muy
intensa que les ayudó a salir del desánimo en que se encontraban después de que
Jesús les anunció su pasión. Si nosotros analizamos nuestra propia historia de
vida, nuestra historia personal, en ella podremos identificar algunos momentos
profundos en los cuales nos hemos sentido también y que bueno particularmente
cerca de Dios, frente a Dios, y también hemos vivido esas transfiguraciones; quizás
hemos sentido y vivido a Dios cerca y muy cerca de nosotros, quizás aquellos
que tienen esposa, esposo e hijos han vivido su transfiguración en el encuentro
con el esposo, con la esposa, con los hijos con los padres; quizás hemos vivido
también este momento de la transfiguración en la oración, en el trabajo, en el
encuentro con otros como con los vecinos, en nuestros grupos de vida de
oración, quizás hemos tenido este encuentro con el Señor cuando salimos al
campo y contemplamos la naturaleza; por estos momentos como Pedro, Santiago y
Juan nosotros hemos sido fortalecidos, entonces procuremos contemplar con mayor
fe estos momentos, para bajar del monte e ir a predicar a Cristo Jesús, para
predicarlo donde quiera que nos encontremos, teniendo mucha fe en la
resurrección, no solamente recordarla en esta cuaresma como el fin de este
tiempo, sino actualizándola también en nuestra vida diaria, creando dentro de
nosotros espacios de silencio y de compromiso con el otro para que podamos así
escuchar y hacer viva la voz de Dios; recordemos que el amor de Dios en la
transfiguración no sólo se dirigió a los apóstoles, la dirige también a
nosotros, “escúchenlo”, hermanas y hermanos escuchemos entonces a Jesús cuando
nos dice: ámense unos a otros, perdonen, cuando nos dice, arrepiéntanse,
conviértanse, para que sus pecados sean perdonados, porque sólo así como el
Señor mismo dice podremos vivir tiempos de paz, tiempos de consuelo, rechacemos
la tentación hermanas y hermanos de aislarnos de la realidad, no evadamos nuestras
responsabilidades; la construcción del reino de Dios pide nuestro compromiso aquí
y ahora para ser discípulos misioneros ante un mundo que busca la paz, y que
esta cuaresma nos sirva en nuestra vida para convertir nuestro corazón al
Señor, siendo dóciles a su palabra y en la vivencia de Él y en los sacramentos.
Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del día 9 de marzo de 2014, primer domingo de cuaresma, en la
Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de
Jesús.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 23 de febrero de 2014, en la Celebración Eucarística
que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, saludo a cada uno de ustedes
que se encuentran presentes celebrando el día del Señor; muy especialmente a
aquellos que recibirán el Sacramento de la Confirmación, y a los miembros del
Movimiento de la Renovación Carismática del Espíritu Santo, al festejar el
cuadragésimo séptimo aniversario de su fundación. “Yo en cambio les digo, -
dice el Señor - amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y
rueguen por los que los persiguen y calumnian”, la liturgia de la palabra de
Dios que hemos escuchado; en particular la primera lectura y el evangelio nos
invitan a los discípulos de Jesús a que busquemos la santidad en nuestra vida;
pero una santidad que hay que buscarla no únicamente de pensamiento, sino
además por medio de nuestro comportamiento, por medio de nuestras obras. Ya
desde el antiguo testamento nos decía el libro del Levítico: “Sean santos
porque Yo el Señor soy santo”, que inmenso desafío ahora para nuestros tiempos;
y el evangelio que hemos escuchado nos dice: “han oído ustedes que se dice: ama
a tu prójimo y odia a tu enemigo, yo en cambio les digo, ama a tus enemigos,
hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que les persiguen y calumnian”. Hermanas y hermanos el reto que
nos plantea la palabra de Dios es marcar la diferencia que nos exige el
discipulado, o sea el seguimiento de Jesús, marcarla muy claramente de los que
es la tendencia de nuestra naturaleza
humana, esta tendencia que desea vivir de acuerdo a la ley del talión: ojo por
ojo, diente por diente; Jesús abre una nueva perspectiva, es cierto que el ojo
por ojo y diente por diente era un modo de disminuir en la antigüedad la
venganza personal o la represalia, pues no había leyes claras cada quien podía
hacerse justicia por su propia mano. Por esta ley se intentaba que quien se
tomara la justicia personalmente no se excediera llevado por su indignación
ante el daño sufrido y causara un mal desproporcionado a aquella persona que lo
había dañado, sin embargo Jesús considera que hay que desechar todo deseo de
venganza o de justa compensación por el daño sufrido, de acuerdo a su enseñanza
no hay que enfrentarse a quien nos perjudique, no hay que devolver mal por mal,
aunque eso sea lo normal e incluso pudiéramos decir lo natural en nuestro
mundo, en nuestra sociedad; Jesucristo por el contrario desea que actuemos no
como hijos e hijas de este mundo, sino como hijos del Altísimo, es decir quiere
que nos parezcamos más a nuestro buen Padre Dios. Los discípulos seguidores de
Jesús, los que tratamos de escuchar y vivir su enseñanza no debemos entonces
contentarnos con cumplir el mínimo que establecen las leyes y las normas,
debemos de ir más allá, de manera que mostremos una diferencia en cuanto a
nuestro modo de actuar, como parte de una familia, como ciudadanos distintos, y
como miembros de esta iglesia; pero esto hermanas y hermanos, no es posible si
nosotros no vivimos la dimensión de la fe; si nosotros no vivimos con nuestro
corazón abierto a la acción del Espíritu Santo y esto no es posible si nosotros
siempre tenemos como norma suprema, la norma de este mundo: ojo por ojo y
diente por diente; el Señor ha dicho: han oído ustedes que se dijo: “Ama a tu
prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio les digo: amen a sus enemigos, hagan
el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian”.
Hermanas y hermanos, estas palabras de Jesús no nos gustan; estas palabras de
Jesús nos ponen de malas; estas palabras de Jesús nos ponen nerviosos, pues
toca sensibilidades más íntimas de nuestro propio ser; tenemos que reconocer
que en nuestro interior, en el corazón es de donde nacen innumerables
resentimientos; quisiera poner un ejemplo: cuántas parejas que se separaron y
que se causaron heridas, y tienen que perdonar; cuántos hermanos que se distanciaron
por una herencia y que llegan a romper la paz de la familia y tienen que
perdonar; cuántas veces amigos de muchos años, terminan odiándose y tienen que
perdonar; cuántas veces personas que han dañado por el robo, por haber
negociado con la propia vida ante el secuestro, por haber intoxicado a los
hijos y el Señor nos dice: hay que perdonar; qué difícil, porque el Señor nos
pide perdonar hasta que nos duela, por eso hermanas y hermanos quien perdona no
se está dejando guiar por los principios de este mundo; quien perdona se está
dejando guiar por los principios del evangelio, por los principios del Señor y
perdonar entonces no es algo humano, perdonar, es algo divino; y cómo cuesta,
estas heridas no se curan automáticamente como resultado de un acto de voluntad,
debemos de buscar el perdón y la reconciliación que no provienen como les decía
yo, del sentimiento humano, sino del sentimiento de Dios; el perdón y la
reconciliación son frutos de la presencia de la gracia de Dios en nuestra vida
y entonces una persona que no conoce a Dios; una persona que no vive de acuerdo
a los principios de Dios; una persona que únicamente es cristiana o católica de
pensamiento, no puede perdonar; por qué, porque no conoce el camino de la
gracia del Señor; el perdón y la reconciliación son prioritarios en nuestra
vida cristiana; son prioritarios ahora en nuestra sociedad que está viviendo
tiempos de mucha violencia y tenemos que comprometernos con el perdón y la paz,
con la reconciliación para poder reconstruir el tejido social en el amor;
nuestra esperanza tiene que estar puesta en el futuro, una cosa es la legitima
aspiración a que se haga justicia y otra cosa muy diferente es el deseo de
venganza; son dos campos completamente distintos. Como nos enseña la iglesia el
creyente, mediante el bautismo es un ser sagrado, queda constituido en hijo de
Dios y como tal ha de comportarse, lo dice expresamente Jesús y hoy lo hemos
escuchado: “Sean perfectos, sean santos, como mi Padre Celestial”, si nosotros
buscamos en el evangelio de San Lucas el texto que hemos leído hoy, San Lucas
presenta algo más, presenta la misericordia, y dice que el Señor ha dicho: “Ser
misericordiosos como su Padre Celestial es misericordioso”. Esa es una
aclaración muy provechosa ya que es hermanas y hermanos la misericordia donde
está el aspecto divino que podemos imitar, pero para eso hay que quitar de
nosotros hay que extirpar de nuestra persona, de nuestro corazón, de nuestro
sentimiento cualquier tendencia que nos incline al odio al rencor, a la venganza,
y hay que fomentar el deseo del perdón, hay que fomentar el deseo de la paz,
hay que fomentar el deseo de la ayuda al prójimo; en cuanto podamos, no sólo en
el plan moral sino llevarlo al plano material, hay que aprender a ponerse en el
lugar del prójimo, de ese que está junto a nosotros, hay que amar al otro como
uno mismo se ama, hay que amar hermanas y hermanos hasta que duela. Creo que
aquellos matrimonios que tienen problemas, que han vivido experiencias muy
duras comprenden, comprenden estas palabras; aquella madre de familia que los
hijos se han olvidado de ella y que vive en la ancianidad comprende estas
palabras, aquel hermano que ha sido privado de su libertad y que tiene que
perdonar a aquellos que le han hecho daño comprende estas palabras, que difícil
es, pero es lo que el Señor nos pide. Hermanas y hermanos esa llamada a la
santidad contrasta con el estar sometidos a nuestra condición de seres humanos,
imperfetos, y limitados; cuando comenzamos la Eucaristía, la Santa Misa, lo
hacemos reconociéndonos necesitados de Dios por ser pecadores, pero Dios sabe
bien de nuestra fragilidad, de nuestra naturaleza porque se ha encarnado, ha
sido uno de nosotros y nos sigue llamando, y convocando a la santidad a ser perfectos,
a vivir el perdón, a vivir el amor como Él lo vivió; porque sólo el amor vivido
así, al estilo de Jesús hará posible nuestra santidad. Nunca olvidemos que Dios
nos ama tanto que siempre está con nosotros; nunca olvidemos que el Espíritu
Santo fuente del amor entre el Padre y el Hijo nos infunde la fuerza necesaria,
por medio de sus dones para poder perdonar, para poder amar; nunca olvidemos
que el Señor quiere caminar con nosotros, quiere cicatrizar nuestras heridas,
quiere el Señor, que seamos santos. Hoy que ustedes van a recibir el sacramento
de la confirmación y van a ser confirmados en el Espíritu de Dios pídanle al
Señor, que nunca se dejen guiar por la venganza, que sean ustedes constructores
de este mundo de reconciliación, de este mundo de amor, de
Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, en la Celebración
Eucarística que presidió del domingo 8 de diciembre de 2013 en la Catedral del
Sagrado Corazón de Jesús.
Doy en esta mañana la bienvenida y agradezco la presencia de mi
hermano el Señor Obispo Salvador, obispo de aquí de Huejutla quien está pasando
unos días con nosotros, que el Señor le bendiga y le conserve siempre su salud.
Estimados Hermanos y hermanas, nos encontramos en el segundo domingo del tiempo de Adviento, este tiempo que vive la iglesia de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Jesús, nosotros los cristianos consideramos el adviento como un tiempo de oración y de reflexión caracterizado por la espera vigilante de arrepentimiento, de perdón, pero también tiempo de alegría, como cada año durante este tiempo de adviento se ha colocado la corona que está aquí a mi derecha, con cuatro velas que nos recuerdan la preparación que debe de realizar cada cristiano como discípulo de Jesús, preparación en cada una de las semanas para estar listos a la fiesta de navidad. La liturgia de la palabra de este segundo domingo de adviento, destaca dos personajes: el profeta Isaías y Juan Bautista, cada uno de ellos nos proporcionan procesos o sea ejemplos de vida, para prepararnos a la venida del Señor; por su lado el profeta Isaías describe al Mesías, descendiente de la casa de David con estas palabras que hemos escuchado: “Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, Espíritu de Sabiduría e Inteligencia, Espíritu de Consejo y Fortaleza, Espíritu de Piedad y de Temor de Dios”. Así hermanas y hermanos el profeta anunció al salvador de Israel y los rasgos constitutivos del reino que venía a instaurar: reino de justicia, reino de amor, reino de paz; quizás a muchas personas estas palabras del profeta ahora no les dice nada, pero con ellas, quien conoce la palabra de Dios se da cuenta que el profeta traza el perfil del Mesías, quien vendrá de Dios, siendo sabio, justo, bueno, santo, siempre dispuesto a acoger al pobre y al necesitado, pero, ¿qué nos quiere decir el profeta Isaías?, me pregunto, a los hombres y mujeres de este tiempo, de este siglo XXI, al releer este mensaje no cabe duda que es un llamado a profundizar la vida cristiana, superando el poco compromiso y muchas veces la ignorancia que tenemos de ella, desgraciadamente pensamos que terminando ya, y recibiendo el Sacramento de la Confirmación y la Comunión, ya no tenemos nada que hacer, cuando apenas hermanas y hermanos sabemos, voy a poner el ejemplo, el abecedario para empezar a leer para empezare a caminar en la ciencia del Señor, debemos de vivir una fe comprometida para construir una verdadera comunidad, una comunidad incluyente, donde todos podamos vivir, trabajar y pasar después dejando este mundo en paz, de ahí la importancia de no desanimarse por los obstáculos que a veces encontramos en el difícil camino de vivir una fe comprometida, obstáculos a veces muy duros, enfermedades, a veces infidelidades, a veces desesperación; pero no podemos nosotros dejar que el desánimo nos lleve por estos obstáculos. Estoy convencido que vivir con una fe comprometida es la única forma para que se hagan realidad en un futuro, no muy lejano, las hermosas metáforas del profeta Isaías: “habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pasearán juntos”, que difícil ahora ante la realidad de nuestra sociedad poder vivir en paz, nosotros los seres humanos esforcémonos entonces por desterrar toda injusticia, todo pecado y toda forma de revancha dando oportunidad en la vida a vivir la paz en el Señor. Por otro lado, hermanas y hermanos en el evangelio, San Mateo transmite el llamado de Juan Bautista y con una sola palabra sintetiza el mensaje de su predicación, la palabra “conversión”, que no es más que favorecer un camino interno pero también externo en la vida, un cambio de mentalidad, un cambio de actitudes, un cambio de nuestra forma de ser, un redireccionar la existencia hacia el servicio de Dios y del prójimo, de los hermanos y hermanas, pero, la condición esencial para este cambio es reconciliarse ante Dios y ante los demás como personas pecadoras, reconocerse y llenarse y personas al ser pecadoras llenas de limitaciones. La conversión hermanas y hermanos es un proceso que abarca toda la existencia de la persona, nunca estaremos suficientemente convertidos, porque ante la conversión no se puede decir: hasta aquí llegué, o bien decir: ya hice todo lo que tenía que hacer ya no tengo nada por qué convertirme, gran error quien piensa así, es una persona que quizás sabe de la existencia de Jesús, pero es una persona que no se ha encontrado en su corazón con Jesús. Comprender el mensaje de Juan Bautista es comprender el proceso de conversión, él exhortaba a sus oyentes a que cambiaran la manera de vida, de juzgar y de actuar para que se abrieran a aceptar el reino de Dios, que estaba cerca y que muy pronto conocerían. Pero por qué era creíble, me pregunto, el mensaje de Juan Bautista, hermanas y hermanos, este mensaje era creíble porque quienes lo escuchaban percibían la total coherencia entre lo que decía y la forma como vivía; y aquí tenemos una gran pregunta para nosotros: ¿nosotros creyentes discípulos de Jesús, personas de fe, somos coherentes con nuestra fe y como vivimos o hay un divorcio y una división?, esta coherencia de Juan Bautista debería ser imitada por todo cristiano, de nada servirán nuestras enseñanzas a nuestros hijos sobre los valores, la vida, la moral, la libertad, el trabajo; si no refrendamos lo que decimos con la forma como vivimos, los no creyentes, los alejados tienen una mirada fija e inmediatamente captan quien es auténticamente cristiano y quien dice cosas por decir pero que no vive su fe y que no actúa en consecuencia. Juan bautizaba a quienes aceptaban su llamado a la conversión, y recibir el bautismo de Juan, era la expresión pública del compromiso adquirido, es decir: era una forma de hacer visible a los ojos de la comunidad el deseo de cambiar de vida, Juan Bautista así nos da una lección, una lección de superación, una lección de compromiso, una lección de conversión al Señor. Hermanas y hermanos, dejemos atrás la mediocridad, ya que siempre es posible mejorar; Juan Bautista nos da una lección de autenticidad, al dar testimonio en su vida diaria de vivir lo que predicaba a los demás; Juan Bautista nos da una lección de austeridad, a quienes vivimos en medio de esta sociedad de consumo; Juan Bautista nos da una lección de discreción, al rechazar todo posible protagonismo en su misión, en su vida. Ahora su Santidad Francisco nos comparte acerca de la relación de fe y conversión, y nos dice: “La fe en cuanto asociada a la conversión es lo apuesto a la idolatría – muchos de nosotros hablamos del dios del dinero, del dios de la violencia, del dios de la mentira, el dios del vicio. – Continúa el papa: es separación de los ídolos para volver al Dios vivo mediante un encuentro personal, creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia, la fe, - dice el papa - consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una otra vez por la llamada de Dios, he aquí la paradoja, del continuo volverse al Señor el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos” termina la cita del Santo Padre. Hermanas y hermanos, pidámosle al Señor y a Santa María nuestra Madre nos ayuden a acoger la gracia que lleva a la conversión, para así prepararnos convenientemente a celebrar un aniversario más del nacimiento de nuestro Salvador, el nacimiento de Jesús. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 24 de noviembre de 2013, a las 11:00 hrs. en la
Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de
Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas, en este año la solemnidad de Cristo Rey del Universo, con la que
terminamos el año litúrgico se enriquece con la clausura del año de la fe, que
ha proclamado el Papa Benedicto XVI, y que ahora clausura el Papa Francisco.
Ese año que se ha proclamado para conmemorar el cincuenta aniversario de la
celebración del Concilio Vaticano II que Dios permitió tuviéramos la iglesia
para reflexionar acerca del mandato del Señor de predicar su palabra en todo el
mundo, a través de las eucaristías dominicales, en este año fuimos celebrando
los misterios de la vida de Cristo, hoy celebramos su exaltación como Señor del
universo, que sirve de cierra a este tiempo a este año de la fe, camino donde
hemos buscado abrir la puerta que conduce a tener un encuentro profundo con
Jesús, la puerta de la fe, su Santidad Benedicto XVI, al conmemorar a la
iglesia y al invitarla y convocarla para ese año de la fe nos ha invitado a
reflexionar sobre el compromiso que adquirimos el día de nuestro bautismo, de
seguir al Señor Jesús; ha sido un año de mirar nuestra experiencia personal en
relación a aquello que profesamos especialmente cada domingo en la celebración
de la Santa Misa: “Creo en un solo Dios” ha sido un tiempo de fortalecer todo
aquello que nos une como iglesia y un tiempo de enriquecer el fundamento de
nuestra vida, de nuestra vida cristiana que es la fe. Las lecturas de este
domingo que se han proclamado, tienen especialmente la segunda lectura y la
tercera, tienen a Cristo como centro quien es Rey del Universo, la segunda
lectura tomada de la carta a los Colosenses, hemos escuchado como el Señor
Jesús es el primero de toda la creación, por medio de Él fueron creadas todas
las cosas, Él es el principio, se le ha dado la plenitud, es el Señor del amor,
de la reconciliación y entonces la persona de fe que quiera ser discípulo del
Señor Jesús, debe de tenerlo a Él como centro de su vida, de sus pensamientos,
de sus palabras, de sus obras; así también lo ha recordado el papa Francisco en
su homilía de esta mañana, en la Plaza de San Pedro, en Roma, y ha dicho que
perder ese centro, o sea perder a Jesucristo, al sustituirlo por otra cosa
cualquiera, solamente provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como
para el hombre mismo. Hermanas y hermanos, aquí mismo en nuestra tierra, toda
aquella persona que ha perdido a Jesucristo como centro de su existencia, ha
hecho mal y ahora vemos tantos problemas en nuestra sociedad. Cuando renovamos
nuestras promesas bautismales, renovamos el compromiso de vivir en la fe, una
fe que nos mueve a decirnos que debemos estar con el Señor Jesús, vivir con Él
y para Él, una fe que expresa un acto de libertad y que exige también la
responsabilidad social de lo que se cree trabajando por la justicia y la paz;
por lo tanto al celebrar la fe, celebramos la iluminación, celebramos la
realidad actual de la luz de Dios entre nosotros, que quiere que todo el género
humano; hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. La
vida de toda persona se encuentra enmarcada por el acontecimiento salvífico de
Dios, hace, este acontecimiento que la persona entonces tenga como centro al
Señor Jesús, es en esta perspectiva donde nosotros tenemos la oportunidad de
manifestar una respuesta firme que nos ayude a comprender lo que Dios quiere
para nosotros y que se alimente diariamente nuestra comunión con Dios y su designio
de amor. Hermanas y hermanos, entre Dios y cada persona existe un dialogo cuya
iniciativa procede de Dios mismo al revelarnos su plan de salvación, a ello la
respuesta de cada persona viene a ser la fe, la cual es la primera de las
virtudes teologales, sin fe no tenemos esperanza y sin esperanza y sin fe, no
podemos vivir la caridad, por eso estas tres virtudes disponen a los cristianos
a vivir en relación con Dios; con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y a sentir
a este Dios como nuestro prójimo en cada persona que nos encontramos, esta
relación propone en la vida de todo cristiano un abandono total en las manos de
la providencia divina, siendo consientes de que la fe no es algo que se gane o
se pierda sino que la fe es un don de Dios que debemos cuidar, que debemos
acrecentar y que nos permite caminar en una dimensión de certeza total ante
aquello que se nos ha revelado viviendo en la esperanza. Hoy culminamos el año
de la fe con la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, es una
celebración que bien sabemos cierra el año litúrgico, pero tomemos conciencia
que en cada celebración tenemos la oportunidad de hacer viva nuestra fe como
miembros de la iglesia cuya cabeza es el Señor Jesús, el Rey del Universo;
tenemos la oportunidad de renovar nuestra fe en la iglesia, que confía y ora a
su Señor, como discípula, como misionera; la iglesia está viva, la iglesia está
activa, la iglesia que debe siempre y está presente entre los que sufren: los
pobres, los desprotegidos, los despreciados, los explotados, los marginados; la
iglesia es misionera, que camina entre las grandes dificultades de una realidad
muchas veces injusta, de una realidad que busca acabar con Dios, que está en
contra, muchas veces, de su mismo plan, que ensombrece nuestra inteligencia
esta realidad, pero que con la fortaleza dada por el Espíritu Santo se esfuerza
en vivir aquello que se le ha confiado porque la iglesia somos nosotros y la
iglesia hermanas y hermanos es depositaria de la fe. Nos dice el Papa Francisco
en su Encíclica Lumen Fidei: Es urgente recuperar el carácter luminoso de la fe
pues cuando su llama se apaga todas las otras luces se acaban, se consumen, y
es que la característica propia dela luz de la fe es la capacidad de iluminar
la existencia humana, porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros
mismos ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir en definitiva
de Dios; la fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos revela su
amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos nosotros apoyar para
estar seguros y así poder ir construyendo nuestra vida, transformados por este
amor recibimos ojos nuevos, experimentamos que de Él hay una gran promesa de
plenitud y se nos abre la mirada al futuro, la fe que recibimos de Dios como
don sobrenatural se presenta como luz en el sendero que orienta nuestro camino
en el tiempo; así ha hablado el Papa Francisco. Hermanas y hermanos, al conocer
y estudiar el magisterio cuya enseñanza nos propone el catecismo de la iglesia
y los documentos del Concilio Vaticano II y demás documentos, logramos
comprender, que no podemos separar nuestra vida de fe de lo que el mundo
necesita hoy; especialmente del testimonio creíble de los que iluminados en la
mente y en el corazón con la palabra del Señor y alimentados con su Cuerpo
Eucarístico o sea por la Eucaristía son capaces de abrir el corazón y la mente
de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa vida que no tiene fin.
Este tiempo de gracia del año de la fe termina, pero continúa para cada
cristiano el compromiso de responder diariamente al Señor Jesús, que nos invita
a ser sus discípulos misioneros que envía al mundo para anunciar el evangelio y
a dar testimonio con la vida diaria de la fe, que bendición para aquellos de
ustedes que hoy en esta celebración reciben el Sacramento de la Confirmación,
que los capacita como discípulos misioneros del Señor, y que alegría también
para ustedes jóvenes seminaristas de nuestra diócesis que serán admitidos para
que en un futuro no lejano puedan recibir el Sacramento de la Ordenación
Sacerdotal; ya que han escuchado ustedes de una forma muy especial el llamado
del Señor Jesús, para consagrar su vida solamente a Él. Hermanas y hermanos no
quisiera terminar esta reflexión, sin antes agradecer desde aquí al Papa
Francisco que el día de hoy ha regalado a la iglesia la exhortación apostólica
Postsinodal Evangelii Gaudium “La alegría del evangelio” que es el documento
final de los trabajos de la asamblea general ordinaria del sínodo de los
obispos sobre la nueva evangelización a la que todos estamos llamados, que se
realizó en octubre del año dos mil doce. Que la Siempre Virgen María de
Guadalupe, madre del verdadero Dios por quien se vive, sea para nosotros ese
testimonio fiel de fe y que ella nos tome de la mano en el seguimiento del
Señor, para vivir con certeza y esperanza lo que creemos y profesamos. Que así
sea.
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Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto
Domínguez Couttolenc, del domingo 27 de octubre de 2013, en la Celebración
Eucarística que presidió, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas, en este domingo Jesús por medio de una parábola nos
muestra dos actitudes que las personas tienen al acercarse a Dios en oración,
presenta a dos hombres que fueron a orar al templo de Jerusalén como hemos
escuchado, uno de ellos fariseo y el otro publicano, evidentemente que cada uno
de ellos tiene su propia forma de ser es decir; su propia personalidad, que se
encuentra formada por valores, actitudes, formas de pensar, formas de
relacionarse con los otros y evidentemente también la forma de relacionarse con
Dios; así la vida del fariseo no era la forma de vivir, ni la vida que llevaba
el publicano, Jesús entonces tomando como ejemplo la forma de ser de cada uno
de estos personajes desea entregarnos su mensaje, hay que recordar que los
fariseos en aquellos tiempos constituían un grupo minoritario dentro del pueblo
de Israel, dice la historia, a pesar de su reducido número ejercían un poderoso influjo dentro de la
comunidad, ellos atribuían la desgracia del pueblo de Israel que venían
viviendo, en particular aquella desgracia fuerte de la experiencia del exilio
de Babilonia, cuando fue expulsado el pueblo, al hecho de que la comunidad no
guardaba la ley de Moisés, así es que la mentalidad mesaica era cumplir la ley
como una obligación de los individuos y no únicamente de los individuos sino
también de la comunidad por lo tanto de la propia nación judía; los fariseos
entonces enseñaban el cumplimiento escrupuloso de todas las leyes pero esto
llevaba a reducir la religión a las normas, pero se olvidaron de algo muy
importante, se olvidaron de relacionarse con Dios; con Dios en amor, con Dios
en confianza. Jesús tuvo enfrentamientos que nosotros leemos en la escritura,
nuevo testamento, los evangelios, tuvo enfrentamientos muy duros con los
fariseos y les habló muy fuerte, les dijo hipócritas, porque ellos pretendían
mostrar una vida que no llevaban, una vida que no vivían y aparentaban una
santidad ante los demás, santidad de la que ellos mismos carecían, diríamos en
nuestro lenguaje actual ellos llevaban una doble vida, los publicanos en cambio
eran considerados como lo peor de la sociedad, eran los traidores del pueblo,
por qué?, porque ellos habían pactado con los romanos pues eran los encargados
de cobrar los impuestos de los imperialistas de Roma, era el imperio dominador,
así es que el ejercicio de este oficio hermanas y hermanos de recaudadores de
impuestos era un oficio que los convertía en funcionarios pero no en
funcionarios rectos sino que eran partícipes de la corrupción, eran partícipes
de los malos manejos. Jesús analiza las actitudes de oración de estos dos
personajes que se encontraban, como lo podemos ver en los extremos de una misma
sociedad en aquel tiempo; si nos fijamos en la forma de orara del fariseo, él,
el fariseo se consideraba salvado, por el cumplimiento escrupuloso de la ley
que vivía, pero, frío en los mandamientos de Dios, por eso afirmó Jesús que el
fariseo oraba así en su interior: Dios mío, te doy gracias porque no soy como los
demás hombres, y pone los adjetivos: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco
soy como ese publicano. Hermanas y hermanos, dentro de la sociedad, de nuestra
sociedad, dentro de la iglesia siguen presentes personas que se consideran
superiores, siguen presentes personas que se creen modelos, que deben de ser
imitados y además se constituyen huestes de los demás, entre estas clases de
personas es frecuente escuchar juicios muy cercanos a los expresados por el
fariseo, ustedes pueden analizar su propia vida, su relación familiar quizás
han oído en algún problema de la familia que alguien de la familia toma estos
adjetivos, yo no soy injusto, yo no soy ladrón, yo no soy adultero como mi
hermano mi hermana, por ejemplo, estas personas regularmente no están cerca de
Dios, no acuden a la búsqueda de Dios, si analizamos la vida de esta gente
reducen el sacramento de la reconciliación, por ejemplo, con Dios porque creen
que no necesitan del perdón de Dios comunicado a través de la iglesia por medio
de sus sacerdotes, de sus ministros, no encuentran de que confesarse, en el
fondo siguen repitiendo las palabras del fariseo: no soy como los demás hombres,
ladrones, injustos y adúlteros; la experiencia que tengo como sacerdote después
de treinta años desgraciadamente me he encontrado con personas así, que tienen
años y años de no acercarse a buscar el perdón de Dios y no encuentran falta en
su vida. Hermanas y hermanos esa es la oración del hombre perfecto sin pecado
que no necesita de nada o de nadie ni siquiera parece necesitar de Dios porque
su comportamiento le garantiza la salvación, al ser una persona justa podemos
pensar que su oración es sincera, pero le está diciendo a Dios en pocas
palabras que él está seguro de sí mismo y por lo tanto la salvación no la busca
en Dios sino en si mismo; yo diría que con su oración le dice a Dios que él,
esta persona que se siente salvada ya hizo lo necesario para obtener la
salvación, para llegar al reino de Dios y que si no llega al reino de Dios esta
persona con su actitud prácticamente le reprocha a Dios que sea justo porque él
ya hizo lo que tenía que hacer y que si no llega es por la injusticia del mismo
Dios. Parece ser que en el mundo quizás puede haber personas que no piensen
así, pero, desgraciadamente las hay. Ahora analicemos la forma de orar del
publicano quien se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, lo
único que decía y que hacía era golpearse el pecho diciendo: Dios mio, apiádate
de mí porque soy un pecador, hermanas y hermanos la diferencia de esta oración,
está en que se reconoce, el publicano como pecador, necesitado de Dios, no le
pasa por la mente establecer comparaciones, esta es una oración auténtica en la
que no trata de proyectar la imagen favorable de si mismo ya que él sabe y sabe
muy bien que Dios lo conoce, que lo conoce mejor de lo que él mismo se conoce y
ese reconocimiento le abre la puerta a la gracia, a la gracia de Dios, al
encuentro con el Señor; y de ahí, de la gracia, del encuentro con el Señor de
sabernos necesitados de Dios de ahí viene la salvación. Es interesante la forma
como termina la parábola de este día, del fariseo y del publicano que oran en
el templo, dijo Jesús que el fariseo con esa actitud orgullosa poco humilde no
fue escuchado por Dios; por el contrario el publicano que reconocía sus
debilidades regresó justificado a su casa y aceptado por Dios; esto hermanas y
hermanos nos conduce para comprender mejor cómo el sacramento de la
reconciliación que nos acerca a Dios es uno de los actos que debemos nosotros
de vivir para poder obtener el perdón de Dios, por nuestros pecados, es uno de
los actos cuando pedimos perdón, donde reconocemos que somos humildes, que
tenemos un sincero arrepentimiento por haber faltado a Dios y al prójimo
implorando con este acto la misericordia y el perdón de Dios, ante esta
enseñanza del Señor, debemos de ser consientes que el ser discípulos de Jesús
no puede reducirse a tensión, no puede reducirse a no robar, no matar, no ser
infieles; no podemos cumplir lo mínimo, debemos cumplir lo máximo como
discípulos que tenemos que ir más allá; no podemos permitir que nuestra vida se
reduzca a únicamente evitar acciones escandalosas, no, nuestro comportamiento
debe inspirar el deseo de vivir con Dios, el dese de crecer con Dios, el deseo
de servir al prójimo con Dios, siempre será posible entregarse más a los demás,
perdonar con mayor generosidad, poner más atención en cuanto a las exigencias
de la justicia de nuestra propia vida. Reconozcamos hermanas y hermanos que no
podemos ser personas de bien si Dios no nos ayuda, y que la salvación no es
algo que podamos alcanzar por los propios méritos sino por la gracia del mismo
Dios, comprendamos que los discípulos de Jesús, y nosotros somos sus
discípulos, tenemos la gracia del Espíritu Santo que nos mueve a decir: si
Señor te sigo, un si condicionado al amor de Dios que nos llama a participar de
su gracia viviéndola en la unidad y recordar siempre estas palabras: todo el
que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido; que el Señor
nos preste oídos para poder escuchar con nuestro corazón estas palabras. Que
así sea.
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Homilía de nuestro Señor
Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 20 de octubre de
2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado
Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, la iglesia en este día y en la
perspectiva de este año de la fe se encuentra celebrando el domingo mundial de
las misiones como les mencionaba yo hace un momento que actualiza el mandato
del Señor que acabamos de escuchar: “Vayan por todo el mundo y prediquen el
evangelio a toda creatura”. Si ponemos
atención a este mandato del Señor Jesús, en él se encuentra un proceso en el
que cada bautizado tiene el compromiso de proclamar el reino de Dios, proceso
hermanas y hermanos que inicia cuando el discípulo conociendo su fe y
comprometiéndose con ella, pues nadie puede comprometerse con algo que no
conoce, es consiente que la vivencia de la misma, debe de marcar el sendero,
marcar el camino de su existencia que al estar el discípulo convencido del
Señor pueda hermanas y hermanos proclamarlo como su testigo, ¿proclamarlo en
dónde?, proclamarlo en la casa, proclamarlo en el trabajo, proclamarlo entre
los amigos; proclamarlo como persona que ha sido también enviada porque esta
convencida del Señor. El Papa Francisco nos recordaba en estos días que la fe
es un don precioso de Dios; que palabras tas fuertes del Papa, el cual abre,
ese don, nuestra mente, para qué, para ayudarnos a conocer y amar a Dios,
porque Dios quiere relacionarse con nosotros, para qué, para hacernos
participes de su misma vida y hacer, hermanas y hermanos que la nuestra,
entonces, nuestra vida, no este vacía en la desesperación, no esté vacía en los
problemas que vivimos, sino que esté llena también de significado; que sea una
vida buena, que sea una vida bella, porque Dios nos ama, y el papa, vuelvo a tomar
sus palabras, dice: la fe, necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra
respuesta personal, y la respuesta personal pienso yo hermanas y hermanos nos
debe llevar a la decisión de qué, de acoger esa fe y cuando acogemos la fe en
Dios entonces aparece la confianza en Dios, en su amor y cuando se da este
proceso entonces nosotros con agradecimiento queremos que esta fe que es viva
que es la fe que nosotros tenemos, otros la puedan vivir y puedan participar de
ella; y ahí es donde aparece precisamente la misión de la iglesia, así todos
los miembros de la comunidad diocesana, como nuestra Diócesis de Ecatepec, de
la comunidades parroquiales, todos los bautizados somos responsables de la
evangelización, de proclamar esta fe a todo hombre y mujer, evidentemente el
Espíritu Santo que actúa en Jesucristo es también enviado a nosotros miembros
de la comunidad porque su acción no se limita al ámbito individual sino que
abre siempre a las comunidades, para qué, para que puedan anunciar la buena
nueva de Jesucristo, y ¿cuál es la buena nueva de Jesucristo?, vivir en un
mundo de perdón, vivir en un mundo de justicia, vivir en un mundo de paz.
Hermanas y hermanos esta tarea de proclamar la presencia del reino de Dios se
realiza por la actividad de la iglesia que somos todos llamada misión, así la
iglesia no tiene una misión propia, la misión de la iglesia se encuentra
profundamente vinculada a la misión de Dios, al encargo de Dios, por eso la
misión es misión de Dios; no es misión de la iglesia, es misión de Dios, y
nosotros participamos como iglesia de esa misión de Dios, esta única misión que
la iglesia tiene encomendada por parte de Dios se debe de ejercer siempre, y se
ejerce en dos direcciones: una hacia adentro de la misma iglesia, hacia
adentro, porque se llama la misión ad intra y la otra hacia afuera en el mundo
que no conoce a Cristo, ad extra, hacia afuera. El padre Marco Antonio que ha
venido a visitarme, él está como les decía yo tiene mas de cuarenta años allá
en Japón, llega en un momento de la posguerra donde el pueblo ha perdido la fe
en sus propias tradiciones en el budismo en el sintoísmo, religiones propias de
Japón, pero, nosotros como mexicanos desde muestra pobreza queremos
participar y por
eso nos unimos en dar Misioneros de Guadalupe y aquí tenemos un ejemplo con el
Padre Marco Antonio Martínez. Le damos gracias Padre que después de tantos años
siga por allá predicando evangelización. Hermanos y hermanas la misión dentro
de la iglesia siempre es y será necesaria para que la iglesia pueda ser y
manifestarse como sacramento universal de salvación, porque en definitiva es lo
que nosotros estamos buscando, la salvación, la vida eterna; para que pueda
estar en el mundo la iglesia como lo que es: una comunidad viva, no una
comunidad muerta, una comunidad viva, que brota y se desarrolla por el mismo
Dios, con la fuerza del Espíritu Santo y que busca que nosotros como iglesia
estemos unidos profundamente a Cristo el Señor, esta misión hacia el interior
de la comunidad cristiana se desarrolla por medio del trabajo pastoral cuando
se ejerce entre nosotros los practicantes, a mi me da mucho gusto como ahora
estamos en este año de la fe intensificando el trabajo de la misión, como
estamos yendo a la misión casa por casa tocando, anunciando a Cristo, porque
esa es la misión de la iglesia y también por los alejados, porque aquí tenemos
alejados, ustedes entonces hermanos y hermanas también están llamados a participar
en la acción pastoral de la misión de la iglesia: primero con el testimonio
de su vida, que si llevamos una vida no
cristiana, una vida de odio, de venganza; no damos testimonio de la fe en
Cristo y en segundo lugar con acciones en el campo de la evangelización como es
la oración las obras de caridad, la vida social, estar entrando a la vida
económica, a la vida política a la vida cultural defendiendo los valores del
evangelio como es el valor a la vida como ha reflejado con los obispos de
América Latina con respecto a esta actividad de la misión hacia adentro de la
misma iglesia, nos dice: nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro
modo de ser católico y nuestras opciones personales con el Señor para que la fe
cristiana arraigue profundamente en el corazón de las personas y se pueda vivir
esta fe cristiana como un acontecimiento fundante, un acontecimiento de
encuentro con Cristo vivo, porque Cristo hermanas y hermanos se manifiesta
siempre como novedad de vida y de misión, en todas las dimensiones inclusive la
dimensión social esto requiere entonces que nuestra identidad católica, nuestra
evangelización sea muy misionera, esto requiere de nosotros mantengamos un
diálogo profundo con Cristo y con los demás; de lo contrario hermanas y hermanos,
este rico tesoro que nosotros tenemos de la fe, este patrimonio valioso de fe
en Dios amor está corriendo el riesgo de diluirse de manera creciente en
nuestra población. Ahora podemos ver y notar como tanta gente ya no vive la fe,
hoy se plantea elegir entre caminos de vida que son caminos de fe o caminos que
conducen a la muerte, caminos de muerte son los que llevan precisamente a
terminar, a dilapidar los bienes recibidos de Dios a través de la fe son
caminos hermanas y hermanos que en nuestra vida nos llevan a vivir una cultura
sin Dios, una cultura sin mandamientos, una cultura incluso en contra de Dios,
una cultura alienada por los ídolos,
como es el ídolo del poder, de la riqueza, del placer, del placer sexual sin
sentido, la cual termina siendo una cultura contra el ser humano y contra el
bien de nosotros mismos; en cambio hermanas y hermanos tenemos los caminos de
fe, los caminos de vida de verdad. Los caminos que nos conducen al Rey son
caminos abiertos precisamente por la misma fe, esta fe que nos lleva a creer en
Cristo, esta fe que nos lleva a desarrollar valores desde nuestra dimensión
personal, familiar y social y cultural, esta fe que nos lleva a defender los
valores de la libertad y del verdadero amor y de la vida; esta fe que nos lleva
a vivir el amor y el perdón, esa es la vida que Dios nos participa por ese
amor, por ese amor que nos ha dado a cada uno de nosotros. Pero la misión de la
iglesia no únicamente esta hacia adentro de nosotros mismos; si la misión de la
iglesia estaría únicamente hacia ella misma, la iglesia estaría viviendo en el
egoísmo, por qué, porque no querría participar de la alegría de su Dios,
entonces esa misión hacia el mundo no cristiano, que indica que la iglesia no
es sólo una misión particular, esa misión nos lleva a qué, a compartir la fe
con aquellos hermanos y hermanas que no tienen fe; compartiendo esta fe con
acciones concretas con acciones que dan testimonio como decía yo; de predicar,
de servir, de sanar heridas especialmente entre nuestros hermanos pobres, los
destruidos, los necesitados; no nos lleva esta misión a condenar sino a poner
en la iglesia, porque muchos hermanos no saben que son hijos e hijas amados de
Dios, como nos recuerda el mismo Papa Francisco: la misión no es sólo una
cuestión de territorios geográficos sino de pueblos, de culturas de individuos
precisamente porque los límites de la fe, como dice el Papa, no sólo atraviesan
lugares y tradiciones humanas; sino que los límites de la fe, deben de
atravesar el corazón de cada hombre y cada mujer, entonces hermanos y hermanas
tengamos en cuenta no caer en el error de pensar que llevar a otros la verdad
del evangelio es violentar su libertad, ese es un grave error, mucha gente que
dice y para que la iglesia es misionera, violentamos la cultura, no, es un
grave error, y ese error ahora lo estamos trayendo también a nuestra sociedad;
el Papa Pablo VI, de feliz memoria decía: sería un error imponer cualquier cosa
a la conciencia de nuestros hermanos, pero, proponer a esa conciencia la verdad
evangélica y la salvación ofrecida por Cristo con plena claridad y con absoluto
respeto hacia las opiniones libres que luego puedan hacer es un homenaje a esa
libertad. Yo aquí me pregunto: cuántos padres de familia, que aquí me he
encontrado en Ecatepec y que algunos desgraciadamente, se justifican para no
proponer a sus hijos las verdades de fe, con una educación cristiana, con el
pensamiento: ellos cuando crezcan que escojan su propia religión; que grave
error, por qué, porque la obligación del padre de familia cuando está
convencido también con la fe en Cristo es proponer a los propios hijos la fe,
ya se que otra cosa será otra opción de ellos propia, pero la opción de los
padres de familia es proponer los valores cristianos y no nos olvidemos hoy en
este día de las misiones también, de aquellos hermanos y hermanas nuestros que
en diversas partes del mundo se encuentran en dificultades para profesar
abiertamente su fe y ver reconocido un derecho fundamental de la persona, es
vivirla porque la persona quiere en su libertad religiosa, libertad que los
obispos de México hemos estado luchando por que se viva y continuaremos
luchando; hoy la misma iglesia nos hace un llamado para solidarizarnos compartiendo
nuestra fe y apoyando tanto en la oración como también con su ayuda económica
la proclamación del evangelio, especialmente ayuda que hace falta para países
muy necesitados como son países africanos; y estuve, para que lo sepas estuve
como misionero alrededor de cinco años y medio en Kenia sirviendo allá como
sacerdote misionero y yo soy testigo, en México hay pobreza, si hay pobreza y
pobreza extrema como en la Diócesis donde yo vivía en Tlapa, pero allá en
Kenia, como en Kibera, pongan ustedes allí en su buscador de google pongan
kibera y Kenia y vean en unas fotografías, allá hay miseria, por eso la iglesia
hoy también nos pide nuestra ayuda económica para esa obra; hay dispensarios,
hay escuelas hay internados, para qué, pues para proclamar no únicamente el
reino de Dios sino que la proclamación del reino de Dios tiene que ir a la par
también con el desarrollo de la persona. Hermanas y hermanos que este año de la
fe que estamos por concluir nos conduzca a vivir más profundamente nuestro
compromiso con el Señor siendo verdaderos discípulos misioneros de Él. Que así
sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, en la Celebración Eucarística que presidió el domingo 15 de
septiembre de 2013, a las 11:00 hrs en la Catedral del Sagrado Corazón de
Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar en este domingo
destaca el tema del perdón. Como les decía yo hace un momento en las tres
lecturas hemos escuchado como Dios perdona, así el mismo Dios nos enseña que
perdonar es fundamental en nuestra vida; de nada nos sirve saber que Dios
perdona y que nosotros no perdonemos. La primera lectura del libro del éxodo
presenta a un Dios molesto, a un Dios enojado con su pueblo por haber caído en
un grave pecado como es el pecado de la idolatría, al no ser fiel a Dios, la
idolatría, como bien sabemos pero vale la pena recordar, es adorar, o sea
considerar como Dios a algo o a alguien diferente del verdadero Dios, como es
en este caso el becerro de metal a quien el pueblo de Israel adoraba y
consideraba en ese momento como su dios, que importante enseñanza nos da esta
primera lectura pues cuantas personas también en la actualidad consideran como
su dios y adoran tantas cosas: tendencias, comportamientos, vicios; pero a
pesar de esto se muestra la disposición de Dios, Dios que es bueno, Dios que es
Padre y que siempre está dispuesto a darnos la mano, siempre está dispuesto a
abrazarnos a acogernos; dispuesto a perdonar. En la segunda lectura, escuchamos
también por San Pablo este gran misterio del amor de Dios para con la humanidad
cuando resume en una sola frase que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a
los pecadores, y salva entregando en la cruz lo mas sagrado, su propia vida, la
entrega por amor. El evangelista San Lucas nos ha dado a conocer la historia
dicha por Jesús sobre el hijo prodigo, que comienza con el reparto de la
herencia de un hombre rico como, hemos escuchado y bien sabemos, este hijo que
recibe su herencia y abandona la casa paterna, que despilfarra sus bienes en
una vida insoluta, en una vida vacía, llegando hasta la humillación y
reconociendo con valentía la necesidad del retorno a la propia casa del padre y
del hijo que se queda en casa trabajando junto a su padre, que aparentemente es
bueno; pero cuando regresa su hermano arrepentido se reúsa a que su padre lo
acepte nuevamente a pesar de su arrepentimiento, destacando en esta parábola
Jesús, el gran amor del Padre, siempre dispuesto a perdonar; pero también el
poco amor del hermano que no está dispuesto a otorgar ese perdón, y aquí es
donde tenemos la otra enseñanza, tenemos que aprender nosotros a vivir con los
valores del evangelio y un valor evangélico es el perdón que cuanto trabajo nos
cuesta ejercer; en esta historia, hermanas y hermanos, encontramos un proceso
de odio y un proceso de perdón, el padre quien no se olvidó nunca del hijo a
quien siempre había esperado con alegría lo recibió, lo abrazó, lo perdonó;
preparó una gran fiesta en la casa diciéndole a su hijo que estaba con él:
“Porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y
lo hemos encontrado” fijémonos como en esta expresión el padre implica que
tiene un hermano para que el hermano aprenda también la lección del perdón.
Como el padre de la parábola, Dios anhela nuestro retorno, nuestro regreso, nos
quiere dar la bienvenida, nos quiere abrazar, llevar a la mesa y festejar la
reconciliación con el mejor de los banquetes. La gran verdad que se destaca en
ese relato evangélico es la misericordia del padre, la misericordia de Dios,
por eso esta parábola que conocemos como la parábola del hijo prodigo,
debiéramos conocerla también como la parábola de la misericordia del Padre
Dios, de este Dios Padre siempre dispuesto a perdonar, por eso hermanas y
hermanos la reconciliación es un don del padre celestial que ha regalado a su
iglesia, como sacramento, como signo visible de esta casa de Dios invisible.
Quien reconoce sus pecados los confiesa, acepta su culpa y busca la
reconciliación con Dios y con su prójimo por medio del sacramento de la
confesión esta persona es amada por Dios, que grandes palabras también más
adelante iba a decir el Señor a sus apóstoles: “a quienes les perdonen los
pecados les quedarán perdonados” y a quienes se los retengan porque no buscan
la reconciliación no buscan el perdón les quedarán sin perdonar, por medio de
estos actos, esta persona de la parábola reconoce que Dios es Padre, perdona y
ama atrayendo a quien guste para incorporarlo en Él, para incorporarlo en su
familia por eso hermanas y hermanos nosotros cristianos somos la familia de los
reconciliados la familia de Dios. El señor espera que cada uno de nosotros, los
creyentes, abra su corazón a su gracia y que esté dispuesto a vivir un proceso
de reconciliación, que se él que rehaga por completo la persona, un proceso que
rechace el pecado desde sus raíces más profundas, por ser el pecado la negación
del amor, por ser el pecado la negación de la presencia de Dios que es paz y
que es luz. Hermanas y hermanos quien vive la reconciliación vive la
conversión, no es posible vivir un proceso de reconciliación sin la conversión,
una y otra son inseparables, la reconciliación queda vinculada al cambio íntimo
de cada persona, retomando el camino de la obediencia señalado por el mismo
Dios. En este mundo que vivimos, somos testigos; pero en ocasiones también
somos actores de divisiones, de críticas, destrucciones, tensiones, guerras;
cuando nos quedamos en estos actos, negamos la presencia del amor de Dios, y
cuando hablo de tensiones y violencia no estoy hablando únicamente a nivel
mayor a nivel macro, también a nivel personal, cuántas familias viven
tensiones, cuántas familias se destruyen, cuántas familias viven la guerra;
porque no quieren reconciliarse con Dios, pero cuando compartimos estas
actitudes, estas actitudes se convierten en llamadas a la reconciliación con
Dios y con nuestro prójimo llamadas entonces a la conversión, en una palabra
llamadas al amor y a la unión con Dios. Hermanas y hermanas del contexto de
esta celebración eucarística recordemos que todo aquel que ha vivido la conversión
vive la reconciliación, Dios que perdona, nos ama y nos conduce a vivir este
compromiso de unidad y caridad con los demás. Pidámosle al Señor que nos regale
a nosotros ese don de reconocer quienes somos, que nos regale a nosotros el
don, primero de caminar hacia la casa del padre, que nos ayude a nosotros ser
actores siempre de reconciliación y de paz para que la unión con Dios sea real
en nuestra existencia y que Santa María de Guadalupe, madre del verdadero Dios
con quien se vive, nos bendiga en este proceso que es duro y que es difícil,
pero que es el proceso al que Dios nos invita. Que así sea. En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.=====================================================================
Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, correspondiente al dia domingo 25 de agosto de 2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, el evangelio de hoy da respuesta a una pregunta que es frecuente entre los creyentes acerca dela vida eterna y es formulada por una de las personas que seguían a Jesús, en aquel tiempo, a quien le preguntó, “Señor ¿es verdad que son pocos los que se salvan?.” Esa pregunta no deja de ser una pregunta curiosa, pues si reflexionamos en ella nos damos cuenta que en nada va a beneficiar a la persona que se la planteó a Jesús, es evidente que el Señor no respondería dándole porcentajes como ahora nosotros estamos acostumbrados, lo fundamental, lo importante, para cada creyente no es conocer el porcentaje de los que se salvan sino saber que yo puedo salvarme y que aquellos que me rodean también pueden salvarse. La salvación hermanas y hermanos es la acción de Dios quien ve a sus hijos heridas del pecado, y les abre las puertas del reino celestial, es decir de la vida eterna, la vida eterna es muy superior a la vida terrenal que tenemos ahora nosotros que vivimos y conocemos, la vida eterna nos une con Jesucristo y nos induce a acceder a la dignidad de hijos de Dios, como dice San Juan, “para verle tal como es”, para verle como es también en comunión, comunión de vida, comunión de amor, con Él y con todos los Santos, eso también nos lo enseña la iglesia en el catecismo, pero muchas veces como no conocemos bien el catecismo se nos olvida que ser cristianos es dar en función de alcanzar la vida eterna, esa vida donde no habrá dolor, esa vida que nos ofrece Jesús donde no habrá tristeza, no habrá desesperación, esa vida a la que todos tenemos la esperanza, los creyentes, de llegar, Jesús mismo nos invita a esa vida, tenemos la certeza como personas de fe, que participaremos de la vida eterna ya que nuestra fe se encuentra fundada en Dios, no en un Dios de muertos, sino en un Dios de vivos, en un Dios que vive, en un Dios que camina con nosotros, en un Dios que nos invita a tener fe, que nos invita al perdón, que nos invita a la justicia, que nos invita a vivir esa fe en la responsabilidad, Jesús mismo nos hace saber que las condiciones que hay que cumplir para llegar a la vida eterna, esas condiciones hermanas y hermanos que no son fáciles ni sencillas, condiciones que se contraponen a las propuestas del mundo, a la filosofía del mundo, al pensamiento del mundo, al actuar que muchas veces tenemos en el mundo; nos dice el Señor: “Esfuércense por entrar por la puerta que es angosta, pues yo les aseguro que muchos trataran de entrar y no podrán”. Esta es una comparación práctica de lo que hay que realizar en la vida, como es el dejar de lado el camino fácil para poder tomar el camino del Señor, no podemos pensar en vivir inmediatamente una vida cristiana al ciento por ciento sin dudas y sin pecados, eso nos lo ha dicho también el Papa Benedicto XVI, debemos reconocer que estamos en camino, que debemos y podemos aprender porque la vida es un proceso, que necesitamos también convertirnos poco a poco, ciertamente la conversión fundamental es un acto que es para siempre, pero, la realización de la conversión es un acto de vida que se realiza con paciencia toda la vida, por eso es un proceso, es un proceso del que hay aprendizaje como discípulos del Señor, ahí tienen la tarea padres de familia, padrinos, madrinas; si ustedes no conocen el camino de Cristo como pueden ofrecer a sus hijos, a sus ahijados el camino del Señor, cuando no hay un camino que se conoce; en este camino hermanas y hermanos la conversión es elemento fundamental, es un acto que es para siempre, pero la realización de la conversión es un acto de vida que se realiza con paciencia, es un acto en el que no podemos perder la confianza, no podemos perder la esperanza, es un acto, la conversión, que se realiza con mucha fe y optimismo, precisamente debemos reconocer esto: no podemos hacer de nosotros mismos cristianos perfectos de un momento a otro, sin embargo, vale la pena ir adelante, ser fieles a la opción fundamental, por decirlo así, y luego continuar con perseverancia en un camino de conversión que muchas veces es muy difícil; en efecto, puede suceder que venga el desánimo, por lo cual se quiera dejar todo y permanecer en un estado de crisis, pero es estado de crisis se da vida, si Dios no es un estado de vida, no hay que abatirse en seguida sino que con valentía siempre comenzar de nuevo. El Señor nos guía, el Señor es generoso y con su perdón, el Señor nos invita ir adelante, el Señor nos invita a aprender, nos invita realmente a perdonar y a amar al prójimo y la vida cristiana nos invita a vivirla con perseverancia, la afirmación de Jesús que acabamos de escuchar: “Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierra la puerta”, hermanas y hermanos con estas palabras nos hacer recordar el maestro que debemos de estar continuamente preparados para el encuentro con Él; esas advertencias no están solamente dirigidas a la persona que le realizó la pregunta o a aquellos que le seguían, no, están también dirigidas a nosotros, a personas de fe, que deseamos llegar a la vida eterna, que deseamos encontrar la salvación, debemos de tener claro que todos, absolutamente todos los que vivimos en este mundo tenemos la posibilidad de salvarnos pero la condición es que nos esforcemos en convertirnos a Dios, en no hacer actos que vayan en su contra, actos que vayan en contra de su plan de salvación, plan que tiene como base la conversión, el perdón, el amor y ante todo la paz, un primer paso para la conversión hermanas y hermanos es el arrepentimiento, si leemos la vida de muchos santos encontraremos que ellos daban testimonio de haber sido pecadores, de sentir debilidad de tener pobreza en sus actos, pero si, caminando hacia la perfección encontraron el amor de Dios, encontraron la transformación, dejaron todo aquello que les impedía vivir a Cristo, para poder aceptarlo en su vida, el no arrepentirse es vivir esclavizado en la mentira y ser esclavo es carecer de libertad y Dios nos quiere libres para ser libres para ser congruentes y consecuentes con su palabra; el Señor que nos ha dicho: “ustedes serán verdaderos discípulos míos” pero con la condición: “si perseveran en mi palabra, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres”, no la mentira hace libre a la persona. Un segundo paso para la conversión es desear configurarse con Cristo, es decir, querer imitarlo, transformarse en Él, es decir pensar y actuar como Él, nuestro camino a la conversión y a nuestra santificación consiste en conocer a Cristo y luego tener una nueva forma de vida, al leer los evangelios, las cartas de San Pablo, la vida de los santos encontramos que este es el ideal que está presente en todos ellos, ser como Cristo y no es otro ideal que vivir en Cristo, no es otro ideal que transformarse en Cristo, por eso San Pablo, después de la vida que llevaba llegó a afirmar: “vivo yo, ya no soy sino es Cristo quien vive en mi”. Hermanas y hermanos la palabra de Dios que hemos escuchado es una llamada de atención para no ser católicos mediocres, para no ser católicos por costumbre, cuya pertenencia a la iglesia puede ser simplemente sociológica, o puede ser cultural, o puede ser simbólica; no, nosotros tenemos que ser personas de fe, nosotros tenemos que convencernos que somos los primeros destinatarios del mensaje de Jesucristo; la fe en Cristo nos pide un cambio en la vida y el Señor quiere que nosotros aceptemos y vivamos ese cambio en la vida; que Santa María nuestra madre interceda por nosotros para que busquemos ser verdaderos discípulos misioneros de Jesús, podamos entrar por la puerta estrecha al gran reino de los cielos. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 11 de agosto de 2013, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Estimados hermanos y hermanas, la primera lectura que hemos
escuchado del libro de la sabiduría es un llamado al pueblo de Israel que
debemos de adoptarlo también nosotros en nuestros días, un llamado a recordar
la fidelidad de Dios para con su pueblo, mientras Dios destruye a los
primogénitos de los egipcios por no haber escuchado su palabra ni adoptado su
mensaje; salva a los israelitas sus hijos cumpliendo así su promesa de
fidelidad, este llamado a la fidelidad tiene como base la fe. En la segunda
lectura de la carta a los hebreos se presenta lo que es el modelo de fe para el
creyente: la fe, - nos dice - es la forma de poseer ya desde ahora lo que se
espera, esta afirmación es una definición de lo que es la fe, pero no se aborda
en ella misma, porque esta definición vista en relación con la esperanza, ya que
la fe es además, vivir la adhesión fiel a Jesucristo, esto significa que la fe
no la podemos reducir solamente a una ideología sino que es una experiencia de
vida en Jesucristo. Hermanas y hermanos, quien ha perdido la fe por los
escándalos que se han dado en la iglesia por personas, es razón que su fe no la
han vivido a nivel verdadero de encuentro con Jesús sino que su fe la han
vivido como una ideología; evidentemente no estoy justificando los escándalos,
somos los miembros de la iglesia todos los bautizados discípulos misioneros de
Jesucristo y estamos llamados a ser los primeros en dar testimonio con nuestra vida de la fe que vivimos en Cristo
vivo, esta fe contiene elementos sin los cuales no se puede dar como es tener
la experiencia en nuestra persona, en nuestro interior de Dios; es decir nadie
puede creer en Dios si no es capaz de palparlo desde su propio corazón y
vivirlo entonces con sus actitudes, otro elemento fundamental de la fe que trae
como consecuencia el anterior es experimentar la obediencia en Dios, en plena
conciencia, no una obediencia lisa y llana de esclavitud sino ser conscientes
que el Señor nos pide la obediencia a Él, este elemento nos conduce a vivir en
la confianza en Dios conocedores de que la misericordia de Dios nos conduce a
la plenitud de vida en Él, así que podemos preguntarnos cada uno de nosotros:
¿he tenido una experiencia en lo íntimo de mi persona de Dios? Y si es así: ¿he
sido entonces como consecuencia obediente y fiel a Dios? Yo pienso que cada uno de nosotros debemos de
contestarnos esta pregunta, fíjense que el Papa Francisco ha publicado en la
festividad de San Pedro Apóstol su primera encíclica, es decir su primera carta
que la tituló: “La luz de la fe” en ella nos dice: “es urgente recuperar el
carácter luminoso propio de la fe”, pues cuando su llama se apaga todas las
otras luces acaban también por acabarse y es que la característica propia de la
luz de la fe es que tiene la capacidad de iluminar toda la existencia humana,
nos dice el Papa la fe nace del encuentro con el Dios vivo que nos llama y nos
revela su amor, un amor que nos precede, en el que nos podemos apoyar para
estar seguros y construir la vida, transformados con este amor recibimos
entonces nuevos ojos, experimentamos que en él hay una gran promesa, la gran
promesa de la plenitud, la gran promesa de la fidelidad, la gran promesa de la
paz. Hermanas y hermanos, además de este tema, la liturgia de la palabra de
este domingo nos hace un llamado de atención y una invitación para no vivir
nuestra vida solamente por vivirla, sino dándole un sentido para que nos lleve
a realizarnos como personas, personas creadas a imagen y semejanza de Dios, hay
personas, desgraciadamente, cuyo horizonte se acota en el presente concentrando
en el todas sus energías, evita mirar hacia el pasado porque no quiere
confrontarse ni asumir los errores de la vida, tampoco quieren mirar hacia el
futuro porque lo ven cargado de incertidumbres, personas que se concentran en
el presente van por la vida buscando oportunidades; pero no oportunidades de
servir y de crecer como personas, sino oportunidades para enriquecerse,
oportunidades para divertirse, oportunidades para ahogarse en comodidades y
sufrimientos, su vida se agota en el aquí y en el ahora, y es gente que pasa
por la vida y termina por la vida sin tener un sentido del por qué vive. El
creyente hermanas y hermanos como persona de fe está llamada a hacer una
lectura diferente del presente, está llamada a verlo como una oportunidad de
descubrir el plan de Dios en su propia vida, por eso el creyente esta llamado a
vivir el presente con sentido de responsabilidad y atento a la voluntad de Dios
que se expresa a través de acontecimientos, es la actitud a la que invita el
evangelio de Lucas del día de hoy que hemos escuchado, cuando el Señor dice:
“estén listos con la túnica puesta y las lámparas encendidas”, comprendamos entonces que quien sigue a
Jesucristo, quien conoce el evangelio de Jesucristo, tiene una lectura
particular y objetiva del pasado y del presente y debe de afrontar el futuro
con esperanza, el futuro se nos presenta lleno de incertidumbres, eso es
cierto, pero algunas personas pretenden anticipar el futuro, conocer de ese
futuro pero en lugar de planear una vida, en lugar de poner cimientos en
valores acuden a adivinos que dicen conocerlo, interpretan la posición de los
astros de ese día, les leen las catas a las personas, les leen las líneas de la
mano, hermanas y hermanos, para un creyente no se puede interpretar el futuro
ni construir el futuro si no es a la luz de la vida, el creyente comparte las
incertidumbres que preocupan a todos los seres humanos respecto a la vida, a la
salud, al trabajo, a la familia, pero el creyente tiene la certeza que ofrece
Cristo Resucitado, le permite Cristo ir más allá, de manera que el futuro no se
ve como algo incierto, que conduce a nada sino que es el camino que hay que
caminar y hay que construir, el camino que conduce hacia la plenitud de la
vida, la resurrección de Cristo y la certeza de que Él nos ha presidido en la
casa del Padre da una perspectiva luminosa, da una perspectiva de fe en la
vida. El pasado, el presente y el futuro significan para el hombre de fe, para
el creyente, escenarios de encuentro con Jesucristo quien ha dicho que es
camino, que es verdad y que es vida; personas que no viven en esta perspectiva
luminosa de la vida en Cristo, caminan por la vida sin fijarse unas metas sin
optar por unos valores, viven el día a día sin en la más absoluta
improvisación, guiados, eso si por los sentimientos que van experimentando pero
hermanas y hermanos los sentimientos no nos pueden guiar en nuestra vida, es
claro que estas personas son incapaces de vivir con responsabilidad y respeto,
por ejemplo: si optan por el matrimonio no puede llevar ni formar una familia
pues a gran proyecto exige compromisos y opciones a mediano y largo plazo,
igualmente estas personas son problemáticas pues su compromiso no es sólido y
depende siempre de su estado de ánimo que es un estado basado en el sentimiento
que muchas veces los lleva a la depresión; el creyente tiene que vivir de la fe
en Jesucristo, una fe sólida, pero para eso hay que conocer a Jesucristo, no
únicamente vivir a Cristo en el pensamiento o como ideología sino creer en la
persona viva y real de Cristo que camina con nosotros. Este es el tema de
reflexión que nos plantea el evangelio de hoy, que nos invita a planear y a
plantear nuestra vida desde Jesucristo, esta invitación a vivir vigilantes,
despiertos, preparados la hace Jesús a sus discípulos mediante tres
comparaciones, la hace Jesús cuando les dice: “Sean semejantes a los criados
que están preparados a que su señor regrese de la boda, para abrir en cuanto
llegue y toque”. La siguiente comparación que hace el Señor: “Si un padre de
familia supiera a que hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría
que se metiera por un boquete a su casa” y la tercera “Supongan que un
administrador puesto por su amo al frente de la servidumbre
con el encargo de
repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia”,
Fidelidad y prudencia, “Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo
encuentra cumpliendo con su deber.”
Hermanas y hermanos a través de estas imágenes sencillas tomadas de la
vida diaria Jesús nos invita a tomar en serio nuestro compromiso de vida,
nuestro proyecto de vida, que debemos cimentar con Él y no en los sentimientos.Agradezco la presencia en esta Eucaristía a aquellos que forman parte de la Comisión Episcopal para la pastoral de la comunicación de esta Diócesis de Ecatepec, agradezco la parecencia de los movimientos laicales, entre ellos el movimiento de familia; como pueden ver el evangelio exige para nosotros discípulos misioneros muchas cosas, muchos valores y un cambio radical de vida. Pidámosle a nuestra madre Santa María de Guadalupe, nos ayude para cambiar de vida, anulara nuestras malas actitudes, comprometernos con el evangelio, vivir esta oportunidad maravillosa que Dios nos da, con fe y esperanza, que aquellos que hoy van a recibir la confirmación puedan vivir de estos valores y es a ustedes padrinos y padres de familia a quienes la iglesia les encomienda esta tarea, si ustedes padres de familia no conocen a Jesucristo y viven a Jesucristo por cultura o por ideología no van a poder enseñar, ni van a poder hacer que sus ahijados se comprometan con el camino del Señor. Padres de familia, padrinos, madrinas pídanle al Señor que sean ustedes los primeros que transformen su vida y adopten esta oportunidad maravillosa que Dios les da con fe y alegría. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo
Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del día domingo 28 de julio de 201,3
en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón
de Jesús.
Estimados
hermanos y hermanas, en este domingo el Señor desea recordarnos lo importante
que es para el cristiano la vida de oración y en el evangelio de Lucas que
acabamos de escuchar nos enseña esta magnifica oración del Padre Nuestros,
misma que debemos de realizar a la luz del Espíritu Santo y en una actitud de
perseverancia, los discípulos de Jesús y aquellas personas que lo seguían
notaban que Él pasaba con frecuencia tiempos largos de oración, aprovechando
una de esas ocasiones le piden que los enseñe a orar como Juan el Bautista
había enseñado a sus discípulos, para Jesús cualquier tiempo es adecuado para
hablar con Dios su Padre, y enseña que lo importante es el amor a Dios y no el
temor, por eso se dirigía a Dios con confianza, con la confianza propia de un
hijo y lo llamaba Padre. Hermanas y hermanos, el Padre Nuestro más que una
oración ritual es la expresión de una cercana relación con Dios, con seguridad
a lo largo de nuestra vida hemos recitado innumerables veces esta oración, los
invito hoy en este domingo a que meditemos algunas de sus partes más
importantes. El Padre Nuestro consta de dos partes fundamentales, perfectamente
articuladas la una con la otra, la primera parte hace referencia a Dios, la
segunda parte hace referencia a nuestra situación concreta de personas en el
mundo; la suma de las dos partes, entonces, hacen del Padre Nuestro como les
decía hace un momento, la oración por excelencia, en ella hay que notar que
Jesús no se interesa sólo por lo suyo sino que se preocupa por todo lo humano,
se preocupa por la situación del ser humano, se preocupa por la relación del
ser humano, por eso en esta oración encontramos temas muy importantes como el
tema del pan, el tema del perdón, y ahora en nuestros días cada vez es más
importante el tema del mal y el tema de la tentación, así los hombres y mujeres
cuando oramos no sólo tenemos presentes nuestras necesidades personales sino
que alabamos a Dios, por eso el Padre Nuestro con sus dos partes constituye un
encuentro único entre la realidad de Dios y nuestra realidad humana, nuestra
realidad concreta. Cuando pronunciamos esta oración no nos dirigimos a Dios con
palabras solemnes, simplemente lo llamamos Padre lo cual contribuye
evidentemente a crear una relación cercana, una relación de confianza, una
relación de amor y de filiación, enseguida cuando oramos nosotros ponemos el
adjetivo “nuestro”, al decir Padre nuestro, expresamos nuestra comunión con
Cristo y expresamos también la comunión con todas aquellas personas cercanas y
también lejanas, es decir, con todo el género humano, el reconocimiento de
nuestro origen común debería transformar las relaciones entre los individuos,
las relaciones entre nuestros pueblos, superando las divisiones y construyendo
proyectos comunes, pero como muchas veces no reconocemos nuestro origen común no
podemos entablar estas relaciones conjuntas y desgraciadamente en lugar de
unión nos llega a superar en muchas ocasiones la división. La primera parte del
Padre Nuestro es de alabanza a Dios y en ella manifestamos, porque así Jesús
nos lo ha enseñado, tres bendiciones fundamentales, la primera tu nombre, o sea
que tu Presencia Santa, Tú que Eres Santo, que esa presencia sea benigna, que
sea reconocida por todos nosotros, es lo que decimos, Tu Nombre Señor. La segunda
es una petición también muy importante y profunda cuando hablamos de su reino,
¿Qué es su reino? es su soberanía, una soberanía amorosa, una soberanía que
invita a la paz, una soberanía que invita a una acción muy difícil entre
nosotros como es el perdón y la reconciliación; cuando decimos Señor que venga
tu reino reconocemos que Él es verdad, que Él es camino y que Él es vida. La
tercera petición que hacemos es cuando el Señor nos ha dicho que le digamos y
así lo hemos aceptado, que cumplamos tu voluntad Señor, que difícil petición,
esto quiere decir que su plan de salvación llegue a impregnar nuestra persona,
que su plan de salvación llegue a impregnar nuestra vida, nuestro trabajo, pero
que difícil hermanas y hermanos pedirle a Dios que llegue a impregnar de su
salvación nuestra persona, cuando no estamos nosotros convencidos de Dios,
cuando muchas veces nosotros como dice ahora el Papa Francisco, somos
cristianos por conveniencia o somos cristianos por tiempo, ahora expresaba
también hace unos días esta expresión también muy importante: “somos cristianos
de vestidos largos”, es decir: somos cristianos cuando vamos a fiestas, somos
cristianos cuando vamos a misa el domingo, esa expresión del Papa es muy
interesante porque el ir a misa el domingo no nos hace cristianos, es una parte
de ser cristianos, nos hace cristianos el vivir el plan de Dios en nuestra
vida, nos hace cristianos el no tener únicamente un pensamiento sobre Dios,
sobre Jesús o una idea de Jesús, evidentemente cuántos cristianos tenemos aquí
a nuestro alrededor pero generalmente no viven su cristianismo ¿por qué? Porque
no se han encontrado con la persona de Cristo, son cristianos de oportunidad,
son cristianos de momentos, de tiempos, y eso hermanas y hermanos discúlpenme
pero eso no es ser cristianos, quien se encuentra con Cristo le dice desde lo
profundo de su corazón “Señor que se haga en mi tu voluntad”, y la voluntad de
Dios ¿cuál es? Que trabajemos por un mundo con responsabilidad, un mundo de
justicia, un mundo de paz, un mundo donde nuestras relaciones sean verdaderas y
que nunca le pongamos el pie a alguien. La segunda parte del Padre Nuestro nos
invita a pedir por nuestra situación concreta y en ella expresamos cuatro
peticiones muy humanas, la primera: “danos hoy nuestro pan de cada día”,
pedimos el sustento, la satisfacción de las necesidades básicas porque son
necesarias estamos en este mundo pero también hermanas y hermanos no debemos de
pedir bienes superfluos, debemos de pedir lo necesario para vivir y vivir con
dignidad y también si tenemos para vivir, poder compartir con los otros lo que
tenemos, porque ahora en este mundo vivimos muy individualmente somos muy
egoístas, no queremos compartir; hace unos días venía una persona que me decía:
“cuanto quisiera yo que mis padres me oyeran”, no comparten ahora los padres de
familia, no comparten el tiempo con los hijos, pero también hermanas y hermanos
cuando pedimos el pan también nos referimos al Alimento Eucarístico, al Pan de
Vida que sacia nuestros anhelos más profundos pero claro no podemos participar
del Pan Eucarístico cuando no nos hemos encontrado con Cristo, cuando no
vivimos a Cristo sino que vivimos una idea de Cristo. La segunda petición:
“Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden” En esta petición hermanas y hermanos se reconoce a Dios como el Padre Bueno, no como el padre vengador, no
como el padre que está herido, no como el padre que está buscando en que
momento reprender, se reconoce a un Dios misericordioso, a un Dios que perdona
a sus hijos, que perdona a aquellos que se han equivocado y que quieren
corregir el error, no un Dios de aquellos que se han equivocado, con buen padre
corrige el error y el hijo sigue por el mismo camino, no, así se modifican las
relaciones sociales que habían sido construidas sin los santos, cuando se
decía: “ojo por ojo y diente por diente”, Jesús invita a una nueva convivencia
inspirada en el perdón, inspirada en la reconciliación, pero cuanto trabajo nos
cuesta perdonar; cuanto trabajo nos cuesta perdonar al esposo, a la esposa, a
los hijos, a los padres, cuanto trabajo nos cuesta perdonar a aquel que nos ha
hecho un daño, a aquel que nos ha robado, a aquel que ha secuestrado, cuánto
trabajo; pero eso es la vida cristiana. La tercera petición: “no nos dejes caer
en la tentación” esta petición es un reconocimiento a la fragilidad de nuestro
ser como personas que fácilmente pueden perder su rumbo, el orgullo y la
ambición son causa de muchas decisiones equivocadas, juntamente con los
placeres superfluos de la vida, cuando se desbordan arrasan con lo que se
encuentran, arrasan con la familia, arrasan con la paz, con los amigos, arrasan
con las bendiciones perdemos la paz, encontramos
el odio y lo encontramos. Y finalmente la cuarta petición: “líbranos del mal”
tenemos que reconocer que el camino de la vida está lleno de obstáculos si Dios
nuestro Padre no nos acompaña en nuestro peregrinar caeremos en alguna de las
múltiples trampas de la vida, estas trampas que siempre están al asecho por el
mal; “Señor líbranos del mal” líbranos de la tentación, líbranos de los vicios,
líbranos de los placeres superfluos. En la segunda parte del Padre Nuestro
nosotros encontramos estas cuatro peticiones, ojalá que cuando lo recemos
hermanas y hermanos seamos consientes de ellas y finalmente en el evangelio que
hemos escuchado Jesús cuenta una parábola que tiene como protagonistas a dos
amigos, a través de este ejemplo nos da unas orientaciones sobre la forma en
cómo debemos de orar, hay que pedir,
buscar, llamar, con la seguridad de que se recibe lo que se pide, se encuentra
lo que se busca, se abren las puertas cuando se llama, esta triple insistencia
se alimenta de una confianza sin límites, la enseñanza es que el amigo tendrá
respuesta y el amigo aquí es el Señor quien tiene respuesta a la necesidad de
quien le pide, gracias también a su insistencia. Hermanas y hermanos que este
evangelio nos ayude a descubrir toda la riqueza del Padre Nuestro, que nos
ayude a establecer una relación con Dios nuestro Padre basada en la confianza,
sabiendo que Él nos ama y pidámosle hoy por medio del Espíritu Santo que nos
enseñe siempre a orar, a ser personas de oración. Qué así sea.
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Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, en la Celebración
Eucarística que presidió el domingo 21 de julio de 2013. En la Catedral del
Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, las lecturas de este domingo nos
convocan a reafirmar nuestra fe en el Señor, fe que debemos de vivir en la vida
diaria. La primera lectura tomada del libro del génesis, recordemos que el
génesis es el primer libro de la sagrada escritura y génesis significa origen,
este libro que nos dicen los estudiosos se divide en dos grandes partes: la
primera del capítulo primero al capítulo once; y la segunda del capítulo doce
hasta el final, la primera parte es muy interesante ¿por qué? Porque nos
presenta el origen de la humanidad, es una reflexión que hace el pueblo de
Israel y esa reflexión nos lleva a ver el origen de la humanidad, manifiesta
varias verdades, la primera es la verdad de la creación, la persona creada a
imagen y semejanza de Dios, otra verdad que manifiesta desde los primeros
capítulos es cómo la persona creada a imagen y semejanza de Dios no desea vivir
conforme a los principios divinos y entonces la persona se revela contra Dios,
la persona entonces pierde esa amistad de Dios, esto nos lo narra estos
capítulos con esta famosa escena de Adán y Eva, pero estas son las verdades que
contiene lo demás es parte del escenario para explicar esta verdad, la segunda
parte presenta el origen del pueblo de Israel, origen muy ligado con Abraham,
Padre de la fe, es muy interesante ver como Abraham es el padre de la fe y el
gran profeta que nosotros los cristianos reconocemos, pero si vemos al pueblo
de Israel también lo reconoce pero no únicamente cristianos y pueblo de Israel
sino que también los musulmanes reconocen a Abraham como un gran enviado. La
grandeza de Abraham es que el es la primera persona de Israel con quien Dios se
comunicó, a quien Dios le habló, y Abraham a su vez, primera persona que
responde a Dios, ¿por qué? Porque creyó en Dios, creyó en lo que Dios le decía,
tuvo confianza, tuvo fe en Dios. Hermanas y hermanos leer estos trozos de la
sagrada escritura sin este contexto nuestro nada nos dice, pero extrayendo las
verdades, mucho nos dice que debemos de recordar que nosotros somos creados por
Dios que nosotros quisimos en un momento dado no seguir como personas el
mandato de Dios, también que hay que tener fe y confianza en este Dios, el
texto que acabamos de escuchar por eso es importante, ya que manifiesta la revelación
de Dios, pero el texto va mas allá, este texto manifiesta a Dios Trinidad, Dios
uno y Dios Trino, es por eso que en esta narración Abraham reconoce la
presencia de Dios y Abraham da hospitalidad, brinda hospitalidad a estos tres
hombres y queda marcada ese signo con la promesa de Dios: Sara tu esposa tendrá
un hijo, Sara una mujer mayor. Hermanas y hermanos así como esta lectura nos
trae grandes enseñanzas para nuestra vida actual, la lectura que hemos
escuchado en el evangelio de San Lucas también resalta el tema de la
hospitalidad en la visita que Jesús hace a sus amigos a Lázaro, Marta y María,
Jesús les quiso visitar a esta familia cuando se encontraba en su camino a
Galilea, hay que imaginarnos el trabajo que llegó para esta familia cuando Jesús
acompañado de sus discípulos y acompañado de una multitud de gente que lo iba
siguiendo, llegan a esta casa, fíjense que en realidad el reclamo de Marta era
Justo pues había que preparar comida y alojamiento para tantas personas en esta
pequeña aldea, aldea de Betania, imagínense el grave problema, una aldea donde
no había supermercados en aquel tiempo, una aldea pequeña que ni siquiera tenía
agua corriente, había que ir a buscar el agua, una aldea que no podía dar
alojamiento a tanta gente; por eso estas palabras “Señor, no te has dado cuenta
de que mi hermana me ha dejado sola con todo el trabajo, dile que me ayude”.
Hermanas y hermanos la respuesta de Jesús es toda una enseñanza su respuesta da
la preferencia a escuchar su palabra, pero no debe de interpretarse
equivocadamente este pasaje del nuevo testamento; se interpreta mal cuando se
concluye que Jesús descalifica el trabajo de Marta, empeñada en atender con
muchos detalles, con muchos problemas a estos huéspedes que han llegado, la
intensión de Jesús no es plantear una oposición entre lo que es la vida del
trabajo, en este caso lo presentado por Marta y la vida de la contemplación
porque Jesús no quería que lo contemplaran Jesús quería que lo escucharan, esta
escena representada por María, fíjense que en este episodio del evangelio al
analizarlo nos damos cuenta de que no se habla de contemplación sino se habla
de la escucha de la palabra de Dios, esta parte de interpretar bíblicamente
este pasaje desde el punto de vista de la contemplación como era antiguamente cuando
no se tenían los medios de la lingüística, entonces se interpretaba y se
afirmaba la superioridad de la vida religiosa contemplativa sobre la vida
religiosa y la vida activa del cristiano, grave error no se trata de afirmar la
superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa, no se trata de
afirmar la superioridad de la oración sobre el trabajo, oración y trabajo son
dos momentos inseparables de la vida que debe de ser integrados dentro de la
persona, la persona está llamada a vivir una auténtica espiritualidad, la vida
de Cristo fue un claro testimonio de la integración de estas dos dimensiones;
Jesús vivía en continua comunicación con su Padre, con su Padre Celestial e
igualmente estaba totalmente entregado al servicio del reino, al servicio de
los demás; tenemos muchos testimonios bíblicos: “Las multitudes lo buscaban,
porque querían escucharlo” este equilibrio hermanas y hermanos entre la vida
interior y la actividad externa ha sido expresado de diversas maneras por
grandes maestros de la vida espiritual, permítanme nombra a San Benito, el gran
promotor de la vida monacal, gran promotor de esta vida en occidente resume
este modelo de espiritualidad en la expresión latina “ora et labora” trabaja y
ora, ora y trabaja, que traduce oración y trabajo inseparables; San Ignacio de
Loyola quien diseñó el proceso hermoso de respeto interior en sus famosos
ejercicios espirituales, nos invita a ser contemplativos de la acción, así es
que hermanas y hermanos como creyentes, como discípulos, bautizados como
misioneros no podemos nosotros vivir por un lado nuestra realidad de nuestro
trabajo y por otro lado la realidad de la oración de nuestra espiritualidad,
grave error, porque el cristiano debe de demostrar con su vida que la oración y
el trabajo son una sola cosa, que la oración y el trabajo edifican el reino de
Dios. El mensaje también de hospitalidad que nos transmite Abraham, y los
amigos de Jesús en Betania contribuye a renovar nuestro estilo de vida, y es un
llamado de atención también para nosotros en este tiempo porque muchas veces ya
no deseamos ser hospitalarios, muchas veces cerramos también nuestra vida al
encuentro de nosotros, al encuentro de la oración, al encuentro de la
comunicación, la conversación que sostiene Jesús con sus amigos esta
conversación de Betania nos estimule para buscar una integración profunda entre
lo que es nuestra vida, nuestro trabajo y la hospitalidad, entre los momentos
de vida productiva pero también los momentos de vida hospitalaria y de silencio
con el Señor, todos nosotros en nuestra vida diaria debiéramos de vivir estos
momentos, para nosotros que vivimos en grandes ciudades, en este ambiente de inseguridad la hospitalidad
es algo distante y esto por varias razones: Primer lugar vivimos tan ocupados
que no tenemos tiempo para compartir, no tenemos tiempo para compartir en
familia, no tenemos tiempo para compartir también en oración; y en segundo
lugar porque desgraciadamente la inseguridad nos lleva a cerrar las puertas de
nuestras casas y a negar la entrada a otras personas; una invitación no
cerremos también la puerta de nuestro corazón. Que estas escenas bíblicas
hermanas y hermanos en las que la escucha de la palabra de Dios, el trabajo, la
hospitalidad pero ante todo la oración, sean tomadas en cuenta como valores
importantes de nuestra vida cristiana, que sean ocasión también para mejorar en
nuestro discipulado como hijos de Dios. Pidámosle al Señor que nos ayude a
comprender como Él desea que vivamos nuestra existencia y que dejemos de lado
todo aquello que impida realizarnos como sus discípulos misioneros. Que así
sea, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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Homilía de
nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración
Eucarística que presidió el domingo 14 de julio de 2013, en la Catedral del
Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar sobre
lo fundamental que es vivir nuestra vida cristiana, amando a Dios pero siempre
en el servicio a los demás, es decir en el servicio al prójimo, hoy hemos
escuchado el famoso pasaje del buen samaritano en el evangelio de Lucas pasaje
que Jesús pone de ejemplo para responder con claridad a la pregunta del doctor
de la ley: “Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” en esta
pregunta con seguridad se suman muchas de nuestras personas, pudiéramos
preguntarle también al Señor si nos encontráramos con Él, Maestro, Señor mio:
¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?, es decir cuáles son mis
obligaciones para poder ir al reino. Hermanas y hermanos es interesante la
respuesta de Jesús, no le respondió con un discurso, ni con principios morales,
le respondió con un relato práctico de la vida diaria; ese relato presenta a
tres personas de la vida pública: un sacerdote, un levita y un samaritano; el
sacerdote y el levita son representantes en aquella sociedad, representantes
oficiales de la religión judía, su gran preocupación era el cumplimiento formal
de las obligaciones religiosas y además legales, personas que no eran sensibles
a los problemas concretos de la gente, por eso ante este hombre asaltado y
herido pasan de largo, o sea que esta escena se repite ahora mucho también con
nosotros, pasamos de largo, evitan entablar una relación con él, ya que el
sostener un contacto y un diálogo implica comprometerse, perderán el tiempo y
eso con seguridad va a afectar a los compromisos personales y finalmente se
estaban arriesgando como personas públicas al que dirán de los demás, fíjense
que en este escenario aparece el buen samaritano que pertenecía a un grupo
marginado por la sociedad y es este hombre, samaritano, quien es solidario con
esta persona que había sido victima de este asalto, al ponerlo como modelo
Jesús está dando una fuerte llamada de atención y está siendo una lección tanto
al sacerdote como al doctor de la ley quienes deben reconocer que ese hombre
samaritano al que despreciaban era el único que había actuado correctamente, el
samaritano no preguntó quien era el herido, el asaltado, cuál era su clase
social, su estatus, cuál era su posición económica, no calculó riesgos,
simplemente actuó frente al que estaba
gravemente necesitado. Con este ejemplo Jesús explica como debe ser el
comportamiento de cada uno de nosotros sus discípulos, así Jesús nos dice con
claridad que no pueden separarse el amor a Dios y al prójimo, el que no ama al
prójimo de manera práctica y concreta no puede amar a Dios a quien no ve.
Hermanas y hermanos, esto significa que no es posible vivir una fe reducida a
simples prácticas piadosas, eso es vivir una fe vacía, no comprometida, eso
significa una fe oscura, un fe a medidas alejada de la propuesta de Jesús que
ha hecho en el evangelio, la vivencia de la fe nos compromete a trabajar por la
caridad, nos compromete a trabajar por la justicia, nos compromete a trabajar
por el perdón, es decir, la fe y las obras entonces son una misa realidad, una
realidad inseparable, pero qué hacer para poder tener fe, quizás muchos se
preguntan, como nos ha dicho nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, lo que
hay que hacer es encontrarnos con Cristo, abriendo la puerta de la fe, ahora el
Papa Francisco invita para esto, para podernos encontrar con Cristo invita a
renovarnos como cristianos y nos ha dicho que renovarse es tener una nueva
vida, y no es suficiente decir, fíjense muy bien, yo voy a misa los domingos,
cumplo con algunos preceptos de Dios, no, ser cristiano es llevar la vida
totalmente iluminada y comprometida en Cristo, no se puede hermanas y hermanos
ser cristiano en una parte en una parte de nuestra vida, o bien, por tiempos,
soy cristiano el domingo porque voy a misa, soy cristiano en la casa cuando
rezo con mi familia, soy cristiano en este momento de mi vida, ¡no!, eso no
sirve, Jesús nos pide la totalidad de nuestra vida para ser cristianos. Para
poder entonces ser cristianos hay que pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a
renovarnos en Jesús, que renueve la totalidad de nuestra persona, de nuestro
ser, de nuestra vida, que renueve la totalidad de nuestro corazón, que renueve
la totalidad de nuestro pensamiento, que renueve la totalidad de nuestras
acciones. Entonces hermanas y hermanos ser cristianos significa dejarse renovar
por Jesús en nuestra vida, dejarnos renovar por el Espíritu Santo que nos hace
vivir con un estilo de vida distinta, que toma la totalidad de la vida
renovándola, pero renovándola por completo. En esta parábola Jesús es muy claro,
no podemos seguirlo únicamente en el campo de hoy, no lo podemos seguir
únicamente por cultura, ¿Por qué vas a misa los domingos? Por cultura, ¿Por qué
te confiesas? Por cultura, ¿Por qué vienes a traer a tus hijos a la
confirmación? Por cultura, no hermanos eso no nos invita a vivir nuestro
compromiso cristiano; el compromiso cristiano es total, el compromiso cristiano
es con Dios y con el prójimo, y el prójimo es el necesitado, estamos invitados
nosotros entonces como cristianos, a cambiar estructuras de pecado en las que
vivimos y que vivimos cotidianamente como muchas veces es el odio, la venganza,
la mentira, la injusticia, la infidelidad, los vicios; debe de quedar claro que
lo que Dios nos pide es acercarnos al hermano, al prójimo que está necesitado
porque en el prójimo está el Señor. Hermanas y hermanos el comportamiento
concreto del buen samaritano nos enseña que el amor evangélico no puede
limitarse a expresiones de compasión, sino que debe de conducir a acciones
concretas de amor y solidaridad, por eso el Señor nos dice que el samaritano:
vendó las heridas, llevó al necesitado a una posada, lo cuidó y pagó para que
lo atendieran, no podemos entonces contentarnos con gestos de simpatía sino que
debemos dar respuesta a las necesidades reales de nuestros hermanos y también
de nuestras comunidades, de nuestra familia; recordemos que Jesús puso este
ejemplo ante la pregunta del doctor de la ley, una pregunta legítima y valida
sobre lo que hay que hacer para elevar la vida eterna, podemos decir: para
vivir esta vida con sentido, pero además recordemos que la pregunta con la que
Jesús concluye este ejemplo, no es quién es mi prójimo, sino quien se comportó
como prójimo, a veces pensamos únicamente quién es mi prójimo, pero no, Jesús
termina esta parábola con esta pregunta: “¿Quién se comportó como prójimo?. Hoy
tenemos hermanas y hermanos esta gran oportunidad de abrir la puerta de nuestro
corazón, la puerta de la fe, de entrar por ella, de encontrarnos con Jesús, de
cambiar nuestra vida y comportarnos como prójimos. Pidámosle al Espíritu Santo
nos ayude para poder comprender, renovarnos y llevar a la vida diaria esta
invitación de Jesús. Que así sea.___________________________________________________________________________
Homilía de nuestro Señor Obispo Mons.
Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 30 de junio de 2013, en la
Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos
hermanos y hermanas, en la palabra de Dios que hemos escuchado en este domingo
encontramos afirmaciones que ponen el acento en la libertad interior y
exterior, es decir, en la fidelidad que debe tener la persona para poder seguir
a Cristo, que debe de tener la persona para poder ser discípulo de Jesús, en
estas afirmaciones el Señor expresa las exigencias para vivir el reino de Dios,
y una síntesis de cómo vivir el reino lo tenemos en la segunda lectura que
hemos escuchado hoy en este domingo, San Lucas en el evangelio nos presenta a
tres personas que pretenden seguir al Señor, ser discípulos del Señor, la
primera persona parece ser un nuevo discípulo y sus disposiciones parecen ser
magníficas excelentes, él se ofrece a Jesús, no espera una invitación de parte
de Jesús, parece que este nuevo discípulo está convencido de la propuesta de
Jesús que seguramente la ha conocido caminando con Él, viviendo y siendo
testigo de las acciones de Jesús, por eso le dice: “Te seguiré a donde quiera
que vayas”, esta es una muestra de generosidad y de entrega, pero el Señor le
deja muy claro, con su respuesta, que clase de vida le espera si quieres en
verdad seguirlo, una vida en donde no habrá ningún beneficio, para que no se
sienta al final engañado: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos;
pero el Hijo del hombre – dice el Señor - no tiene en dónde reclinar la
cabeza”. Hermanas y hermanos, esa es la
misión que Cristo propone a quien desea ser su discípulo, proclamar su
evangelio, desprenderse de las cosas, tenerlas como medio, no como fin;
desprenderse de los gustos y vivir una disponibilidad completa para el reino de
Dios; cada cristiano, conviene recordar, como bautizado esta llamado por el
Señor por el bautismo a ser presente también su vida, a ser discípulo, está
llamado a hacer presente a Cristo en todos los ambientes esa es la tarea
esencial del discipulado de la misión y así aparece el deber de manifestar de
modo sensible la unidad de los cristianos en las diversas situaciones, siendo
personas nuevas capaces de colaborar en la construcción de una sociedad que
desea desterrar el pecado que se manifiesta en la lucha contra toda injusticia.
La segunda persona a diferencia de esta primera y de la tercera que
analizaremos más tarde, es invitado por Jesús a que le siga, ahí está la
diferencia, es el Señor quien lo invita y le dice “Sígueme” pero él le
respondió: “Señor déjame ir primero a enterrar a mi padre." Este posible
discípulo quiere escuchar la llamada, no cabe duda, pero no inmediatamente,
piensa que puede ser en otro tiempo mejor, en razón de sus propios compromisos
familiares que no le permiten, su respuesta de: “déjame ir primero a enterrar a
mi padre” refleja su deseo de cumplir primero con otras obligaciones, no es
capaz de comprender que cuando Dios llama ese es precisamente el momento, el
tiempo de Dios, aunque aparentemente tenga otras obligaciones que en este caso
no son malas, son buenas pero el tiempo de Dios hermanas y hermanos es el
tiempo de Dios, Él tiene todo dispuesto para que esa elección, por Él y por esa
elección todo resulte bien; quizá eso mismo nos pasa a nosotros, el Señor nos
invita pero nosotros le decimos: espera tengo que ir primero a arreglar algunos
negocios, tengo que ir primero a ver al psicólogo para cambiar un poquito mi
vida, tengo que ir primero a arreglar con mi vecino algunas otras cosas en
lugar de iniciar con uno mismo el cambio en nosotros; quien tenga la
disponibilidad de seguir al Señor de vivir verdaderamente su compromiso de fe,
tiene que hacerlo con decisión, esa es la petición, a eso nos lleva el ejemplo
que estamos escuchando, con decisión, con desprendimiento, sin condiciones
dejando atrás el pasado, viviendo un cambio de mente y de vida ya que el camino
que propone Cristo es el estrecho, exige sacrificio y entrega total de uno
mismo; “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz
y sígame” es camino donde existen pruebas, tentaciones, seguir a Cristo es un
camino donde hay críticas, es un camino que es posible para el discípulo
misionero, para el testigo de la verdad del Señor y que exige que los
discípulos ante todo estén convencidos, el seguimiento de Jesús no es por lo
tanto un seguimiento agradable en una vida tranquila sin compromiso, en
ocasiones hermanas y hermanos el seguimiento de Jesús tendrá momentos
difíciles, momentos de dolor, de desaliento, el mismo evangelio, en otra parte
nos cuenta como muchos de los discípulos de Jesús se volvieron atrás y ya no
andaban con Él, por eso el discípulo debe seguir a Jesús en su persona en todo
sentido, no sigue solamente una línea de pensamiento en Jesús, o una propuesta
de vida ética, debe seguirlo convencido con certeza y decisión, es decir, que
difícil yendo al ejemplo, para aquella persona que tiene problemas en su
familia por ejemplo con los vicios; tomar la decisión de dejar el vicio, para
qué, para seguir a Jesús, que difícil para aquel que tiene una amante, - hombre
o mujer – tomar la decisión de dejarla para seguir a Jesús, que difícil para
aquel que el fin de semana le gusta ir a pasar el tiempo a lugares muchas veces
no buenos, no ir con los amigos y ayudar a los amigos a que vean que están en
un camino que no es de prosperidad en la fe ni con su familia en estos tiempos
tan difíciles. Hermanas y hermanos Cristo debe entrar en el yo del discípulo,
Cristo debe entrar en su corazón, en este sentido cuanta razón tenia un gran
doctor de la iglesia San Ambrosio, vivió siglos atrás y decía: “Que pueda
entrar en tu alma Cristo, que tenga morada en tus pensamientos, para poder
cerrar todo espacio al pecado en tu corazón” y no olvidar hermanas y hermanos
que la cruz signo de amor y de entrega total es por lo tanto el símbolo del
discípulo llamado a seguirlo a configurarse con Cristo. La tercera persona que
deseaba ser discípulo quiere volver a Cristo, “Te seguiré señor pero déjame
primero despedirme de mi familia”, este discípulo parece que ya está decidido a
seguir al Maestro pero la llamada de Jesús es de siempre urgente; entretenerse,
ir a la casa, poner pretextos, todo es lo mismo ante la llamada de Jesús, no se
puede mirar atrás para seguirlo y hay que ser fieles al trabajo. En estos tres
mensajes de Jesús yo veo elemento, quiere afirmar que existen prioridades que
no son negociables para el cristiano pues el reino de Dios ocupa el primer
lugar en todo y no puede estar subordinado a nada, ni a gustos ni abismos el
reino de Dios tiene prioridad, el problema ahora hermanas y hermanos es que la
sociedad en la que vivimos está muy lejos de estas propuestas de Jesús, de
estas palabras de Jesús, de este pensamiento de Jesús, ya que la cultura actual
establece el primado de la subjetividad, basado en el punto de vista de la
persona influido por intereses y deseos, la persona que es quien decide que es
lo que se debe de hacer y la persona decide en vista a sus gustos al sentirse
bien no importa que exista pecado, en nuestra sociedad lo mas importante es la comodidad
de cada uno, lo más importante es lograr las metas trazadas no importando quien
o que se atraviese en el camino, se piensa que la fidelidad es algo pasado de
moda, que cierra oportunidades, momentos de alegría y de placer. Hermanas y
hermanos el seguimiento de Cristo sugiere respuestas claras en la vida y en
consecuencia no se puede ser más o menos persona de fe, más o menos fieles, más
o menos justos, más o menos caritativos, más o menos honrados, más o menos
vivir con ética, no, el seguimiento de Jesús debe integrar comportamientos
coherentes y debe de inspirar todas las acciones del ser humano en lo privado y
en lo publico, en la intimidad del hogar y en el trabajo, en la iglesia y donde
quiera que nos encontremos. Pidámosle al Señor que nos regale los dones necesarios
para poder seguir y que este seguimiento a ejemplo de Santa María su Santa
Madre, en él seamos buenos discípulos misioneros, que sepamos nosotros
convertir esta sociedad en una sociedad cristiana en una sociedad justa y
amable donde reine la paz. Que así sea. _____________________________________________________________________
Homilía de
nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración
Eucarística del domingo 16 de junio de 2013, en la Catedral del Sagrado Corazón
de Jesús.
Queridos hermanos
y hermanas en este domingo la iglesia nos invita a reflexionar acerca del
importante tema del perdón de los pecados, este tema que desgraciadamente va
perdiendo en nuestra actualidad
importancia, siendo que es un tema fundamental en la vida de toda persona, de
toda persona creyente, el tema del perdón de los pecados se encuentra presente
en las lecturas de este domingo, de esta eucaristía. En la primera lectura se
nos narra el grave pecado del rey David , quien teniéndolo todo se enamoró de
la esposa de un oficial del ejército de nombre Urías, reclamándole el profeta
en nombre de Dios “mataste a Urías, el hitita, y tomaste a su esposa por mujer,
a él lo hiciste morir a espada de los amonitas” el profeta Natán le anunció al
rey David el castigo de Dios: “La muerte por espada no se apartará nunca de tu
casa, pues me has despreciado al apoderarte de la esposa de Urías el hitita y
hacerla tu mujer”. Grave pecado de muerte, asesinato y adulterio, David nos
dice al misma escritura se arrepintió sinceramente ante Dios de sus actos y por
ese arrepentimiento fue perdonado. En la segunda lectura San Pablo nos recuerda
que no debemos tener la tendencia de reducir la fe al cumplimiento de la misma
fe, tendencia que encontramos ahora también en nuestro tiempo, cuando la
persona piensa que por creer, que por saber acerca de Jesucristo, vive la fe,
pero la vive a nivel de pensamiento, a nivel de ideas, sin la vivencia de la fe
que conduce a compromisos concretos en el perdón, en la caridad y la cercanía
con el Señor Jesús por medio de los sacramentos. En el evangelio hermanas y
hermanos nuevamente aparece el tema del perdón de los pecados, perdón que se
obtiene por la fe y el amor al presentar Lucas este acontecimiento de la vida
de Jesús, con el fin de comprender mejor el mensaje de Dios en este domingo
vale la pena que analicemos los rasgos de la personalidad del fariseo y de esta
mujer, pecadora; el fariseo una persona perteneciente a la comunidad judía, una
comunidad que lo sabemos por la historia, religiosa pero también política, el
fariseo un devoto a los servicios religiosos, persona respetada y reverenciada
por la sociedad hebrea, que proclamaba ser muy espiritual que siempre estaba en
el templo en la sinagoga alabando a Dios y rezando para que los demás le
vieran, era el fariseo maestro de la ley y todo el pueblo lo tenía a este grupo
de fariseos como guías espirituales, nos dice el texto que este hombre, el
fariseo había invitado a Jesús a comer y también había invitado a unos amigos
que pertenecía sin duda a su mismo grupo religioso y político pero la comida se
vio justamente alterada por la presencia de una mujer; una mujer que no estaba
invitada, cuya vida era escandalosa, era conocida, se acercó a Jesús nos dice
el evangelio y comenzó a llorar, con sus lágrimas bañaba sus pies, dando pie a
que el fariseo pensara acerca de Jesús, “si este fuera profeta sabría qué clase
de mujer lo está tocando” pensamiento evidentemente que descalificaba a Jesús,
pensamiento fundamentado en el orgullo natural de una actitud farisaica; de la
mujer el evangelista no nos dice mucho, no nos dice su nombre pero si es claro
que es una mujer conocida por la comunidad, es claro que no llevaba una vida
recta; hermanas y hermanos esta relato evangélico tiene una gran enseñanza para
nuestra vida cristiana, muestra primeramente como Jesús acoge al pecador
arrepentido, el fariseo reacciona con un mal pensamiento de desprecio: “si este
supiera quien lo toca”, Jesús por el contrario da muestras de acogida y
comprensión, ve en la mujer a una persona necesitada de amor, a una persona
arrepentida, a una persona que busca la reconciliación, a una persona que busca
la paz, esta actitud de Jesús ante los descuidos de la sociedad debería
hacernos revisar también a nosotros nuestras actitudes, hay personas que se
sienten discípulas de Jesús pero que discriminan a otros negándoles el derecho
de acercarse a Dios, esa actitud incluso se presenta en personas muy allegadas a
la iglesia, ¡hay que tener cuidado! Que no es una actitud de Jesús, es una
actitud distinta al Señor. La segunda actitud de Jesús que aparece muy
claramente en el texto es perdonar, hermanas y hermanos el perdón viene de
Dios, de su amor misericordioso, pero para que exista perdón la persona tiene
que aceptarse a sí misma, tiene que aceptar sus faltas, tiene que aceptar su
historia y esto no es sencillo no es fácil porque no aceptamos que tenemos que
corregir el rumbo de nuestra existencia, de nuestra vida, la sociedad ha
perdido el sentido del pecado, y nosotros somos parte de la sociedad muchas
veces nosotros perdemos el sentido del pecado, hay que tener cuidado porque
ahora la sociedad muchas veces como también algunas personas consideran como
normales comportamientos abiertamente en contra del amor y de la justicia, el
verdadero pecado, si nosotros reflexionamos sobre este texto, el verdadero
pecado es la falta de amor, la falta de comprensión, la falta de acogida, en
una palabra es el perdón. La tercera actitud es ver como el pecador que
reconoce a Jesús, agradece, por ejemplo el gesto de esta mujer está movido por
la gratitud hacia el único hombre que le había tratado como persona, con
respeto, que no la había mirado como un objeto que se usa y después se desecha
y se desprecia; hacia el único hombre que no le había censurado sino que le
había aceptado como era para invitarla a la conversión, para invitarla al
cambio de vida, la gracia de Jesús hermanas y hermanos transforma, transforma
por dentro porque Jesús es paz y es misericordia. Qué paz nos da el saber que
estas actitudes de Jesús que hemos meditado muy brevemente en este domingo son
las actitudes que debe de tener cada cristiano, y hoy porque no reflexionar que
tiene que tener cada padre de familia para con sus hijos. Hoy en nuestra patria
celebramos el día del padre, que esta fiesta que nos da la oportunidad de
reconocer la labor del padre de familia, del padre que está llamado a ser
testigo, guía, padre de amor, de perdón, custodio como lo hemos visto en la
actitudes de Jesús en el evangelio de hoy y como debería ser la actitud de todo
buen padre teniendo presente en su vida el compromiso de la fidelidad, la
responsabilidad, el servicio, la generosidad y de acoger diario a los hijos con
amor, formando en ellos los valores cristianos. Hermanas y hermanos, esto no es
sencillo, esto no es fácil por eso hay que pedirle la gracia al Señor, para
poder acoger, para poder perdonar, para poder amar. Mi reconocimiento a todos
los padres por su entrega, por compartir su vida con sus hijos, gracias por ser
testigos del amor del padre celestial, que Dios los bendiga, pido a Dios que
los llene de sabiduría para cumplir con su misión y que les de la fuerza para
vivir su vocación, Dios tenga también en su reino y premie a todos los papás
difuntos y les conceda la recompensa por las actitudes favorables que hicieron
por la formación de sus hijos. Y recordemos todos nosotros en este evangelio hemos
nuevamente recordado actitudes de Jesús, vivámoslas poniéndolas en práctica.
Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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Homilía de nuestro Sr.
Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc del domingo 9 de junio de 2013
en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón
de Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas, en este domingo la palabra de Dios nos lleva a contemplar el
sufrimiento de dos mujeres, dos mujeres que pierden a sus hijos y como si esta
pena no fuera suficiente no tienen con quien compartir su tristeza pues ambas
son viudas y de acuerdo a los textos amabas no tienen hijos, más que uno sólo;
estas son dos situaciones muy diferentes, separadas en el tiempo, la primera
lectura que hemos escuchado y del evangelio sin embargo se da una respuesta
común al ver el dolor de estas mujeres por un lado con el profeta Elías, por
otro lado Jesús después de siglos, se conmueven y devuelven estos hijos únicos
a sus madres, los devuelven no muertos sino con vida, las lágrimas de estas madres se convierten en alegría y
acción de gracias a Dios por el don del Espíritu que es el don de la vida que
nueva mente obtienen los hijos de cada una de ellas. Del evangelio Jesús se
conmueve por la situación de esta madre como hemos escuchado, que ha perdido a
su hijo, se pone Jesús en su lugar, comprende la situación y el dolor que vive
esta mujer e interpreta Jesús, nos dice Lucas, fielmente los sentimientos de
esta mujer. Jesús tiene compasión; hermanas y hermanos, nos debe de quedar
claro que la compasión es la capacidad de entender el dolor humano y quien
tiene compasión no puede quedarse quieto ante el dolor sino que actúa para
modificar las condiciones que han causado ese dolor, así actúa Jesús. La compasión
es una virtud cristianan que es sembrada por Dios en nuestro corazón, pero para que crezca debe de ser aprendida, debe
de ser cuidada, debe de ser cultivada; así la compasión nos lleva a sentir como
propio el dolor de los demás e invita a aliviar el sufrimiento y evitarlo si
está a nuestro alcance, quien vive esta virtud no juzga ante los
acontecimientos sino que ayuda, comprende buscando siempre la caridad hacia el
necesitado. Cuando la persona deja de lado esa virtud de la compasión se
convierte en un enemigo para los demás pero también para él mismo, pues quien
vive sin compasión, hace daños sin escrúpulos a los demás, Jesús mismo ha
manifestado: Bienaventurado los misericordiosos o sea los compasivos porque
ellos alcanzarán misericordia o sea, alcanzaran la compasión; hermanas y
hermanos, no permitamos que las actuales circunstancias de violencia en nuestra
sociedad enferme nuestros corazones y llegue a dejarnos insensibles sin conmovernos
por el dolor de los demás, aprendamos la lección de este día para vivir
verdaderamente con un corazón compasivo, pero para tener un corazón compasivo
no bastan las palabras hay que pasar a la acción, la compasión ante el dolor humano
no nos puede dejar atrapados en la respuesta puramente afectiva de solidaridad
sino que debe de inspirar acciones de, en la medida de nuestras posibilidades,
traten de modificar la situación que produce dolor, siempre hermanas y hermanos
siempre es posible estar más allá de las simples palabras de cercanía y de
solidaridad, como discípulos de Jesús que somos por el bautismo, debemos de
tener claro que fue la compasión que llevo a Jesús a resucitar al hijo de la
viuda de Naím, y aquí cabe una pregunta ¿para nosotros el sufrimiento de los
demás produce la misma compasión?, ¿qué hago para ayudar al otro a vencer el
dolor y crear una situación de vida que es una situación de alegría? Hermanas y
hermanos, si creemos que la vida por Jesús venció a la muerte debemos conocer
la forma de pensar de Jesús, trabajar por la familia, trabajar por el respeto,
el perdón y por hacer una realidad aquí en nuestra sociedad, la paz del reino
de Dios. Hay actualmente, no podemos dudarlo, padres de familia que
experimentan un dolor semejante al de esta mujer porque quizás uno de los hijos
está como muerto, está como muerto por la droga o el alcohol, está como muerto
por haber abandonado el hogar sin tener la familia muchas veces noticias de su
paradero; hay hijos que parecen muertos porque no pueden levantarse de sus
vicios y en nada trabajan ni colaboran para el bien de la familia, padres de
familia, acerquen a sus hijos a Jesús, pídanle a Jesús por ellos, para que en
Él, en Jesús encuentren la vida y no mueran, si ustedes padres de familia hacen
hasta lo imposible por dar a sus hijos la mejor escuela y lo más que pueden,
pero no les inculcan la práctica religiosa, no les inculcan los valores
cristianos, no les extrañe que el tipo de pecados que nos rodean los contagie y
destruya la buena semilla que se siembra en su alma, la cizaña y el veneno
llegan por todas partes y nadie está exento de sufrir su daño que lleva hasta
la misma muerte. Si queremos que la vida triunfe sobre la muerte tenemos que
intervenir en los procesos formativos formando en los hijos valores cristianos,
acrecentando la fe con el encuentro en Jesús, escuchando su palabra, orando con
su palabra, respetando el bien común viviendo en la honradez, en la verdad, la
responsabilidad y ejerciendo ante todo la caridad. Padres de familia, sus hijos
siempre voltean primero a ustedes, que su conducta sea una conducta buena, una
conducta de los hijos de Dios, que la semilla que hoy siembra Dios por medio de
este Sacramento Eucarístico y por el Sacramento de la Confirmación conduzca a
todos a la vida eterna. Que así sea. ___________________________________________________________________
Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística del domingo 26 de mayo de 2013, en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, hoy la iglesia celebra el misterio de la Santísima Trinidad la presencia de Dios uno y trino, un misterio en el que reconocemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos acompañan desde la creación del mundo y a lo largo también de la historia particular de cada uno de nosotros, Dios Padre, nada esta fuera de Él y todo está en Él, por Él se hizo todo y nada llegó a ser sin Él, lo que llegó a ser tiene vida en Él así que Dios Padre es el creador del mundo y revela su paternidad cuando Moisés es enviado a pedir la liberación del pueblo de Israel que estaba esclavo de Egipto; lo podemos leer del capítulo IV del libro del Éxodo: Así habla el Señor, le dice a Moisés ve y dile al faraón, Israel es mi hijo, mi primogénito, yo te mando que dejes a mi hijo libre, ¿ir a dónde? Ir al desierto para alabar al Señor. En la Sagrada Escritura a Dios se le nombra de distintas formas pero en todas ellas se resalta el amor, la presencia y la misericordia de Dios. El nuevo testamento escudriña a él, se dirige a el con el término de Abba, que era el nombre cariñoso que usaban los niños arameos, - porque Jesús hablaba el arameo - al referirse a su Padre, con esta palabra Abba, muestra la integridad y el cariño, como nosotros mostramos la integridad, mostramos el cariño hacia nuestro padre cuando le decimos papá, expresión informal, pero a la vez una expresión respetuosa, en la sagrada escritura conocemos la filiación divina de Jesús con el Padre Celestial, de una manera especial, padre de Jesucristo, pero contiene también en sí la sagrada escritura la doctrina que todos nosotros género humano también somos hijos de Dios. Este domingo la liturgia propone a nuestra consideración el misterio de la Santísima Trinidad, aunque el tema lo podemos quizás considerar raro, difícil, distante, no es así, si nosotros nos fijamos, nosotros siempre en nuestra vida los cristianos invocamos el nombre de la trinidad, cuántas veces al iniciar el día nos persignamos y lo iniciamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, lo invocamos cuando salimos de la casa, lo invocamos al iniciar el trabajo, cuánta gente lo invoca ante los problemas, lo invocamos ante las dificultades, invocamos cuando nosotros terminamos nuestra jornada, nuestra viva como cristianos está marcada por esta invocación: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La trinidad es la esencia de la vida sacramental, de los sacramentos signos visibles de la gracia de Dios, pues pronunciamos su nombre por ejemplo en el sacramento del bautismo: yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; en el sacramento de la confirmación cuando invocamos al Espíritu del Señor; en el momento del matrimonio cuando decimos lo que Dios ha unido Padre, Hijo y Espíritu Santo no lo separe el hombre. Esta invocación sirve también de apertura para la Eucaristía para la misa, hoy lo hemos invocado; todas las oraciones también concluyen invocándola, con ella terminamos el rito de nuestra oración, terminamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Habrían de preguntarse ¿qué queremos significar cuando usamos esta expresión? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los cristianos y hay que recordarlo, queremos decir que en la unidad de Dios hay tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; de esta manera podemos afirmar que el Padre es Dios, que el Hijo es Dios, que el Espíritu Santo es Dios, sin embargo no hay tres Dioses sino un solo Dios verdadero, creador, un Dios vivo, un Dios cercano porque de la nada, nada sale, por eso la iglesia no puede aceptar como una invocación la santa muerte, porque la muerte es la negación de Dios, Dios creador es vida, está vivo y está con nosotros; científicamente también lo podemos saber ahora que la ciencia ha permitido descubrir el genoma humano y a aquella molécula que es sustancial para la vida, ahí encuentra la ciencia la intervención de Dios, porque sin Dios aquella molécula no podría haber existido, porque Dios es principio, porque
Dios es vida y donde no esta el ser no puede existir mas que la nada. Los escritos sobre la Santísima Trinidad cuando se quiere buscar la presencia de la Santísima Trinidad y entender este misterio, porque es un misterio, entre todos esos escritos resalta una anécdota, yo no se si sea cierta o no, lo resalta esta anécdota que se atribuye a un gran Doctor de la iglesia a San Agustín, cuenta la historia que San Agustín paseaba largas horas junto al mar, pues vivía en un puerto, y ahí frente al mar reflexionaba sobre los misterios de Dios, sobre los misterios de la fe, un día caminando en la orilla del mar vio a un niño que estaba escavando un hoyo en la arena, y que posteriormente corría hacia el agua del mar con una concha tomaba el agua y la traía hacia el hoyo, San Agustín sintió curiosidad y le preguntó que hacía, el niño le dijo que quería pasar toda el agua del mar a ese pequeño agujero, San Agustín le respondió que eso era imposible, dice la anécdota que el niño también le dijo: mira es más fácil lograr que esta agua se pase a este agujero que comprender la grandeza, que comprender el misterio de Dios, porque Dios es todo un misterio. Hermanas y hermanos a la mente humana es imposible entender como se integra la perfecta unidad y comunidad de Dios; tres personas en una unidad en Dios, en la lógica humana unidad y comunidad expresan dos realidades diferentes, distintas, de todas las verdades develadas en la historia de la salvación en la escritura, ésta es la más difícil de comprender por la razón, no podemos comprender ni expresar la grandeza de Dios, por qué, porque Dios es tan grande tan maravilloso que desborda todo intento de definición, a Dios no lo podemos definir. La encarnación de Jesús marca un paso grande gigantesco en este proceso de automanifestación de Dios al género humano, Jesús ha dicho: “Yo soy el camino, yo soy la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mi”, por medio de Jesucristo entonces conocemos al Padre, Jesús nos enseña que Dios es en si mismo comunión, que está lleno de vida, de conocimiento y de amor y que quiere hacernos a cada uno de nosotros sus hijos, a quienes le aceptamos, partícipes de esa riqueza de vida, de conocimiento, de amor, de paz. A través de su predicación Jesús reveló al Padre a sus discípulos y cuando Él ya no estuvo presente visiblemente en medio de ellos les prometió y les envió al Espíritu Santo para que tuvieran la claridad total sobre los designios del Padre, este mismo Espíritu que hoy recibimos en el Sacramento de la Confirmación, pero el reto es muy grande, tenemos que abrir nuestro espíritu con fe, con esperanza para que el Espíritu venga y nos penetre, para que el Espíritu de Dios nos enseñe a orar, para que el Espíritu de Dios nos enseñe a conocer a Cristo a vivir siempre marcados por la presencia de Dios, buscando crear una sociedad justa, una sociedad de amor, una sociedad de perdón, una sociedad de paz. La presencia de Dios hermanas y hermanos no la podemos reducir aquí al templo, Dios está presente en todas partes y a Dios hay que hacerlo presente y proclamarlo donde quiera que nosotros nos encontremos. Una invitación: descubramos en este Dios que nos crea, que nos comunica su vida divina y que nos adopta como hijos, sintámonos muy cerca de su Hijo amado que nos redime, Jesús es Dios que asume nuestra condición humana por eso Jesús es el modelo a seguir para nuestra vida, no podemos decir que creemos en Jesús si únicamente sabemos de Jesús y no buscamos vivir a Jesús por medio de nuestros actos. El Espíritu Santo es Dios guiándonos en la fe, confortándonos, motivándonos e iluminándonos en la búsqueda
continua de la verdad de Dios. Hermanas y hermanos pidámosle al Señor que nos ayude a vivir en unidad y en amor para que así podamos construir la comunidad de discípulos misioneros, porque todo bautizado es misionero y debe de proclamar con su vida la presencia de Dios. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.
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Homilía
de nuestro Sr. Obispo Oscar Roberto Domínguez, del día domingo 19 de mayo de
2013 en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón
de Jesús a las 11:00 hrs.
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De la Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, el domingo 5 de mayo de 2013, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas
la liturgia de la palabra que acabamos de escuchar en este sexto domingo de
pascua nos presenta temas muy importantes que vamos a reflexionar: El primer
tema lo trata la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, el segundo
tema fundamental del evangelio de Juan. La primera lectura tomada de los Hechos
de los Apóstoles nos relata uno de los momentos más difíciles de la primera
comunidad cristiana, ya que los judíos recién bautizados exigían a sus hermanos
paganos, que había acogidos, se habían convertido al mensaje de Jesús, que
primero aceptara, es decir vivieran la ley de Moisés, en particular
aquellos mandamientos acerca de la
circuncisión y las normas que regulaban el consumo de los alimentos para que
aceptando estas normas pudieran pasar a la comunidad cristiana, nos dice el
texto de los Hechos de los Apóstoles que se pusieron a enseñar a los hermanos
que si no se circuncidaban de acuerdo con la ley de Moisés no podían salvarse,
esta situación provocó un conflicto provocó un altercado como nos dice la
palabra de Dios, una violenta discusión entre Pablo y Bernabé. Hermanas y
hermanos este hecho tiene mucho que enseñarnos ya que no debemos de
escandalizarnos ante diferencias que se presentan en la iglesia, después de
analizar los argumentos a favor y en contra siempre se llega a una conclusión,
y cuando la conclusión está de acuerdo a la voluntad de Dios podemos exclamar
como la primera comunidad, “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido” las
decisiones responsables deben de tener como base tres niveles: primero lo
revelado, la palabra de Dios, segundo, la tradición, cómo se ha vivido
tradicionalmente en el magisterio la palabra de Dios, y tercero, qué es lo que
Dios pide en el momento, así podemos tener diversos puntos de vista como a
veces se tienen pero siempre llegando al momento clave del discernimiento y del
discernimiento que es la búsqueda de la voluntad de Dios a la unidad. Así
hermanas y hermanos, estamos llamados a afirmar la unidad de la fe y de los
valores éticos fundamentales de manera que todos confesemos las mismas verdades
y nos comportemos de acuerdo, no a lo que yo pienso, sino de acuerdo a lo que
piensa el Señor, al evangelio. El segundo punto de reflexión importante lo
encontramos en el Evangelio de Juan, hoy nos ha dicho el Señor: “El que me ama
cumplirá mi palabra y mi padre lo amará y vendremos a él y haremos en él
nuestra morada”, como podemos darnos cuenta, el centro de aquel que cumple la
palabra es el amor, y tendrá como consecuencia la permanencia de Dios en su
persona, “haremos en él nuestra morada”. San Juan nos explica que el amor es el
centro de la historia de la salvación y por lo tanto el centro de nuestra
historia, entonces, si queremos responder a la pregunta ¿quién es Dios? La
respuesta más exacta nos lleva a confesar que Dios es amor, ahora bien, el amor
no solo define la identidad de Dios sino que es la identificación de su actuar,
en su amor encontramos el para que de muchas cosas no únicamente el porque, la
historia de la salvación sólo tiene una explicación: el amor de Dios que nos
tiene a cada uno de nosotros, nosotros como discípulos del Señor estamos
llamados hermanas y hermanos hacer con nuestra vida un reflejo del amor de
Dios, ya que este amor no se queda ni se puede quedar en palabras debe de
llegar a lo concreto, al cumplimiento de la caridad al cumplimento de lo
elemental que serían los mandamientos. Cuando hablamos del cumplimiento de los
mandamientos pensamos en la práctica de los diez mandamientos, pero recordemos
la palabra del Señor, estos diez mandamientos son la síntesis de los principios
que deben regir nuestras relaciones, con Dios y con el prójimo es decir con la
comunidad, en ellos se nos pide el respeto, el respeto a los valores esenciales
como es el respeto a la vida, el respeto al hombre, se nos pide vivir una
verdadera convivencia, el cumplimiento de los mandamientos también conduce al
respeto de las orientaciones que la iglesia nos da en temas doctrinales, en
temas morales, como tenemos que insistir en el tema tan discutido del respeto a
la vida, la iglesia respeta la vida porque está en el plan de Dios, la iglesia
respeta y promueve la vida y todo aquello que está en el bien común. Hermanas y
hermanos, al reflexionar sobre el amor cristiano debemos de ir a lo profundo,
no quedarnos en los principios sino estos llevarlos a la práctica de manera que
el amor se concrete en hechos de vida que transformen nuestra persona pero
también que transforme la sociedad. El santo padre Francisco en estos días
pasados ha afirmado que la iglesia es una comunidad del si porque nace del amor
de Cristo, yo me pregunto: ¿esto qué quiere decir? Quiere decir que en la
iglesia encontramos al Señor, que la iglesia es el si que nos impulsa a la
conversión, que la iglesia es el sí que nos compromete al perdón, que la
iglesia es el si que nos compromete al cambio a la metanoia, que la iglesia es
el si que nos compromete al amor a Dios y al prójimo; regresando a las palabras
del Santo Padre, Él concluyó diciendo: cuando una comunidad cristiana vive en
el amor, confiesa sus pecados, adora al Señor y perdona las ofensas, cuando
tiene caridad con los demás lo manifiesta en el amor. Hermanas y hermanos, esta
es una invitación, es una invitación de vivir el amor en el Señor, para que el
Señor viva en nosotros. Pidamos hoy en este día a nuestro Dios y Padre que nos
ayude a vivir en la unidad y en el amor para que así podamos construir la
comunidad de discípulos misioneros que Él desea, proclamando siempre su reino,
que Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive nos
acompañe en esta encomienda. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr.
Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 21 de abril de
2013, de la Celebración Eucarística en la Catedral del Sagrado Corazón de
Jesús.
Estimados hermanos y
hermanas procedentes de las diversas diócesis que conforman nuestra Provincia Eclesiástica
de Tlalnepantla, la iglesia que peregrina en esta Diócesis de Ecatepec los
recibe con gran alegría y nos unimos a la iglesia universal que celebra la
quincuagésima jornada mundial de la oración por las vocaciones en el marco del
año de la fe, en este cuarto domingo de pascua, también conocido como el
domingo del Buen Pastor. Esta imagen del Buen Pastor que nos presentan los
evangelios ha estado presente en la fe y en la devoción de los cristianos a lo
largo de los siglos, los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús
crucificado, así lo podemos constatar, sin embargo es muy común encontrar
representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros,
representaciones de Jesucristo “Buen Pastor”, la imagen de Jesús Buen Pastor es tan rica que nos ayuda a
comprender su identidad de Jesús, al comprender la identidad de Jesucristo,
comprendemos su misión, comprendemos su relación con nosotros, podríamos
describir esta imagen diciendo que el buen pastor es aquel que conociendo a sus
ovejas las cuida, las atrae hacia si, e incluso da la vida por ellas. La
identidad es el conjunto de los rasgos propios de una persona que la
caracterizan frente a otros y que la convierte en alguien distinta a los demás,
así la identidad hermanas y hermanos de Jesús esta profundamente asociada a su
misión, a su misión salvadora, mesiánica y vinculada con actitudes y
comportamientos hacia la misma misión. Primero debemos de conocer al Señor,
vale la pena recordad que Jesús nació de una familia pobre de Nazaret, fueron
las persecuciones de Herodes las que llevaron a su familia después de su
circuncisión a refugiarse en Egipto, la familia fue migrante, su infancia transcurrió.
Posteriormente en Nazaret, donde vivió con su padre, seguramente conociendo el
oficio de carpintero. Durante su vida pública Jesús se dirigió fundamentalmente a proclamar el reino de
Dios, y ¿a quién proclamaba el reino Jesús?, a los pobres, judíos, por eso
predicaba el amor al prójimo, por eso predicaba el desprendimiento de los
bienes materiales, el perdón y la esperanza en la vida eterna. Hermanas y
hermanos que difícil es constatar hoy en nuestra sociedad que se producen
dolorosos conflictos muy alejados de la proclamación del Señor, encontramos
conflictos generacionales entre padres e hijos, hay jóvenes que buscan
únicamente el placer o conquistar una función lucrativa y de prestigio,
sumergidos en un pensamiento que consiste en intentar demostrar ser, algo que
no se es, este rasgo suele causar rechazos incluso de unos para los otros,
rechazo de valores, de valores cristianos, rechazo de identidad, rechazo de
vida ala negación de dar raíces lo que origina una gran frustración y envidia
por parte de quien posee estas circunstancias hacia los demás, esto no tiene
relación con el natural y sano deseo de progresar en la vida porque quien vive
así busca acceder a una clase superior sin importarle los medios que se deban
utilizar para lograre su felicidad que se basa en un estatus y bienes
materiales, pero, progresar en la vida es otra cosa, progresar en la vida es
distinto, hay que reconocer que gracias a familias cristianas y a la formación
que se realiza en estas familias hay jóvenes que vibran por el descubrimiento
de Jesús y que viven intensamente su fe en el compromiso con el prójimo
particularmente con el desposeído, con el pobre, con el oprimido, hoy el
evangelista Juan nos narra el conocido pasaje del Buen Pastor, cuando Jesús se
encontraba paseando en el templo, en el conocido Pórtico de Salomón, lugar que
era muy frecuentado por la gente ya que al andar por ese Pórtico, al estar en
ese Pórtico los contemporáneos de Jesús podían escuchar las enseñanzas sobre la
vida, en el Jesús, en este Pórtico es cuestionado sobre su propia condición
como salvador, como Mesías, esperando
quienes lo interrogaban la respuesta, no con el fin de conocerlo sino con el
fin de acusarlo, la respuesta de Jesús es concreta y tajante: “mis ovejas escuchan
mi voz y yo las conozco, ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Hermanas
y hermanos solo quienes escuchan con atención la palabra de Dios y quien lleva
a la práctica esta palabra es capaz de ser oveja, es decir discípulo y dar una
respuesta favorable al llamado que el Señor le hace, la decisión de seguir a
Jesús depende de cada uno de nosotros de nuestra propia libertad, una libertad
que ha de conducirnos hacia la vida eterna, y no una libertad que nos puede
conducir a una supuesta felicidad y al final de cuentas en lugar de traer paz
trae intranquilidad, trae frustración, trae desilusión, no nos confundamos, solamente cuando la persona
escucha con atención la palabra de Dios es capaz de darle sentido a su propia
existencia y entablar una relación verdaderamente profunda con aquel que es la
verdad, con aquel que es el camino y es la vida, es decir con Jesús el Buen
Pastor. En estos tiempos la persona vive inmersa en un mundo en donde las
comunicaciones, como el internet, las redes sociales y los medios de
comunicación masiva van abarcando cada vez más el interés de tantos y tantos
jóvenes que dejándose guiar por estos falsos pastores se van perdiendo en el
camino y no pueden seguir al verdadero pastor que es Jesús, ese Jesús que
conduce al verdadero lugar, a su reino. Hermanas y hermanos, Dios quiere que
todas las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y es
precisamente Jesús el Buen Pastor, quien
los guiará al caminar hacia la salvación tan anhelada por nosotros los
cristianos, ahora en esta eucaristía hay un buen grupo de jóvenes, yo les
quisiera decir a ustedes jóvenes, ustedes están llamados a salir como
misioneros, como discípulos a evangelizar, porque ustedes tienen que pertenecer
al rebaño del Señor, especialmente ustedes vayan a evangelizar a los alejados a
vencer los obstáculos que amenazan con el derecho de la libertad, con el
derecho de la vida, ayúdenos para poder construir una iglesia que defienda
verdaderamente los valores evangélicos que el buen pastor nos ha regalado. La
capacidad de ustedes jóvenes es inmensa, ha llegado el momento de la reflexión
y de la acción de la plena aceptación de este desafío, de vivir siendo
discípulos del Señor perteneciendo al rebaño del verdadero pastor en plenitud,
reconociendo y viviendo los valores evangélicos. Su Santidad el Papa Emérito
Benedicto XVI, en su mensaje en conmemoración de la quincuagésima jornada de
oración por las vocaciones, que hoy también estamos celebrando, nos invita a
reflexionar en Jesús el resucitado, quien pasa a través de los caminos de
nuestra vida y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y
nuestras necesidades, precisamente en el devenir cotidiano sigue dirigiéndonos
su palabra, nos llama a realizar nuestra vida con Él, el único capaz de apagar
nuestra sed de esperanza. Él que vive en la comunidad de discípulos que es la
iglesia, también hoy, Él llama a seguirlo y esta llamada puede llegar en
cualquier momento, también ahora repite a cada uno de nosotros: “ven sígueme”.
Para comprender y responder a esta invitación es necesario primero escuchar su
voz, como aquellas fuentes a fin de dejar elegir por si mismos el propio camino
y seguir el camino del señor, un seguimiento que significa renunciar a nuestra
propia voluntad para adoptar la voluntad del Buen Pastor, dándole
verdaderamente una precedencia, es decir: Ponerlo a Él a Jesús en primer lugar
frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los
intereses personales, la escuela, los amigos; entregarle nuestra propia
vida, vivir con Él en profunda amistad y
entrar a través de Él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo para
poder en consecuencia ser miembros de su rebaño, ser discípulos. Queridos hermanos
y hermanas, no dejemos que el ruido proveniente del exterior de nuestra
comunidad nos impida escuchar la voz del Señor, más bien sigamos la voz del
Buen Pastor que es el Señor y pidámosle a Él que sostenga en sus hombros
también a todos nuestros jóvenes, que sostenga en sus hombros a nuestros
seminaristas, que sostenga en sus hombros a la vida consagrada que suscite en
cada uno de los jóvenes la vocación para poderlo amar y servir a Él. ¡Oh Madre
del Señor!, te pido en esta mañana que despiertes en los jóvenes la
disponibilidad al servicio de tu hijo, implora ante tu hijo para nosotros
abundantes bendiciones que se concreten en vocaciones locales al sacerdocio y a
la vida consagrada. Señora Madre nuestra ayúdanos a vivir en el rebaño de tu
hijo para poderlo reconocer siempre como nuestro buen pastor. Que así sea.
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Homilía del Sr Obispo Mons. Oscar
Roberto Domínguez C. en la Misa que celebró el domingo 14 de abril de 2013 en
la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas
nos encontramos en el tercer domingo de este tiempo pascual, el evangelio de
hoy nos presenta la aparición de Jesús resucitado
a orillas del Lago de Tiberíades, es importante recordar que una parte
significativa de los hechos narrados en los evangelios tuvieron lugar en ese
lago, hechos como fueron el llamado de los primeros discípulos, la tempestad
calmada, la pesca milagrosa, o bien cuando Jesús camina sobre las aguas. Jesús
se manifiesta a estos discípulos que después de los acontecimientos que han
vivido de su muerte se sienten tristes, se sienten desorientados, pero a pesar
de sus sentimientos tienen que ir a trabajar, tienen que ir a pescar para poder
sostener a su familia y con que resultado, imagínense ustedes después de
trabajar toda la noche nos dice el evangelio: no han pescado nada,
aparentemente todo se encuentra en contra de ellos, cuantas veces hermanas y
hermanos así nos sentimos nosotros en la vida, sentimos que todo nos sale mal,
sentimos que no hay un camino seguro por el cual andar, el momento culmen de
este relato es cuando Jesús se aparece en la orilla del lago, pero nos dice
Juan que no lo reconocieron, Jesús resucitado es diferente pues Él no regresa
al estado físico que tenía en el momento de su crucifixión sino que resucita
hacia adelante y entra a un modo nuevo de vida absolutamente diferente; por eso
hermanas y hermanos, para poder reconocerlo no basta a sus discípulos la visión
física de alguien que está frente a ellos sino que necesitan una mirada diferente,
que es una mirada desde la fe. El Santo Padre Francisco, últimamente con sus
enseñanzas con su reflexión nos ha dicho: la muerte y resurrección de Cristo
son el corazón de nuestra fe, es la resurrección de Cristo la que nos abre a
una esperanza más grande porque abre nuestra vida y la vida del mundo al futuro
eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el malo, el pecado,
la muerte no pueden ser vencidos únicamente con cualquier cosa sino con la
resurrección de Cristo y eso nos lleva a vivir con más confianza la realidad
cotidiana a fundarla con coraje y compromiso porque la resurrección de Cristo
nos dice el Papa es nuestra fuerza; continua recordando que los primeros
testigos de la resurrección fueron las mujeres, éstas son impulsadas por el
amor y saben recibir este anuncio con fe, creen, e inmediatamente transmiten lo
que creen, no se lo guardan para si, la alegría de saber que Jesús está vivo,
la esperanza que llena sus corazones no se puede contener: esto debería de
suceder también en nuestra vida, nos pregunta el Papa ¿tenemos el coraje de
salir para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida?.
Hermanas y hermanos la resurrección de Cristo es nuestra certeza más grande, la
resurrección de Cristo es el tesoro más precioso, cómo si estamos convencidos
de ello no compartir este tesoro con los demás, regresando al texto evangélico
de este domingo encontramos dos momentos vividos por estos pescadores: un
primer momento de esfuerzo y fracaso y un segundo momento de pesca abundante,
yo me pregunto: ¿qué nos quiere decir el Señor ante estos hechos? Primero la
experiencia del fracaso es común a todos los seres humanos, cuántas veces hemos
sentido que nuestro esfuerzo y que los resultados no están de acuerdo con las
expectativas esperadas, esta experiencia de fracaso es una realidad en la
persona humana; segundo, cuántas veces el Señor nos habla ante el fracaso como
les haba a sus discípulos, Jesús les dijo nos dice el texto: muchachos ¿han
pescado algo? Ellos contestaron no, entonces Él les dijo echen la red a la
derecha de la barca y encontrarán peces, nos dice Juan que así lo hicieron y
que después ya no podían jalar la red por tantos pescados; en estas dos
imágenes, la red vacía y la red llena hay una enseñanza sobre el obrar humano,
cuántos actuamos inspirados exclusivamente en los cálculos humanos,
cuántos queremos salir adelante ante los
problemas, con frecuencia, cuando trabajamos solos, sin Dios, encontramos la
red vacía. Pero cuando hacemos con fe, con esperanza confiados en Dios y en su
palabra los resultados son abundantes, cuántas
veces yo me he encontrado con personas que me han dicho: Padre yo no se
cómo pero ahora estoy sana de mi enfermedad, Padre yo no se como pero ahora he
encontrado trabajo a pesar de mis 47 años, esto me lo decían precisamente ayer
un hombre. Hermanas y hermanos el momento culminante de este relato evangélico
es el reconocimiento de la acción de Jesús por sus discípulos quienes lo
reconocen, el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: es el Señor. Este
encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos, además de la enseñanza
anterior contiene un profundo mensaje sobre la dimensión comunitaria de nuestra
fe, la comunidad de discípulos se fortalece cuando comparten el alimento
preparado por el Señor, este encuentro cercano y este encuentro que fortalece a
los discípulos es el mismo encuentro, el que nos lleva a reconocer: es el
Señor, es el mismo encuentro que tenemos cada vez que nos reunimos para
celebrar la Eucaristía, Jesús en el altar presente entre nosotros, la comunidad
de discípulos se fortalece en la unidad, aquí tenemos otro mensaje que
aprender: si nosotros en nuestro pueblo queremos que nuestro pueblo sea
fortalecido trabajemos en la unidad, para qué, para poder tener buenos
resultados confiando en Dios, y entonces si seremos fortalecidos en la paz, seremos
fortalecidos en la justicia, seremos fortalecidos en el amor. Hermanas y
hermanos esta escena de Jesús resucitado que prepara con profundo cariño el alimento para sus discípulos, nos
ofrece una orientación muy clara, nos enseña que la comunidad cristiana se
reconstruye y construye alrededor de la mesa eucarística, alrededor del
contacto con Jesús. Así que en este domingo Jesús nos transmite un mensaje con
mucha claridad: el primero de ellos se refiere a los esfuerzos humanos, si
confiamos exclusivamente en nuestro criterio humano y en nuestras propias
fuerzas, fracasaremos en las decisiones que tienen que ver con la orientación
fundamentada de nuestra vida, si queremos acertar en la decisión, confiemos en
las palabras de Jesús; y el segundo mensaje tiene que ver con la comunidad,
nuestro proyecto de vida, nuestro proyecto de pueblo, nuestro proyecto de
comunidad, que es nuestro proyecto de estado, únicamente puede salir adelante
en la unidad, no puede ser un proyecto individualista, necesitamos trabajar en
comunidad y esto se fortalece poniéndolo en las manos del Señor. Pidámosle a
Jesús que nos conceda las fuerzas necesarias para poder llevar a cabo en
nuestra vida diaria sus enseñanzas y así trabajar por su reino de justicia, de
amor y de paz. Que así sea.
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Homilía de nuestro Sr.
Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc del día 23 de marzo de 2013,
conmemorando el Domingo de Ramos.
Queridos hermanos y hermanas
hoy en este domingo hemos escuchado, como cada año la lectura de la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo; y con este domingo de ramos iniciamos la
Semana Santa, la liturgia de la iglesia nos invita a introducirnos en el
misterio de la pasión, de la muerte pero ante todo de la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo. Fíjense ustedes que repetí una tradición como la que
repetimos cada año en estas
celebraciones, sin sentido ni significado nos llevaría a una costumbre y a una
tradición muerta, nos llevaría a quedarnos únicamente en el aspecto folclórico
sin llegar al fondo del para que conmemoramos la semana santa, los ramos que
hoy bendecimos, les decía hace un momento al iniciar nuestra celebración en el
Calvario: estarán presentes en nuestras casas, en nuestros trabajos y en
diversos lugares, no como signos de superstición sino como señal de la
bendición de Dios, pero esto, hermanas y hermanos dependerá de la relación y el
conocimiento que cada uno de nosotros tengamos de Jesús, si para nosotros Jesús
es el Dios vivo y verdadero, entonces tendrá un sentido en nosotros la semana
santa y también tendrá un sentido estos signos de los ramos, pero, si para
nosotros Jesús es solamente una idea, es solamente un pensamiento y Jesús no
está presente en nuestra vida, entonces nosotros no viviremos esta conversión,
esta esta conmemoración del Señor, por eso hermanas y hermanos la celebración
de nuestra fe en la persona de Jesús nos debe de llevar a conocerlo, a amarlo y
a profundizar verdaderamente en estos principios de fe que nos lleva a vivir el
perdón, que nos lleva a vivir el amor que tanto necesitamos aquí en nuestra
Patria, aquí en nuestro Estado y aquí en Ecatepec. La segunda lectura que hemos
escuchado tomada de la carta de San Pablo a los filipenses expresa con gran
precisión los dos momentos que vamos a vivir del misterio pascual: por un lado
la humillación del Señor, del Señor que es tomado, del Señor que es conducido a
la muerte; pero por otro lado el segundo momento la glorificación, que hermosas
palabras hemos escuchado de Pablo cuando nos ha dicho: Cristo Jesús siendo
Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición
divina sino que por el contrario, se anonadó, o sea se rebajó a sí mismo
tomando la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres, así, hecho
uno de ellos se humilló a si mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte y
una muerte de cruz, por todo eso, lo dice San Pablo, Dios lo exaltó sobre todas
las cosas; ¿Por qué lo exaltó? Me pregunto yo, porque Dios se ha manifestado en
la humillación en Cristo, en Cristo que ha venido no a ser servido sino a
servir, así hermanas y hermanos expresa San Pablo los dos momentos profundos
del misterio pascual: la tiniebla y la luz, la humillación y la exaltación y
decimos ahora en un lenguaje cotidiano: no hay domingo de resurrección sin
pasar por el viernes santo. En este domingo de ramos iniciamos la conmemoración
de este misterio pascual, que es, no cabe duda fundamento de nuestra fe,
reconocemos como cada año y reconocemos en este año de la fe que no hay otra
puerta para encontrarnos con Cristo sino la puerta de la fe, pero la fe no es
una idea, la fe no es un pensamiento, la fe es una certeza de vida que debemos
de vivir y de mostrar con nuestros actos, con nuestras actitudes de cada día.
Hoy recordamos como cada año, cómo los judíos se reunían para celebrar la
fiesta de pascua, con este motivo acudían a Jerusalén, acudían peregrinos de
todas partes, no cabe duda que el ambiente de la ciudad se caracterizaba en
aquellos tiempos por la alegría pero también por sentimientos nacionalistas,
sentimientos políticos. La fiesta de la pascua los judíos conmemoraban su
liberación de la esclavitud de Egipto y se fortalecían los ideales del pueblo sometido
en ese momento histórico al poder de los romanos, tenían fuertes sentimientos
de liberación y alimentaban las esperanzas de un mesías que restauraría la
fuerza y la libertad del pueblo de Israel, es importante tener en cuenta este
contexto para poder comprender el significado de la entrada de Jesús en
Jerusalén, la cual no fue ordenada en una procesión rigurosa, no, fue una
procesión con cantos, fue una procesión ruidosa, fue una manifestación donde se
mezclaban todos estos sentimientos, sentimientos sociales, sentimientos de
libertad, sentimientos políticos y sentimientos religiosos, Jesús hace su
entrada triunfal en Jerusalén no con el orgullo propio de los vencedores, no
con el orgullo propio de aquellos que han triunfado, que llegan para ser
ovacionados por las multitudes, no, por el contrario Jesús se manifiesta como
el mesías, mesías pobre y humilde que viene a servir a su pueblo, este mensaje
nos lo transmite al entrar montado en un burro, animal que todos sabemos carece
de todo significado triunfal y que es sinónimo de humildad. El texto de Lucas
nos describe como fue evolucionando en ese día la entrada de Jesús a Jerusalén,
el entusiasmo iba en aumento: cubrían el piso con sus mantos, cantaban,
gritaban, bendecían a Dios; evidentemente no todas las personas compartían
estos sentimientos mayoritarios de la multitud y seguramente trataban de
silenciar las voces de aquellos que gritaban bendiciendo a Dios y bendiciendo
al mesías. Hermanas y hermanos la presencia de Jesús, sus palabras y acciones
fueron en aquel tiempo y continúan ahora en este siglo XXI siendo motivo de
polémica pues ha venido a desinstalarnos, Jesús ha venido a cuestionarnos,
Jesús ha venido a denunciar el orden que se manifiesta en la injusticia, en el
pecado, para instaurar un orden nuevo a partir del perdón, a partir de la
gracia, a partir de la paz, por eso hermanas y hermanos busquemos en nuestra
vida signos de conversión, busquemos en nuestra vida signos par decir que
Cristo para nosotros es nuestro Rey, cambiemos de actitudes: dejemos el pecado,
la mentira, la injusticia, vivamos para el Señor, acerquémonos a los
sacramentos, busquemos la confesión, busquemos los valores del reino de los
cielos y no los valores de este mundo. Hermanos y hermanas en esta semana santa
que iniciamos no nos comportemos como espectadores, involucrémonos activamente
en la oración, en las celebraciones, dejémonos amar por Jesús hijo de Dios vivo
que firmó con su sangre un pacto de amor que nunca podrá terminar, que Jesús el
Dios de la historia nos acompañe y nos bendiga para que seamos cada uno de
nosotros en este año de la fe verdaderos discípulos y misioneros de el. Que así
sea.
_________________________________________________________________________
De la homilía de nuestro Sr.
Obispo Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 17 de marzo de 2013, en
la Misa que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y
hermanas, les doy como cada domingo la bienvenida, los saludo con mucho afecto
y cariño a cada uno de ustedes, hermanos
fieles en el Señor. Doy también la
bienvenida en este domingo al señor presidente
municipal Pablo Bedolla, tenga la seguridad señor presidente que oramos por usted, para que continúe llevando a este
pueblo que Dios le ha encomendado, para que pueda vivir en paz, es el anhelo
que seguramente tiene usted y tenemos cada uno de nosotros habitantes de este
municipio de Ecatepec. Queridas hermanas y hermanos: La liturgia de la palabra
en este quinto domingo del tiempo de cuaresma enriquece la experiencia que en
días pasados hemos vivido como iglesia ante la elección del nuevo Papa
Francisco. Los cardenales de todo el mundo se reunieron en Roma para analizar
el estado actual de la iglesia y delinear el perfil del pastor espiritual que
guiará a la comunidad, hoy pedimos al Señor que el nuevo Papa tenga la
fortaleza espiritual y las facultades necesarias que le permitan gobernar a la
iglesia en el convulsionado mundo que vivimos, la credibilidad de la acción
evangelizadora dela iglesia exige continuar con responsabilidad, con valentía,
continuar con fuertes decisiones como las que llevó a cabo nuestro querido Papa
Emérito Benedicto XVI. La enseñanza de la iglesia no puede modificar la
doctrina de acuerdo con las encuestas de opinión, los grupos de cohesión no
pueden cambiar el contenido de los diez mandamientos, ni de la voluntad de
Dios, el mensaje evangélico, bien lo sabemos es duro, difícil de vivir, es
radical. Nuestra obligación como discípulos del Señor debe ser: guiados por el
Espíritu Santo, guiados por los pastores, preguntarnos constantemente: ¿cómo
vivir la fidelidad al Señor? En un mundo cambiante, en un mundo que no comparte
el pensamiento de Dios, hay que estar leyendo con atención los signos de los
tiempos, la nueva evangelización a la que estamos convocados debe integrar la
fidelidad a la tradición y la actualización del mensaje evangélico. La iglesia
no es un invento humano sino que ha sido fundada por Jesucristo, proclama a lo
largo de los siglos la muerte y resurrección del Señor y la nueva vida que el
nos comunica a través de la palabra, a través de los sacramentos; no hay duda
cada generación afronta retos particulares, por eso la acción evangelizadora de
la iglesia no puede refugiarse en la seguridad de la repetición de un discurso
muchas veces pastoral y fuera de tiempo. Que el Espíritu Santo conceda al nuevo
Papa la sabiduría y la firmeza para responder a estos clamores de una mayor
transparencia y que dinamice la acción pastoral de la iglesia de acuerdo a los
signos de los tiempos. La primera lectura del Profeta Isaías, habla de
innovación, nos acaba de decir: no recuerden lo pasado ni piensen en lo
antiguo, yo voy a realizar algo nuevo ya está brotando, ¿no lo notan?, voy a
abrir caminos en el desierto y haré que corran los ríos de la tierra al mar; en
la carta a los filipenses san Pablo nos recuerda en este día que la experiencia
de Cristo le ha modificado radicalmente su vida, por lo tanto radicalmente sus
valores: “Todo lo que era valioso para mi”, nos dice, lo consideré sin valor a causa de Cristo, todo
lo considero como basura con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él. Hermanas
y hermanos: que texto tan rico y profundo nos da el Espíritu Santo para estos
momentos que vive la iglesia, y el
evangelio de hoy nos muestra como manejó Jesús el caso de una mujer judía,
acusada de adulterio y por lo tanto acusada de infidelidad, conducta que
merecía - según la ley de Moisés - morir
a pedradas, es sorprendente que lleven ante Jesús a esta mujer, su
comportamiento no lo entendían los judíos, el comportamiento de Jesús, cómo
este hombre Jesús, cómo bebe y come con pecadores, pues a este Jesús que los
judíos no entendían le presentan a esta esta mujer acusada de adulterio, y ante
Jesús aparece uno de los peores pecados que es la hipocresía, al creerse
mejores - los que acusan - mejores que
los demás, que ley del embudo se vivía, todo en contra de la mujer, y al hombre
todo se le permitía, hermanas y hermanos hoy como ayer, es frecuente, no
sentirse pecadores, es frecuente acusar a otros y sentirnos nosotros fuera de
pecado, los males son muchos, decimos, pero los culpables son los demás, los
culpables son las situaciones, como si las situaciones de pecado no las
conociéramos y se nos olvida hermanas y hermanos que nosotros tenemos muchas
veces un pecado de omisión; el encuentro con Jesús en este episodio hace que
los acusadores se sientan acusados y se sepan pecadores, Jesús rechaza la
incongruencia de hablar de un modo y de actuar de otro, eso para Él es
hipocresía, demostrando que es hipocresía la mayor dificultad para poder vivir
con Él y para poder vivir con fe en Él. El diálogo final cuando la mujer y
Jesús se quedan solos es fundamental, y es muestra de como reconstruye Jesús a
esta mujer, a esta persona, no teniendo en cuenta el pasado, por eso Jesús le
dice: “mujer yo tampoco te condeno”, el centro de este mensaje evangélico que
Jesús transmite es el rechazo de aquellos que establecen su propio sistema
moral evitando mirar sus propios pecados, que los tienen pero que no los
reconocen, en nuestros tiempos no destruimos la vida física de las personas
arrojándoles piedras, regularmente, pero si las podemos destruir moralmente:
con rumores, con expresiones, con dudas falsas y sin fundamento, en nuestros
tiempos podemos destruir a las personas, podemos destruir nuestra sociedad; las
palabras de Jesús siguen resonando en nuestros oídos “aquel de ustedes que no
tenga pecado, que tire la primera piedra” y espera de nosotros que seamos auténticos
discípulos de Él, y ¿cómo se es auténtico discípulo de Jesús? Viviendo en la
verdad, luchando en la verdad y siendo constructores de paz. Hermanas y
hermanos pidámosle a Dios en este quinto domingo de cuaresma nos conceda
continuar viviendo y buscando nuestra conversión, que nos permita continuar
viviendo momentos de arrepentimiento, pues estamos seguros que Él, si así lo
hacemos nos perdonará y nos dirá “Yo tampoco te condeno”. Que así sea.
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Así se dirigió nuestro Sr. Obispo a nosotros en su homilía del domingo 10 de marzo de 2013, en la misa celebrada en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Queridas hermanas y
hermanos en la liturgia de la palabra
que acabamos de escuchar, una vez mas podemos constatar cómo la historia de salvación
es la historia admirable de la reconciliación. El evangelista San Lucas relata una
historia hecha por Jesús que inicia por el reclamo de la herencia del hijo de un
hombre rico que sale de su casa, sale y despilfarra sus bienes con una vida
disoluta y vacía llegando a perder todo
hasta su propia dignidad como persona, llegando por lo tanto hasta la humillación,
pero este hombre reconociendo con valentía la necesidad del retorno a la propia
casa paterna; encontramos también la persona del hijo que se queda en casa
trabajando con su padre, que aparentemente es una persona obediente, es una
persona buena “aparentemente”, porque cuando regresa su hermano arrepentido se reúsa
a que su padre lo acepte nuevamente en la casa a pesar del arrepentimiento de
su hermano, también encontramos en este relato el amor del padre, que resalta
en el, un padre siempre dispuesto a acoger, siempre dispuesto a perdonar al
hijo, que ha reconocido su falta. Hermanas y hermanos en esta historia
encontramos un proceso de odio, pero sobresale el proceso del perdón, el padre
que no se olvidó nunca del hijo a quien siempre había esperado con alegría, lo
recibió, lo abrazó, lo perdonó, preparó una gran fiesta en la casa diciendo:
este hijo mio estaba muerto ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos
encontrado. Como el padre de la parábola Dios anhela nuestro regreso, nos quiere
dar la bienvenida, nos quiere abrazar, llevar a la mesa y festejar con cada uno
de nosotros el perdón, festejar la reconciliación, este tiempo de cuaresma,
precisamente un tiempo en el que la iglesia nos convoca y nos invita a la reconciliación,
a buscar el perdón con el padre y con toda persona que nos rodea, la gran
verdad que se destaca en este relato evangélico es la gran misericordia de Dios,
siempre dispuesto a perdonarnos, por eso la reconciliación hermanas y hermanos
es un don del Padre Celestial que ha regalado a la iglesia como sacramento que
es signo visible de la gracia de Dios; quien confiesa su culpa y la reconoce,
quien se acerca al sacramento de la confesión, se reconcilia con Dios, reconoce
que Él es algo, reconoce que Él perdona, reconoce que Él el Dios de la vida,
ama, y que lo quiere reincorporar a la familia de los hijos e hijas de Dios,
este tiempo de cuaresma es tiempo especial que Dios de la iglesia nos ofrece
para encontrar la reconciliación y en ella la paz de Dios. El Señor espera que
cada uno de nosotros los creyentes abra su corazón a su gracia y que esté
dispuesto a vivir un proceso de reconciliación, pero un proceso hermanas y
hermanos que sea pleno, un proceso que nos rehaga como personas, como hijos de
Dios, un proceso completo que nos aleje del pecado y de las raíces profundas
que muchas veces nosotros tenemos, porque hay que recordar que el pecado es la negación
de la presencia de Dios en nuestra vida, de este Dios que es paz, de este Dios
que es amor. Quien vive la reconciliación, vive la conversión, no es posible
vivir un proceso de reconciliación sin la conversión; una y otra conversión y reconciliación
son inseparables, la reconciliación dentro de la gran familia humana queda
vinculada, queda unida a lo más íntimo de la persona con Dios. En este mundo
que vivimos somos testigos y en ocasiones como cristianos somos también actores
de divisiones, de críticas, de destrucciones, de tensiones; tenciones familiares,
tensiones con los vecinos, somos actores a veces de la mentira, del odio, y nos
quedamos en estos actos negando la presencia del amor de Dios, pero cuando
nosotros nos damos cuenta que estos actos nos alejan del amor del Señor tenemos
que vivir la conversión, tenemos que ser humildes y escuchar este llamado de
Dios a la conversión, porque este llamado hermanas y hermanos de Dios a la conversión,
es el llamado de Dios a vivir una estrecha y profunda unión con Él. En el
contexto de esta celebración eucarística recordemos que muy especialmente para
los reconciliados y convertidos la Eucaristía, la misa es el sacramento por excelencia
porque es el sacramento de la reconciliación, de la unidad, de la caridad, y este
sacramento que ahora celebramos debe hacer de cada uno de nosotros cuando nos
alimentamos del cuerpo de Cristo y de su palabra debe hacernos testigos,
mensajeros de unidad, mensajeros de perdón, debe de hacernos a nosotros mensajeros
para ir al mundo a combatir el mal del pecado que niega la presencia del señor,
la iglesia pueblo reconciliado debe hacer que sus miembros sean reconciliadores,
es decir que cada uno de nosotros seamos personas vivas, testigos de la
misericordia divina, de la reconciliación realizada por Cristo y que llega a su
culmen aquí en la Eucaristía, donde comemos pan y también nos alimentamos de su
palabra; hermanas y hermanos la parábola del hijo prodigo es sin duda una de
las que han hecho mayor bien y ha movido a más personas al verdadero
descubrimiento y retorno a Dios, quien se revela no como un Dios justiciero y
castigador, sino como un Dios Padre con un gran corazón, y una extraordinaria
fuerza de perdón y de amor, un Dios que está con nosotros, que vive con
nosotros, entre nosotros, que camina con nosotros aquí en la Eucaristía y que
escuchamos su palabra un Dios que nos alimenta. Pidámosle a este Dios vivo nos
conceda vivir en esta cuaresma un verdadero proceso de arrepentimiento, de conversión,
que nos conduzca a amarlo a Él sobre todas las cosas y a nuestro común. Que así
sea.
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“Y si ustedes no se convierten perecerán de manera
semejante.” Con
estas palabras inicia la homilía nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto, en la
Celebración Eucarística que presidió el domingo 3 de marzo de 2013, en la
Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. Luego nos dijo: Queridos hermanos y hermanas
en este tercer domingo de cuaresma el Señor nos invita a intensificar nuestra oración
y nuestra conversión. Los invito a que hagamos oración para que el señor se
digne en estos días futuros a enviarnos un nuevo pastor en la iglesia universal,
un nuevo pastor que conozca y conduzca a su iglesia; en estos fuertes tiempos
con fuertes vientos del siglo XXI, hacia buen puerto, hacia el puerto del
Señor. En esta segunda parte del tiempo de cuaresma escuchamos textos del
evangelio de Lucas durante dos domingos en lugar del evangelio de San Juan… La
característica del evangelio de Lucas es resaltar la misericordia y el perdón,
de forma tan insistente que lo hace especialmente apropiado para la preparación
inmediata que viviremos de la pascua, la pascua del Señor, Dios Padre rico en
misericordia desea nuestro retorno a Él, quiere entrar en comunión con cada uno
de nosotros para otorgarnos una nueva vida. Hermanas y hermanos el episodio de
los galileos y el de la torre de Siloé que acabamos de escuchar, quizás no son
desconocidos en sus pormenores, pero no en la intencionalidad a la que hace
referencia a ellos Jesús, ponemos conciencia como Moisés, que la tierra que
pisamos es para nosotros tierra santa, eso es lo que nos quiere decir el Señor
con esta historia, como estos galileos o como estos hombres que mueren
aplastados en la torre de Siloé, hacemos una historia de salvación, por lo
tanto una historia sagrada y en ella nos encontramos como protagonistas cada
uno de nosotros de muchas maneras, el anuncio de la buena nueva y el encuentro
con Dios sucede en esta misma tierra, sucede en nuestra historia por eso
nuestra historia personal, la historia de nuestra familia, la historia de nuestra
sociedad en esta tierra son santas porque estamos escribiendo la historia del
Señor. Hoy nos llama el Señor a la conversión con unas palabras muy duras: “Y
si ustedes no se convierten perecerán de manera semejante.” Pero difícilmente podremos
encontrar nuestra conversión si no la queremos trabajar, si no nos esforzamos
en ella y una conversión que no nos lleve únicamente a nosotros al encuentro
del Señor, sino una conversión también comunitaria; algo importante nos quiere
decir el Señor con estas palabras, no tengo duda, recordemos que es la conversión
la condición fundamental para seguir a Jesús teniendo una fe viva en Él. En la conversión
vivimos lo fundamental de la vida cristiana y la vida cristiana hermanas y
hermanos es vivir de cara a Dios pero en el servicio a nuestro prójimo, permítanme
recordar al respecto estas hermosas palabras de su Santidad Benedicto XVI, que
encontramos en su mensaje para la cuaresma de este año 2013, cuando el Papa nos
dice: La fe nos lleva a reconocer los dones que Dios bueno y generoso nos
encomienda, y hermanas y hermanos únicamente podemos tener fe si vivimos la conversión,
y cuáles son esos dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda? Son los
dones de la caridad, la caridad hace que fructifique el don de la justicia, el
don del perdón, el don de la paz; vivir así no es nada fácil en el momento
actual, para muchas personas sin fe Dios no cuenta, no lo necesitan, han
perdido de vista su amor, aunque sienten en su vida la soledad, el vacío de no
tener a Dios. Hermanas y hermanos amemos a Dios, volvernos a Él es el reto y
eso es ser evangelizados voltear a Dios, si no contemplamos a Cristo, no
podemos contemplar su rostro en los demás, no podemos contemplarlo en los
problemas, en las necesidades, en el misterio de ser libres, porque se trata de
un volverse a Dios desde lo más profundo de nuestra persona, desde dentro,
desde nuestro sentimientos, desde nuestro corazón, desde nuestras acciones. El
evangelio de este domingo en este contexto nos presenta la parábola de la
higuera estéril, utilizando Jesús el lenguaje campesino es un lenguaje sencillo,
manifiesta quién y cómo es Dios para nosotros, que su amor no tiene límites,
que su amor es paciente, que siempre confía, que no se desespera pero nos pide
la conversión en nuestro modo de vivir y estamos llamados en esa conversión a
dar frutos. Hermanas y hermanos, en términos más actuales podemos hablar de una
evaluación por resultados, tendremos que responder ante Dios u nuestra
conciencia por la administración de nuestra vida y el cumplimiento de nuestras
responsabilidades, para poder comprender el significado de esta parábola conviene
partir de la propia experiencia humanan que es muy frecuente la de pedir la
última oportunidad, cuantas veces en nuestra vida, ante los conflictos, cuando
se llega al límite y es inminente la ruptura definitiva surge entonces la inevitable
petición: la última oportunidad, este ejemplo de la vida diaria nos sirve de
contexto para comprender el significado profundo de la parábola de la higuera estéril, esta parábola plantea
un problema, un problema de fondo, un problema para nuestra vida un problema
que hay que solucionar en término de conversión y en términos de rendición de
cuentas; a cada uno de nosotros hermanas y hermanos, el Señor nos ha asignado
una misión, como miembros de familia, como ciudadanos, como participes de la
comunidad eclesial y a cada uno de nosotros se nos ha otorgado una parcela, una
parcela que la podemos comparar con el tiempo para realizar esa misión, quizás
unos cuantos años, quizás 20, 40, 60, 70 o más, no sabemos; hermanas y hermanos
no seremos evaluados por los cargos desempeñados sino por los valores puestos
en práctica: el amor y la confianza a Dios, el amar y la confianza a la
familia, la solidaridad con los pobres la justicia de las relaciones con los demás,
la ética profesional, el sentido de ciudadanía, la práctica religiosa; los
valores que hallamos puesto en práctica en este tiempo dirán si nuestra vida ha
tenido un sentido o si en las palabras de la parábola de hoy hemos ocupado
inútilmente la tierra, que triste es decir, pero podríamos decir hemos vivido inútilmente.
Dentro de este contexto de rendición de cuentas permítanme decir una palabra sobre
el sacramento de la reconciliación que nos invita a la conversión, este sacramento
también llamado de la confesión, muchas personas hermanas y hermanos dicen: no
se de que confesarme, pues no he matado a nadie, no he robado, no he sido
secuestrador, no he hecho daño y estamos confiados como nos dice la segunda
lectura que hemos escuchado, sin embargo tenemos que reconocer que siempre es
posible mejorar como creyentes, como miembros de la familia, siempre es posible
mejorar en la justicia, siempre es posible mejorar en las relaciones con Dios,
relaciones con la esposa con el esposo, con los hijos y vecinos, relaciones que
hay que mejorar también como ciudadanos, el sacramento de la reconciliación, mejor
conocido como confesión es la oportunidad que nos ofrece la iglesia para hacer
un alto en el camino, para evaluar los resultados y hacer un plan de
mejoramiento, es decir de conversión, hacer un plan para remover la tierra como
en la parábola, para poder dar frutos. Hermanas y hermanos aprovechemos el
tiempo de cuaresma para hacer un corte de cuentas y revisar nuestra vida,
nuestro crecimiento personal en Dios y hagamos que este proceso dentro de un
contexto de fe acercándonos a este sacramento de la reconciliación o confesión y
recordemos que pecar es no dar fruto, quien no da fruto es estéril, quien no da
fruto vive en el pecado, Dios espera no solamente nuestro amor sino también
nuestras obras, Él está dispuesto a trabajar con nosotros y siempre nos concede
una nueva oportunidad de vida. Hermanas y hermanos no desperdiciemos esta nueva
oportunidad que el Señor nos concede; si nosotros no nos convertimos
pereceremos de manera semejante. Que así sea.
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“Este evangelio los salvará,
si cumplen todo tal como yo lo predije”. Con esta frase inicia su homilía del
domingo 10 de febrero de 2013, Nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto
Domínguez Couttolenc. Luego nos dijo: Estimados
hermanos y hermanas, la liturgia de la palabra en este domingo, vísperas ya del
inicio del tiempo de conversión, al que nos invita la iglesia y que iniciaremos
el próximo miércoles con el miércoles de ceniza, nos recuerda que cada uno de
nosotros tiene una vocación; es decir: un llamado de Dios que debe de realizar
en su vida. Tanto en la primera lectura del Profeta Isaías, como en la primera
carta a los Corintios; así como en el Evangelio de Lucas, aparecen en cada una
de ellas experiencias espirituales que llegan a cambiar la vida de aquellos que
la han recibido, pero no únicamente recibido sino también de aquellos que han
comprendido esta experiencia espiritual, en ellas se da el llamado de Dios para
realizar una tarea concreta, la tarea de ser portadores del mensaje de Dios.
Esta experiencia de recibir, comprender y aceptar el llamado de Dios, lleva
consigo por un lado el reconocimiento de la gracia de Dios; tu inequidad, le
dice al profeta, ha sido quitada y tus pecados perdonados; como proclama la
primera lectura. Pero por otra parte el reconocimiento de la condición humana
que es limitada y que hace referencia a la dignidad: cuando Simón Pedro después
de reconocer la palabra del Señor que se concreta le dice: Apártate de mi
Señor, porque soy un pecador. Hermanas y hermanos estas palabras nos enseñan
que quien se abre al llamado de Dios con fe y esperanza, acepta el proyecto de
Dios en su vida como Simón Pedro, No temas desde ahora serás pescador de
hombres le dice el Señor y cambia el proyecto de su vida, de ser un pescador a
ser pescador de hombres. Miremos ahora que nos quiere decir Jesús por medio del
texto evangélico que hoy hemos escuchado ya que se trata de un hecho en la vida
misma de Jesús, un hecho de gran enseñanza para nosotros sus discípulos. En el
diálogo entre Jesús y Simón Pedro, aparece la invitación del maestro: lleva la
barca mar adentro y echen las redes para pescar, y el reconocimiento de los
límites de la persona: Maestro hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado
nada; en este diálogo Lucas nos quiere dejar claro que la palabra de Jesús es
no únicamente para ser escuchada sino para ser comprendida y realizada en la
vida de cada persona como la realizó Simón Pedro, veamos como en la persona y
actitudes de Simón Pedro encontramos una radiografía de las actitudes de la
persona en este siglo cuando ante los problemas la misma persona quiere
enfrentarlos con sus propias fuerzas y las posibilidades inmensas que se nos
dan y abren cuando la persona no enfrenta los problemas con sus propias fuerzas
sino que se apoya en la gracia de Dios, como Pedro: confiando en tu palabra
echaré las redes. Son dos maneras de enfrentar la vida: una con las propias
fuerzas humanas, y otra, además de las fuerzas humanas y ante todo apoyados en
el poder infinito de Dios. Hermanas y hermanos cuando la persona enfrenta la
vida con trabajo y responsabilidad pero además con fe y esperanza en Dios, el
resultado es inesperado; como el resultado de Pedro, aquel que nos dice Lucas:
llenaron las dos barcas que casi se hundían. Así nosotros cuando enfrentamos la
vida con trabajo y responsabilidad pero llena de fe y esperanza, podemos
entonces decir y podemos demostrar nuestra aceptación de Dios en nuestra
existencia. Este hecho en la vida del Maestro sirve de sustento al llamado o
sea la aceptación que realizarán sus discípulos, en la persona de Pedro desde
ahora será pescador de hombres y dejándolo todo, nos dice el evangelio: lo
siguieron. Hermanas y hermanos, como creyentes sabemos que toda la existencia
humana es un continuo llamado de Dios, el cual se va manifestando a lo largo de
nuestra historia personal, todo inicia con el llamado a la vida en el seno de
una familia, luego el llamado que nos hace ser cristianos incorporándonos por
medio del bautismo a su iglesia y creciendo en ella por medio de la recepción
de los sacramentos, hoy seremos testigos de la recepción de algunos hermanos y
hermanas nuestras, de la recepción del sacramento de la confirmación, pero
además este llamado que se concretiza en nuestra vida de oración, este llamado
que se concretiza en nuestra fe, este llamado que se concretiza cuando nosotros
vamos y acompañamos a los pobres, a los enfermos, a los necesitados; el llamado
de Dios no es únicamente para nosotros sino para que esté al servicio de los
demás, además de la vida divina dentro de la iglesia, cada uno de nosotros ha
sido llamado de manera personal dentro de la diversidad de funciones para la
construcción del reino de Dios. Hermanas y hermanos, el seguimiento de Jesús
tiene una dimensión común que debemos de compartir todos los creyentes y tiene
además una dimensión personal que es la misión específica que se nos ha
asignado en este mundo a cada uno de nosotros como personas, como a Simón
Pedro, también Dios se nos manifiesta en nuestra vida a través de
acontecimientos, a través de situaciones, a través de personas y si gustamos
nosotros y queremos podemos verlo y encontrarlo, desgraciadamente muchas de
estas manifestaciones de Dios en nuestra existencia pasan desapercibidas porque
vivimos distraídos en medio del ruido de nuestros quehaceres y preocupaciones,
pero no compartimos el tiempo de Dios; es importante tomar en cuenta que el
llamado que Dios nos hace, es inseparable de la misión, es decir: Dios nos
llama para realizar la tarea, como cristianos no podemos permanecer con los
brazos cruzados, primero debemos reconocer como sus discípulos que necesitamos
de Él, que somos pecadores y reconocer que Dios nos llama para anunciar la
buena noticia de su reino a este mundo y sociedad heridos por la violencia, por
el odio, por la discordia en todas sus manifestaciones, estamos llamados a
anunciar la buena nueva de la paz, y la reconciliación a ese mundo agobiado y a
esta sociedad cansada de injusticias. Hermanas y hermanos los discípulos
acogieron este llamado de Jesús, y como nos lo cuenta el evangelista Lucas:
dejándolo todo lo siguieron, hoy el Señor nos invita a que dejemos todo aquello
que no nos deja ser bien esas palabras. Si hacemos un análisis cada uno de
nosotros en nuestra propia vida, veremos qué necesitamos dejar para poder
seguir a Jesús; o también si hacemos un análisis sobre la realidad de nuestra
sociedad sabemos que como pueblo, qué debemos dejar para poder seguir a Jesús.
Pidámosle a Dios que seamos capaces de escuchar su llamado y que descubramos
cuál es nuestra tarea como miembros dela iglesia y como miembros de la
sociedad, nuestras vidas hermanas y hermanos fracasarían si van pasando los
años y no hemos hecho algo para la construcción del reino de Dios que quiere
una sociedad justa, una sociedad del perdón, una sociedad de amor. Pidámosle a
Dios y a Santa María de Guadalupe nos ayuden a vivir nuestra vocación para ser
verdaderos cristianos para que dejando todo siempre seamos nosotros discípulos
testigos del Señor, que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
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En
la homilía del domingo 12 de enero de 2013, en la misa que presidió nuestro
Obispo Mons. Oscar Roberto, nos dijo:
Estimados hermanos y hermanas, en este domingo con la fiesta del bautismo del
Señor, la iglesia concluye este tiempo de navidad. “Tú eres mi hijo, el
predilecto, en ti me complazco” las palabras que acabamos de escuchar tomadas
del evangelio de San Lucas nos proclaman la grandeza de Dios, en el misterio de
la Santísima Trinidad, misterio revelado por el mismo Dios; Dios Padre, Dios
Hijo y Dios Espíritu Santo. El padre creador que con gran amor envía a su hijo
unigénito, para rescatar al género humano dándole su presencia en la compañía
amorosa, constante, del Espíritu Santo, en esta celebración del Bautismo del
Señor, la iglesia nos invita a poner toda nuestra atención en la persona de
Jesús, quien es presentado por el mismo Padre: “Tú eres mi Hijo, el predilecto,
en ti me complazco”. De esta forma hermanas y hermanos da inicio la misión
salvífica de Jesús, al leer el evangelio de San Lucas, notamos que este
acontecimiento del bautismo del Señor se encuentra en el marco de la
predicación de Juan el Bautista quien predicaba un bautismo, pero un bautismo
de conversión. San Lucas nos hace notar que el pueblo, al estar ansioso por
recibir la salvación, llega a pensar que
el salvador es el mismo Juan Bautista, pero Juan, dándose cuenta inmediatamente
que el pueblo le estaba proclamando, Juan dice “Viene alguien, alguien que es
más poderoso, alguien que va a bautizar con el Espíritu Santo, que va a bautizar
con fuego, porque el fuego llega a transformar. Hay la enseñanza en la humildad
de este hecho de que Jesús recibe el bautismo de Juan como un signo exterior de
de arrepentimiento, por qué, porque Jesús no necesitaba, no necesitaba ningún
perdón, pero si Jesús quiso recibir este bautismo para dar testimonio con su
propia vida, con su propia persona de la necesidad que tiene cada persona de la
conversión espiritual, de la conversión que lleva al encuentro con Dios, es muy
diferente el bautismo que impartía Juan el bautista al que imparte
Jesús, y que la iglesia fiel a su mandato no deja de administrar
constantemente, este bautismo, el bautismo de Jesús, libera a la persona, nos
dice la escritura, de la culpa original y de todos sus pecados, lo rescata de
la esclavitud del mal, porque recordemos que el pecado original, lleva a la
persona a sentirse como Dios, al haber sido creada a imagen y semejanza de Dios,
la persona vive su libertad, y la persona es capaz de elegir el camino de Dios,
como también es capaz de elegir el negar a Dios en sus existencia, por eso el
bautismo libera a la persona de esta inclinación al mal que nosotros tenemos,
nos da la herramienta para poder luchar, esta herramienta se llama la gracia.
El bautismo entonces nos comunica una vida de participación en Dios que nos ha
ofrecido el mismo hijo de Dios. En el marco de este año de la fe y en esta
fiesta que estamos celebrando del bautismo del Señor estamos llamados a
recordar que por nuestro bautismo, nosotros tenemos un compromiso, cada uno de
nosotros hemos sido injertados en la misma vida de Dios, y nosotros al aceptar
la vida de Dios nos convertimos en hijos de Dios, en sus predilectos. Hermanas
y hermanos el bautismo cuando se vive, cuando se comprende, cuando se conoce,
cuando se razona, el bautismo llega a afectar a toda la persona en un cambio
radical, evidentemente los cambios, cuando viene un niño a ser bautizado, un
niño pequeño no se percibe pero si suceden, recordemos que toda persona es
materia y espíritu, exteriormente cuando un niño recibe el bautismo no se ve
ningún cambio, sin embargo por dentro en
su espíritu está siendo fortificado al ser hijo adoptivo de Dios, para
ayudarnos a comprender este cambio la iglesia, cuando imparte el sacramento del
bautismo usa signos visibles para que podamos nosotros imaginarnos que es lo
que sucede en el interior de la persona, uno de los signos principales es el
signar al bautizado con la señal de la cruz tanto en la frente como en el pecho,
significando que sus pensamientos y sentimientos sean los pensamientos y
sentimientos del Señor, significando que él al momento de recibir el bautismo
pueda luchar contra el mal, porque el mal hermanos y hermanas está presente
como lo sabemos en el mundo y a esta invitación es muy fácil que nosotros le
digamos que si, la iglesia por medio del celebrante en el momento del rito del
bautismo, invita a los padrinos que en nombre de quien recibirá el sacramento
renuncie a satanás, renuncie al mal; satanás es padre, satanás es autor del
pecado. ¿Esto que significa? que en nombre del que va a ser bautizado el
padrino y la madrina renuncian al ambiente mundano, al ambiente materialista
que reduce todo a la muerte de Dios, desgraciadamente en nuestra sociedad
muchas veces no comprendemos lo que significa invitar a una persona para que
acompañe como padrino o madrina alguno de los hijos, desgraciadamente las
personas se fijan en la posición social, en que provecho pueden sacar para que alguien
sea compadre o comadre, pero no va a lo profundo: ¿esta persona es capaz en su
vida de acompañar a mi hijo o a mi hija para que pueda conocer el camino de
Dios?, ¿esta persona con su vida da testimonio de fidelidad en el amor y la
justicia? Hermanas y hermanos celebrar el bautismo del señor es una invitación
para revisan nuestras actitudes de vida. Regresando a la reflexión sobre el rito
del bautismo, el rito utiliza el agua que tiene el poder de limpiar, sanar y
purificar; resaltando de esta forma los signos bíblicos más profundos que
existen, y no únicamente bíblicos también signos que nosotros vemos en nuestra
vida diaria, el agua bíblicamente es un tremendo devastador, pero también un
elemento de vida, recordemos en el antiguo testamento el diluvio universal,
pero también recordemos como el agua ahora en este siglo, con todo el gran
pecado social que tenemos del cambio climático es también el agua devastadora
ante los huracanes, los tsunamis y todo lo que encontramos; pero también el
agua es un signo vivificante, recordemos la creación, recordemos que el agua
nos da vida y que sin el agua no podemos vivir; así en el bautismo el agua es
devastadora para el pecado, ése es el signo, pero también vivificante para el
espíritu porque le da vida. Posteriormente viene el momento de la unción, con
el Santo Crisma, bendecido por el Obispo el jueves santo, el significado de
esta unción es que el nuevo cristiano comparta la triple misión de ser profeta,
de ser pastor, de ser sacerdote con Cristo; porque hermanas y hermanos el
bautismo nos da a nosotros esta triple función, ¡Que gran regalo de Dios! El
decirnos que somos nosotros coparticipes y somos profetas; profetas para poder
anunciar su palabra, profetas para denunciar toda aquello que se llega a
anteponer a la palabra de Dios. Profetas en la familia, profetas en el trabajo,
profetas en la sociedad, profetas en la escuela, profetas dondequiera que nos
encontremos; el ser pastores nos lleva también a una obligación, a pastorear
entre aquellos que nos rodean, la vida en Cristo, buscando tener y fundar
relaciones sanas, relaciones que tengan como base y fundamento el mensaje de
amor, el mensaje de perdón de Dios. Así el bautismo nos lleva a nosotros a ser
sacerdotes, porque el bautismo nos invita a dejar tantos gustos que nosotros
tenemos como personas con una inclinación al mal pero que sabemos que no son
gustos que debe de vivir una persona que tiene una filiación divina con Dios, y
que hermoso hermanas y hermanos que por el bautismo todos nosotros los que creemos
en el Señor y que tenemos la certeza de Él, formamos la iglesia, entramos a
formar parte de esta familia, la familia de los hijos de Dios. Pidámosle al
Señor en este día, que recordando nuestro compromiso de nuestro bautismo nos
regale la gracia para vivirlo donde quera que nos encontremos. Que así sea.
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“Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo” Con esta frase inicia la homilía del domingo 6 de enero de 2013, que dio nuestro Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez; luego nos dijo: Queridos hermanas y hermanos, después de haber celebrado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en la navidad: “Dios con nosotros”. Hoy en este domingo celebramos la epifanía de los magos, epifanía quiere decir: manifestación, Jesús se da a conocer, se revela ante los magos de oriente, lo buscan guiados por una estrella, lo han descubierto, Jesús se ha puesto a su vista, ellos le adoraron y abriendo sus cofres, nos dice el evangelista le ofrecieron regalos: Incienso, como a Dios verdadero; oro como al rey soberano y mirra como a hombre mortal, al contemplar a Jesús en el pesebre contemplamos a Dios hecho hombre como nosotros, menos en el pecado, participando en todo nuestra condición, Jesús desde pequeño compartió nuestros sufrimientos, compartió nuestras angustias compartió dolores, compartió el frío, compartió alguna enfermedad en cuanto hombre, así Dios ha querido conocer de cerca nuestra realidad y esa realidad muchas veces nos mantiene a nosotros tirados sin esperanza, esa realidad que muchas veces a nosotros nos mantiene como esclavos; sin embargo estimados hermanos y hermanas hoy resuenan las esperanzas del profeta Isaías “Sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria”. Así que en cada uno de nosotros y en la medida en que seamos con nuestra vida un reflejo de la luz del Señor en esta medida se reflejará la gloria del Señor aquí en la tierra. Buscar la gloria de Dios es una necesidad de todo creyente que se deja guiar por el Espíritu Santo, no se puede llegar a la plenitud de la vida cristiana sin esta incomparable experiencia; “dejarse guiar por el Espíritu Santo.” Para esto ¿qué se necesita?, se necesita saber abandonarse la persona en Él, y para hacerlo hay que confiar en Él, o sea hay que conocerlo a Él, hacer oración y manifestarle con todo nuestro corazón que deseamos sea nuestro guía en cada momento de nuestra existencia. La gloria de Dios es una realidad que debemos de alcanzar, no es un estado de vida, y esto nos debe de quedar claro; no es un estado de vida reservado para un grupo de personas, no, esto es una promesa para todos aquellos que la buscan, la gloria del Señor, en un encuentro íntimo con Él y que tiene su plenitud en la vida, en la vida de la comunidad. Para poder buscar vivir la gloria de Dios hay que tener entonces plena conciencia y deseo de poder encontrar esa gloria, o sea deseo de ser Santos, de llevar una vida alejada del pecado haciendo el firme propósito de actuar conforme a la palabra de Dios en todo sentido, incluyendo las gracias evidentemente, que recibimos cuando nos acercamos a los sacramentos. Hermanas y hermanos el acto evangélico de hoy nos recuerda esta hermosa frase de los magos de oriente “Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”. Esta es también la razón de nosotros al estar aquí presentes en esta eucaristía; hemos visto su estrella y por eso estamos aquí en su casa, en el templo para adorarlo; queremos también adorarlo en nuestra vida, queremos también adorarlo dejando de lado todo lo que nos impide ser fieles a su palabra y por lo tanto dar testimonio de Él, por eso esta fiesta de la epifanía, la fiesta de la manifestación es una invitación para que dejemos que la luz del evangelio nos disponga, que la luz del evangelio nos guíe para poder contemplar con fe y con amor sincero el misterio de la presencia de Dios entre nosotros. Hermanas y hermanos, dejémonos guiar por la estrella de la fe para que podamos encontrar siempre al Señor como lo hicieron los magos y que nuestros regalos al Niño Dios no sean el oro, no sean el incienso y la mirra como ofrecieron esos hombres; sino que sea una vida sencilla, una vida de fe, una vida de caridad agradable a Dios; una vida fundada en Él, con Él y para Él. Hoy al iniciar este año, en este primer domingo recordamos que Jesús se ha manifestado para que tengamos fe, y tener fe es someterse libremente a su palabra, porque su verdad está garantizada por el mismo Dios y solamente es posible hermanas y hermanos tener fe cuando nos abrimos a la gracia de Dios, porque en definitiva la fe es una gracia, es decir: un regalo, un don, una virtud pero que viene de Dios cuando la pedimos y la solicitamos y Dios está dispuesto a darnos esta gracia abundantemente, por eso hermanas y hermanos es necesaria la gracia de Dios que se nos da en Espíritu Santo, esa gracia que mueve nuestros corazones, esa gracia que dirige nuestro caminar por este mundo hacia Dios, por eso quien tiene fe es capaz de ver la manifestación de Dios en el amor verdadero, quien no tiene fe no puede ver esa manifestación porque su misma persona, sus mismas obras lo delatan y lo hacen ciego. Pidamos hoy en este primer domingo del año al Señor que así como se manifestó a estos hombres sabios, buenos que le buscaros, se manifieste también en nuestra vida y que nos haga a cada uno de nosotros personas sabias que lo busquen y que lo encuentren. Que así sea.
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“Dichosa tu que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. Así inicia su Homilía de domingo 23 de diciembre de 2012, nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la celebración Eucarística que presidió, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús. Luego se dirigió a todos diciendo: Queridos hermanas y hermanos en este domingo termina el tiempo de preparación del adviento y ya llega la navidad, ya nace el redentor del mundo en Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, nos recuerda la primera lectura, cuando el profeta dice: De ti saldrá el Jefe de Israel, cuyos orígenes se remontan a tiempos pasados, a los días más antiguos. El día de mañana estaremos ya preparándonos para este gran acontecimiento, celebrar un aniversario más del nacimiento del Redentor, hoy, hemos escuchado como en el Evangelio, San Lucas, nos narra esta maravillosa escena de la visitación de la virgen María a su Prima Isabel, María, una jovencita, de acuerdo a la tradición en aquellos tiempos cuando una mujer se daba en matrimonio no pasaba de 16 años, María se encamina, nos dice el evangelista, presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y entrando en la casa de Zacarías, saluda a Isabel su prima, este encuentro de alegría entre estas dos mujeres familiares, que se conocen, que se estiman, que se quieren, contiene un profundo significado; un significado que quizá muchas veces nosotros nos olvidamos, escuchamos el evangelio y decimos: ¡ah! este evangelio cuando María va a la montaña a ver a Isabel, pero perdemos el profundo significado; por un lado Santa María, esta joven madre representa la nueva y definitiva alianza de Dios con la humanidad, una alianza perfecta, se sabe que ella no es la alianza, ella es instrumento, ella es puente para esta alianza; y por otro lado Isabel, una mujer anciana cansada de la vida pero una mujer llena de fe que lleva en sus entrañas, después de esperar tanto tiempo; y aquí ustedes las que han tenido problemas madres de familia para poder engendrar a un hijo, saben lo que significa esto, ella Isabel después de esperar tanto tiempo, lleva en sus entrañas sin saberlo al último de los profetas del antiguo testamento, Juan el Bautista, quien va a preparar el camino del Señor. Hermanas y hermanos al conocer los acontecimientos de los evangelios, nos damos cuenta que Isabel es la primera persona después de José que comprende lo que está viviendo María, a partir del anuncio del Ángel, y ella llena del Espíritu Santo nos dice la escritura, exclama: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…” Este acontecimiento de la acción de Dios en María hace que Isabel confiese con humildad profunda la diferencia que existe entre ellas, por eso Isabel exclama: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”. Estas palabras son un reconocimiento lleno de agradecimiento, y a continuación Isabel pronuncia: “Dichosa tu que has creído…” hermanas y hermanos estas palabras son fundamentales “Dichosa tu que has creído”, porque en estas palabras “tu que has creído” se encuentra el centro del mensaje del Señor. Aquí aparece una gran enseñanza evangélica: quien cree y tiene fe, no pide pruebas, ni exige seguridades, ni fija condiciones; quien cree y tiene fe le basta con saber que lo que está haciendo, que lo que está viviendo es obra del plan de Dios y lo acepta sin condiciones, ya que los signos divinos conducen a la confianza en Dios, una confianza que no conoce límites, pero una confianza que si conduce a la paz. Esto es muy difícil decirlo, quizá aquí en el templo es fácil escucharlo, y es fácil proclamarlo pero que difícil cuando estamos nosotros viviendo en nuestra vida diaria problemas, que difícil cuando tenemos nosotros que creer y creer con fe, cuando sentimos que el mundo se nos viene encima. Al continuar reflexionando sobre este trozo del evangelio de Lucas encontramos hermosas palabras que Isabel pronuncia para Santa María y que constituyen la personalidad de ella, de María, una personalidad completa, una personalidad que cada uno de nosotros como creyentes estamos llamados a vivir. De estas podemos decir que sobresalen cuando Isabel le llama Bendita, le llama Madre de mi Señor, le llama Bienaventurada, le llama aquella que ha creído; estas expresiones nos muestran lo que es Santa María, en estas expresiones podemos encontrar sus sentimientos, podemos encontrar su espiritualidad que ella tiene por haber aceptado el plan de Dios, porque ella a pesar de todo, ella creyó y dijo; “hágase en mi según tu palabra”. Hermanas y hermanos estas expresiones nos muestran lo que es Santa María, su grandeza evangélica para quien acepta por creer el plan de Dios en su vida, y así nos debe de pasar a todos como creyentes, quienes acepten el plan de Dios en su vida, serán Bienaventurados por haber creído. En el marco de estas fiestas del nacimiento de Jesús, al escuchar este evangelio, no nos queda mas que reconocer que estas celebraciones de la navidad tienen solamente una gran profundidad el comprender la plenitud del Señor, pero tiene una condición, que la iglesia la ha visto en la actitud de María, únicamente pueden comprender este acontecimiento del aniversario del nacimiento del Señor en la navidad, quienes son humildes, quienes son sencillos y aceptan el plan de Dios. Yo quisiera comentar con ustedes tres razones bíblicas muy profundas: Primero, como nos lo recuerda el profeta Miqueas en la primera lectura que escuchamos, el lugar de este acontecimiento que llega a partir la historia de la humanidad, de este acontecimiento profundo para la humanidad es una aldea, es un pueblo perdido que por su insignificancia ni siquiera figuraba en los mapas del mundo antiguo; segundo, si el nacimiento de Jesús hubiera sido planeado según la lógica humana, el lugar del nacimiento habría sido Jerusalén la capital, la capital religiosa, la capital política, pero hermanas y hermanos, esa no es la lógica de Dios, Dios rompe los esquemas humanos, Dios rompe la lógica del poder, la lógica del protagonismo y nuevamente el Señor se muestra en estos acontecimientos con los humildes, con los pobres, con los sencillos; tercero: cuando Dios quiso escoger a la madre de su hijo no se dirigió ni fijó sus ojos en las grandes familias de Jerusalén, en las familias ricas, en las familias poderosas del pueblo judío, no, Él fijó sus ojos en una mujer sencilla, en una mujer pobre, en una mujer campesina, en una mujer de la montaña de Judea. Estas acciones de Dios no deben de extrañarnos pues Él siempre ha tenido la opción por los pobres, la opción por los humildes, los que son insignificantes a los ojos del mundo, pero, pone la condición: creer para poder tener fe. Así hermanas y hermanos si queremos comprender el mensaje de Jesús en esta navidad, debemos de dejar a un lado las apariencias que la sociedad actual nos propone, como es el demostrar con nuestros actos de vida que no necesitamos de Dios, y hay que aceptar en la humildad y en la sencillez el plan de Dios en nuestra vida. Una invitación: no cerremos nuestro corazón al llamado de Dios, vivamos verdaderamente la navidad al ejemplo de María: con humildad y sencillez en su hijo Jesucristo nuestro Señor que ha venido porque nos ama, que ha venido para salvarnos, que ha venido para que vivamos una vida sencilla y humilde pero llena de fe. Que así sea. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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