Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez
Couttolenc, del domingo 8 de febrero de 2015, en la Celebración Eucarística que
presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Hermanos y hermanas, en este domingo continuamos escuchando
el evangelio escrito por San Marcos. Como ustedes recordarán San Marcos es uno
de los tres evangelistas llamados sinópticos, los otros son Mateo y Lucas; y se
les llaman evangelios sinópticos porque presentan la misma perspectiva que se
da de la vida y predicación del Señor Jesús. Ellos narran casi los mismos
hechos coincidiendo los tres evangelios Mateo, Marcos y Lucas en sus
narraciones, en los dichos de Jesús, en los actos de Jesús; es decir relatan la
vida de Jesús desde un punto de vista común. En este domingo San Marcos nos
narra la curación de la suegra de Simón, quien se encontraba con una fuerte
fiebre, lo que le impedía llevar una vida normal, por eso estaba acostada, le
piden a Jesús que le ayude y Él tomándola de la mano la levanta e incorpora para
que pueda encontrar la salud y de esa forma continuar con sus labores
cotidianas. En este milagro de Jesús hermanas y hermanos, a Marcos le interesa
hacer ver a la comunidad que es únicamente Jesús, el Maestro, quien puede
devolver la salud completa, tanto física como espiritual; y esto les desea
recordar a las comunidades que se encontraban enfermas, que se encontraban sin
esperanza ante la fuerte persecución que en ese momento estaban viviendo; en
esa actitud de Jesús podemos ver claramente que su respuesta está basada en el
amor, para Jesús, que la suegra de Simón estuviera enferma o tuviera salud,
pues no implicaba directamente para Él ninguna circunstancia especial, sin
embargo toma esa actitud de sanarla, para qué, para demostrar su amor. Es
importante recalcar que en este episodio, el evangelista hace contar cómo al
suegra de Simón, una vez que queda sana, ella se pone a servirles, como una
respuesta a la acción misericordiosa de Jesús, por lo que descubrimos que una
respuesta de servicio es fundamental, cuando una persona se siente amada y
curada por el Señor. En este mismo evangelio hemos escuchado cómo le presentan
a Jesús a personas enfermas y endemoniadas, para que Él les cure; pero hay
también un elemento muy importante, San Marcos nos dice que esto sucede al
salir Jesús de la sinagoga, este dato no lo podemos perder de vista, nos lleva
a la conclusión, que en ese momento era sábado, que estaba transcurriendo el
sábado, es el día dedicado al Señor y que de acuerdo a la ley de Moisés no
estaba permitido realizar ningún trabajo, ni siquiera una curación. Pero el
gesto de Jesús para con el necesitado va más allá de la propia ley, pues Él
sabiendo que es sábado y viendo la necesidad de curar a personas que se
encuentran sufriendo alguna enfermedad o atormentadas por el demonio, Jesús les
concede la sanación; esto qué quiere decir: es una enseñanza para nosotros, que
no nos podemos únicamente quedar parados en la ley sino que debemos de caminar hacia el
servicio, así Él actuó. El tercer momento que podemos distinguir en este texto
evangélico es constatar como Jesús es un hombre de oración; se aparta para
estar en contacto con su Padre Celestial, no podemos perder de vista que el
actuar de Jesús, toma fuerza y sentido en este contacto profundo que tiene con
el Padre Celestial por medio de la oración, así es que aquí también tenemos que
recordar que un día normal de trabajo como el que nos presenta hoy Marcos, de
Jesús en su ministerio, la oración es fundamental; esta es una llamada de
atención entonces para todos nosotros, que debemos de ser personas a pesar de
nuestro trabajo, personas también de oración. Al contemplar este texto
evangélico hermanas y hermanos debemos de tomar en cuenta cada uno de nosotros,
que si estamos enfermos podemos alcanzar
la salud de Dios y no quedarnos tirados como esta persona suegra de
Simón, en el lecho de nuestro dolor, aquí pudiéramos hablar en el lecho del
egoísmo, del rencor, del odio, de la injusticia y violencia; hoy al igual que a
la suegra de Simón, Jesús quiere tomarnos de la mano, quiere sanarnos de las
enfermedades que nos aquejan en particular, pero también Jesús quiere sanar la
enfermedad comunitaria que nosotros vivimos como sociedad, cuando nosotros
también comulgamos con estructuras de pecado, como creyentes estamos llamados a
recordar que en el sacramento de la confesión, el mismo Jesús nos da la
sanación, pero esto implica primero aceptar nuestra enfermedad, aceptar nuestro
pecado, nuestra condición y desear de todo corazón dejarnos tomar de la mano
del Señor, para poder estar sanos. Un grave problema que tenemos en nuestro
tiempo es no reconocer que muchas veces nuestra conciencia también se enferma;
y llegan a enfermarse a tal grado que ya no es capaz, esta persona de
distinguir entre lo bueno y lo malo y es fácil caer en el pecado; cuántas
personas tienen una conciencia enferma, o sea una conciencia laxa, que todo lo
permite, todo lo justifica. La relación entre la fe y la conciencia es uno de
los grandes compromisos a los que la persona debe de enfrentarse en la
actualidad, puesto que debe distinguir y debe de existir en ella una
consecuencia y una coherencia, entre lo que se cree y lo que se vive, es decir:
nuestra fe en Dios y nuestro estilo de vida convenientes, deben de ser una sola
cosa; cuando no se vive de este modo, surge la pobreza, en una separación
radical entre la fe y la vida, dando como resultado muchas veces la injusticia
y la desigualdad, por lo que decimos que la fe no es una situación impuesta,
sino que debe de vivirse en la libertad, a partir de un encuentro con Jesús que
vivimos personal y voluntariamente. Hermanas y hermanos esta relación entre la
fe y la conciencia pone de manifiesto la importancia de la dignidad de cada
persona, así que en este pasaje del evangelio, Jesús nos da el tiempo perfecto
al hablarnos de ese amor de Él, por su padre y por el prójimo, que toma fuerza
en la oración ya que Dios es la fuente del amor, por eso es indispensable
dedicar tiempo para hablar con Dios, para orar con Dios; para de ahí obtener la
gracia de amarlo en el prójimo, de amarlo en los demás, ya que el amor no es un
sentimiento sino una donación. Que así sea.
====================================================================
Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto
Domínguez Couttolenc, del domingo 18 de enero de 2015, en la Celebración
Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc,
en la Celebración Eucarística que presidió el domingo cuatro de enero de dos mil
quince, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, en Ecatepec, Estado de
México.
Queridos hermanos y hermanas, después de haber
celebrado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, en la navidad, “Dios con
nosotros”; este domingo celebramos la Epifanía del Señor. La palabra “Epifanía”
viene del griego y significa “manifestación”, Jesús se da a conocer, Jesús se
revela ante los magos de oriente que lo buscan, guiados por una estrella; los
magos de la antigüedad se dedicaban al estudio del universo, por medio de la
observación de las estrellas; no eran magos como lo entendemos ahora en
nuestros días, ellos eran astrólogos, aunque en nuestra cultura se han llamado
Reyes Magos pues un hombre, Tertuliano hacia el año doscientos cincuenta
después de Cristo así les llamó. Al enterarse el rey Herodes del nacimiento de
Jesús, nos dice el evangelista que se sobresaltó, pues su ambición e interés
era el poder, y no el servicio a Dios y a su pueblo; es interesante hermanas y
hermanos, cómo estos hombres, hombres sabios que vienen siguiendo esa luz, al
estar con este rey, que es un rey malo, se les pierde la luz, pero la luz de la
estrella sin embargo no los abandona, así que al ver de nuevo la estrella que
continua guiándolos se detiene encima de un pesebre donde encuentran a un niño,
y al ver al niño con María su madre, cayeron de rodillas y lo adoraron,
ofreciéndole regalos. Estos hombres sabios han seguido la estrella que los ha
conducido a Jesús, quien se ha manifestado a su vista, ellos le adoran y nos
dice la escritura, abriendo sus cofres le ofrecieron: “incienso como a Dios
verdadero; oro como a un rey soberano y mirra como a un hombre mortal.” Este
hecho contiene una enseñanza para nuestra vida: ¿Cuántas veces por nuestros
intereses que no están de acuerdo al evangelio la estrella de Jesús se nos
pierde?, por eso lo importante es que nosotros nos dejemos guiar por la luz del
Señor, que avancemos y que venzamos las dificultades personales y sociales que
una y otra vez se interponen en nuestro camino; tengamos entonces la misma
actitud que estos hombres sabios, que estos magos, así como para ellos la
estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz
que los lleva a escuchar y a ver la gran luz de Cristo que los ilumina
interiormente y por eso encuentran al Señor, nosotros hermanas y hermanos
debemos de tener también esa actitud de estos hombres, buscar a Dios que
ilumina nuestra conciencia, a Dios que ilumina nuestra existencia, para que le
adoremos regalándole lo mejor que nosotros tenemos. Al contemplar a Jesús niño
en el pesebre contemplamos a Dios hecho hombre, como nosotros, menos en el
pecado, participando de nuestra condición, Jesús desde pequeño compartió
nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros dolores, nuestras
enfermedades; pero también compartió las alegrías, así Dios ha querido conocer
de cerca nuestra realidad, esa realidad que muchas veces nos mantiene perdidos
en la oscuridad a causa del pecado que nos ha llevado no por el sendero del
Señor, sino por otros caminos; sin embargo hermanas y hermanos hoy resuenan las
palabras del profeta Isaías: “sobre ti resplandece el Señor y en ti se
manifiesta su gloria”, así que cada uno de nosotros en la medida que seamos con
nuestra vida un reflejo de la luz de Señor, en esa medida se reflejará en
nuestra vida la gloria de Él. Esto es muy importante, cuando estaba escribiendo
esas palabras pensaba yo: a ver, si yo soy un sacerdote, yo tengo que ser con
mi vida un reflejo de la luz de Cristo, pues tengo que ser un hombre de
oración, tengo que ser un hombre de caridad; si ustedes son padres de familia y
en su familia no reflejan en su comportamiento la luz de Cristo, pues ustedes
no van a poder conducir a su familia hacia el encuentro del Señor, muy
importante estos conceptos, porque profundizándolos nos damos cuenta de la gran
responsabilidad que tenemos y que estas fiestas no nada más podemos vivirlas
como un recuerdo sino que nos invitan a un cambio, a una transformación de vida.
Buscar la gloria de Dios es una necesidad de todo creyente que desea y se deja
guiar por el Espíritu Santo, no se puede llegar a la plenitud de la vida
cristiana sin esta incomparable experiencia, dejarse guiar por el Espíritu
Santo, abandonarse en Él, pero para esto se necesita saber quién es Él, se
necesita conocerlo y se le conoce bien sabemos, por medio de la oración, porque
solamente así podremos abrir nuestro corazón para que su gracia pueda guiarlos,
desde adentro, desde nuestra propia conciencia. La gloria de Dios es una
realidad que debemos alcanzar, no es un estado de vida reservado, como algunas
personas piensan para un lujo, no, esta es una promesa para todos aquellos que
la buscan, en un encuentro íntimo con el Señor y que tienen su plenitud en la
vida, en la vida de su comunidad, en la vida de su familia. Para buscar vivir
la gloria de Dios hay que tener un verdadero deseo de conocerla, y desear ser
santos, llevando una vida alejada del pecado, haciendo el firme propósito de
actuar conforme a la palabra del mismo Dios, en todo sentido, incluyendo
también las gracias que recibimos también en nuestra vida y también en los
sacramentos. En el relato evangélico de hoy San Mateo nos recuerda esta hermosa
frase de los magos de oriente: “vimos surgir su estrella y hemos venido a
adorarlo”, esta es también la razón de nosotros al estar aquí en esta
Eucaristía: Queremos adorarlo en nuestra vida, dejar a un lado todo lo que nos
impide ser fieles a su palabra y dar testimonio de Él, por eso esta fiesta de
la Epifanía es una invitación para que dejemos que la luz del evangelio nos
disponga y nos guíe siempre para poder contemplar con fe pura y con amor
sincero, el misterio de la presencia de Jesús en nuestra vida personal y de
nuestra vida también con aquellos que nos rodean, dejemos guiarnos por la
estrella de la fe para que podamos encontrar siempre al Señor, como lo hicieron
los magos y que nuestros regalos al Niño Dios, no sean: oro, incienso y mirra
como ofrecieron estos mismos hombres sabios, sino que sea una vida sencilla,
agradable a Dios, una vida de fe y esperanza, fundada en Él, con Él y para Él,
y que esta vida sea también una luz para tantas personas que lo buscan, en
definitiva, esta es también nuestra responsabilidad como cristianos, ser
reflejos de esa luz; en este camino que hacen los magos está también
simbolizado el destino de toda persona; nuestra vida hermanas y hermanos, es un
camino iluminado por las luces que nos permiten reconocer el sendero, hasta
encontrar la plenitud de la verdad y del amor que nosotros cristianos
reconocemos en el Señor Jesús. Hoy, al iniciar este año, recordemos que Jesús
se ha manifestado para que tengamos fe, y tener fe hermanas y hermanos es vivir
libremente la palabra escuchándola, porque su verdad está garantizada por el
mismo Dios y solamente es posible tener fe, cuando nos abrimos a la gracia de
Dios, porque la fe es una gracia es decir, es un regalo, un don, una virtud que
viene únicamente del mismo Dios verdadero, por eso para dar una respuesta de fe
ante esa manifestación del Señor, es necesaria la gracia de Dios que se nos da
en el Espíritu Santo, que mueve nuestro corazón y lo dirige hacia Dios, que
abre los ojos de nuestro espíritu y nos concede aceptar la verdad de Dios; por
eso quien tiene fe, es capaz de ver la manifestación del Dios con nosotros.
Pidámosle hoy al Señor que así como se manifestó a los magos, se manifieste
también en nuestra vida y en nuestra comunidad. Que así sea.----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Homilía de nuestro Señor Obispo
Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística del
domingo veintiuno de diciembre de dos mil catororce, que presidió en la
Catedral del Sagrada Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos
como les decía hace un momento al iniciar la eucaristía, en el cuarto domingo
de este tiempo de adviento, como ustedes
recordarán el primer domingo, hemos reflexionado acerca del profeta Isaías,
quien anunció la llegada del Señor; de él hemos aprendido que estamos llamados
a vivir bajo la luz de la esperanza, ya que el Mesías trae consigo la salvación
plena, y el mismo profeta Isaías nos presentó las características de la misión
del Mesías, quien ha venido enviado para anunciar la buena nueva a los pobres,
a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón y el año de gracia
del Señor. También hemos reflexionado en estos domingos acerca del papel
central que tiene Juan Bautista como precursor de la llegada del Mesías, quien
nos viene a preparar el camino del Señor, enderezando las sendas de la vida,
viviendo la conversión, y proclama que el Mesías ya está presente en medio de
nosotros. Ahora la iglesia nos invita a voltear nuestros ojos y fijarnos en
Santa María, la madre del Señor, ya que ella tiene un papel esencial en la
historia de la salvación. El texto que hemos escuchado hoy es quizás uno de los
más conocidos de los evangelios y de toda la sagrada escritura, aparece una y
otra vez en la eucaristía y también en muchas de nuestras fiestas marianas, en
nuestra reflexión conviene meditar sobre las palabras del inicio de este texto
pronunciadas por el ángel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
ya que esta frase hermanas y hermanos contiene elementos únicos e importantes, fundamentales
que nos permiten tenerlos como base en los que es vivir el discipulado,
recordemos que cada uno de nosotros como bautizados somos discípulos del Señor,
pues siempre aprendemos de Él, discipulado que primero vivió Santa María;
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Este saludo contiene tres
elementos muy importantes: primero la alegría: “Alégrate”, segundo la
afirmación de la relación de Dios con María
tercero la seguridad de la ayuda de Dios a María, “el Señor está
contigo”. “Alégrate”, hermanas y hermanos es la primera palabra que el ángel le
dirige a María, aparece en griego con el término de χαίρομαι
(chaíromai): regocíjate, alégrate; nosotros
aquí lo traducimos como Ave María. María es invitada por el ángel a la alegría,
y más adelante ella será fuente de alegría, por ejemplo: la visita a su prima
Isabel, y por lo que ella misma proclama en el magnífica: “Desde ahora me
felicitarán todas las naciones, porque el poderoso ha hecho obras grades por mí”,
por lo tanto, de acuerdo con la naturaleza de la misión de María, el anuncio de
alegría ya es parte del pensar, todo lo que el ángel le anunció ya es una razón
de alegría para ella misma, pero no solamente para ella sino también para la
comunidad, y esta razón de alegría llega hasta nuestros días, este llamado a la
alegría es un signo que Dios no ve a María como si fuera un signo
insignificante para el cumplimiento de su plan de salvación; todo lo contrario,
Dios involucra a María como persona, su humanidad es respetada, su libertad es
respetada; Dios respeta completamente a María, así es que el llamado a la
alegría es la invitación para participar de forma personal e intensa en la
misión que ha recibido, y no cumplirla como una tarea impuesta desde fuera. La
misión involucra todas las dimensiones de la persona, de manera profunda e
íntima, es un motivo entonces, de inmensa alegría, aquí está una gran enseñanza para nosotros como
discípulos: Ser alegres en el seguimiento del Señor, ya que la alegría no puede
ser impuesta, la alegría no es un mandato, así como María necesitó tiempo para
asimilar este encuentro con el ángel, y crecer en la alegría del Señor de forma
real que penetró en la comprensión de la tarea que el Señor le ha confiado, nosotros
también necesitamos entrar en la dinámica de asimilar nuestra opción por el
Señor, y crecer cada día en esta opción que lleva a la alegría del discipulado,
o sea a la alegría del ser cristiano; la vocación de María se situó bajo el
signo entonces de la alegría, no hay un motivo más auténtico, ni un fundamento
más seguro que el gozo ilimitado que proviene del amor y del apoyo de Dios,
saber que Dios está presente. Cuando se pierden hermanas y hermanos los motivos
para la alegría se comienza a perder la fe, y nos precipitamos por la ruta
segura del fracaso, sin embargo, está ante todo y en primer lugar la relación
con Dios que es la fuente primaria y fundamental de la alegría. No hay llamada
de Dios que no sea en primer lugar un llamado a la plenitud de vida, y por
tanto a la alegría, tenemos que descubrir todos los días la alegría de nuestra
misión en nuestra vida, lo mejor que nos ha podido sucedes, es haber sido
llamados a ser cristianos, discípulos del Señor; en esta reflexión, vale la
pena recordar lo que el papa Francisco ha escrito a la iglesia en su
Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, cuando afirma el Papa: “Hay
cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive
del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy
duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de
luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de
todo”. “Comprendo, - dice el Santo Padre - a las personas que tienen una tristeza por las graves dificultades que tienen que
sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a
despertarse como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores
angustias, me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha, pero algo traigo
a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado,
no se ha agotado su ternura, mañana tras mañana se renueva porque grande es su
fidelidad, bueno es esperar en silencio la salvación del Señor”, termina la
cita del Santo Padre. Continuemos ahora con la expresión “llena de gracia”,
afirma la acción de Dios, esta expresión, en la persona de María, el amor, la
gracia, la benevolencia, la complacencia de Dios se encuentra en ella; el ser
amada por Dios de esta manera, no es el resultado de sus méritos o de su
comportamiento previo ante Dios, sino la obra de Dios en ella, Dios se ha hecho
así, llena de gracia, Dios la ha creado de tal manera que su amor está dirigido
hacia ella, como no lo ha hecho con ninguna otra criatura, así es que de esta
manera, ella María está muy estrechamente unida a Dios, por eso hermanas hermanos nosotros no dudemos en tomarnos de la
mano de María, ya que ella es amada por Dios y ella ha mostrado su amor hacia
nosotros y Dios ama a cada uno de nosotros, la prueba más sencilla elemental es
el hecho de nuestra existencia: existo ante todo, porque Dios quiso, porque
Dios me ama. En nuestra vida sin duda alguna hay muchos signos del amor de
Dios, pero tenemos que descubrirlos, tenemos que estar atentos para
descubrirlos con gratitud, hay que tener los ojos abiertos en todo momento,
para ver y recibir ese amor de Dios que en cada instante sale a nuestro
encuentro; así nuestra vida es una continua acción de gracias a Dios. “El Señor
está contigo”, expresión que contiene en si misma un gran significado, sólo
María recibe esa expresión de ayuda de parte de Dios, Dios está con ella, le
infunde amor, confianza, y Dios está entonces también al ser sus hijos con
nosotros, nos infunde amor, confianza y manifiesta su intervención a favor
nuestro. Recordemos que esta expresión constantemente la utilizamos en la misa,
cuando el sacerdote dice; “Que el Señor esté con ustedes”. Hermanas y hermanos
por medio de esta expresión debemos estar seguros que el Señor está con
nosotros, en la misión específica en las circunstancias de nuestra existencia
que nos ha permitido vivir, no vivamos para nosotros mismos, vivamos para Dios,
vivamos para los demás; pero recordemos: Dios espera de nosotros la
responsabilidad de discípulos, estemos seguros que no estamos solos para llevar
a cabo la misión, siempre podemos contar con la ayuda de Dios en todas las
dificultades, y a la hora de grandes problemas, aun cuando las
responsabilidades parezcan superarnos, pidamos la ayuda del señor y confiemos
en sus manos, el Señor nunca nos pedirá hacer algo sin darnos la gracia que
necesitamos para llevarlo a cabo. Hermanas y hermanos, que este saludo del
ángel a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, en el que
hoy hemos meditado nos ayude a prepararnos con fe y esperanza para celebrar
este aniversario más de la llegada de Dios con nosotros, del Emmanuel en esta
navidad. Que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario