HOMILÍA DEL SR. OBISPO MONS. OSCAR ROBERTO DOMÍNGUEZ COUTTOLENC

Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 8 de febrero de 2015, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Hermanos y hermanas, en este domingo continuamos escuchando el evangelio escrito por San Marcos. Como ustedes recordarán San Marcos es uno de los tres evangelistas llamados sinópticos, los otros son Mateo y Lucas; y se les llaman evangelios sinópticos porque presentan la misma perspectiva que se da de la vida y predicación del Señor Jesús. Ellos narran casi los mismos hechos coincidiendo los tres evangelios Mateo, Marcos y Lucas en sus narraciones, en los dichos de Jesús, en los actos de Jesús; es decir relatan la vida de Jesús desde un punto de vista común. En este domingo San Marcos nos narra la curación de la suegra de Simón, quien se encontraba con una fuerte fiebre, lo que le impedía llevar una vida normal, por eso estaba acostada, le piden a Jesús que le ayude y Él tomándola de la mano la levanta e incorpora para que pueda encontrar la salud y de esa forma continuar con sus labores cotidianas. En este milagro de Jesús hermanas y hermanos, a Marcos le interesa hacer ver a la comunidad que es únicamente Jesús, el Maestro, quien puede devolver la salud completa, tanto física como espiritual; y esto les desea recordar a las comunidades que se encontraban enfermas, que se encontraban sin esperanza ante la fuerte persecución que en ese momento estaban viviendo; en esa actitud de Jesús podemos ver claramente que su respuesta está basada en el amor, para Jesús, que la suegra de Simón estuviera enferma o tuviera salud, pues no implicaba directamente para Él ninguna circunstancia especial, sin embargo toma esa actitud de sanarla, para qué, para demostrar su amor. Es importante recalcar que en este episodio, el evangelista hace contar cómo al suegra de Simón, una vez que queda sana, ella se pone a servirles, como una respuesta a la acción misericordiosa de Jesús, por lo que descubrimos que una respuesta de servicio es fundamental, cuando una persona se siente amada y curada por el Señor. En este mismo evangelio hemos escuchado cómo le presentan a Jesús a personas enfermas y endemoniadas, para que Él les cure; pero hay también un elemento muy importante, San Marcos nos dice que esto sucede al salir Jesús de la sinagoga, este dato no lo podemos perder de vista, nos lleva a la conclusión, que en ese momento era sábado, que estaba transcurriendo el sábado, es el día dedicado al Señor y que de acuerdo a la ley de Moisés no estaba permitido realizar ningún trabajo, ni siquiera una curación. Pero el gesto de Jesús para con el necesitado va más allá de la propia ley, pues Él sabiendo que es sábado y viendo la necesidad de curar a personas que se encuentran sufriendo alguna enfermedad o atormentadas por el demonio, Jesús les concede la sanación; esto qué quiere decir: es una enseñanza para nosotros, que no nos podemos únicamente quedar parados en la ley  sino que debemos de caminar hacia el servicio, así Él actuó. El tercer momento que podemos distinguir en este texto evangélico es constatar como Jesús es un hombre de oración; se aparta para estar en contacto con su Padre Celestial, no podemos perder de vista que el actuar de Jesús, toma fuerza y sentido en este contacto profundo que tiene con el Padre Celestial por medio de la oración, así es que aquí también tenemos que recordar que un día normal de trabajo como el que nos presenta hoy Marcos, de Jesús en su ministerio, la oración es fundamental; esta es una llamada de atención entonces para todos nosotros, que debemos de ser personas a pesar de nuestro trabajo, personas también de oración. Al contemplar este texto evangélico hermanas y hermanos debemos de tomar en cuenta cada uno de nosotros, que si estamos enfermos podemos alcanzar  la salud de Dios y no quedarnos tirados como esta persona suegra de Simón, en el lecho de nuestro dolor, aquí pudiéramos hablar en el lecho del egoísmo, del rencor, del odio, de la injusticia y violencia; hoy al igual que a la suegra de Simón, Jesús quiere tomarnos de la mano, quiere sanarnos de las enfermedades que nos aquejan en particular, pero también Jesús quiere sanar la enfermedad comunitaria que nosotros vivimos como sociedad, cuando nosotros también comulgamos con estructuras de pecado, como creyentes estamos llamados a recordar que en el sacramento de la confesión, el mismo Jesús nos da la sanación, pero esto implica primero aceptar nuestra enfermedad, aceptar nuestro pecado, nuestra condición y desear de todo corazón dejarnos tomar de la mano del Señor, para poder estar sanos. Un grave problema que tenemos en nuestro tiempo es no reconocer que muchas veces nuestra conciencia también se enferma; y llegan a enfermarse a tal grado que ya no es capaz, esta persona de distinguir entre lo bueno y lo malo y es fácil caer en el pecado; cuántas personas tienen una conciencia enferma, o sea una conciencia laxa, que todo lo permite, todo lo justifica. La relación entre la fe y la conciencia es uno de los grandes compromisos a los que la persona debe de enfrentarse en la actualidad, puesto que debe distinguir y debe de existir en ella una consecuencia y una coherencia, entre lo que se cree y lo que se vive, es decir: nuestra fe en Dios y nuestro estilo de vida convenientes, deben de ser una sola cosa; cuando no se vive de este modo, surge la pobreza, en una separación radical entre la fe y la vida, dando como resultado muchas veces la injusticia y la desigualdad, por lo que decimos que la fe no es una situación impuesta, sino que debe de vivirse en la libertad, a partir de un encuentro con Jesús que vivimos personal y voluntariamente. Hermanas y hermanos esta relación entre la fe y la conciencia pone de manifiesto la importancia de la dignidad de cada persona, así que en este pasaje del evangelio, Jesús nos da el tiempo perfecto al hablarnos de ese amor de Él, por su padre y por el prójimo, que toma fuerza en la oración ya que Dios es la fuente del amor, por eso es indispensable dedicar tiempo para hablar con Dios, para orar con Dios; para de ahí obtener la gracia de amarlo en el prójimo, de amarlo en los demás, ya que el amor no es un sentimiento sino una donación. Que así sea.


====================================================================

Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, del domingo 18 de enero de 2015, en la Celebración Eucarística que presidió en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.

Hemos encontrado al Mesías”. Hermanos y hermanas, en este domingo la iglesia nos convoca a reflexionar sobre la llamada que Dios hace a cada uno de nosotros, llamada que se concretiza en la vocación que cada uno de nosotros tenemos; vocación que evidentemente se desarrolla en la vida, es interesante lo que hemos escuchado en la lectura del primer libro de Samuel, donde se describe la llamada que Dios le hace, cuando servía en el templo bajo las órdenes del sacerdote Elí. Esta narración se sitúa al principio del primer libro de Samuel, cuando ustedes llegan a su casa o en estos días vean la biblia y en el antiguo testamento, el primer libro y el segundo libro de Samuel lo encontrarán; en ese momento, cuando Samuel tiene esa experiencia el pueblo está atravesando por situaciones muy especiales, porque Yahvé Dios, había dejado una etapa grande, larga, de no comunicarse con el pueblo, desde Moisés no había ya profetas, y el pueblo entonces se sentía alejado de Dios, el pueblo se sentía viviendo en la oscuridad, no en la luz, porque la palabra de Dios siempre es una luz, y así es entonces que con Samuel nace nuevamente el profetismo, siendo una forma de presencia y de experiencia del pueblo que recibe el pensamiento de Dios, La narración nos transporta al santuario de Silo, donde estaba el arca de la alianza y donde ardía la lámpara de Dios, símbolos ambos de la presencia silenciosa de la presencia callada de Dios. Es interesante ver estos signos, porque Yahvé se va a comunicar con Samuel de noche, cuando el pueblo ve en la noche el significado de no tener luz, de no tener esperanza; es interesante ver como estaban cerca del arca, donde se encontraba el signo de la presencia de Dios, y como Dios, ahí a un lado del arca permitía que el pueblo tuviera una luz. Ahora nosotros en la iglesia vivimos también estos signos, esta esperanza, ya no tenemos el arca, pero tenemos el lugar santo, aquí en la capilla del Sagrado Corazón está Jesús Eucaristía, ya no tenemos la luz antigua, tenemos la lámpara encendida del mismo Dios que está allí presente, y la lámpara de Dios es la que alumbra nuestro camino, cuántos de nosotros cuando tenemos fuertes dificultades no encontramos la luz, vemos que todo está oscuro y sin embargo Dios siempre manifiesta su luz; allí está Jesús entonces, el día que ustedes gusten que se sientan con la necesidad de Dios, que se sientan con la necesidad de acercarse a Él, allí está la capilla, la capilla del Sagrado Corazón, donde se encuentra esta realidad también, esta presencia silenciosa, presencia callada de Dios. Regresemos al texto, la llamada a Samuel sucede en un lugar santo, después de tres intentos fracasados, debido a la falta de experiencia previa de la palabra de Dios por parte de Samuel para poderla distinguir, le guía el anciano Elí, le ayuda a Samuel a distinguir la palabra de Dios, la voz de Dios. Samuel con docilidad y disponibilidad cuando escucha esta voz y la reconoce, entonces se ofrece para el ministerio respondiendo: “Habla Señor que tu siervo te escucha”; aquí encontramos otra enseñanza, cuántas veces Dios nos habla en nuestra vida, nos habla por medio de la esposa, del esposo, de los hijos, por medio de los vecinos, del trabajo, en la escuela; cuántas veces Dios se manifiesta y sin embargo no somos capaces a veces de discernir la voz de Dios, por eso es importante también buscar una persona buena, santa, que nos ayude a distinguir, que nos ayude a saber qué es  y en qué momento está Dios, está Dios hablando; y ojalá le pudiéramos decir: “Habla Señor que tu siervo te escucha”. Fíjense que la misión de Samuel no iba a ser una misión fácil, tiene que denunciar a la familia de Elí el anciano que lo ha acogido, que le ha enseñado a discernir la palabra de Dios, el mal comportamiento que tiene la familia, y Elí no se enoja cuando Samuel le dice que hay que corregir, por qué, porque Elí es lo suficientemente honesto, es lo suficientemente maduro para aceptar la fuerte palabra de Yahvé, preguntémonos nosotros si cuando nosotros escuchamos la palabra de Dios y sabemos que hay algo que corregir en nuestra vida, nosotros nos enojamos, nos molestamos, o si también vivimos con madurez y con honestidad ante la palabra de Dios. Así Samuel llegará a ser el profeta de todo el pueblo, el instrumento por medio del cual el Señor hace oír su palabra al pueblo de Israel; este texto tiene mucho entonces que enseñarnos, el Señor se muestra en el silencio, en el lugar sagrado, la presencia del Señor es callada, humilde, pero es acogedora; es fundamental entonces hermanas y hermanos buscar al Señor, sólo así estaremos atentos a su llamada y podemos escuchar su voz. La llamada de Dios es insistente, a Samuel, acabamos de escuchar le habla tres veces, esto significa que la llamada del Señor muchas veces tenemos que vivirla en un proceso, en un discernir su llamada, en un caminar a la verdad y exige de nuestra parte, ponernos en marcha, abrir nuestro corazón, escuchar la palabra y ponerla en práctica. Si nosotros contemplamos el evangelio de este día, como lo escuchado de San Juan, en este evangelio, Juan narra la llamada de Jesús a los primeros discípulos, para Juan esta llamada de Jesús fue profunda, fue una experiencia muy importante en su vida, setenta años más o menos nos dicen los estudiosos después de haber vivido Juan ese acontecimiento recordaba incluso la hora en que se encontró con el Maestro, por eso dice: “Eran como las cuatro de la tarde”. Para comprender mejor este evangelio, hay que tomar en cuenta que este llamado se da posteriormente a la presentación que Juan Bautista hace de Jesús a sus discípulos: “Ese es el cordero de Dios” diciéndoles ahora sí Él si es, ahora sí a Él síganlo, vayan con Él. Andrés y el otro discípulo que es Juan, descubren a Jesús gracias al testimonio del Bautista quien lo señaló, Simón Pedro encuentra a Jesús por el testimonio de su hermano Andrés; Natanael reconoce al Señor por el testimonio de Felipe, hay que tomar en cuenta que las personas que conocieron a Jesús contaron su experiencia pero ante todo dieron testimonio, y así entre testimonio y testimonio hemos llegado al sigo XXI, apoyando nuestra fe en estos testimonios, por eso  hermanas y hermanos, que importante es que den testimonio a sus hijos, padres de familia de la fe que viven, que importante es el testimonio de vida, que le puedan decir a sus hijos: “he encontrado la paz en Dios, he encontrado el camino de la verdad”; desgraciadamente ahora mucha gente pues únicamente manda a sus niños a la iglesia al catecismo, los manda a misa, pero no dan testimonio y lo importante del testimonio es que el testimonio ha hecho cambiar la historia, el testimonio de esos hombres, este testimonio se apoya en la fe, en esta experiencia de vida; además el texto de San Juan que hemos escuchado resuma esta experiencia a través del diálogo entre Jesús y los discípulos: ¿Qué buscan?”, les dice, ellos le contestan: “¿Dónde vives Rabí?, Él les dijo: Vengan a ver. Fueron, pues, vieron donde vivía y se quedaron con Él” ojalá nosotros vayamos a ver dónde vive el Señor, y cuando lo encontremos, nos quedemos con Él; esta experiencia que cambia la vida de estos hombres sencillos, cambia también nuestra vida si nosotros queremos cambiarla, y queremos también vivir, vivir con este Cristo. El llamado hermanos y hermanas de los primeros discípulos está íntimamente ligado al significado que tiene la afirmación: “Este es el cordero de Dios”, con esta afirmación daba Juan Bautista a entender que era Jesús quien se inmolaría por su pueblo, dando vida, liberándolo del pecado, que el pecado esclaviza, esta imagen de “Este es el cordero” en la cultura judaica no era difícil interpretar, para el pueblo de Israel queda claro que “Este es el cordero de Dios” significaba: “Este es el Mesías, ese es el enviado”. También hay que tomar en cuenta en este texto cómo es el concepto de pecado en el pueblo de Israel, en ese tiempo además de negar, el pecado, la relación con Dios el pecado se muestra como aquello que desorienta a la persona, una persona que no encuentra el camino está desorientada, por eso cuánto valor tiene en este día retomar la segunda lectura que hemos escuchado, porque el pecado que desorienta, ahora los está desorientando mucho, en nuestro pueblo, en nuestra comunidad, en nuestros jóvenes, cuánta conversión tenemos y necesitamos, cuántas veces nosotros vivimos en un camino equivocado, pensando que es nuestro cuerpo lo principal, que al cuerpo hay que darle lo que sea; nada más hay que recordar lo que dice la carta: “El pecado de fornicación que nace del mismo cuerpo se queda en el mismo cuerpo”, los demás pecados están fuera, pero ese pecado nos afecta a nosotros, por eso el pecado desorienta. Así es que hermanas y hermanos quien se encuentra con el Señor, como los discípulos viven la conversión y ellos seguirán el camino del Señor, por qué, porque han encontrado el camino de la luz; vale la pena hacer notar también, que San Juan es el único evangelista que comenta que Juan el Bautista le presentó sus discípulos a Jesús, qué desprendimiento de Juan el Bautista, cuando nosotros tenemos algo lo queremos para nosotros mismos, para desarrollarnos nosotros, pero vean el testimonio de Juan, Juan se desprende, se desprende para que los discípulos vayan con Jesús a cumplir su misión, vean y analicemos nosotros nuestra vida, qué tanto nos sabemos desprender, a veces hasta de los propios hijos, para que puedan cumplir su misión, hay veces que nos cuesta trabajo, pero es la enseñanza de Maestro: “Vayan para que puedan crecer, vayan para que puedan dar vida”. Hermanas y hermanos, que estas lecturas sobre la llamada de los primeros discípulos nos hagan reflexionar sobre el testimonio que damos, que nos hagan reflexionar si reconocemos en nuestra vida la palabra del Señor y que nos ayuden a crecer en la experiencia de Jesús que está vivo, de Jesús que está con nosotros, a crecer en la experiencia de vivir los sacramentos, de comprometernos en la caridad, y de decir siempre desde lo más profundo de nuestro ser: “Habla Señor que tu siervo te escucha”. Así sea.


xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Homilía de nuestro Sr. Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, en la Celebración Eucarística que presidió el domingo cuatro de enero de dos mil quince, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, en Ecatepec, Estado de México.
Queridos hermanos y hermanas, después de haber celebrado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, en la navidad, “Dios con nosotros”; este domingo celebramos la Epifanía del Señor. La palabra “Epifanía” viene del griego y significa “manifestación”, Jesús se da a conocer, Jesús se revela ante los magos de oriente que lo buscan, guiados por una estrella; los magos de la antigüedad se dedicaban al estudio del universo, por medio de la observación de las estrellas; no eran magos como lo entendemos ahora en nuestros días, ellos eran astrólogos, aunque en nuestra cultura se han llamado Reyes Magos pues un hombre, Tertuliano hacia el año doscientos cincuenta después de Cristo así les llamó. Al enterarse el rey Herodes del nacimiento de Jesús, nos dice el evangelista que se sobresaltó, pues su ambición e interés era el poder, y no el servicio a Dios y a su pueblo; es interesante hermanas y hermanos, cómo estos hombres, hombres sabios que vienen siguiendo esa luz, al estar con este rey, que es un rey malo, se les pierde la luz, pero la luz de la estrella sin embargo no los abandona, así que al ver de nuevo la estrella que continua guiándolos se detiene encima de un pesebre donde encuentran a un niño, y al ver al niño con María su madre, cayeron de rodillas y lo adoraron, ofreciéndole regalos. Estos hombres sabios han seguido la estrella que los ha conducido a Jesús, quien se ha manifestado a su vista, ellos le adoran y nos dice la escritura, abriendo sus cofres le ofrecieron: “incienso como a Dios verdadero; oro como a un rey soberano y mirra como a un hombre mortal.” Este hecho contiene una enseñanza para nuestra vida: ¿Cuántas veces por nuestros intereses que no están de acuerdo al evangelio la estrella de Jesús se nos pierde?, por eso lo importante es que nosotros nos dejemos guiar por la luz del Señor, que avancemos y que venzamos las dificultades personales y sociales que una y otra vez se interponen en nuestro camino; tengamos entonces la misma actitud que estos hombres sabios, que estos magos, así como para ellos la estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a escuchar y a ver la gran luz de Cristo que los ilumina interiormente y por eso encuentran al Señor, nosotros hermanas y hermanos debemos de tener también esa actitud de estos hombres, buscar a Dios que ilumina nuestra conciencia, a Dios que ilumina nuestra existencia, para que le adoremos regalándole lo mejor que nosotros tenemos. Al contemplar a Jesús niño en el pesebre contemplamos a Dios hecho hombre, como nosotros, menos en el pecado, participando de nuestra condición, Jesús desde pequeño compartió nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros dolores, nuestras enfermedades; pero también compartió las alegrías, así Dios ha querido conocer de cerca nuestra realidad, esa realidad que muchas veces nos mantiene perdidos en la oscuridad a causa del pecado que nos ha llevado no por el sendero del Señor, sino por otros caminos; sin embargo hermanas y hermanos hoy resuenan las palabras del profeta Isaías: “sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria”, así que cada uno de nosotros en la medida que seamos con nuestra vida un reflejo de la luz de Señor, en esa medida se reflejará en nuestra vida la gloria de Él. Esto es muy importante, cuando estaba escribiendo esas palabras pensaba yo: a ver, si yo soy un sacerdote, yo tengo que ser con mi vida un reflejo de la luz de Cristo, pues tengo que ser un hombre de oración, tengo que ser un hombre de caridad; si ustedes son padres de familia y en su familia no reflejan en su comportamiento la luz de Cristo, pues ustedes no van a poder conducir a su familia hacia el encuentro del Señor, muy importante estos conceptos, porque profundizándolos nos damos cuenta de la gran responsabilidad que tenemos y que estas fiestas no nada más podemos vivirlas como un recuerdo sino que nos invitan a un cambio, a una transformación de vida. Buscar la gloria de Dios es una necesidad de todo creyente que desea y se deja guiar por el Espíritu Santo, no se puede llegar a la plenitud de la vida cristiana sin esta incomparable experiencia, dejarse guiar por el Espíritu Santo, abandonarse en Él, pero para esto se necesita saber quién es Él, se necesita conocerlo y se le conoce bien sabemos, por medio de la oración, porque solamente así podremos abrir nuestro corazón para que su gracia pueda guiarlos, desde adentro, desde nuestra propia conciencia. La gloria de Dios es una realidad que debemos alcanzar, no es un estado de vida reservado, como algunas personas piensan para un lujo, no, esta es una promesa para todos aquellos que la buscan, en un encuentro íntimo con el Señor y que tienen su plenitud en la vida, en la vida de su comunidad, en la vida de su familia. Para buscar vivir la gloria de Dios hay que tener un verdadero deseo de conocerla, y desear ser santos, llevando una vida alejada del pecado, haciendo el firme propósito de actuar conforme a la palabra del mismo Dios, en todo sentido, incluyendo también las gracias que recibimos también en nuestra vida y también en los sacramentos. En el relato evangélico de hoy San Mateo nos recuerda esta hermosa frase de los magos de oriente: “vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”, esta es también la razón de nosotros al estar aquí en esta Eucaristía: Queremos adorarlo en nuestra vida, dejar a un lado todo lo que nos impide ser fieles a su palabra y dar testimonio de Él, por eso esta fiesta de la Epifanía es una invitación para que dejemos que la luz del evangelio nos disponga y nos guíe siempre para poder contemplar con fe pura y con amor sincero, el misterio de la presencia de Jesús en nuestra vida personal y de nuestra vida también con aquellos que nos rodean, dejemos guiarnos por la estrella de la fe para que podamos encontrar siempre al Señor, como lo hicieron los magos y que nuestros regalos al Niño Dios, no sean: oro, incienso y mirra como ofrecieron estos mismos hombres sabios, sino que sea una vida sencilla, agradable a Dios, una vida de fe y esperanza, fundada en Él, con Él y para Él, y que esta vida sea también una luz para tantas personas que lo buscan, en definitiva, esta es también nuestra responsabilidad como cristianos, ser reflejos de esa luz; en este camino que hacen los magos está también simbolizado el destino de toda persona; nuestra vida hermanas y hermanos, es un camino iluminado por las luces que nos permiten reconocer el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor que nosotros cristianos reconocemos en el Señor Jesús. Hoy, al iniciar este año, recordemos que Jesús se ha manifestado para que tengamos fe, y tener fe hermanas y hermanos es vivir libremente la palabra escuchándola, porque su verdad está garantizada por el mismo Dios y solamente es posible tener fe, cuando nos abrimos a la gracia de Dios, porque la fe es una gracia es decir, es un regalo, un don, una virtud que viene únicamente del mismo Dios verdadero, por eso para dar una respuesta de fe ante esa manifestación del Señor, es necesaria la gracia de Dios que se nos da en el Espíritu Santo, que mueve nuestro corazón y lo dirige hacia Dios, que abre los ojos de nuestro espíritu y nos concede aceptar la verdad de Dios; por eso quien tiene fe, es capaz de ver la manifestación del Dios con nosotros. Pidámosle hoy al Señor que así como se manifestó a los magos, se manifieste también en nuestra vida y en nuestra comunidad. Que así sea.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Homilía de nuestro Señor Obispo Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, de la Celebración Eucarística del domingo veintiuno de diciembre de dos mil catororce, que presidió en la Catedral del Sagrada Corazón de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, nos encontramos como les decía hace un momento al iniciar la eucaristía, en el cuarto domingo de este tiempo de  adviento, como ustedes recordarán el primer domingo, hemos reflexionado acerca del profeta Isaías, quien anunció la llegada del Señor; de él hemos aprendido que estamos llamados a vivir bajo la luz de la esperanza, ya que el Mesías trae consigo la salvación plena, y el mismo profeta Isaías nos presentó las características de la misión del Mesías, quien ha venido enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón y el año de gracia del Señor. También hemos reflexionado en estos domingos acerca del papel central que tiene Juan Bautista como precursor de la llegada del Mesías, quien nos viene a preparar el camino del Señor, enderezando las sendas de la vida, viviendo la conversión, y proclama que el Mesías ya está presente en medio de nosotros. Ahora la iglesia nos invita a voltear nuestros ojos y fijarnos en Santa María, la madre del Señor, ya que ella tiene un papel esencial en la historia de la salvación. El texto que hemos escuchado hoy es quizás uno de los más conocidos de los evangelios y de toda la sagrada escritura, aparece una y otra vez en la eucaristía y también en muchas de nuestras fiestas marianas, en nuestra reflexión conviene meditar sobre las palabras del inicio de este texto pronunciadas por el ángel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” ya que esta frase hermanas y hermanos contiene elementos únicos e importantes, fundamentales que nos permiten tenerlos como base en los que es vivir el discipulado, recordemos que cada uno de nosotros como bautizados somos discípulos del Señor, pues siempre aprendemos de Él, discipulado que primero vivió Santa María; “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Este saludo contiene tres elementos muy importantes: primero la alegría: “Alégrate”, segundo la afirmación de la relación de Dios con María  tercero la seguridad de la ayuda de Dios a María, “el Señor está contigo”. “Alégrate”, hermanas y hermanos es la primera palabra que el ángel le dirige a María, aparece en griego con el término de χαίρομαι (chaíromai): regocíjate, alégrate; nosotros aquí lo traducimos como Ave María. María es invitada por el ángel a la alegría, y más adelante ella será fuente de alegría, por ejemplo: la visita a su prima Isabel, y por lo que ella misma proclama en el magnífica: “Desde ahora me felicitarán todas las naciones, porque el poderoso ha hecho obras grades por mí”, por lo tanto, de acuerdo con la naturaleza de la misión de María, el anuncio de alegría ya es parte del pensar, todo lo que el ángel le anunció ya es una razón de alegría para ella misma, pero no solamente para ella sino también para la comunidad, y esta razón de alegría llega hasta nuestros días, este llamado a la alegría es un signo que Dios no ve a María como si fuera un signo insignificante para el cumplimiento de su plan de salvación; todo lo contrario, Dios involucra a María como persona, su humanidad es respetada, su libertad es respetada; Dios respeta completamente a María, así es que el llamado a la alegría es la invitación para participar de forma personal e intensa en la misión que ha recibido, y no cumplirla como una tarea impuesta desde fuera. La misión involucra todas las dimensiones de la persona, de manera profunda e íntima, es un motivo entonces, de inmensa alegría, aquí  está una gran enseñanza para nosotros como discípulos: Ser alegres en el seguimiento del Señor, ya que la alegría no puede ser impuesta, la alegría no es un mandato, así como María necesitó tiempo para asimilar este encuentro con el ángel, y crecer en la alegría del Señor de forma real que penetró en la comprensión de la tarea que el Señor le ha confiado, nosotros también necesitamos entrar en la dinámica de asimilar nuestra opción por el Señor, y crecer cada día en esta opción que lleva a la alegría del discipulado, o sea a la alegría del ser cristiano; la vocación de María se situó bajo el signo entonces de la alegría, no hay un motivo más auténtico, ni un fundamento más seguro que el gozo ilimitado que proviene del amor y del apoyo de Dios, saber que Dios está presente. Cuando se pierden hermanas y hermanos los motivos para la alegría se comienza a perder la fe, y nos precipitamos por la ruta segura del fracaso, sin embargo, está ante todo y en primer lugar la relación con Dios que es la fuente primaria y fundamental de la alegría. No hay llamada de Dios que no sea en primer lugar un llamado a la plenitud de vida, y por tanto a la alegría, tenemos que descubrir todos los días la alegría de nuestra misión en nuestra vida, lo mejor que nos ha podido sucedes, es haber sido llamados a ser cristianos, discípulos del Señor; en esta reflexión, vale la pena recordar lo que el papa Francisco ha escrito a la iglesia en su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, cuando afirma el Papa: “Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”. “Comprendo, - dice el Santo Padre - a las personas que tienen una tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias, me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha, pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura, mañana tras mañana se renueva porque grande es su fidelidad, bueno es esperar en silencio la salvación del Señor”, termina la cita del Santo Padre. Continuemos ahora con la expresión “llena de gracia”, afirma la acción de Dios, esta expresión, en la persona de María, el amor, la gracia, la benevolencia, la complacencia de Dios se encuentra en ella; el ser amada por Dios de esta manera, no es el resultado de sus méritos o de su comportamiento previo ante Dios, sino la obra de Dios en ella, Dios se ha hecho así, llena de gracia, Dios la ha creado de tal manera que su amor está dirigido hacia ella, como no lo ha hecho con ninguna otra criatura, así es que de esta manera, ella María está muy estrechamente unida a Dios, por eso hermanas  hermanos nosotros no dudemos en tomarnos de la mano de María, ya que ella es amada por Dios y ella ha mostrado su amor hacia nosotros y Dios ama a cada uno de nosotros, la prueba más sencilla elemental es el hecho de nuestra existencia: existo ante todo, porque Dios quiso, porque Dios me ama. En nuestra vida sin duda alguna hay muchos signos del amor de Dios, pero tenemos que descubrirlos, tenemos que estar atentos para descubrirlos con gratitud, hay que tener los ojos abiertos en todo momento, para ver y recibir ese amor de Dios que en cada instante sale a nuestro encuentro; así nuestra vida es una continua acción de gracias a Dios. “El Señor está contigo”, expresión que contiene en si misma un gran significado, sólo María recibe esa expresión de ayuda de parte de Dios, Dios está con ella, le infunde amor, confianza, y Dios está entonces también al ser sus hijos con nosotros, nos infunde amor, confianza y manifiesta su intervención a favor nuestro. Recordemos que esta expresión constantemente la utilizamos en la misa, cuando el sacerdote dice; “Que el Señor esté con ustedes”. Hermanas y hermanos por medio de esta expresión debemos estar seguros que el Señor está con nosotros, en la misión específica en las circunstancias de nuestra existencia que nos ha permitido vivir, no vivamos para nosotros mismos, vivamos para Dios, vivamos para los demás; pero recordemos: Dios espera de nosotros la responsabilidad de discípulos, estemos seguros que no estamos solos para llevar a cabo la misión, siempre podemos contar con la ayuda de Dios en todas las dificultades, y a la hora de grandes problemas, aun cuando las responsabilidades parezcan superarnos, pidamos la ayuda del señor y confiemos en sus manos, el Señor nunca nos pedirá hacer algo sin darnos la gracia que necesitamos para llevarlo a cabo. Hermanas y hermanos, que este saludo del ángel a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”, en el que hoy hemos meditado nos ayude a prepararnos con fe y esperanza para celebrar este aniversario más de la llegada de Dios con nosotros, del Emmanuel en esta navidad. Que así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario