Es 15 de abril de 2020, miércoles
de la Octava de Pascua, el Evangelio que meditamos hoy es tomado de San Lucas
24, 13-35: El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un
pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban
todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les
acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos
estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas
vienen hablando, tan llenos de tristeza?". Uno de ellos, llamado Cleofás,
le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido
estos días en Jerusalén?". Él les preguntó: "¿Qué cosa?". Ellos
le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y
nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, ¡y sin
embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto
que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de
madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les
habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de
nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las
mujeres, pero a él no lo vieron". Entonces Jesús les dijo: "¡Qué
insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por
los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así
entrara en su gloria?". Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los
profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero
ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde
y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban
a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces
se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos
se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos
hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!". Se levantaron
inmediatamente y regresaron a Jerusalén. donde encontraron reunidos a los Once
con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el
Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les
había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Queridos hermanos, los dos
discípulos de Emaús regresan a sus casas decepcionados de Jesús, habían perdido
la esperanza. Piensan que Jesús ha tenido un fracaso total y humillante, no hay
salida. Esa es la manera en que nosotros también vamos por la vida, como ciegos
y tristes, sin reconocer a Jesucristo como compañero del camino. Jesús se
acerca a estos discípulos para que le cuenten sus penas, sus decepciones, sus
preocupaciones, Él no las ignora, pero tiene paciencia para que se las
platiquen, deja que se desahoguen, y Jesús con la Palabra de Dios y con la
Eucaristía, les abre los ojos y el corazón. Así nosotros, en la Biblia y en la
Santa Misa encontramos la fuerza para seguir en la vida, para cumplir la misión
que el Señor nos encomienda. Hoy preguntémonos: ¿Estamos decepcionados como los
discípulos de Emaús? ¿Descubrimos la presencia de Jesús en nuestra vida?
¿Tomamos fuerza en la lectura y meditación de la Biblia? ¿Participamos del
Cuerpo y Sangre de Cristo para tener vida eterna? Respondamos a Jesús. Recibe
un saludo de tu servidor Padre Luis Martínez y que Dios te bendiga.
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