HOMILÍA DE MONS. LUIS MARTÍNEZ FLORES
MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR EL AÑO QUE TERMINA
Y POR EL NUEVO AÑO
EN LA PARROQUIA DE LOS DOCE APÓSTOLES
HOMILIA DE
AÑO NUEVO 2020.
Padre Luis
Martínez Flores
Parroquia
Doce Apóstoles, Diócesis de Ecatepec.
“La acción de gracias debe tener una
parte muy importante en nuestra oración, la palabra gracias debe estar al inicio de todas nuestras oraciones, porque la
bondad de Dios precede todos nuestros actos, envuelve todos los instantes de
nuestra vida”. (Beato Carlos de Foucauld)
Queridos hermanos, estamos aquí por
varios motivos importantes: dar Gracias a Dios por este año 2019, que vamos
terminando junto con la segunda década del nuevo milenio. Estamos celebrando la
Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y la 53 Jornada Mundial de oración por
la paz.
Nuestra vida terrena es un camino que se
realiza en el tiempo de Dios donde la meta es Dios mismo con la plenitud del
tiempo en la eternidad. La "Historia de la Salvación" es la entrada
de Dios en nuestra historia humana y en nuestra vida. Es Dios que viene para
conducir a todo hombre a su fin último que es el Reino de Dios. Para nosotros,
los cristianos, el sentido y el fin de la historia y de todos los sucesos
humanos están en Cristo. En este 2019 hemos experimentado el paso de Dios en
nuestra vida: en la Parroquia de los Doce Apóstoles podemos recordar, el
encuentro de comunidades, los retiros de Moisés, Emaús, Nueva Vida, de Tito, la
ordenación del Diácono Daniel el 22 de febrero de este año, la Participación de
la Parroquia en la VI asamblea Diocesana de Pastoral, la Misión juvenil en
julio y los retiros de adolescentes y jóvenes, la misión Parroquial intensiva,
los retiros para matrimonios, el avance de la construcción del Templo
Parroquial, y tantas cosas vividas en Semana Santa, Navidad y fiestas
patronales. También hay momentos difíciles, como la partida a la Casa del Padre
de varios familiares y amigos que hoy pedimos que ya estén gozando de la
presencia de Dios. De manera personal y familiar cada uno puede hacer un
recuento de las maravillas que ha hecho Dios en nosotros: el nacimiento de un hijo, de un
nieto, el haberse enamorado, el contraer matrimonio, la finalización de un
ciclo escolar, de una graduación, el haber tenido un trabajo, el recuperar la
salud, el haber estado con los familiares y amigos. El haber visto una gran
película, una serie, asistir a un concierto, el haber visto ganar al equipo
preferido de algún deporte. También los momentos tristes por alguna mala
noticia, de la muerte de uno de los padres, de algún hijo o hermano, de alguna
amistad. La noticia dolorosa de una enfermedad crónica degenerativa o terminal,
algún problema con los hijos, la experiencia de la violencia, de un robo, de un
secuestro, de una extorción. En todo ello debemos saber descubrir la presencia
de Dios entre nosotros, ya lo dice en su Palabra en la Carta a los Romanos: “todo sucede para bien de los que aman a Dios”.
(Cfr. Rm 8, 28)
Por otra parte, el término de un año
es la oportunidad de hacer una revisión a la luz del Evangelio de los frutos
que tenemos para presentar al Señor. No solo es agradecer, sino saber pedir
perdón por los errores cometidos. Sabemos que todos cometemos errores, pero también sabemos que no todos los reconocen. Es
particularmente necesario tomar conciencia también de nuestras debilidades y de
los momentos en que no hemos sido plenamente fieles al amor de Dios y al
prójimo, especialmente a los más cercanos a nosotros o lo que más nos necesitan.
Pidamos perdón al Señor por nuestras faltas y omisiones.
Estamos iniciando un nuevo año
2020, se comienza a escribir otra página
de la historia. El 1 de enero, la Iglesia termina la octava de Navidad,
venerando la Maternidad de la Virgen María. Las palabras del Evangelio de Lucas
destacan particularmente la dimensión interior de esta maternidad. "María, por su parte, guardaba todas
estas cosas y las meditaba en su
corazón" ( Lc 2, 19). Toda madre tiene la misma conciencia del
comienzo de una nueva vida en ella. La
historia de cada hombre está escrita, ante todo, en el corazón de la propia
madre. La madre desde su vientre acompaña a su bebé, ya nacido le
proporciona alimento y seguridad, la madre acompaña en los primeros pasos, en
su proceso escolar desde preescolar hasta la universidad, acompaña en todas las
etapas de la vida; de hecho se dice que una madre lleva por 9 meses a su hijo
en el vientre, 3 años en los brazos y toda la vida en el corazón. En la Virgen
María su Maternidad es un camino constante al lado de Jesús: es desde la
anunciación en Galilea, pasando por su nacimiento en Belén, en su casa de
Nazaret, en Caná donde Jesús realizó su primer milagro, hasta el Gólgota a los
pies de la Cruz. Acompaña también a la Iglesia desde Pentecostés al lado de los
apóstoles y hasta nuestros días. Con esa mirada de Madre pidamos que interceda
por nosotros, “ahora y en la hora de nuestra muerte”, como decimos en el Ave
María, sigamos el ejemplo de la gran Discípula Misionera por excelencia, como
lo expresan los Obispos de América en Aparecida: “María, con su fe, llega a ser
el primer miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo, y también se hace
colaboradora en el renacimiento espiritual de los discípulos. Del Evangelio,
emerge su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al
verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la
peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos… María
ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de
gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. (Cfr. D.A.
266-272).
Estamos por recibir el año 2020, es
una nueva etapa, una nueva década, una nueva etapa de la historia de la
humanidad; así es que ya “nos cayó el veinte”. ¿Han escuchado esta expresión
alguna vez? En el siglo pasado, no existían los teléfonos celulares y en la década
de los 70 y 80s, se utilizaban entonces los teléfonos públicos a los cuales se
les metía una moneda de veinte centavos en la ranura del aparato,
después se marcaba el número y cuando
contestaban, el veinte caía al depósito de monedas y entonces ya nos
comunicábamos. Por eso ahora decimos “ya me cayó el 20” cuando nos damos cuenta
de hemos empezado a escuchar y empezamos
a entender y a captar las ideas. Estamos iniciando un nuevo año 20-20, “ya
nos cayó el veinte”. Pero no solo porque hemos podido llegar a este momento en
el calendario, sino porque podamos
descubrir los signos de los tiempos de este cambio de época, ¡abramos nuestro
corazón para entender! Pidamos que nos “caiga el veinte” que como
bautizados somos discípulos misioneros de Jesús, comprometidos con el Reino de
Dios entre nosotros. Que nos “caiga el veinte” en nuestras familias, como nos
afirma el Papa Francisco: “Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo
que se nos pide es reconocer lo bello,
auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo
indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la
humanidad”. (Papa Francisco. Consistorio 20 de febrero de 2014). Que “nos caiga
el veinte” a la Parroquia de los Doce Apóstoles que estamos llamados a
“construir una pastoral juvenil capaz de crear espacios inclusivos, donde haya
lugar para todo tipo de jóvenes y donde se manifieste realmente que somos una
Iglesia de puertas abiertas. Ni siquiera hace falta que alguien asuma
completamente todas las enseñanzas de la Iglesia para que pueda participar de
algunos de nuestros espacios para jóvenes”.
(Christus Vivit 234). Que “nos
caiga el veinte” que el 2020 es año de tareas exigentes, desafiantes y
definitorias para el futuro. De nosotros dependerá que esto no sea año nuevo y
una década perdidos. No sólo es el inicio de 365 días; se trata del fin de una
década y el inicio de la tercera del siglo XXI y del tercer milenio de la era
cristiana. No solo depende del gobierno o los actores políticos o de la vida
económica de nuestro país, sino de cada uno de nosotros ciudadanos
responsables.
Por último, pidamos por la Paz en el
mundo, el Papa Francisco nos dice en su mensaje por la LIII Jornada Mundial de
la Paz: “Abrir y trazar un camino de paz
es un desafío muy complejo, en cuanto los intereses que están en juego en
las relaciones entre personas, comunidades y naciones son múltiples y
contradictorios. En primer lugar, es necesario apelar a la conciencia moral y a
la voluntad personal y política. La paz,
en efecto, brota de las profundidades del corazón humano y la voluntad
política siempre necesita revitalización, para abrir nuevos procesos que
reconcilien y unan a las personas y las comunidades”. (Papa Francisco, mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de
2020) Nuestro Obispo de Ecatepec
Mons. Roberto Domínguez nos convoca en este año 2020 a hacer un esfuerzo especial para que trabajemos por
despertar y vivir el deseo de la paz… desde nuestro corazón, familia,
trabajo, estudio, con vecinos y donde quiera que nos encontremos ( Comunicado
0088/2019).
Encomendemos nuestro
año 2020 a la protección de la Virgen María: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita
tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora
de nuestra muerte. Amén”.
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